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domingo, 30 de diciembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA. 16. PARADIGMAS PARCIALES.



Un paradigma se caracteriza, ante todo, por su inconmensurabilidad; lo que implica que en la relación entre varios de estos, el acceso desde un paradigma a otro es imposible, porque no comparten términos con significados comunes que pudieran ser comparables entre sí.
De tal manera que aquellos aspectos que conforman un paradigma: categorías, generalizaciones simbólicas, ejemplos compartidos, le pertenecen a cada uno de ellos de forma exclusiva.
Parecería que hablar de paradigmas parciales es una contradicción que no se sostiene. Digamos en primer lugar que conservamos la idea de inconmensurabilidad y que efectivamente no podemos pensar alguno de ellos desde las categorías de otro.
Sin embargo, esta inconmensurabilidad paradigmática la concebimos –en esta redefinición que estoy haciendo de esta epistemología- como parcial. Los paradigmas son parciales porque su inconmensurabilidad es parcial.
Cuando hablamos de inconmensurabilidad parcial queremos referirnos a un conjunto de aspectos que le dan forma a este nuevo concepto:
Existencia de segmentos del paradigma que son inconmensurables y que, por lo tanto, no pueden ser trasladados a otro ni expresados desde una mirada externa.
Aspectos de un paradigma que son efectivamente compartidos por otros, a pesar de sus elementos incompatibles. Por ejemplo, en el caso de la física o la psicología, nos estamos refiriendo a paradigmas científicos aunque estos términos mismo tenga diversas acepciones y no comparamos teoría que no son científicas.
Capacidad de narrar un paradigma utilizando los medios de otro paradigma, como en al caso de los procedimientos de traducción, que siempre son parciales. A pesar de esto, por más difícil que sea un concepto en una determinada lengua y que no tenga una palabra equivalente en el idioma que le queremos transferir, es posible escribir un libro entero para explicar y aproximarse al sentido que esa palabra tiene en la lengua original. Tenemos, como ejemplo, el enorme trabajo de la hermenéutica de los textos clásicos.
Poner en contacto paradigmas significa reconocer que hay en ellos núcleos intransferibles que, a lo mucho, pueden ser narrados desde sus propios términos; y, al mismo tiempo, detectar los otros componentes que comparten o que son traducibles.
Se salva la noción de paradigma que sigue siendo útil en muchos campos y se permite su apertura para tener visiones más integrales de la realidad, sin tener que mantenerse aislado en uno de ellos.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA 15. LA DIALÉCTICA DEL DINERO.



En la corriente de la nueva dialéctica hay un predominio de la reflexión que relaciona directamente Hegel y con Marx; de manera más estricta entre la Ciencia de la Lógica y El Capital, de tal manera que habría una correspondencia entre los esquemas lógicos hegelianos y aquellos que se utilizan para dilucidar la dialéctica del capital y el dinero.
La dialéctica de la forma valor y el dinero, tal como la reconstruye Mario Robles Báez, se la puede tomar como un caso ejemplar, porque contiene los elementos constitutivos de este enfoque: la separación radical entre el modo lógico y el modo histórico con predominio del primero, la relevancia colocada en la Ciencia de la Lógica, la interpretación de El Capital que sigue fielmente el modelo hegeliano, la insistencia en el papel del dinero como el centro de la interpretación del capitalismo.
Robles Báez, (Robles Báez Mario, La dialéctica de la forma del valor o la génesis lógica del dinero, en: Robles Báez Mario (comp.), Dialéctica y capital: elementos para una reconstrucción de la economía política, Unam, México, 2005), toma la Ciencia de la Lógica, en su Primera Parte, Tercer Capítulo, para rehacer el camino que habría seguido Marx con la finalidad de entender el paso de la mercancía al dinero.
Todo se inicia con la separación entre valor de uso y valor de cambio, que es lo tenemos como dado:  
“El punto de partida es una mercancía junto con sus dos determinaciones contradictorias, valor y valor de uso, como algo dado inmediatamente o presupuesto.”(179)
Esta posición de los elementos contradictorios que le es interna a la mercancía, implica que esta no puede referirse a sí misma para alcanzar a valorarse, para determinar la magnitud de su valor y por lo tanto, su comparabilidad. Por este tiene que confrontarse con otra mercancía, que le sirve de equivalente concreto:
“La incompatibilidad de la una mercancía consigo misma, es decir, su auto repulsión, se manifiesta en que no puede expresar su propio valor en sí misma. Debido a esto, el primer momento constituye la relación unitaria del valor entre dos mercancías (es decir, la forma simple del valor o forma I), en que el valor de una mercancía no se expresa relativamente en su propia otra determinación, sino en la de una otra mercancía, es decir, en el valor de uso de la una otra mercancía, que toma la forma del valor equivalente.”(179)
Sin embargo, con esto solo llegamos a la proliferación de estos momentos concretos, con la creación innumerables equivalentes por todas partes, en la máxima dispersión de las mercancías múltiples:
“Después, por medio de la repulsión del uno en muchos unos, el momento de la unidad es negado por su otro, por el momento de la multiplicidad (es decir, la forma general o forma II, en la que el valor de una mercancía se expresa en los valores de uso de las muchas otras unas mercancías que componen el mundo mercantil.”(179)
Esa dialéctica de lo uno y lo múltiple encuentra finalmente su punto de realización –la negación de la negación- en una mercancía que junta la multiplicidad de mercancías que siempre siguen existiendo, con la formación de una unidad de estos múltiples, en una mercancía que se convierte así en equivalente general, en dinero:
“Después con la negación de este segundo momento, se culmina, por medio de la atracción, con la posición del momento de unidad-en-la-multiplicidad (es decir, la forma general o forma II), en la que las muchas otras mercancías expresan su valor en una única mercancía, la mercancía dinero, que representa el valor para-sí”(179)
Por esto Robles Báez puede concluir que:
“Como se puede observar a partir de lo señalado hasta aquí, la relación entre la dialéctica de Hegel y de Marx es muy estrecha. Desde esta perspectiva podemos decir que la presentación del movimiento de los momentos lógicos de la génesis de la forma dinero de Marx tiene cierto paralelismo con la discusión que plantea Hegel acerca de la categoría del Ser en su Lógica, especialmente sobre el ser-para-si y sobre la medida.”(178)
Para que este razonamiento se sostenga como una reconstrucción creíble de El Capital, es indispensable la separación entre el modo lógico y el modo histórico; esto le habría llevado a Marx a acudir a Hegel para utilizar la dialéctica de los conceptos, porque serían plenamente equivalentes a los de la dialéctica del dinero.
“Es crucial señalar que la presentación de la génesis del dinero de Marx no es histórica, sino lógica. En este sentido, las formas de valor constituyen los momentos de la génesis lógica, no histórica, de la forma no dineraria del valor.”(177)
Cuando trata de resolver cómo entender esta disyunción entre lógica e historia; se acude a la dialéctica, pero no hace sino trasladar el problema porque esta dialéctica sería, a su vez, lógica y no histórica, en donde estaríamos en el plano que escapa de lo subjetivo para entrar en la objetividad del concepto: “un discurso dialéctico del concepto.”(177)

Algunas observaciones se pueden realizar, que deberán ser discutidas detenidamente en futuros trabajos. Parecería, en primer lugar, que introducir estos elementos de la dialéctica de la unidad y la multiplicidad añaden muy poco a lo que conocemos de la dialéctica de la génesis del dinero; terminan por ser razonamientos redundantes que lo único que probarían es la coincidencia con Hegel.
Por otra parte, si se miran otros segmentos de la Ciencia de la Lógica asoman como más ricos para una interpretación de El capital, como la dialéctica contenida en el Fundamento, en donde Hegel dilucida minuciosamente los temas de la forma como fundamento y las determinaciones de reflexión.
Quiero postular en este momento, como una hipótesis central, que sostiene que no solo hay continuidad entre Hegel y Marx, sino una profunda ruptura en el seno mismo de la dialéctica.
Dicha separación respecto de Hegel se encuentra, a mi entender, en replantear y rediscutir la relación entre el modo lógico y el modo histórico. No se trataría de colocarse en el otro extremo, como es el caso de Lukács, para insistir en la historia como la única ciencia y en la historicidad de todos los fenómenos como aspecto esencial en la comprensión del marxismo.
La idea clave estaría es superar la dicotomía entre lógica e historia, para decir que son lo mismo: lógica/historia, como dos aspectos inseparables de lo existente. Lo que deviene y se vuelve real, lo hace siempre siguiendo un comportamiento histórico que, a su vez, está sometido a una lógica, que solo existe –a su vez- en la emergencia de esos fenómenos históricos.
Aquí me limito a señalar la dirección de las investigaciones sobre la dialéctica y no entro en detalles, que merecerán largos, profundos, detenidos razonamientos, desde diversas perspectivas.

domingo, 18 de noviembre de 2012

FORMA 6. LA FORMA MODA: LECTURAS DE LIPOVETSKY 2. LA MODA PLENA.



Comencemos con una cita de Lipovetsky, El imperio de lo efímero: “Explosión de la moda: ya no tiene epicentro, ha dejado de ser privilegio de una elite social, todas las clases son arrastradas por la ebriedad del cambio y las fiebres del momento; tanto la infraestructura como la superestructura se han sometido, si bien en diverso grado, al reino de la moda. Es la época de la moda plena y de la expansión de su proceso a ámbitos cada vez más amplios de la vida colectiva. No es tanto un sector específico y periférico como una forma general que actúa en todo lo social.”(175)
Un poco más adelante llamará a este fenómeno: la forma moda. Esta se convierte en la forma general que atraviesa todos los mundos, reales y virtuales, efectivos e imaginarios. La realización de la moda a su máximo nivel no deja lugar alguno que se le escape, lo invade todo, lo penetra todo.
Más aún, la vida social adquiere las características de la moda; se vuelve como ella, efímera, seductora, diferenciadora marginal, tal como veremos más adelante. Si se hiciera la pregunta: ¿cómo es el mundo ahora?, bastaría con responder: Mire usted la moda. Allí están contenidas las tendencias generales del mundo actual.
Vivimos en el reinado de la moda. Su expansión a los más diversos ámbitos sería la moda plena. Es un gesto imperialista que impone su lógica a lo largo y ancho del planeta. Inclusivo las subjetividades se ven penetradas por su dinámica imparable: la manera cómo construimos nuestra individualidad también está sometida a la forma moda. Allí tenemos, por ejemplo, los libros de autoayuda con toda su ideología que sirven de base para la construcción de un discurso y unas imágenes acerca de nosotros mismos.
Como diría Guy Debord es el triunfo de la sociedad del espectáculo, porque la forma moda es, ante todo, comunicación publicitaria, en donde priman el “entusiasmo” y la “seducción.”(176) El privilegio del espectáculo es la predominio de la moda espectacular, porque los dos momentos se han fusionado y terminan por mostrarse como indisolubles.
Así como hablamos de la forma moda, habría que mencionar constantemente: forma- espectáculo-moda y esta como la matriz general de lo social. Y de lo político, tal como lo vemos en cualquier elección actual, en donde los candidatos se ponen de moda, a través de crear una imagen que se vende y que se confronta con otras imágenes. Triunfa el que logra apropiarse de los espacios públicos, que están dominados por la lógica de publicidad.
La desaparición de las ideologías, la clausura de los “grandes referentes proféticos”, daría paso a una sociedad que ha dejado de lado la “perspectiva subversivo-radical” y que toma la democracia para llevarla a un nuevo nivel. Vale leer este razonamiento directamente en Lipovetsky:
“La moda plena no supone la desaparición de los contenidos sociales y políticos a favor de una pura gratuidad esnob, formalista, sin carga histórica. Supone una nueva aproximación a los ideales, una reconstrucción de los valores democráticos y, de paso, una aceleración de las transformaciones históricas y una mayor apertura colectiva al desafío del futuro, aunque sea desde las delicias del presente.”(176)
No se trata tanto de cuestionar esta ambigüedad que puebla el libro de Lipovetsky, porque a continuación de lo que he citado, sigue una larga demostración de los efectos perversos de la moda sometida al consumo salvaje, en donde el diseño tendrá un papel clave. Por el contrario, conviene llevar más lejos la tensión manifiesta entre los efectos nocivos de ese consumo desenfrenado de la forma moda y la apertura democrática que contendría, hasta ubicar el lugar en el que efectivamente se podrían encontrar.
¿En qué sitio, en que tiempo, a través de qué procesos, la forma moda desemboca en la forma democracia y se identifica plenamente con ella? Por ahora, solo aparece como un postulado –que considero válido- pero sin suficiente demostración.