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martes, 4 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9.2. : ZIZEK: SUPERACIÓN Y REPETICIÓN.


Lacan repite a Hegel, pero lo hace con una mínima diferencia: “Este nos lleva de regreso a la relación entre repetición y la diferencia mínima: la diferencia mínima es la que emerge en la pura repetición.” (Vol. 1, 494)
Nos interesa tanto el modo cómo Lacan repite a Hegel y el modo en que allí se produce esa pequeña diferencia. Y esta se enuncia ante todo por la imposibilidad de Hegel de pensar la diferencia como tal, fuera del marco identitario de lo actual.
La diferencia está lejos de implicar el surgimiento de lo nuevo. Bien cabe la posibilidad de que el cambio introducido tenga como finalidad la de que todo igual, como pasa en la política: “Ciertas cosas deben cambiar para que todo quede igual.” Por el contrario solo cuando se presenta esa mínima diferencia, casi imperceptible, diremos que las cosas efectivamente cambian.
Lo que separa Hegel de Marx. Según Zizek, se ubica en la distinción entre superación y repetición: “…lo que el pensamiento post-hegeliano nos trajo es la noción de una repetición mecánica no acumulativa.” (Vol. 1, 497) Una máquina que es no es otra cosa que el espíritu penetrando en la vida, lo artificial en lo natural.
La máquina del inconsciente que penetra en la conciencia, la sinrazón que penetra en la razón, la falta de conocimiento en el conocimiento: “…Freud descubre razón en el corazón de la sinrazón.” (Vol. 1, 498) Desde luego, también en Hegel al inicio la conciencia no se da cuenta de que es conciencia, atraviesa por un período de inconciencia de cual tiene que recuperarse.
Sin embargo, “el inconsciente hegeliano es formal; es la forma de enunciación invisible en el contenido enunciado… El inconsciente hegeliano es el inconsciente de la auto-conciencia, su propia y necesaria no-transparencia, la necesaria orientación de su forma… en el contenido que confronta. El inconsciente es la forma universal de un contenido particular…” (Vol. 1, 498)
El inconsciente hegeliano es el momento de olvido de sí misma de la conciencia, que existe de modo provisional hasta que la marcha histórica y sistemática de la propia conciencia le lleve a encontrarse plenamente consigo misma y ese inconsciente desaparezca. Así, la conciencia desgraciada del cristianismo es una conciencia escindida en dos, que no se da cuenta que al fin de cuentas es una sola.
Mientras tanto que desde la perspectiva del inconsciente freudiano tenemos una “negación que falla”, que no está destinado a ser superado, un inconsciente que jamás podrá ser reducido a conciencia sin más y que, sin embargo, es lo que dicha conciencia, lo que hace posible que haya conciencia.
La imposibilidad de esta resolución de la repetición en superación tiene profundas consecuencias epistemológicas. Por ejemplo, en el campo dela política que “no puede ser totalizado, ´no hay relaciones de clase´, no hay meta-lenguaje en el cual se pueda describir ´objetivamente´ la totalidad del campo social, cada una de esas descripciones es parcial.” (Vol. 1, 502-503)
 Si regresamos la mirada a Lukács, diríamos que la conciencia de clase siempre es virtual, siempre es una conciencia imputada: aquella que la clase obrera y las clases subalternas deberían tener en un momento dado. Ningún partido político, ningún líder, ningún sector social, está en capacidad de representarse la totalidad del campo político, o, lo que es igual, de actualizar completamente esa conciencia virtual.
Habrá una permanente disputa por saber qué partido se aproxima más a la conciencia imputada tanto desde el punto de vista programático como de su acción. Se produce, entonces, la negación radical del partido único. Un conjunto de organizaciones políticas compite por la conciencia imputada, por el modo en que el capitalismo y la emancipación deben ser representadas en un momento dado de la historia. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9.1. : ZIZEK: LA DIALECTICA DEL DESEO.


Cuando Lacan introduce lo real en la economía psíquica emerge el objeto a. Desde la perspectiva dialéctica, “Lo que la paradoja indica es que, en el objeto a, forma y contenido coinciden: el objeto a es el resto indivisible que escapa a la forma simbólica, y, simultáneamente, es una pura forma, un distorsión puramente formal… del contenido.” (Vol. 2, 20-21) 
Esta negación de la negación no es la disolución de la negación en alguna suerte de positividad, de superación, porque efectivamente produce un excedente, un resto, que es el objeto a, “el objeto-causa del deseo: el pasaje del espécimen corpóreo (objeto parcial: seno, heces…) a una función puramente lógica.” (Vol. 2, 21) 
Este sorprendente juego del deseo que nos constituye como sujetos que nos hace ir una y otra vez tras el objeto del deseo y cuando lo alcanzamos, se nos escapa. No queda otra alternativa sino la interminable lógica de la repetición: “…estamos condenados a repetir el procedimeitno; sin embargo, este objeto a es puramente formal, es la curvatura del espacio de conducción, por lo tanto ´el camino más corto´ para alcanzar el objeto a no es el directamente el objetivo sino rodearlo, dando vueltas en torno a él.” (Vol. 2, 21) 
La negación del orden simbólico, porque estamos impedidos de agotar el objeto a, ni siquiera racionalmente, rompe “el balance del orden simbólico” introduciendo una “inconsistencia”: “en resumen, la segunda negación, sin embargo, requiere de un cambio de perspectiva en la podamos asir este elemento intrusivo sobrante de lo Real, que es él mismo elemento que garantiza una mínima consistencia del inconsistente gran Otro.” (Vol. 2, 22) 
Esta dialéctica de la economía psíquica –imaginario, simbólico y real- la encontramos con esa forma no solo en este ámbito; así, según Zizek, si nos trasladamos a la lógica de la lucha de clases encontramos que esta introduce el antagonismo en la sociedad y, al mismo tiempo, sostiene todo el aparato social que se fundamenta en la existencia de las clases sociales.

Si volvemos  a las relaciones entre forma y contenido luego de estos análisis, nos topamos con el modelo deleuziano que hace una generalización lingüística de este proceso: “… las dos series (o el significado y el significante) siempre contiene una entidad paradójica que está doblemente inscrita (esto es simultáneamente exceso y falta): un exceso de significante sobre el significado (el significante vacío sin un significado) y la falta de un significado (el punto de sinsentido del campo del Sentido).” (Vo. 2, 24) 
Los fenómenos que se comportan dialécticamente tienen esta característica de que sus elementos aunque sean pares antagónicos, crean un punto de exceso, de rebasamiento, de algo que no es reducible al otro extremo; y, simultáneamente, la necesidad de comprender que este punto de inconsistencia es el que sostiene la consistencia del sistema. Caben dentro de esto, como he señalado, la lucha de clases y podemos añadir: la guerra, las confrontaciones políticas, el crimen y la ley, el poder constituyente y el poder constituido, la biopolítica y la nuda vida. 
“Desde esta perspectiva, la paradoja consiste en el hecho de que dos series nunca se solapan: siempre encontramos una entidad que es simultáneamente (respecto de su estructura) un vacío, espacio no ocupado y (respecto de los elementos) un objeto elusivo moviéndose velozmente, un ocupante sin espacio.” (Vol. 2, 24) 
Hay que insistir, una y otra vez, que no se trata solo de la no coincidencia o del exceso, sino que el exceso se corresponde con una falta, y la falta con un exceso: “…el espacio vacío en la estructura es estrictamente correlativo con el elemento errante que carece de espacio.” (Vol. 2., 25) 
En cada uno de ellos, en el elemento y en el espacio, existe algo que se resiste a ser absorbido, incorporado, reducido al otro, como si la lógica de la inconmensurabilidad de los paradigmas se hubiera trasladado al plano ontológico. Los paradigmas son inconmensurables porque las realidades lo son. Desde luego se trata, para evitar recaídas metafísicas, de una inconmensurabilidad parcial: hay algo que no se deja reducir… 
Aunque en el caso de la relación entre concepto y realidad, la falta, la no coincidencia no estaría en la realidad sino en el pensamiento. Prefiero, contra Zizek, sostener que se esa no coincidencia es tanto real como ideal. La realidad se “resiste” a  ser dicha completamente por lo real; lo real no agota el trabajo del orden imaginario.