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lunes, 4 de junio de 2018

Spivak, Una educación estética

El libro de Spivak, Una educación estética en la era de la globalización

Su traducción al español ha tardado una década.
El link:
https://mega.nz/#!JhMy1YYb!HcTjBEUW-3UYoeEVb9-SRq0jfVp4UPshxqSMfqsv2no

sábado, 5 de mayo de 2018

SENSIBLE A LA FORMA. UNA APROXIMACIÓN A LITERATURA DESDE LA TEORÍA GENERAL DE LA FORMA.


Acercarse a la comprensión de la obra literaria desde la teoría general de la forma asoma como una tarea ardua, especialmente por la larga confrontación entre los enfoques historicistas o sociológicos, centrados en el contenido frente a las perspectivas formales, que parecerían desdeñar el contenido.
Entonces, se trata de encontrar un punto de vista que empezando en la forma pueda mostrar con suficiencia la dinámica del contenido, rompiendo su contraposición, aunque manteniendo su diferencia.

Partamos de dos postulados que se muestran como indispensables en este camino: la literatura –y el arte- son ante todo forma; de no ser así, se disolverían en cualquier otra cosa: documento sociológico, antropológico, político, etc., perdiendo así su especificidad; pero, con igual fuerza, resaltar que la forma literaria –como cualquier otra- es ella misma un producto histórico.

¿Cómo mostrar esta confluencia, que también es doble vínculo, entre estos dos momentos histórico-sociales: el contenido de la obra y su forma? Dos historicidades generadas con una relativa asimetría, con ritmos y momentos diferentes, con sus propias lógicas, procesos, estructuras, dinámicas, pero igualmente esenciales al hecho literario que, se tiene que insistir, se coloca del lado de la forma.

Por esto, en las palabras de Spivak, se requiere de una mirada hacia la literatura que tenga una “sensibilidad retórica”, que amplío para convertirla en una sensibilidad a la forma; sin esto, el hecho literario tenderá a desaparecer devorado por cualquier otro fenómeno que, seguramente, tiene su propia importancia: “De hecho, para “dar cuenta, desde una teoría materialista de cómo surgen las ideas sociales”, es posible movilizar los recursos de una lectura retóricamente sensible de la literatura”. (Spivak, 2017, pág. 393)

Esto implica no solo mirar a los aspectos formales de una obra o reducir la obra a aspectos técnicos retóricos, lingüísticos, sino sacar a la luz otro contenido y muchas veces otro tratamiento del contenido, que es el contenido de la forma. Y desde aquí indagar la relación entre estos dos planos del contenido: el contenido como tal y el contenido de la forma.  

Spivak lee Lucy de Jamaica Kincaid con esta sensibilidad para la retórica, con esta apertura hacia la forma literaria, que se opone a una simple lectura contenidista: “Leo Lucy, prestándolo atención en tanto acontecimiento paratáctico que se resiste a la “lectura preferida”, la lectura en blanco y negro, la lectura del relato como predicamento de la situación del migrante en términos de raza-clase-género”. (Spivak, 2017, pág. 393)

No se trata de negar que Lucy tiene este contenido, sino de acudir al elemento retórico paratáctico, que será el único que permita acceder a la manera específica y singular de tratamiento de estos temas en Kincaid, que la hacen esta obra y no cualquier otra, esta obra literaria y no un mero documento socio-político.

Más aún, únicamente se puede acceder al componente ético que cuestiona el sistema como tal: “Termino insistiendo en restaurar las prácticas de la lectura retórica porque creo, de una manera irracional, utópica, impráctica, que tal lectura puede constituir un motor ético que socava el campo ideológico”. (Spivak, 2017, pág. 394)

Significa que la adopción de una lectura sensible a la forma no es una elección que complemente la lectura del contenido, sino que, en caso de no darse, el significado más propio de la obra se nos escaparía, aquel que es transportado por la forma, que se convierte en el contenido de la forma.

Y en línea de Spivak es crucial, porque de este modo nos podemos imaginar a ese otro imposible en cuanto otro, nos podemos figurar al otro cerrando la brecha –nunca del todo- que nos separa de él: “Por ello, la situación ética sólo puede ser figurada en la experiencia ética de lo imposible. Y la literatura, como un juego de figuras nos puede dar acceso imaginario a la experiencia”. (Spivak, 2017, pág. 394)

La sensibilidad a la forma abre el acceso a ese otro plano, aquel que pone la tarea fundamental de la literatura, que es su contribución a que podamos imaginar al otro en cuanto otro, que habitemos esa imposibilidad, aproximándonos a la “experiencia el otro”, aunque sea de manera imaginaria, esto es, literaria.

Porque lo que define el campo de la literario es el lenguaje, “el fenómeno de que lo que sucede en la literatura como literatura es la peculiaridad de su lenguaje”, que transporte su propio contenido, que redefine el contenido explícito que se nos presenta en la superficie del texto y que desplaza la literatura para que pueda encontrarse con otra epistemología o, si se quiere, con la epistemología del otro. (Spivak, 2017, pág. 396)

Y la singularidad lingüística que atraviesa la obra de Kincaid es la parataxis, como estrategia de yuxtaposición, que impide que Lucy sea leída “únicamente por su tema –un relato sobre una institutriz migrante y, por lo tanto, una instancia de algunas ideas heredadas de la hibridez y la diáspora”. (Spivak, 2017, pág. 396)

No se trata de oponer dos contenidos, sino de indagar en cómo la parataxis redefine el contenido explícito de la obra, lo conduce a otra interpretación, desplazando su significado hacia otra esfera; por esto, la propia parataxis se vuelve contenido. Así, se descubre “el poder del lenguaje de retener su propio poder de establecer conexiones” que, de otro modo, desaparecerían o quedarán subsumidas en el “argumento de la obra”. (Spivak, 2017, pág. 397)

La parataxis no es simplemente un recurso retórico que Kincaid decide utilizar, como habría podido hacerlo con cualquier otro; no se trata de un recurso artificial que podría ser reemplazado por otro, sino que se “convierte en la descripción formal, una homología de lo que describe el lenguaje”. (Spivak, 2017, pág. 397) La parataxis se vuelve contenido; o mejor, el contenido, la historia una migrante, se cuenta de manera paratáctica y esto la transforma radicalmente.

Desde la perspectiva lingüística los “fragmentos de la narrativa se interrelacionan para formar una cadena de significados que se asemeja a una oración desplegada como un mapa físico. En esta novela, las oraciones y, al parecer, la narrativa, son arregladas paratácticamente”. (Spivak, 2017, pág. 397)

La parataxis cambia la manera en que Lucy experimenta el mundo, porque en vez de vivir las cosas enteramente conectadas, en sus secuencias causales, existe sin darse del todo, sin poder entrar en real contacto con las otras personas, con sus experiencias: “En la siguiente sección pasamos a otras partes del cuerpo. Si rastreamos la prosa conforme va sucediendo, es como si el sujeto fuera incapaz de entras a personas completas”. (Spivak, 2017, pág. 399)

La misma memoria de Lucy sucede paratácticamente: “Las manos de Paul, moviéndose dentro de la pecera, también se veían extrañas; la carne parecería haberse convertido en huso, como si hubiera sido introducida en una solución que le había disuelto toda la vida. Entonces recordé lo siguiente”. (Spivak, 2017, pág. 399)

La elección retórica de la parataxis desplaza la temática de la migración mirada desde la perspectiva de raza, clase y género, porque Lucy –y con ella Kincaid- se colocan frente a la diáspora: “Para ella, “diáspora” o “migración” son una manera de usar la parataxis, una instancia para romper una conexión como una solución –en lugar de fuente- de un problema”. (Spivak, 2017, pág. 403)
La conclusión de Spivak resume lo que ha producido la parataxis como contenido en la trama de la novela: “Pero reducir la novela a tan sólo la trama secundaria de raza y clase es pasar por alto que el sujeto aquí descarta toda museificación de las culturas de origen, y además el poder desplazador de la parataxis”. (Spivak, 2017, pág. 493)

Se introduce, de esta manera, el doble vínculo de la migración, en donde se falla en establecer la conexión con la metrópoli –“fracaso de la conexión”- y, al mismo tiempo – “doble vínculo poscolonial”- no tiene otra alternativa que negociar estas “alianzas en la nueva metrópolis”. Solo que “el texto de Kincaid lleva a cabo, como literatura”. (Spivak, 2017, pág. 406)

Porque la literatura tiene su “esencia” en la “singularidad del lenguaje es lo único que sucede y persiste”; esto es, pertenece por entero al campo de la forma, recordando que esta, es también “esencialmente” un producto histórico como cualquier otro; de tal manera, que se trata de comprender la resolución o irresolución de esos dos momentos históricos que entran a conformar cualquier obra literaria: el de la forma y el del contenido, en donde el contenido de la forma y su expresión –el conjunto de estrategias retóricas utilizadas- alteran, modifican, desplazan, anulan, redefinen, resignifican el significado del contenido colocado allí sobre la superficie del texto. (Spivak, 2017, pág. 409)

En la interpretación de un texto literario hay que “enaltecer la organización del texto, o mejor dicho, quizás, su “formalización”. Y en este caso, esta formalización transporta elementos que llevan a Lucy más allá de los temas del racismo, que postulan la posibilidad simplemente de escribir como una mujer, sin necesidad de estar marcada: “No se trata de ignorar la especificidad negra al afirmar una universalidad que trasciende la historia para el arte importante. Más bien se trata de cuestionar por qué la especificidad blanca queda sin marcarse como “blanca”, mientras que la especificidad negra no puede elegir serlo, quedarse sin marcar”. (Spivak, 2017, pág. 410)

Y este es el problema de fondo: desdeñar las cuestiones formales, ignorar la construcción paratáctica de Lucy, volvería invisible esta cuestión central que pone signos de interrogación sobre el tema del racismo y del género, ante el reclamo de Kincaid de narrar la historia de una mujer o, más aún, de un ser humano, porque ella también tiene derecho a “quedarse sin marcar”.

Un derecho fundamental que se saca a la luz: ¿acaso la mujer negra, migrante, viviendo en la metrópoli, no puede hablar simplemente como ser humano?, ¿está obligada necesariamente a referirse a ella misma como una mujer negra o puede elegir no hacerlo? Lucy expresa el “anhelo de una humanidad sin marcar y sin negar la especificidad negra; un acceso al estatus de los sujetos que pueden amar…” (Spivak, 2017, pág. 410)

La resistencia a ser marcada, tanto para Lucy como para Kincaid, se expresa en la retórica paratáctica, en la negación de ser marcada; quizás esto no sea posible en el mundo que vivimos, en la época de la globalización, pero justamente la literatura está allí para permitir que nos imaginemos un mundo: “La modernidad sin marcar es la enunciación sincrónica que conlleva un “estar-en-el-tiempo sin marcar”… Uno podría ser el sujeto del amar en lugar de, en el mejor de los casos, un objeto de benevolencia. En anhelo de Lucy indica lo que tal vez podría ser un libro imposible, pero tal vez no”. (Spivak, 2017, pág. 411)

Para Spivak no queda otra alternativa que “leer estos textos en la singularidad de su lenguajeo. De otra manera, a decir verdad, no me resulta de interés”. (Spivak, 2017, pág. 412) Así, en cada autor, cabría la pregunta desde la sensibilidad a la forma, sobre la retórica que usa – el plano de la expresión-, y aquella que esta significa, el contenido de la forma: la hipotaxis en Beloved de Tony Morrison, Hemingway “ferozmente paratáctico”, la hipotaxis de Faulkner. (Spivak, 2017, pág. 412)
Lo que quiere decir que en cada caso, como una singularidad, la obra literaria se deja penetrar por una forma, que se vuelve ella misma contenido y que establece, de modo específico para cada obra, unas relaciones, unas negaciones, unas oposiciones con el contenido, con el argumento, con lo que obra dice aparentemente. Una forma que narra por ella misma, que hace parte fundamental de la narración contenida en la obra.

De esto se trata una sensibilidad a la forma, una comprensión de la literatura como lenguaje y la conformación de un lenguaje en su singularidad irrepetible, que permite imaginar lo imposible, habitar la multiplicidad de dobles vínculos que nos impone el capitalismo tardío.

 

Spivak, G. (2017). Una educación estética en la era de la globalización . México: Siglo XXI.



domingo, 19 de enero de 2014

EL SILENCIO DE LAS MASAS

 “Masa sin habla que está ahí para los portavoces sin historia. Admirable conjunción de los que no tienen nada que decir y de las masas que no hablan. Pesada nada de todos los discursos.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 113)

Si hay un tema recurrente en Baudrillard, es el de las masas, de las mayorías silenciosas, que se colocan al otro lado, en lo radicalmente diferente, de los fenómenos que está describiendo. Se podría decir que todo lo que ha escrito tiene como trasfondo –espacio subterráneo inaccesible- a esa gente anodina que vaga por cualquier lugar: “Todo el montón confuso de lo social gira en torno a ese referente -esponjoso, a esa realidad opaca y translúcida a la vez, a esa nada: las masas.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 109)
Silencio de las masas que se produce por la crisis de los diferentes modos de representación: intelectual, política, social, cultural, artística, subjetiva, que se han mostrado ineficaces para hablar en nombre de masas, en su intento de conducirlas a una finalidad, en nombre de cualquier proyecto teleológico. Por lo tanto, cierre del proyecto moderno, que no ya podrá ser concluido ni pensado como un proyecto inacabado.(Habermas)
De igual manera, el proyecto socialista fracasó. Los países llamados socialistas abandonaron el proyecto de construcción de comunismo e iniciaron un regreso brutal al capitalismo. Clausura de la perspectiva de emancipación, de los proyectos liberadores, que levanta una enorme barrera, colocada allí para impedirnos avanzar hacia un mundo mejor.
¿De qué otra manera se puede entender la pasividad general, salvo breves y limitadas excepciones-, de las masas frente a la crisis económica que arrasa con aquello que quedaba del estado de bienestar, en donde salir de esta crisis significa, en primer lugar, que los ricos se hagan más ricos, mientras el desempleo, la pobreza, la violencia se extiende por todas las sociedades?
Desaparición de los modos de representación, ahora reemplazados por estrategias hiperpolíticas que se combinan perfectamente con la despolitización masiva. Masas que acuden a votar porque están obligadas a hacerlo; de lo contrario, iría una minoría. Especialmente aquí en América Latina, en donde la gran consigna no se dirige a la transformación social o al cambio, sino que se centra en ese par consuma/obedezca.
A veces pareciera que esas oleadas de consumismo que arrasan con las masas no tiene que ver con la obediencia social; sin embargo, están estrechamente relacionadas. El precio que se paga por consumir es el de la obediencia; o, si se prefiere, consentimos cualquier actitud de los gobiernos, incluso el autoritarismo, siempre y cuando garantice el consumo y que este se amplíe cada vez más. En el momento en que se retire el consumo, la obediencia se debilitará.
Escisión entre masas y grandes narraciones que provocan la desaparición de los proyectos históricos y hacen que las masas se refugien en ese silencio, en donde la Razón moderna y posmoderna –en sus diversas variantes- han dejado de tener sentido.
“Todos los grandes esquemas de la razón sufrieron la misma suerte. No describieron su trayectoria, no siguieron el hilo de su historia más que sobre la delgada cresta de la capa social detentadora del sentido (y en particular del sentido social), pero por lo esencial no penetraron en las masas más que al precio de un desvío, de una distorsión radical. Así sucedió con la Razón histórica, con la Razón política, con la Razón cultural, con la Razón revolucionaria –así sucedió con la Razón misma de lo social…” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 114-115) 
De allí que el poder se encuentra feliz con esta indiferencia de las masas, inmóviles frente a la crisis, votando en muchos casos por sus peores verdugos; y, al mismo tiempo, una paranoia omnipresente, un miedo visceral a esas masas, porque su silencio no se puede entender, manejar, maniobrar. Por el contrario, cualquier momento, por algún motivo aparentemente insignificante, pueden decidir sacudirse el gobierno que tienen encima, acabar con todo, aun sabiendo que no hay reemplazo ideal, solución a los problemas.
“Eso le conforta en su ilusión de ser el poder  y le aparta del hecho mucho más peligroso de que esa indiferencia de las masas es su verdadera, su única práctica, que no hay otra ideal que imaginar, que no hay nada que deplorar, sino que está todo por analizar ahí, en ese hecho bruto de retorsión colectiva y de rechazo de la participación en los ideales -por otra parte luminosos- que les son propuestas.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 121) 
Las votaciones, las consultas populares, dan la impresión de una masa pegada indisolublemente a sus líderes, dispuestas a apoyarlo y a sostenerlo cuántas veces sea necesario. Sin embargo, este es mucho más aparente que real. El poder cree que es el discurso, el proyecto “revolucionario”, la ideología, el carisma del líder, lo que le sostiene. El poder sospecha ineludiblemente que las masas están allí por indiferencia, porque ese presente les parece momentáneamente bien. De ninguna manera, quiere decir que esos discursos han penetrado en la masa, o que se  han hecho carne y sangre en la gente.
Por eso, desde el poder y desde la academia el instrumento privilegiado para hacer hablar a las masas acude al sondeo, a la estadística, a las encuestas, que inventan lo que quieren medir, las reglas de correspondencia de los datos extraídos con el imaginario de la campaña electoral de turno:
“El único referente que funciona todavía, es el de la mayoría silenciosa. Todos los sistemas actuales funcionan sobre esa entidad nebulosa, sobre esa sustancia flotante cuya existencia ya no es social, sino estadística, y cuyo único modo de aparición es el del sondeo. Simulación en el horizonte de lo social, o más bien en el horizonte donde lo social desapareció.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 121) 
Si la comprensión de la dinámica de las masas, de su estructura, de sus leyes, no está a nuestro alcance, entonces la lógica de lo social se traslada a lo operacional, que es el gran paradigma contemporáneo. Desde la mecánica cuántica que funciona con una perfección insospechada aunque no se sepa por qué lo hace hasta la sociedad dirigida por una manada de tecnócratas, los instrumentos técnicos de medición y planificación reemplazan a las teorías económicas, a las pedagogías, a los análisis sociológicos. 
Instrumentos performaticos, que por su propio mecanismo nos parecen mágicos: producen lo que enuncian, crean lo que miden, le dan forma al mundo dentro de sus variables e indicadores. Allí hay un gran simulacro con pretensiones de realidad, que de hecho la sustituye. Reemplazo atroz que hunde más aún a la masa en su silencio. Como decía Lyotard el performance está primero aquí, como la forma privilegiada del poder y desde aquí se traslada a las otras esferas de la existencia social, como es el caso del arte. Nos han encarcelado a todos en una gran máquina de simulación social en reemplazo de la representación, de la democracia, de la emancipación:  
“Eso quiere decir que ha dejado de haber una representación posible de ella. Las masas, ya no son un referente porque ya no son del orden de la representación. No se expresan, se las sondea. No se reflejan, se las somete a test. El referéndum (y los media son un referéndum perpetuo de preguntas/respuestas dirigidas ha sustituido al referente político. Ahora bien, sondeos, tests, referéndum, media, son dispositivos que no responden ya a una dimensión representativa, sino simulativa. Ya no apuntan a un referente sino a un modelo. La revolución aquí es total 'respecto a los dispositivos.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 127-128) 
Esa masa tiene la característica de un materia oscura, de una energía oscura, que no la podemos ver ni medir, ni siquiera comprender de dónde viene exactamente o cómo se comporta. Sabemos de su existencia por los efectos que produce en los otros, en los que están allá afuera, en el resto del universo social. Materia oscura que está constituida por la mayoría inexpresiva, tratada como minoría social.
Masa oscura expandiendo el universo de lo social, de la comunicación, de la política, alejando todo de todo, aislando cada fenómeno, disolviéndolos, acabando con la multiplicidad de sentidos que vagan sin saber de qué son significados. Y sin embargo, energía oscura que cuando se tope con lo social transparente y visible, producirá la más grande implosión del conjunto de sistemas. Quizás podríamos decir que han reinventado el momento anarquista y nihilista de las revoluciones por venir y que no sabemos qué forma tendrán. (Bensaid)
Es, por decirlo así, una forma extraña de subalternidad –en el sentido de Spivak- (Spivak): las masas no pueden hablar y no quieren hablar, porque no quieren mostrar lo que realmente son ante el poder, ante el gobierno de turno, en las innumerables producciones intelectuales que se escriben sobre ella. Desde luego, tampoco existen los canales, los medios, las posibilidades reales para que ella hable. Han sido sometidas al silencio del voto y de las encuestas.
Se habrá provocado la idea equivocada de unas masas flotando en el espacio vacío, incognoscible e ignorantes de ellas mismas, de la fuerza de su energía oscura. Oculta una secreta esperanza, un discurso encubridor, una pretensión de estar en el otro lado, de la posibilidad absurda de sentarse a contemplar a esas masas que halan las galaxias sociales en una u otra dirección.
Distorsión que es preciso corregir: cuando abandonamos la política, lo social, la representación ilusoria, cuando dejamos el mundo aparente del sentido, de las significaciones, de los fundamentalismos delirantes, volvemos a la masa, regresamos a ser lo único que nos está permitido: masa. 
“…es el sentido el que es sólo un accidente ambiguo y sin prolongamiento, un efecto debido a la convergencia ideal de un espacio perspectivo en un momento dado (la Historia, el Poder, etc.), pero que en el fondo no concernió más que a una fracción mínima y a una película superficial de nuestras sociedades. Y eso es cierto de los individuos también: no somos más que episódicamente conductores de sentido, en lo esencial hacemos masa en profundidad, viviendo la mayor parte del tiempo en un modo pánico o aleatorio, más acá o más allá del sentido.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 118-119)


Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós, 1978.
Spivak, Gayatri Chakravorty. An aesthetic education in the era of globalization. Cambridge, MA.: Harvard University Press, 2012.




miércoles, 13 de febrero de 2013

EDUCACIÓN ESTÉTICA


Desde el mismo momento en que se menciona “la educación estética”, esta colapsa en la educación artística, porque tanto la educación como el arte dependen de un mismo régimen, que los coloca como ámbitos separados que deberían entrar en un particular tipo de relación. Se tendría que elaborar algún tipo de didáctica que aproxime a los espectadores al hecho artístico –y por ende estético-
Se trata, en este caso, de ir más allá, de desbordar este paradigma y de colocarnos de entrada en otro lugar. La educación estética como educación artística ha estallado doblemente: primero, porque el hecho educativo como tal está cuestionado –Freire, Lewis- y porque la estética ha escapado de la esfera artística.
Como Michaud señala, la belleza ya no es la meta que la obra de arte tiene que alcanzar. La belleza la encontramos en el diseño, en la moda, en la tecnología y tiene que ver más como las estrategias de la publicidad antes que con los artistas.
Aunque merece una detenida discusión, creo que hay dar un paso atrás del gesto moderno y quedarse en el balbuceo kantiano; esto es, la estética tiene que ver con la sensibilidad. Ciertamente, se produce un desliz que inaugura la modernidad, que lleva directamente a entender la estética como referida a la belleza y por lo tanto, al arte. De allí en adelante se tratará de ver cómo los distintos regímenes estéticos –en este sentido reducido- la interpretan y lo transforman sin salirse de su matriz.
La posmodernidad altera radicalmente esta relación, en la medida en que aísla el gesto estético del momento artístico; más aún, la dirección que toma es la opuesta: la negación de la belleza como tarea misma del arte y el privilegio de la acción sobre la poética.
Desplazo el punto de partida hacia Spivak: la educación estética es la educación de la sensibilidad y de la imaginación, que es la única que podría aproximarnos al subalterno, aunque nunca lo alcancemos porque es un “objeto” imposible.
Digamos que la estética tiene que ver con la sensibilidad y con la imaginación, porque las dos no pueden ir separadas, se implican mutuamente. No hay sensibilidad sin el orden imaginario; y el orden imaginario tiene que ver directamente con la sensibilidad.
Pero, ¿qué es la sensibilidad? La respuesta no es ni simple ni fácil, porque si bien se puede afirmar que es aquello que penetra por los sentidos, este es solo su inicio y no agota el fenómeno de lo sensible. Precisamente es en este momento en donde entra a jugar su papel la imaginación.
El otro gran campo que hay que incluir en este primer acercamiento es la política. Ranciére habla de políticas estéticas y de la educación estética, que conduce a un espectador emancipado. La educación de la sensibilidad y de la imaginación, tanto para Ranciére como para Spivak, son directamente una cuestión política.
Los términos sobre los cuales hay que reflexionar son: estética, educación, sensibilidad, imaginación, política. Cada uno nos llevará a determinadas consecuencias que se relacionan con los temas de la emancipación, del otro en su sentido más radical, del oprimido, del obrero.
Quizás se hace necesario una ampliación de la noción de régimen de la sensibilidad, de tal manera que incluya todos estos componentes. (Otro concepto candidato podría ser: campo estético.)