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sábado, 18 de mayo de 2019

LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS



Lacan, Jacques, El Seminario. La ética del psicoanálisis 7, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1988, pp. 9-25.
Al fin de cuentas, ¿para qué sirve el psicoanálisis?, ¿tiene algún sentido seguir practicándolo?, ¿tiene que decirnos algo a nosotros y a nuestros contemporáneos? Desde esta perspectiva, Lacan constata la persistencia del sentimiento de culpa, incluso por encima de la obligación moral. Y esto conectado al deseo, que no ha podido ser liberado.

Pero, no se trata simplemente de escapar del sentimiento de culpa; sino, que tenemos que entender el deseo como “una demanda humana”. (16) En el núcleo de esta demanda se encuentra el sufrimiento y la ignorancia, que es hacia donde se dirige el psicoanálisis.

Así, la ética del psicoanálisis se plantea tres ideales: el primero tiene que ver con lo erótico y dentro de este campo, con la necesidad de dilucidar: “¿Qué quiere una mujer? Más precisamente - ¿Qué es lo que ella desea? - “(18) No estamos seguros de haber alcanzado una respuesta satisfactoria.

El segundo ideal es el de la autenticidad, no en el sentido de distinguir entre sujetos auténticos y otros que no lo serían; sino, en la autenticidad del psicoanálisis, que tiene que ver con la batalla por el desenmascaramiento de todo aquello que se encuentra sumido en las sombras. El tercer ideal, es el de la no-dependencia; esto es, “una suerte de profilaxis de la dependencia”. (19)

Estos tres ideales se sintetizan en “una profundización de la noción de lo real”, que es hacia dónde estamos orientados los seres humanos. (21) Un orden de lo real que se nos muestra como “terrible” en el mundo actual, como si el tiempo estuviera retrocediendo, especialmente con el ascenso del fascismo y la ultraderecha en todo el planeta.

Pero, lo real que no está separado del orden simbólico, del plano “ficticio”. Ficticio no quiere decir que sea un engaño o una mentira, sino que la “verdad tiene una estructura de ficción” (22) y esto nos lleva a la manera en que el orden simbólico “traduce” la realidad para presentársela al imaginario. La simbólico elabora su propia aprehensión de la realidad. No es simplemente la realidad, sino la realidad vivida por mí o por el Otro y convertida en lo real.

En este momento, volvemos a encontrarnos con el deseo y con la comprensión de la “dimensión esencial del deseo, siempre deseo en grado segundo, deseo del deseo”. (24) Desde este punto de partida, estamos preparados para “aportar, ya no a tal o cual, sino a la cultura y a su malestar”. (25)
Sin esta dimensión, el psicoanálisis se quedará preso de “tal o cual” situación concreta, análisis específico y no tomará en cuenta de que, a través del otro, está enfrentado con la ley, con el Nombre del Padre, con el orden o desorden social.

El psicoanálisis no puede prescindir de la ética y trabajar en los vínculos que unen un sujeto particular con la cultura, en donde se relaciona la falta con la enfermedad, el plano ético con el psicoanalítico y que este último, contribuya a devolver la capacidad moral a aquellos sujetos que, por su morbidez, se encuentran trabados en su libertad.