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martes, 31 de mayo de 2016

FORMA, FIGURA. Proposiciones.


  1. La forma es producto de la introducción de una distinción. Distinguir es el componente ontológico fundamental. Existe aquello que se puede distinguir de otro; por eso, la distinción introduce modos de existir, que son en cuanto distintos de otros modos de existir. De igual manera, conocer significa distinguir y las teorías son máquinas generadoras de distinciones.
  2. La distinción es distinta de la diferencia. Por la distinción se crean campos en donde hay cosas que son similares y cosas que son diferentes; objetos que son indiscernibles y objetos completamente diferentes. Cierto cosas existen del mismo modo; y otras, de modo diferente.
  3. La forma es, ante todo, productividad; esto es, la capacidad de generar nuevas formas, que significa la introducción de nuevas distinciones en los mundos existentes o el surgimiento de nuevos mundos. A este proceso se le denomina: transformación.
  4. Estas transformaciones son inmediatamente indexadas; esto es, pertenecen a un campo marcado que les diferencia de aquello que ha quedado fuera en un campo no marcado que lo delimita y le conforma. La indexación es, al mismo tiempo, el trabajo de la forma para desenvolverse así como el llenarse de un contenido que proviene de ese desenvolverse. La forma contiene tanto la forma indexada como el contenido posible de la forma indexada.
  5. Se abre un campo de acciones posibles que establecen tanto aquello que se puede dar dentro de un campo, de acuerdo a la forma en que las distinciones lo han marcado, como aquello que no puede darse en dicho campo. La serie de acciones posibles son el contenido posible  de la forma. (Este es el affordance de la forma).
  6. Las transformaciones producen tanto medios como formas, insistiendo en que los medios son modos de existencia de la forma. La distinción entre medio y forma se debe a que los medios se refieren a ese campo de acciones posibles con relaciones laxas, mientras la forma son indexaciones dadas con relaciones estructuradas.
  7. La forma, como campo de acción posible, también es un campo de sentidos posibles, equivale a un horizonte de sentido que tematiza un campo marcado. Igualmente como campo simbólico marcado, delimita aquello que se puede decir y pensar, de aquello que no se puede decir ni pensar dentro de ese campo.
  8. Wittgenstein: “Nos hacemos figuras del mundo”. Entenderemos por figura una forma visual que se expresa a través de un medio.
  9. La figura del mundo es tanto representacional como expresiva. Una figura puramente expresiva carecería de sentido; una figura puramente representacional supondría un intelecto sin afecciones, cosa que no existe. El grado de representación o de expresión es lo que varía.
  10. Figural es una forma que da lugar a una forma visual y que ella misma no es una figura, sino el origen de la figura, aquello que marca su campo.
  11. Lo figural da lugar a un régimen visual, conformada por una estética, en el sentido de un campo que cubre la sensibilidad, las sensaciones y la imaginación; y por unos dispositivos estructurados que ejecutan determinados procesos y que se convierten en máquinas figurales – técnicamente: máquinas abstractas formales figurales- El resultado global que arroja el trabajo de estas máquinas figurales se denomina: formación visual.
  12. Transfiguración es el paso de una figura de un campo marcado a otro campo marcado; por lo tanto, lo que expresa y representa cambia radicalmente; su “esencia” se modifica y una figura se convierte en otra cosa. Su forma visual puede permanecer sin modificaciones o alterarse radicalmente.
  13.  Es necesario suplementar a Lyotard: lo figural no es la separación de lo expresivo de la figura de sus elementos representacionales; sino la forma en cuanto generadora de un régimen visual que es expresivo/representacional.
  14. La transfiguración del lugar común, tal como lo muestra Danto, es un caso en donde un objeto es trasladado de un campo marcado –cotidiano- a otro campo marcado –el arte- cambiando tanto lo que significa como lo que expresa.
  15. La transfiguración es posible porque la relación entre aquello que la figura representa/expresa y su forma visual, posee la característica de ser una conexión parcial: ni la figura alcanza a decir completamente lo que se quiere representar/expresar; ni la representación/expresión agota la forma visual; de tal manera que la representación/expresión pueden encarnarse en otra forma visual, así como esta, está en capacidad de ser investida por otras representaciones/expresiones. Este hecho contribuye en gran medida a la capacidad transformacional de la forma y a los procesos de transfiguración. La transfiguración es una manifestación de la existencia de conexiones parciales.
  16.   Hay figuras que se permanecen en un estado de indecidibilidad y que, dependiendo de las acciones sobre ellas, se vuelcan a uno u otro plano representacional/expresivo. Estos osciladores son características de aquellos fenómenos marcados por un doble vínculo. 


sábado, 28 de junio de 2014

IN-DISTINCIÓN.



El paso de una forma a otra implica un trabajo en dos direcciones. Primero, sobre la forma que sirve de punto de partida, que es sometida a procesos de in-distinción, si bien estos no conducen a su disolución completa, al regreso a la nada primigenia. 

En las trans-formaciones, se introducen en esta primera forma, lo amorfo –siempre parcialmente y provisionalmente-. O, si se prefiere, para todos los efectos prácticos, la forma anterior se aproxima a lo amorfo, precisamente para dar paso a la nueva forma. Desde luego, esto sucede en una enorme amplitud de grados. La forma con la que trabajamos tiende a disolverse, a des-figurarse, a entrar en una fase de des-composición. 

Sin embargo, hay que ir mucho más a fondo y señalar que toda forma contiene el principio de su propia de-formación, de su disolución, de su permanente proximidad con lo amorfo. Los rastros de esa nada de la que proviene no la abandonan jamás, aunque sea difícil que llegue a ese estado. La forma tiene una ansiedad de borramiento, una necesidad de desdibujarse. 

Aunque esta característica ha sido enunciada muchas veces como una negación intrínseca a toda positividad –Fredric Jameson-, efectivamente se trata de un modo de ser de lo real, de aquello que caracteriza cualquier existencia. Quizás cuando se entra en el plano de lo social, esa tendencia a la disolución y a la deformidad se convierte en negatividad. 

Cuando se trabaja con trans-formaciones se torna indispensable descubrir, dentro de la forma, las tendencias inherentes, inmanentes que le conducen a su traslación hacia otra forma, al carácter radicalmente contingente, a la precariedad de lo existente. 

Sobre estas tendencias inherentes de la forma que busca transformarse, se inicia la nueva forma, que no puede partir de cero. En el extremo final de todo se encuentra, por último, esa nada cuántica, que jamás es una nada absoluta, sino que vibra de algún modo para producir desde ella el universo entero. Esta huella penetra en todas las esferas, incluidas aquellas de lo social, de lo simbólico, de lo virtual, de lo político, de la democracia. 

La nueva forma aparece en medio de las fisuras de la anterior. Escisiones que marcan indeleblemente el curso que seguirá la nueva forma, aunque sea para oponerse radicalmente a esta y llevarla al extremo opuesto. 

En segundo lugar, en ese doble trabajo de transformación, se encuentra la nueva forma, que se construye sobre la de-formidad de la primera, que presupone esos grados o niveles de reducción a lo amorfo. La trans-formación es así, siempre, un constante flujo que va de la in-distinción a la distinción y viceversa. 

La forma resultante se fundamenta en la in-distinción de otra forma, que la prefigura embrionariamente –literalmente la forma es una pre-figura de otra forma- 

La forma a la que se quiere llegar, actúa desde la Forma; esto es, desde un determinado régimen estético –que es un régimen de la sensibilidad y de la imaginación-, que guía tanto la labor de la in-distinción como de la distinción. Esta Forma es con-figuradora, en la medida en que establece el campo de las posibilidades del darse de las nuevas figuras; pertenece al orden de lo figural –Lyotard- y sigue las líneas de fractura de la Forma anterior, introduciendo elementos que hacen estallar el anterior régimen estético. 

Esta Forma configuradora, figural, en el ámbito de lo social, tiene al inicio una existencia puramente virtual, que ocupa el plano imaginario. Es una Forma primero imaginaria y solo por eso puede llegar a ser real. Y en nuestra época este orden imaginario se vive como efecto de superficie, como pantalla interactiva, como escenario. (Galloway, Nusselder)

domingo, 8 de septiembre de 2013

CUATRO CATEGORÍAS DE LA FORMA

La forma es una noción que todos manejamos, su uso es de lo más frecuente en las circunstancias más diversas; se encuentra como elemento en un sinnúmero de teorías y se aplica a campos de lo más dispares.
Por esta misma razón, su conceptualización, su entendimiento pleno, se vuelve tan difícil. Es un fenómeno tan cercano y diario que nos envuelve y que nos deja poco espacio para tomar una adecuada distancia. Se podría decir que es como la luz que ilumina los objetos para que puedan ser vistos pero que no podemos mirarla directamente sin deslumbrarnos.
He dicho, en otro lugar, que es conveniente comenzar con una aproximación generalísima a la forma, que posibilite avanzar desde allí, sin cerrar caminos ni tomar decisiones apresuradas ni adherirse a algún paradigma que luego se demuestre limitado en la comprensión de un aspecto que abarca la realidad entera.
Entonces, digamos que forma es todo aquello que introduce una distinción. Ahora bien, se proponen las siguientes características de este proceso de generación de distinciones:
1.     1.  Doble historicidad de lo real.
Lo real es histórico, deviene siguiendo un determinado proceso y, además, las causas le son internas, inmanentes. No hay una exterioridad de lo real que se ubique por fuera de su historia. Dicha historicidad, sin embargo, se desdobla inmediatamente, en el mismo momento de su aparición.
Por una parte, tenemos la historia de las cosas, de los entes, de lo que existe. Por otra parte, nos encontramos con la historicidad de las formas con cuales las cosas devienen reales, que son reglas de conformación, que hacen que una cosa sea esta cosa y no otra, que nos permite distinguir una realidad de otra. En este sentido, la distinción depende directamente de la forma.
Esto posibilita que elementos dispersos de la realidad pertenezcan a una misma clase, conjunto, fenómeno. Por ejemplo, todos los electrones son iguales y están sometidos a las mismas leyes; los estados cumplen unas funciones similares y tienen características comunes; la gran variedad de seres vivos se clasifican en especies; los triángulos cumplen con los mismos axiomas.
2.     2.  El carácter ontológico de la forma.
La forma, en su generalidad como distinta de las formas concretas que existen en el mundo, está lejos de ser únicamente un artificio de la razón, en cualquier de sus modalidades: deductiva o inductiva. Podemos conocerla y aplicarla en cuanto es real: tiene un carácter ontológico.
Diríamos, entonces, que en el volcarse a la existencia las cosas lo hacen como tales –en su concreción, en su especificidad- y que esta emergencia tiene una co-ocurrencia, un correlato necesario que es la forma con la que aparecen.
Las cosas se vuelven cosas siguiendo unas reglas de conformación, adecuándose a una forma determinada o específica. Por eso, la forma no se reduce a las formas, sino que las sustenta, las fundamenta.
3.      3.  Formación y formas.
La existencia de una cosa como “esta cosa” ha sufrido un proceso de formación. La forma la regla de formación como el camino que sigue una cosa para formarse, para devenir real. La forma contiene a la formación.
O, si se prefiere, dada una forma podemos preguntarnos cómo llegó a ser. Como decía Whitehead, ser es llegar a ser (becoming). Lo que es una cosa es, tiene su equivalente en el proceso que le llevó a ser. La forma es, de esta manera, procesual. 
4.       4. .Transformación.
Siguiendo el rastro del último punto, hay que añadir que una vez dada una cosa, una vez concluido relativamente un proceso –por ejemplo, esta mesa que tengo frente a mí-, también se encuentra contenida en la forma los elementos, los principios, las reglas de su transformación.
Esto es, cabe constantemente la pregunta acerca de qué cambios sufrirá la realidad que tenemos delante de nosotros y la pregunta por los modos que seguirá en este proceso de transformación. La estabilidad de la cosas es provisional. Tarde o temprano se volverán otras. El universo entero terminará y quizás otro comience; o tal vez no.