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miércoles, 22 de enero de 2014

TRANSESTÉTICA


Parecería que desde el inicio Baudrillard se suma a la tendencia que sostiene la desaparición del arte, porque su afirmación es explícita: “…digo el Arte ha desaparecido.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 20)  Podría aproximarse a las tesis de Arthur Danto. Sin embargo, de manera inmediata gira en otra dirección. Ciertamente que el arte ha desaparecido, pero no significa su abolición sino la pérdida de su sentido originario y moderno, en cuanto forma de representación o de cuestionamiento de esta por parte de las vanguardias. 
En dicha disolución juegan dos factores: no hay más significación ni intercambio simbólico, ni proceso de interpretación, ni hermenéutica del arte. Y, por otra parte, el correlato de este primer movimiento: el principio de proliferación.  Si el arte ha desaparecido, ha sido porque los signos –de la mano de los significantes- se han extendido al conjunto de la cultura:
“Ha desaparecido como pacto simbólico por el cual se diferencia de la pura y simple producción de valores estéticos que conocemos bajo el nombre de cultura: proliferación hacia el infinito de los signos, reciclaje de formas pasadas y actuales. Ya no existe regla fundamental, criterio de juicio ni de placer.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 20)
No solo prolifera la estética sino que también los hacen las curadurías, las presentaciones, los comentarios, los análisis específicos, los reportajes periodísticos, los documentales. Nunca se ha hablado tanto de arte: “Vemos proliferar el Arte por todas partes, y más rápidamente aún el discurso sobre el Arte.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 20)
Esta multiplicación sin límites de la estética –nuevamente- estaría aproximándose a las tesis de Michaud; esto es, del arte en su estado gaseoso, que le lleva a penetrar en todo los rincones al mismo tiempo que se deshace en el aire. Otra vez Baudrillard gira en dirección contrario, alejándose de Michaud. Regresa la mirada hacia las posiciones sostenidas en la crítica de la economía del signo y los textos sobre el intercambio imposible.
¿Qué significado tiene ahora el intercambio imposible para la esfera del arte? El arte entra de lleno en el mercado y allí se siente perdido, porque las reglas de la equivalencia han desaparecido, los cálculos en lo que se fundamentaba su valorización no están más. Su capacidad de intercambio se ha disuelto, ahuecada por la pérdida de significado, de valor simbólico.
“El arte se halla en la misma situación: en la fase de una circulación superrápida y de un intercambio imposible. La «obras» ya no se intercambian, ni entre sí ni en valor referencial. Ya no tienen la complicidad secreta que constituye la fuerza de una cultura. Ya no las leemos, sólo las descodificamos de acuerdo con unos criterios cada vez más contradictorios.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 20)
La estética penetra en todas las esferas del mundo y de la vida. Estetización como arma fundamental del diseño y esta, a su vez, como aquello que permite que se venda, muchas veces como factor más importante que su funcionalidad. O, si se prefiere, el precio no se eleva por su utilidad; lo hace por su carácter de signo.
Signo de qué, cuál es el significado y el referente del arte? El significante remite a sí mismo y se devora como un uroboro. La imagen del signo no es otro que el propio signo. Una semiótica del significante, en donde los otros elementos han desaparecido o han dejado de tener importancia, sometidos a su completa indiferencia.
“Lo que estamos presenciando más allá del materialismo mercantil es una semiurgia de todas las cosas a través de la publicidad, los media, las imágenes. Hasta lo más marginal y lo más banal, incluso lo más obsceno, se estetiza, se culturaliza, se museifica. Todo se dice, todo se expresa,' todo adquiere fuerza o manera de signo.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 22) 
Baudrillard choca constantemente con las interpretaciones posmodernas; entonces, en este caso, no se trata de adherir a las tesis de la desmaterialización del arte. El arte como nunca se materializa, se objetualiza, aunque fuera bajo la forma de acción, de gesto, de performance. El arte, siguiendo el principal paradigma de la cultura occidental, se torna operativo. Deja de importar la significación, no puede cambiarse porque las reglas de equivalencia han desaparecido, no existen criterios para elaborar un juicio estético, el gusto es cualquier cosa y lo sublime se encarna en las marcas –un sublime banal, a pesar de que suene paradójico- Las obras de arte adquieren la misma lógica que los objetos técnicos.
Operación que es en primer lugar performance, la realización no importa de qué, sino el proceso; y más que el proceso, los mecanismos de funcionamiento, la máquina cuyos engranajes se mueven, las tecnologías convertidas en el objetivo, en aquello que se muestra por sí mismo, sin que tengamos algo que buscar detrás de ellas. Operación que rebasa los principios del viejo funcionalismo y que lo reemplaza por la articulación, por el ensamblaje de pasos, sin que llegue a importar a dónde conducen, qué es lo que producen, qué sentido introducen en el mundo.
Ahora se cumple a cabalidad la frase de Wittgenstein, que señala que el sentido del mundo está fuera del mundo: “Con el minimal art, el arte conceptual, el arte efímero, el antiarte, se habla de  desmaterialización del arte, de toda una estética de la transparencia, de la desaparición y de la desencarnación, pero en realidad es la estética la que se ha materializado en todas partes bajo forma operacional.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 20)
La secuencia de la relación entre mundo e imagen termina en su aislamiento, en su ruptura, en la escisión irremediable y banal del mundo y sus formas de representación. Comenzamos con el paso de la representación moderna –vinculada a la producción de la verdad y de la hegemonía burguesa-, a la “época de la imagen del mundo.”(Heidegger)
 El siguiente paso, conduce a la inversión de esta fenómeno: el mundo como imagen; tal como ha sido descrito por McLuhan, Gubern, Didi-Huberman: imágenes que miramos pero que ante todo nos miran. Finalmente, la imagen que se desprende de la duplicidad, de la repetición, de los espejos y se torna pantalla. Imagen de la imagen. El mundo puede ser visto únicamente se entra en la rueda de circulación de las imágenes.
Las imágenes están allí y como dice Baudrillard, en ellas no tenemos qué, qué observar, ni cabe la pregunta: ¿imágenes de que son?  Tenemos que ser capaces de ver las imágenes como imágenes de imágenes, y dejar de interrogarnos sobre la posibilidad de encontrar algo detrás de ellas. En el arte posmoderno se alcanza el máximo de su realización, en el momento en que el artista en capaz de producir estas imágenes sin más, que han dejado de repetir el mundo a su manera:
 “…una profusión de imágenes donde no hay nada que ver. La mayoría de las imágenes contemporáneas, vídeo, pintura, artes plásticas, audiovisual, imágenes de síntesis, son literalmente imágenes en las que no hay nada que ver, imágenes sin huella, sin sombra, sin consecuencias. Lo máximo que se presiente es que detrás de cada una de ellas ha desaparecido algo. Y sólo son eso: la huella de algo que ha desaparecido. Lo que nos fascina en un cuadro monocromo es la maravillosa ausencia…” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. 23)

El programa del arte posmoderno queda delineado de manera explícita: ya no se trata de únicamente del nihilismo que esconde, ni de le negación de las formas modernas, ni siquiera de la afirmación de que todo vale. Tampoco se trata de la simple disolución del arte en el mundo del consumo, de la mercancía, de la publicidad, del diseño.
Incluso el hecho de que el arte se vincule cada vez más a una perspectiva sociológica convencional es suficiente. Ciertamente que se puede decir que el arte es lo que producen los artistas y que los artistas producen arte. (Dick, El círculo del arte.) Más aún, nos queda claro que los circuitos del arte son fundamentales en la definición de lo que pertenece y de lo que no a la esfera estética.
Con Baudrillard se lleva las cosas a sus extremos, de la mano de sus estrategias fatales, hasta desembocar en un doble nihilismo. El primero, bastante conocido, que corresponde a la pérdida de sentido del arte posmoderno, a su ahuecamiento, a la ruptura de cualquier modelo o paradigma, a la quiebra de las cualquier narratividad y a la insistencia ilimitada en el performance, a la insistencia en los objetos técnicos. Este es el primer nihilismo.
El segundo nihilismo –que se parece mucho al tema de la doble predestinación de Calvino: estamos predestinados y sabemos que estamos predestinados-, duplica el gesto, le añade la plena conciencia del sinsentido y la reafirmación plena del arte como un fenómeno de superficie, sin profundidad alguna: «Toda la duplicidad del arte contemporáneo consiste en esto: en reivindicar la nulidad, la insignificancia, el sinsentido. Se es nulo, y se busca la nulidad; se es insignificante, y se busca el sinsentido. Aspirar a la superficialidad en términos superficiales.» (J. Baudrillard 49)
El arte se realiza en su plena banalidad y al hacerlo se anula como tal, aunque esto no es un hecho traumático: por el contrario, sirve como principio de afirmación, de identidad, de producción: «Cuando la Bagatela aflora en los signos, cuando la Nada emerge en el corazón mismo del sistema de signos: he aquí el acontecimiento fundamental del arte. Hacer surgir la Bagatela de la potencia del signo [.. J es propiamente la operación poética.» (J. Baudrillard 64)
Si el arte entra en la parte maldita de la cultura se debe a esta opción por la nada, por la nulidad, de la cual se desprende una pequeña partícula virtual, destinada a desaparecer inmediatamente. La energía que le permite existir está tomada de préstamo de la nada, como una oscilación de ella misma y que está destinada de regresar, como una deuda que tiene que pagarse. Así, el arte cumple enteramente con el teorema de la parte maldita (Bataille): el arte posmoderno se convierte en más arte que cualquier otra manifestación, se vuelve más real que lo real.
Todo arte alcanza la hiperrealidad, en la medida en que escapa de la realidad, de la representación, del desdoblamiento, de la repetición. No tanto una realidad llevada a su extremo, sino una realidad reemplazada por la virtualidad, que se coloca en vez de… y sin referencia a …: «Un último guiño paradójico, el de la realidad riéndose de sí misma bajo su forma más hiperrealista, el del sexo riéndose de sí mismo bajo su forma más exhibicionista, el del arte riéndose de sí mismo y de su propia desaparición bajo su forma más artificial: la ironía.» (J. Baudrillard 58) 
Baudrillard, Jean. La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. s.f.
Baudrillard, Jean. El complot del arte. Ilusión y desilusión estética. Buenos Aires.: Amorrortu, 2006.