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lunes, 2 de abril de 2018

EL MÉTODO DIALÉCTICO: DE LOS GRUNDRISSE A EL CAPITAL



1.      1. El método de la economía política en los Grundrisse.

¿Qué dice exactamente Marx en los Grundrisse respecto del método de la economía política?, ¿hasta qué punto refleja el nivel de comprensión de la propia economía política que no alcanzado todavía su plena madurez?, ¿cuáles son las ambigüedades del texto que oscila entre la manera cómo la realidad se da y el modo cómo reconstruirmos en la mente dicha realidad?, cuáles son las relaciones que se establecen entre el orden ontológico y el epistemológico, entre la realidad y las categorías utilizadas para pensarla?

Para el análisis detallado de Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador), citado en adelante como Grundrisse, sigo la traducción de Aricó, Murmis y Scaron, e introduzco cambios a la luz del texto inglés, en la traducción de Ernst Wangermann, que toma en cuenta la segunda edición de las obras completas de Marx, Marx-Engels Gesamtausgabe, Mega2 y que corrige varias deficiencias de la primera versión de 1939-1941. Las modificaciones en el texto español solo se realizan cuando el sentido del texto se ve alterado y esta segunda versión restaura el original. (Marx, 1971) (Marx & Engels, Collected Works. Marx 1857-61, 2010)

Marx comienza afirmando la necesidad de partir de “lo real y lo concreto”, como es el caso de la población; pero, esta categoría se muestra como algo abstracto, porque esconde un conjunto de determinaciones que son las que nos permitirán entenderla en su dimensión real, como son el trabajo asalariado, el capital. En otras palabras, se admite lo problemático y nada evidente que es decir que el punto de partido es lo real, lo concreto, precisamente porque no se puede establecer con facilidad estos niveles, como si estuvieren simplemente dados a la mente humana.

Por eso, una aproximación al estudio de la población conduciría a “analíticamente a un incremento de conceptos más simples: de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 21)

Desde la perspectiva de Marx en este texto, no se trata solamente de partir de lo concreto, sino de alcanzar los conceptos más simples, las abstracciones más altas y, por esto mismo, con mayor poder explicativo. Y en este momento, Marx escribe quizás el texto más famoso, convertido prácticamente en dogma, sobre el método de la economía política:

“Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de resumen, como resultado, como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida de la percepción y la conceptualización. El primer camino, atenúa la visualización comprehensiva en una determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 21)

Aunque lo concreto sea efectivamente, en el plano real, el origen de todo, solo podemos acceder a este a través de las abstracciones, que son los únicos que permitirán reconstruir “lo concreto”. Por eso, el método se enuncia como el “avance” de lo abstracto a lo concreto: Y continúa: “…el método que consiste en avanzar desde lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento solo la manera de apropiarse de lo concreto y reproducirlo como concreto mental. Pero, esto no es de ningún modo el proceso de formación de lo concreto mismo”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 22)[1]

Se tiene acceso a las “múltiples determinaciones” a través de hallar aquellas abstracciones en las que quedan fijadas conceptualmente a lo largo de la historia. Insistiendo, como es característicos de Marx en su afán de separarse y criticar cualquier forma de idealismo, en que el proceso de conocer la realidad a través de las abstracciones es diferentes del proceso del darse concreto de lo real.

“…la totalidad concreta, como totalidad conceptual, como un concreto del pensamiento, es de hecho un producto del pensamiento y de la comprehensión, pero de ninguna manera es un producto del auto-desarrollo del concepto…”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 22)

La historia de las categorías simples, altamente abstractas, que pueden servir para realidades cuyo desarrollo todavía no ha alcanzado un grado alto de complejidad, solo se realizan plenamente en sociedades más desarroladas; por eso, estos conceptos encuentran su plena aplicación solo en las sociedades contemporáneas: “Esta categoría totalmente simple no emerge en su forma intensiva hasta las fases más altamente desarrolladas de la sociedad, y ciertamente no penetran en todas las relaciones económicas”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 24)

Hasta aquí tenemos que Marx ha hecho algunas afirmaciones metodológicas básicas: existe un concreto que es síntesis de múltiples determinaciones; conocer este concepto y sus determinaciones, únicamente se lo puede hacer a través de un proceso de abstracciones, hasta llegar a aquellas más simples y por lo tanto más poderosas heurísticamente, porque son las que explican el funcionamiento de dichas determinaciones en su máximo nivel.

Este es el momento en el que Marx se desplaza, sutilmente, del plano epistemológico y gnoseológico en el que se ha estado movimiento en esta primera parte del texto y entra en los aspectos ontológicos. La incomprensión de este desplazamiento ha originado muchísimas confusiones a lo largo de historia de estos conceptos tan llevados y traídos, con tantos fines.

Muestra como Adam Smith se refiere al trabajo, tal como aparecerá en el capitalismo, a ese trabajo al que se le quita cualquier determinación y se lo deja desnudo, únicamente como aquel fenómeno que produce riqueza: “Un inmenso avance se dio cuando Adam Smith rechazó todo carácter determinado de la actividad productora de riqueza, considerándola simplemente trabajo; ni trabajo manufacturero, no trabajo comercial, ni agricultura, sino tanto uno como otro”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 41)

Este no es un movimiento en los conceptos, sino una situación terriblemente real, en donde aparece efectiva, realmente, este trabajo como separado, abstraído de una serie de determinaciones, para quedar fijado en una determinación simplísima, esto es, en una “universalidad abstracta”:

“Con la universalidad abstracta de la actividad creadora de riqueza, se da al mismo tiempo la universalidad del objeto determinado como riqueza, como producto en general, o una vez más como trabajo en general. pero como trabajo pasado, objetivado”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 41)

Y aquí se ha producido el paso de lo cognoscitivo, de lo metodológico, a la dinámica de lo real, de lo histórico, de lo ontológico. Este trabajo en general está allí afuera, yace ante nosotros, existe como tal y es el momento histórico crucial de emergencia del capitalismo, en el que dado que es una sociedad burguesa desarrollada, se levanta precisamente sobre esa abstracción del trabajo que deja de lado sus formas particulares:

“Así, las abstracciones más generales surgen en su totalidad únicamente allí donde existe el desarrollo más rico, donde un fenómeno aparece como lo común a muchos, como común a todos. Entonces, deja de ser pensado solamente bajo su forma particular”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 41)

Así, se llega a la conclusión más importante en este período de la comprensión de Marx respecto del capital, porque ese trabajo general ya no es solo un concepto, una abstracción mental, sino que se ha vuelto realidad: “El trabajo se ha convertido entonces, no solo en cuanto categoría, sino también como realidad, en el medio para crear riqueza y, como determinación, ha dejado de adherirse al individuo como una particularidad suya”, (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 25)

Estamos en pleno plano ontológico, porque esa categoría abstracta, del trabajo sin más, ahora la tenemos existiendo, convertida en el motor de la realidad, en el único fenómeno creador de riqueza: “Aquí, pues, la categoría abstracta de “trabajo”, “trabajo como tal”, el trabajo sans phrase, que es el punto de partida de la economía moderna, resulta ser prácticamente cierta”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 25)

Las categorías que se usan, los conceptos que se ponen en funcionamiento para la comprensión inicial del capitalismo, en su abstracción, coinciden con los fenómenos en su dinámica real, por eso las categorías remiten directamente a “formas de ser”, modos de existencia: “...el sujeto -la moderna sociedad burguesa en este caso- es algo dado tanto en la realidad como en la mente y que las categorías expresan por lo tanto formas de ser, determinaciones de existencia…” (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 27)

Volvamos sobre el movimiento completo realizado por Marx en este texto que, hay que insistir, es un borrador sobre el cual no regresará, ni lo utilizará en El Capital:

               Metodología: ¿cómo se reconstruye la realidad en el pensamiento?

1.      El punto de partida es lo concreto, tanto para la realidad como para el pensamiento.
2.      Las determinaciones de ese concreto son conocidas a través de las abstracciones.
3.      Es preciso llegar a las abstracciones más simples, y más poderosas heurísticamente, para comprender lo concreto como síntesis de múltiples determinaciones.

Plano ontológico: cómo se da efectivamente la realidad:

1.      El trabajo abstracto existe efectivamente, separado de todas sus determinaciones, excepto, ser el único creador de riqueza.
2.      Las categorías que se utilizan, como la abstracción, se corresponden con “formas de ser”, con modos de existencia.

Y al poner en contacto los dos planos, cosa que Marx no realiza, se podría deducir que el problema metodológico fundamental sería cómo hallar aquellas categorías lo más abstractas posibles, de tal manera que puedan explicar, precisamente, aquello que es lo más abstracto en la realidad: el trabajo sin más.

Entonces, sería cómo producir la unión entre las abstracciones reales -término que se introduce en El Capital, con los conceptos más abstractos posibles; o si se prefiere, cómo garantizar que los dos niveles, el real y el metodológico, tengan el mismo grado de abstracción, para que puedan adecuarse mutuamente y se produzca el conocimiento. En vez llamarse dialéctica de lo concreto, debería llamarse dialéctica de lo abstracto, en donde entran en juego los dos tipos de lo abstracto: el real y el cognoscitivo.

2.     2.  La dialéctica de las abstracciones.

No hay nada en El Capital que se corresponda con la formulación sobre el método tal como se encuentra en los Grundrisse. (Marx, El Capital, 1975) Aunque detrás de las formulaciones sobre el funcionamiento del capital haya un método, que es preciso sacar a la luz, separándolo de las discusiones específicas, aislándola momentáneamente de su aplicación sobre la economía política, para mostrarlo precisamente en su nivel metodológico.

Dejo de lado el debate sobre la relación con Hegel; por ejemplo, si utilizó la dialéctica de los universal, singular y particular; o, como creo que es el caso, más bien la terminología entera y el enfoque provienen de las determinaciones de reflexión de la Ciencia de la Lógica.  (Arthur, 2004) (Hegel, 1956)

Se trata de extraer dicha metodología lo más apegados al texto de Marx y ver cómo procede en su análisis de la mercancía, que es su punto de partida. Por supuesto, no deja de ser una reconstrucción, puesto que la intención de Marx está lejos de proponer una especie de guía metodológica, que le sirvió para escribir esta parte de El Capital. Y, además, hacerlo de tal modo que sea comparable con la formulación de los Grundrisse.

El recorrido metodológico se encuentra en El Capital sería el siguiente:

Primer paso: Hallazgo de formas de gran alcance.

Hallazgo de las formas que son determinantes del todo el proceso involucrado en un fenómeno. Estas formas son expresadas a través de categorías simples, pero de enorme alcance, para cubrir toda un área de la realidad y que tenga al mismo tiempo una gran capacidad heurística y descriptiva. Esto es, permite describir y explicar el fenómeno.
               Segundo paso: Proceso de abstracciones.

Establecimiento de los procesos de abstracción que se dan entra las distintas formas implicadas; esto es, la separación de unas formas respecto de otras, su jerarquización, sus conflictos, sus oposiciones.

               Tercer paso: determinación de la forma predominante.

Una forma se establece como aquella que subsume, organiza, supedita, a las otras formas que, aunque no desaparecen., quedan sometidas a la lógica de esta forma primordial.

               Cuarto paso: Despliegue de la forma predominante.

Despliegue de la forma predominante a partir de su propia dinámica interna, de los elementos contenidos de modo inmanente y de los procesos de supeditación de otras formas, la forma predominante se desarrolla, se despliega, comienza a existir de muchas maneras y en muchas direcciones.

               Quinto paso: Indexaciones.

Una vez dado el conjunto de este proceso que lleva desde la primacía de una forma sobre otras y su despliegue inmanente, la forma se vuelca históricamente, se encarna, adopta diferentes modos de existencia, tal como lo encontramos en la historia de su aparición y de los fenómenos tal como la conocemos.

(Esto no quiere decir que, en la realidad, primero se dé la forma y luego sus indexaciones; esta es una primacía ontológica y no temporal, porque se dan la forma y sus indexaciones-como correlatos inseparables, en una suerte de vaivén que lleva de la forma a sus indexaciones y de las indexaciones a las formas).

3.     3.  La dialéctica de las abstracciones en El Capital.

Ahora podemos mostrar la manera concreta como esta metodología funciona en El Capital: se trata ahora de establecer qué es esa lógica del capital y cómo funciona efectivamente, con todos los aspectos que dados anteriormente. Introduzcamos las dos distinciones que sustentan toda la dialéctica del capital:

Primera distinción: la forma-valor

               Mercancía: valor de uso/valor

Segunda distinción: forma-dinero
                              Trabajo socialmente necesario/dinero

La primera distinción introduce en el mundo un campo marcado. La forma de esta distinción que conforma todo el campo es la forma-valor, bajo la cual subyace la dualidad valor de uso/valor.

-        La forma-valor es ella misma un producto histórico. Es una abstracción real creada por determinadas relaciones sociales, efectivamente dadas. Pero, una vez dada, puesta, esta forma-valor, se indexa y la vemos aparece como esta mercancía concreta que está siendo cambiada por otra, guiada ya por la forma-valor.

La forma-valor tiene un valor ontológico, existe como cualquiera otra relación social; y, por lo tanto, no es producto de algún tipo de procedimiento cognoscitivo o epistemológico que la extrae de una realidad social.

-        El modo de existir de la forma-valor, producido históricamente, se torna productivo. Ha sido producido, pero ahora produce: proceso de producción del capital. Introduce en ese campo marcado por el capital, unas necesidades, unos planos rígidos, unas restricciones.

Es un tipo de necesidad que no se opone a la apertura de posibilidades; por el contrario, significa el surgimiento de un enorme campo de posibilidades, sometidas a esta distinción originaria. Dentro de estas necesidades, caben unos grados de libertad. Esa forma-valor producida, ahora produce una sociedad, la sociedad burguesa.

-        La primera y principal necesidad que está puesta por esta primera distinción de la forma-valor, es el dinero como capital. Es esta forma-dinero la que compra el trabajo socialmente necesario. Forma-dinero que se indexa en fenómenos concretos, específicos, a los cuales subyace siempre su relación con el trabajo socialmente necesario, aunque esto no aparezca de manera evidente.

Este nuevo campo marcado por esta distinción forma-dinero está incluida en la primera distinción, de tal manera que detrás de la forma-dinero está, siempre y necesariamente, la dualidad valor de uso/valor.

-        Cualquier movimiento en el dinero, es un movimiento en el par valor de uso/valor y en su relación con el trabajo socialmente necesario.

Por eso, los desplazamientos del dinero, en cuanto capital, también implican transformaciones en esa relación que le subyace, valor de uso/valor; y en lo que ella implica, la relación entre clases sociales.

-        El sistema de indexaciones de la forma-valor y la forma-dinero funciona de manera constante e inmediata; esas formas solo existen en la medida en que se indexan, en que se expresan como fenómenos específicos en realidades concretas.

Y esas indexaciones conforman un bucle que vuelve sobre la forma llevándola a nuevos niveles de expresión; e incluso, colocando debajo de estas dos distinciones primarias, otros igualmente necesarias, como las crisis o el surgimiento del Estado capitalista.

El campo marcado de la forma-valor es tanto una abstracción real como un productor de abstracciones; esto es, es el resultado de la separación de valor de uso y valor; y una vez puesto como tal, produce a un nivel cada más amplio, nuevas abstracciones reales, tanto en la relación valor de uso/valor como en los demás campos de la sociedad.

Las indexaciones de la forma-valor y de la forma-dinero son sus expresiones concretas, que tienen que ser analizadas a través del cúmulo de información empírica; pero que carecerían de sentido a menos que se las vea como resultado de la realización de las estas formas. 

Entonces, en vez de una dialéctica en donde se pasa de lo abstracto a lo concreto, en niveles sucesivos, tenemos una dialéctica de las abstracciones reales que se indexan -se concretizan siguiendo la forma-valor; y luego, la introducción de una nueva distinción -al interior de primer campo marcado por la forma-valor- que es la forma-dinero, como una abstracción real que se indexa, que se concretiza.

Hay una secuencia de forma e indexación, en los diferentes niveles de la realidad que estemos analizando y en las distintas etapas por la que ha atravesado el capital hasta llegar a la actualidad. Cada onda larga está guiada por una abstracción a un nuevo nivel respecto de la onda precedente y a su interior, las leyes necesarias abren un campo de posibilidades en el cual se dan los fenómenos concretos del capitalismo.

La ampliación de los límites de cualquier de estos campos marcados, significa la ampliación de los límites del otro; funciona como el universo inflacionario, que crece expandiendo sus límites, sin que pueda nunca colocarse fuera. No hay un fuera desde la perspectiva de la forma-valor.

Si la forma-valor se expande, arrastra tras de sí a la forma-dinero; si la forma-dinero se incrementa, también lo hace la forma-valor. El crecimiento en la forma-dinero, como capital, significa una ampliación de la forma-valor; o, en términos sencillos, la penetración del capitalismo en todos los aspectos de la existencia.

Economía y política se compartan igualmente siguiendo estos mismos patrones: un proceso en el plano económico, una modificación significativa en las relaciones entre la forma-dinero y el trabajo socialmente necesario -por ejemplo, el incremento del ejército industrial de reserva-, significa una alteración de las relaciones entre las clases fundamentales, burguesía y proletariado; y, por lo tanto, unas modificaciones en el orden político, que tienen que ser estudiadas específicamente.


Arthur, C. J. (2004). The new dialectic and Marx´s Capital. London: Brill.
Hegel. (1956). Cienca de la lógica (Vol. II). Buenos Aires: Librería Hachette S.A.
Marx, K. (1971). Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política. México: Siglo XXI.
Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). México: Siglo XXI.
Marx, K., & Engels, F. (2010). Collected Works. Marx 1857-61 (Vol. 28). London: Lawrence & Wishart.




[1] Aquí hay que anotar que la edición en español dice “elevarse” en donde el texto inglés, dice: “avanzar”; y cambio “espiritual” en vez de “mental”; y esto clarifica bastante algunos debates, porque no se entendería que significa elevarse.


domingo, 2 de marzo de 2014

SIN-ESTÉTICA.

En la construcción de una estética caníbal se vuelve necesario introducir este término: sin-estética, para dar cuenta de una serie de nuevos procesos que caen dentro de esta denominación y, sobre todo, para enunciar un tipo de producción y de productos que caerían dentro del campo de esta estética mencionada.
Las sinestesias son fenómenos conocidos y etiquetados como distorsiones de la percepción, en las que asociamos diversos sentidos: un color rojo sabroso, un olor azul profundo. Ciertamente que la concepción de sentidos completamente aislados unos de otros ahora se pone en cuestión, aunque los vínculos entre las sensaciones no estén bien estudiados. También nos alejamos de las ideas románticas de la obra total, que fundiría en una sola experiencia los sentidos colapsando en una obra que las integra en una unidad determinada.
Sin-estesias –escrito de este modo para diferenciarlo tanto de las sinestesias como de la estética romántica- que expresa la producción de estéticas que si bien implican a varios sentidos, no colapsan en un solo objeto o en una unidad, sino que funcionan como principio de proliferación (Deleuze) de cúmulos de sensaciones novedosas.
Sin embargo, hace falta introducir el concepto de estética que se propone desde las estéticas caníbales: rebasamiento del plano del arte o de su referencia a la belleza, la ampliación del campo de la estética a otros campos como el diseño –y por tanto, la relación entre economía política y estética- y, de manera especial- la inclusión de la sensibilidad y la imaginación. Estética: sensación, sensibilidad, imaginación.
De este modo, sin-estesias sería el conjunto de fenómenos estéticos que se originan en una nueva experiencia, que si bien se originan en un mismo punto, inmediatamente se abren en abanico, convirtiéndose en condiciones de posibilidad de otras sensaciones, sensibilidades e imaginarios.
Sin-estesias que funcionan como sintetizadores: máquinas que llevan a otro nivel la producción musical y que se alejaron de cualquier idea de música total. Desde aquí ya es posible conectar las sin-estesias con los procesos de síntesis e inclusive re-pensar la nueva dialéctica. (Esa idea es de Nicolás Rojas: comunicación personal.)
Toda síntesis tendría una existencia puntual porque instantánea y simultáneamente se especificaría de un modo determinado –indexación trascendental (Badiou, Gell)-, y comenzaría a proliferar: multiciplicidad de particular moviéndose con velocidades y direcciones distintas. La síntesis sería el origen de la variedad interminable del mundo que en vez de resolver las cosas en una unidad, las volcaría provocaría la emergencia de formas de vida no conocidas antes. La síntesis es síntesis de lo diverso.
Sería bueno alejarse del debate entre proceso y realidad, relación y objeto, proceso y estructura, que es una dicotomía que debería ser tratada más bien como un doble vínculo: cuando se está en el objeto, estamos obligados a mirar los procesos de llevaron a su conformación; y cuando nos centramos en los procesos, hay que finalmente conocer en qué se concretizan. Detrás de cada proceso yace una ansiedad de objetualización; y los objetos exigen a cada paso ser transformados.
Termino con una cita de Anna Munster, quien ha servido de guía para estas reflexiones: “La red de señales en esa sin-esética genera una multiplicidad de códigos entrelazados, funcionando diagramáticamente, multiplicando y generando relaciones entre modalidades y, transversalmente, entre las tecnologías y las máquinas abstractas: la máquina cibernética, las máquinas estética del romanticismo, modernismo, digitalismo… y la formación de nuevas formaciones maquínicas...” (Munster, 2013, pág. 3628)[1]

Munster, A. (2013). An aesthesis of networks. Conjuntive experience in art and technology. Cambridge, Ma.: MIT Press.









[1] Desde luego no se refiere a páginas, sino a posiciones en la edición digital del Kindle de Amazon, que es la versión que uso de este libro. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

CUATRO CATEGORÍAS DE LA FORMA

La forma es una noción que todos manejamos, su uso es de lo más frecuente en las circunstancias más diversas; se encuentra como elemento en un sinnúmero de teorías y se aplica a campos de lo más dispares.
Por esta misma razón, su conceptualización, su entendimiento pleno, se vuelve tan difícil. Es un fenómeno tan cercano y diario que nos envuelve y que nos deja poco espacio para tomar una adecuada distancia. Se podría decir que es como la luz que ilumina los objetos para que puedan ser vistos pero que no podemos mirarla directamente sin deslumbrarnos.
He dicho, en otro lugar, que es conveniente comenzar con una aproximación generalísima a la forma, que posibilite avanzar desde allí, sin cerrar caminos ni tomar decisiones apresuradas ni adherirse a algún paradigma que luego se demuestre limitado en la comprensión de un aspecto que abarca la realidad entera.
Entonces, digamos que forma es todo aquello que introduce una distinción. Ahora bien, se proponen las siguientes características de este proceso de generación de distinciones:
1.     1.  Doble historicidad de lo real.
Lo real es histórico, deviene siguiendo un determinado proceso y, además, las causas le son internas, inmanentes. No hay una exterioridad de lo real que se ubique por fuera de su historia. Dicha historicidad, sin embargo, se desdobla inmediatamente, en el mismo momento de su aparición.
Por una parte, tenemos la historia de las cosas, de los entes, de lo que existe. Por otra parte, nos encontramos con la historicidad de las formas con cuales las cosas devienen reales, que son reglas de conformación, que hacen que una cosa sea esta cosa y no otra, que nos permite distinguir una realidad de otra. En este sentido, la distinción depende directamente de la forma.
Esto posibilita que elementos dispersos de la realidad pertenezcan a una misma clase, conjunto, fenómeno. Por ejemplo, todos los electrones son iguales y están sometidos a las mismas leyes; los estados cumplen unas funciones similares y tienen características comunes; la gran variedad de seres vivos se clasifican en especies; los triángulos cumplen con los mismos axiomas.
2.     2.  El carácter ontológico de la forma.
La forma, en su generalidad como distinta de las formas concretas que existen en el mundo, está lejos de ser únicamente un artificio de la razón, en cualquier de sus modalidades: deductiva o inductiva. Podemos conocerla y aplicarla en cuanto es real: tiene un carácter ontológico.
Diríamos, entonces, que en el volcarse a la existencia las cosas lo hacen como tales –en su concreción, en su especificidad- y que esta emergencia tiene una co-ocurrencia, un correlato necesario que es la forma con la que aparecen.
Las cosas se vuelven cosas siguiendo unas reglas de conformación, adecuándose a una forma determinada o específica. Por eso, la forma no se reduce a las formas, sino que las sustenta, las fundamenta.
3.      3.  Formación y formas.
La existencia de una cosa como “esta cosa” ha sufrido un proceso de formación. La forma la regla de formación como el camino que sigue una cosa para formarse, para devenir real. La forma contiene a la formación.
O, si se prefiere, dada una forma podemos preguntarnos cómo llegó a ser. Como decía Whitehead, ser es llegar a ser (becoming). Lo que es una cosa es, tiene su equivalente en el proceso que le llevó a ser. La forma es, de esta manera, procesual. 
4.       4. .Transformación.
Siguiendo el rastro del último punto, hay que añadir que una vez dada una cosa, una vez concluido relativamente un proceso –por ejemplo, esta mesa que tengo frente a mí-, también se encuentra contenida en la forma los elementos, los principios, las reglas de su transformación.
Esto es, cabe constantemente la pregunta acerca de qué cambios sufrirá la realidad que tenemos delante de nosotros y la pregunta por los modos que seguirá en este proceso de transformación. La estabilidad de la cosas es provisional. Tarde o temprano se volverán otras. El universo entero terminará y quizás otro comience; o tal vez no.


domingo, 1 de septiembre de 2013

FORMA Y FORMAS

Parecería que la relación entre forma y formas sería cuestión únicamente de singular y plural  y que, por lo tanto, la forma no sería otra cosa que la generalización de las formas, mediante algún tipo de proceso inductivo. Sin embargo, este enfoque plantea problemas irresolubles, porque cabe preguntarse de qué manera las formas pertenecen a una misma forma como variantes de esta y más aún, cómo comparten unas determinadas leyes tanto de conformación como de desarrollo.
Por otra parte, tampoco es posible –en el otro extremo- adoptar una posición formalista que pone el énfasis ontológico –y de modo derivado epistemológicamente- en la forma, que precedería a las formas, concluyendo en un sistema deductivo.
Desembocamos en la paradoja de que no podemos reducir la forma a las formas, ni podemos aislar la forma de sus formas. Se requiere de una teoría que nos permita pensar los dos aspectos sin reducir el uno al otro y sin colapsar la realidad en un esencialismo, o en un empirismo, extremos. Daremos un rodeo para encontrar una pista que nos permita plantear adecuadamente este problema y por lo menos, indicar la dirección de su resolución.
Retomo las discusiones de Roberto Fineschi en torno a los modos de historicidad que distinguirían la forma de las figuras –para nosotros, formas-. (Fineschi, 2008) En el debate en torno a los modos de producción se afirma su historicidad; la historia se podría entender de tres maneras:
1.       Una historicidad interna al sistema capitalista y por lo tanto al modo de producción capitalista, que estaría definido por un tiempo inmanente  y por una lógica propia:

“El modelo del modo de producción capitalista tiene una historicidad lógica inmanente, determinada por el desarrollo de la dialéctica valor-valor de uso, que tiene un principio e un fin que no coinciden con el advenimiento de los diferentes capitalismo empíricos, pasados, presente o futuros. Es histórico porque tiene un tiempo interno.” (Fineschi, 2008, pág. 147)

2.       Desde luego esto implica otra historia, que corresponde al antes y al después de ese modo de producción, tanto sus pre-condiciones como sus condiciones de superación.

3.       La tercera variante conceptual se corresponde con la historiografía; esto es, con los desarrollos y manifestaciones empíricas del modo de producción y que se desprenderían de la primera historicidad inmanente al modo de producción.

De tal manera que tenemos que “cuando se habla del modo de producción capitalista como fase histórica de la reproducción de la naturaleza humana se debe comprender que se trata ahora de un temporalidad lógica: esto significa historicidad. La relación entre el modelo teórico y la realidad no es inmediata…” (Fineschi, 2008, pág. 148)
La subsunción del trabajo en el capital sería el sometimiento de este a la esa lógica interna, a ese tiempo inmanente que, a su vez, permite explicar el conjunto de fenómenos históricos y empíricos, la larga deriva de las figuras del capital (formas).  La relación entre las dos lleva a la conclusión de que “a través de estas figuras históricas, aquella forma teórica ha hecho su ingreso en la producción capitalista.” (Fineschi, 2008, pág. 154)
Sin embargo, algunas cosas no quedan claras. En primer lugar, ¿qué es ese tiempo interno, esa lógica inmanente?, ¿de qué historicidad estamos hablando?, ¿cuál es la relación entre esta historicidad interna y la historicidad externa?, ¿es posible aceptar este dualismo sin explicarlo adecuadamente? Y en segundo lugar, ¿de dónde proviene esta otra historicidad que, además, es constitutiva de los fenómenos concreto, empíricos, de la historia real, tal como la vemos y conocemos?
Como hemos dicho antes, el grave problema radica en que no podemos abolir sin más esa temporalidad inmanente del modo de producción, porque nos quedaríamos reducidos al peor de los empirismos y positivismo.
Intentemos, entonces, introducir una explicación que permita sostener la tesis de Fineschi. Digamos, como punto de partida fundamental, que es necesario restaurar la unidad de la historia y que no está partida en dos. Esa primera y fundamental historicidad, que a momentos adquiere el nombre de forma teórica, es la misma historicidad que provoca la emergencia de los fenómenos concretos.
Una vez establecido esto, hay que dar un paso adelante. La idea central, la hipótesis nuclear se podría enunciar de la siguiente manera: esa historicidad radical de todo lo que existe es diversa, con múltiples flujos y recorridos. Más allá de esta afirmación casi evidente, se establece que la historia al mismo tiempo que se desarrolla y se desenvuelve, también crea y produce la forma de su constitución.
A nuestros ojos esos dos movimientos se nos aparecen como separados y con dificultades de unirse en un solo movimiento, como es el caso de Fineschi. Si bien este tiene razón al afirmar que el uno no se puede reducir al otro, habría que añadir que la realidad viene a la existencia de ese doble modo, tanto como evento empírico y como forma que la hace posible (o como ley que la somete).
Así la forma es lo que conforma a las formas; y las formas existen siguiendo el modelo de la forma. Desde luego, la forma por si sola carecería de valor ontológico, sería algo vacío y las formas sin la forma nos llevarían a un mundo de diferencias absolutas, en donde ninguna realidad existiría.
Al fin de cuentas, y a pesar de todo el diferencialismo y las teorías del caos, la realidad está construida sobre conjuntos o clase, sobre grupos que pertenecen a un mismo ámbito, desde las figuras geométricas hasta las realidades sociales.
Volviendo a Fineschi, podemos decir que ese tiempo interno o inmanente es el mismo tiempo que da origen a la realidad siguiendo precisamente dicha lógica o temporalidad. Más aún, hay que insistir que la historia crea tanto la lógica de la creación y desarrollo de lo real, así como lo real. El tiempo interno es inmanente no solo a esa forma lógica sino, sino que es inmanente a la misma realidad, lo que es mucho más importante.
La forma es la lógica interna de las formas, es la temporalidad que articula las historias concretas y las lleva en una misma dirección, provoca que los fenómenos pertenezcan a un mismo tipo de realidad; por ejemplo, que los capitalismos históricos que conocemos sean variantes del capital como tal.
Esta discusión nos conduce de regreso a nuestra discusión inicial sobre la relación entre la forma y las formas, que supere el enfoque puramente inductivo o las trampas de la deducción. La realidad misma en su totalidad, desde las partículas atómicas hasta la conciencia, tendría esta característica de que solo pueden devenir reales en la medida en que su constitución también es la forma de su constitución y no solo sus modos empíricos.



domingo, 27 de enero de 2013

¿QUÉ ES UNA SIGNATURA?


A partir del texto de Agamben, vamos aproximarnos al concepto de signatura. En este primer momento, me quedaré en los aspectos lingüísticos sin ir más allá; esto es, más adelante habrá que preguntarse si las signaturas son fenómenos del lenguaje o de la misma realidad. 
Hay palabras y enunciados, significantes y significados, semiología y hermenéutica. Estamos acostumbrados a pensar –seguramente por la ya vieja tradición lingüística- en la relación entre significados y significantes, entre el plano semiótico y el plano semántico; y lo hacemos estableciendo una especie de vínculo directo, que no requiere de otra mediación. Adherimos a los signos unos significados, que ciertamente dependen de su uso y tienen cierto grado de variabilidad y de ambigüedad; además, de ser arbitrarios y convencionales. Nada más. 
La cuestión que abre la signatura se dirige a cuestionarse este presupuesto. Se trata de interrogarnos por aquello que produce el vínculo, que permite que ese significante sea leído de esta manera, en este contexto, en estas circunstancias. Aquí el tema está referido a la eficacia del signo y no solo a su significado. 
Las signaturas son aquellos elementos que nos permiten pasar de la semiología a la hermenéutica: “Semiología y hermenéutica, de todos modos, no coinciden perfectamente a través de la semejanza; resta, entre ellas, una distancia, en la cual se produce el saber…” (Agamben 82) 
Se ubican en esa distancia y tienen la misión de convertirse en un puente entre las dos. Sin este paso, sin este elemento que salva el hiato, el acto comunicativo no se produciría: “Los signos no hablan si las signaturas no los hacen hablar. Pero esto quiere decir que la teoría de la significación lingüística debe ser integrada a una teoría de las signaturas. La teoría de la enunciación, que Benveniste desarrolla en ese mismo período, puede considerarse el intento de construir un puente sobre ese hiato, de hacer pensable el pasaje entre lo semiótica y lo semántica.” (Agamben 82) 
Entonces, una signatura se ubica del lado de la existencia, tiene un aspecto ontológico, que lleva de la mano al significante para que pueda encontrarse con el significado, que cierra la brecha entre semiología y hermenéutica; y que posibilita, en último término, que podamos hablar. 
Y solo lo hacemos cuando restablecemos el nexo entre palabras y cosas: “Significa, en una palabra, buscar en todo evento la signatura que lo cualifica y especifica, y en toda signatura, el evento y el signo que la soporta y condiciona. Es decir, aún más, en las palabras de Foucault, «mostrar que hablar es hacer algo, y no simplemente expresar un pensamiento» (Foucault 1969: 272).”  (Agamben 106) 
Esta línea de razonamiento tendrá contactos evidentes con: los planteamientos de Deleuze y Guattari sobre el lenguaje, las reflexiones sobre los actos del lenguaje y la pragmática, la performatividad del lenguaje, las estrategias deconstructivas. Y, lo que es más importante, con la ontología general y con la del ser social.

Agamben, Giogio. Signatura rerum. Sobre el método. . Barcelona: Anagrama, 2010.

martes, 1 de enero de 2013

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA. 17. DIALÉCTICA DE LOS CAMPOS SOCIALES.



La noción proviene de la física y ha sido trasladada a diferentes ámbitos; en este caso tomo las elaboraciones realizadas por Fligstein y McAdam (Fligstein and McAdam, 2012), que constituyen una buena síntesis de los debates actuales y de las posibilidades de aproximación y síntesis con otras corrientes, especialmente con las teorías del actor-red.
Antes de entrar directamente en estos dos autores, algunas consideraciones sobre la teoría de los campos. Se entiende por campo un espacio en donde cada elemento tiene un valor. Sobre esta definición generalísima es indispensable avanzar hacia algunos aspectos de la teoría de campos cuánticos.
En esta última se rompe con el determinismo de la física clásica; por eso, el campo cuántico es fundamentalmente indeterminístico. Esto es importante para nosotros porque nos puede permitir una aproximación mucho más flexible y dinámica a los campos, a sus dinámicas y transformaciones, incluso a su ruptura y a la emergencia de otros.
Se trata, por lo tanto, de mostrar que estos campos –desde la física hasta las ciencias sociales- si bien tienen reglas y leyes, consisten en mundos con un grado alto de incertidumbre, que penetran hasta en las decisiones estratégicas de los actores-red.
Por otra parte, la teoría cuántica de campos muestra que estos no se reducen a los elementos que lo conforman y a los valores que toman en las diferentes regiones del espacio que lo conforma; sino que el mismo campo tienen propiedades que tienen que describirse adecuadamente y que, desde luego, se expresan en la posición que toman los elementos en dicho campo.
Las características del campo no solo permiten la adopción de valores sino que determinan el surgimiento de los elementos, la construcción de estos que de otro modo no existirían. Esto evitaría cierto esencialismo de los campos aplicados a las ciencias sociales, en donde los actores-red parecieran pre-existir al campo o al menos se independientes en su existencia, aunque una vez que entran ellos, queden definidos por estos.
Los elementos del campo dependen para su existencia del campo; incluso en aquellos casos de objetos que provienen de otros campos, al ingresar a uno nuevo sus características ontológicas, su modo de ser, se transforma por el sometimiento a las nuevas condiciones.
Con estas consideraciones breves pero claves, podemos entrar en los campos de acción estratégica. La primera afirmación que sirve de punto de partida es que las estructuras de las que está formada una sociedad está partida en campos que ocupan un nivel meso, frente a los macro niveles, como el estado o la sociedad civil; y frente a los espacios micro sociales.
La primera cuestión para aproximarnos a la comprensión de cualquier fenómeno social consistiría en establecer a qué campo pertenece en este meso nivel. Una vez que hemos hecho esto, se puede pasar a las acciones estratégicas; esto es, a preguntarnos por las acciones orientadas hacia fines que los actores-red realizan dentro del campo específico al que pertenecen y en el que actúan relacionándose con los otros actores-red. Como señalan los autores mencionados antes:
“Primero, la teoría descansa sobre una perspectiva que ve el campo de acción estratégica, que puede ser definido como el nivel meso del orden social, como los bloques estructurales básicos de construcción de una vida organizacional y política moderna en la economía, la sociedad civil y el estado.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 3)
Cambio y continuidad siguen siendo las claves del análisis: cómo los campos garantizan su estabilidad, de qué manera se producen transformaciones que lo alteran de una manera parcial o radical, qué medios utilizan para contrarrestar las tendencias a la ruptura, qué dinámicas de conflicto llevan a su ruptura y reemplazo.
“La preocupación por la estabilidad y el cambio en las dinámicas a nivel de campo es la tarea central de teóricos como Bourdieu…” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 3)
Desde luego, estos campos diversos, múltiples, variados, no se encuentran aislados en compartimentos estancos sin relación con otros; por el contrario solo actúan en relación con otros, desarrollando toda clase de vínculos; soporte, confrontación, apoyo, oposición, creación de marcos de acción y de sentido comunes, entre tantos otros.
Más aún, generalmente forman unidades mayores que terminan por adquirir grados de organización más elevados, jerarquizados o no:
“…vemos cualquier campo cada como incluido en un ambiente más amplio que consiste de innumerables campos próximos o distales, así como estados, que están ellos mismos organizados como sistemas intrincados de campos de acción estratégica.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 3)
De esta manera, los campos son tanto productores de realidades como producidos por las acciones de los actores-red. Los comportamientos de estos actores, si bien siempre están enmarcados en una determinada lógica del poder –toda acción está guida por intereses-, al pertenecer a un campo se amplían e incorporan un conjunto de elementos que tienen que ver con nuevos tipos de acciones y de sentidos de estas que se definen a partir del marco de referencia.
Los campos crean el espacio para que unas acciones sean posibles y otras no, para que unos sujetos y subjetividades se constituyan y, lo que es igualmente importante, para que estas acciones tengan unos sentidos y los sujetos adquieran unas identidades y diferencias.
Las acciones de los actores-red quedan enmarcadas en los intereses, el poder y además el conjunto de los diversos aspectos de la vida, tanto lo que hace referencia a su reproducción material como simbólica. La existencia entera queda implicada:
“Finalmente, en el núcleo de la teoría está un descripción de cómo los actores sociales incluidos buscan producir y mantener un campo dado. Mientras la mayoría de las teorías resalta la importancia central de los intereses y el poder, nosotros insistimos que la acción estratégica en los campos gira hacia una complicada mezcla de consideraciones materiales y existenciales.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 3)
Así se establecen marcos de referencia de la acción que incluyen sus propias reglas de operación y que proveen de sentido a todo lo que hacemos. Los emprendedores institucionales transportan estos marcos a otros ámbitos sociales:
“Todo lo que hemos descubierto es que en tiempos de cambios dramáticos, nuevas formas de organizar “marcos culturales” o “lógicas de acción” llegan a existir. Estas son muy utilizadas por actores sociales entrenados, algunas veces llamados “emprendedores institucionales” quienes innovan, propagan y organizan campos de acción estratégica.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 4) Por esto, el campo termina “…enfocado en el rol de “enmarcar procesos” en la acción colectiva.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 5)
Hasta ahora cada una de la ciencias sociales se han ocupado de alguno de los aspectos, bien sea lo economía, la política, la cultura o cualquier otro. Hace falta un enfoque integral, una teoría que sea capaz de incorporar los diversos aspectos desde una sola perspectiva y que permita superar las dualidades en las que hemos estado prisioneros.
Especialmente aquella que hace referencia al colectivo y a los individuos, a los campos de un lado y a los actores-red por otro. Cada teoría privilegia una de las entradas y tiende a dejar de lado la otra, o a considerarla una subsidiaria. El enfoque de Fligstein y McAdam trata, precisamente, de aunar estas dos tendencias en unos conceptos que los sintetizan,  produciendo un nuevo ámbito del conocimiento, sin limitarse a colocarse de modo adyacente:

“El problema es que estos elementos –acción colectiva, espacio social, cultura, organización, el estado y la movilización- que están presentes en esta literatura, no han sido integrados en una teoría sistemática en cualquier de los subcampos. Realmente, los autores tienden a enfocarse no solo en los fenómenos empíricos sino a menudo enfatizan solamente en pocos de estos elementos.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 5)
El nuevo enfoque conceptual que se propone nos permitiría tener un mejor instrumento para la comprensión de las sociedades actuales, en la inmensa diversidad y riqueza, así como en los profundos conflictos que la atraviesan. No se limitaría a ser testigo de lo que sucede sino que podría transformarse en instrumento de acción; y, desde mi punto de vista, en ponerse al servicio de intereses emancipatorios. En síntesis, acciones estratégicas en marcos referenciales –campos- orientados hacia tareas liberadoras.
“La teoría de la acción de nivel meso implica que la acción tiene lugar entre y con los grupos organizados. Al entender de manera más clara el rol de los actores sociales en producir, reproducir y transformar sus campos de acción locales, pensamos que ganamos un gran nivel de manejo de temas fundacionales de la vida social.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 7)
Los procesos dialécticos hacen aquí su aparición, porque entramos de lleno a las condiciones de producción y reproducción de la vida social, que no se limitan a los temas económicos o del poder sino que incorporan los demás componente, como la cultura, la ideología o la vida misma y se lo hace tanto desde los aspectos estructurales como desde la perspectiva de los individuos entendidos como actores-red.
“Todavía es más difícil la cuestión de la emergencia de arenas sociales o campos. Hay dos problemas interrelacionados aquí. El primero es especificar las condiciones bajo las cuales sucede. La segunda es teorizar la agencia que está incluida en estos procesos. Cómo nuevos campos son creados, por quién y para qué propósitos?” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 7)
Finalmente los autores lo sintetizan de la siguiente manera, enfatizando en las deudas con las dos corrientes, la de los campos y la teoría del actor-red:
“Seguro que están a la mano teoría que pueden verse como alternativas legítimas a la nuestra. Estas incluyen las nuevas teorías institucionales en los estudios organizacionales, la teoría de la estructuración de Anthony Giddens, y más cercana a nuestra perspectiva, la descripción de Bourdieu del habitus, campo y capital social y vida política. Hemos rescatado elementos de cada una de estas perspectivas y admiramos la ambición inherente en ellas. Al mismo tiempo, sin embargo, vemos esas alternativas, de una forma u otra, inadecuadas, de tal manera que queda por explicar la estructura subyacente de, y las fuentes de cambio y estabilidad, de la vida institucional de las sociedades modernas.” (Fligstein and McAdam, 2012, pág. 8)

Componentes
Descripción
1.Campos de acción estratégica
Meso nivel social en donde se dan acciones estratégicas de los actores-red, que adquieren sentidos compartidos determinados y que siguen reglas de gobierno.
2.Titulares, desafiantes, unidad de gobernanza
Titulares son los que gobiernan el campo y aprovechan de las reglas, que se imponen los demás. Desafiantes: actores que ocupan posiciones subordinadas en el campo aunque reconozcan su legitimidad. Unidades de gobernanza: campos en donde se articulan titulares y desafiantes.
5.Destrezas sociales
Estratégicas, emocionales, cognitivas, comunicacionales y que expresan la función existencial de lo social y que aseguran la cooperación intersubjetiva.
4.Campo amplio del entorno
Los campos entran en relación con otros campos y están incluido en campos más amplios que forman unidades organizativas más amplias.
5. Choques exógenos, movilización, el inicio de la competencia
Los campos están sometidos a influencias externas que pueden ser destructivas y que provienen de la movilización de los actores, a través de acciones de competencia. Se produce una dinámica de amenazas y oportunidades.
6. Episodios de competencia
Los períodos de cuestionamiento de un campo nunca son permanentes. El campo se rehace en el momento en el que vuelven las certezas y la legitimidad de las acciones.
7.Ajustes
Los episodios de competencia muchas veces conducen a ajustes del propio campo, que reacciona para incorporar y neutralizar la competencia o el conflicto.
Fuente: Elaboración propia a partir de (Fligstein and McAdam, 2012, págs. 9-22)