XVII BIENAL INTERNACIONAL DE CUENCA
Carlos Rojas Reyes - Jurado de la Bienal.
La XVII Bienal Internacional de Cuenca, inaugurada en octubre del 2025, reúne a 17 curadores que eligieron a tres artistas cada uno. La magnitud de la muestra permite tener en una sola ciudad y momento una muestra amplia y suficientemente representativa de las artes visuales contemporáneas, especialmente de América Latina.
Dos cuestiones se han vuelto
patentes en una exhibición de tal magnitud; la primera, el retorno a de la belleza,
que había estado largamente excluida y que ahora aparece e insiste en colocarse
frente a nuestros ojos en toda su vitalidad. Desde luego, no se trata de un
retorno melancólico a la belleza moderna, sino de su reinvención de acuerdo con
las sensibilidades del momento. Cada época inventa su propia belleza y elabora
el discurso estético que la acompaña.
La segunda cuestión se refiere a
la representación y a los sentidos que vienen con esta. Las curadurías de esta bienal
no solo son obras que se afirman en su presencia, sino que dicen la realidad a
su manera, con sus propias formas y expresiones. Por esto, se convierte en el
espacio de disputa de las significaciones en mundo tensionado entre verdad y
posverdad, entre acontecimiento y fake news.
No son dos asuntos separados; por
el contrario, los sentidos que regresan a la obra de arte son producidos a
través de su estética, junto con una serie de recursos técnicos y modos de
hacer arte, como performances, pinturas, instalaciones y videoarte. Aunque sea
siempre un tema irresuelto, la relación entre verdad y belleza se pone otra vez
como tarea del arte.
Cuando recorres la Bienal
Internacional de Cuenca, antes de comenzar la tarea de leer las
conceptualizaciones, analizar las propuestas curatoriales, pensar en cómo cada
obra de arte dialoga con las demás o cuál ha sido la propuesta de cada artista,
quedan de manera persistente en la memoria visual algunas imágenes que,
precisamente, aúnan estética y significación, apelando a la sensibilidad del
espectador, a la que quieren poner en movimiento.
Así si te preguntan por la Bienal
se te viene a la mente la patrulla policial norteamericana desarmada paso a
paso, tediosamente y al final la mujer colocada en el centro de la piezas; la
ropa de los jóvenes asesinados en Guayaquil colocada en estos espacios interiores
negros; el carnero gigantesco de tres patas y dos cabezas , colocado en medio
de la sala de la galería; la serie de chakanas deslizándose una sobre otra
dejando ver diversos símbolos andinos; las manos negras por las que se desliza
la arena oscura; la figura blanca de una especie de profeta que nos interroga
desde su aparente inmovilidad; y se podría seguir con muchos otros ejemplos.
También esta exhibición que reúne
artistas de muchos lugares del mundo abre sus puertas para aquellas reflexiones
que atormentan al arte contemporáneo; dada la riqueza de sus propuestas es
posible encontrar en la Bienal pistas para posibles respuestas o, al menos,
para el inicio de las reflexiones.
Se podría comenzar por aproximarse
a la obra de arte desde la percepción; es decir, ¿qué estamos viendo?, ¿de qué
manera la obra de arte es, ante todo, un hecho sensible?, ¿de qué manera juega
con las otras sensibilidades que ya están dadas previamente en cada espectador,
con la finalidad de reafirmarlas o cuestionarlas? Por ejemplo, ¿de qué modo nos
impresiona ver un choque de autos en donde la artista pone en riesgo su propia
vida? Y aquellas ocasiones en donde la obra de arte falla, porque se queda en
medio camino y no logra darle forma a la percepción esperada.
Otra cuestión, que en esta Bienal
ha sido relevante, es la relación entre el plano discursivo y el visual. Cada
uno de los 17 curadores ha elaborado un texto sintético que sirve de marco
conceptual para los artistas seleccionados. ¿Realmente las textualidades guían la
producción de las obras de arte, permitiendo la aparición de significaciones
bien definidas?, ¿las obras de arte escapan, a pesar de todo, de los discursos
que intentan contenerlos?, ¿cuál es el estatuto cognoscitivo y estético de las
propuestas conceptuales? Por ejemplo, ¿se pueden apreciar adecuadamente las
obras curadas por Gerardo Mosquera sin la referencia a ese Martí tardío?
El debate sobre la definición de
la obra de arte está inevitablemente presente; esto es, ¿cuándo hay obra de
arte?, ¿cuáles son las condiciones y requisitos para su existencia? Las obras
de arte de esta bienal han sido curadas por curadores de larga trayectoria y
suficientemente reconocidos en el ámbito artístico; los artistas participantes
se nombran a sí mismos como tales desde mucho tiempo.
Desde una perspectiva puramente convencional
se podría decir que son obras de arte porque pertenecen al círculo del arte;
esto es, ha entrado en la institucionalidad del arte por una u otra vía. En
este caso, arte es lo que hacen los artistas que, a su vez, son aceptados y
reconocidos como tales por los curadores. Si exigimos solamente estos
requisitos institucionales, todas las obras de la bienal son obras de arte. Ciertamente
este un primer requisito, pero quizás hacen falta otros.
¿Es esto suficiente? ¿Las obras
de arte no deben, además, cumplir con otros requerimientos, aunque sean reglas
que cada artista se da a sí mismo? Por ejemplo, ¿la obra de arte es siempre un
hecho expresivo que atraviesa por su objetualidad y la consiguiente percepción
que se tiene de ella? Y si es así, ¿los aspectos formales y técnicos deben
tomarse en cuenta? Por ejemplo, ¿las fallas técnicas en un video podrían anular
el carácter artístico de una obra, al igual que los errores en un determinado
montaje sonoro?
Finalmente, cabría colocar para
el debate el tema de la consciencia estética y artística que encontramos en
esta bienal; y explicitar las principales direcciones y perspectivas de los
discursos curatoriales, al mismo tiempo que presentar una especie de estado de
la cuestión del arte actual, sin dejar de relacionarlo con el carácter de la
época y sus principales problemáticas.
