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sábado, 10 de mayo de 2025

LA DIALÉCTICA FENOMENOLÓGICA DEL FETICHISMO DE LA MERCANCÍA

 



Antes de concluir el capítulo I, Marx se detiene bruscamente y en vez de continuar con la dilucidación de la mercancía y la forma valor introduce este acápite que, al parecer, no debería estar aquí. El curso de su investigación debería llevarle al proceso de intercambio, que se trata en el capítulo II.

De igual manera, el esquema hegeliano tomado de la Ciencia de la lógica, Las determinaciones de reflexión, que ha servido de modelo al capítulo I, deja de ser el referente y se pasa a otro plano bastante diferente, que es el tema del fetichismo de la mercancía. ¿De dónde proviene esta reflexión? ¿Por qué Marx considera indispensable ubicarla en este lugar tan temprano, cuando recién empieza a analizar la formación del capital a partir de la mercancía?

Este numeral 4 del capítulo I adopta, a mi entender, un enfoque claramente fenomenológico. Marx acude, con toda probabilidad, nuevamente a Hegel, pero rastrea en un lugar distinto de su lógica. Así que se puede sostener que El carácter fetichista de la mercancía está escrito a la manera de la Fenomenología del Espíritu de Hegel (Hegel G. , 2010); es decir, en vez de los avatares de la experiencia de la consciencia en su camino hacia el absoluto, las formas de la consciencia correspondientes a la mercancía y, por ende, al capitalismo en su momento constitutivo.

El movimiento de la consciencia en la Fenomenología del Espíritu va desde la consciencia natural hasta la consciencia de lo absoluto; pero, en donde los diferentes momentos le son necesarios para su pleno desarrollo:

Ahora bien, como esta exposición no tiene por objeto nada más que el saber que aparece, parece que ella misma no sea la ciencia libre moviéndose en su figura peculiar, sino que, desde este punto de vista, puede ser tomada como el camino de la ciencia natural acuciada por llegar al saber verdadero; o bien, como el itinerario del alma que camina por toda la serie de sus configuraciones como estaciones que su propia naturaleza le ha puesto delante, para que se purifique hasta ser espíritu al llegar, a través de la experiencia completa de sí misma, al conocimiento de lo que ella es en sí. (Hegel G. , 2010, págs. 148-149)

De tal manera que la historia de las figuras de la consciencia coincide con la historia de la cultura, porque efectivamente es ella misma la que va haciendo experiencia de los momentos en los que existe:

Antes bien, la serie de sus configuraciones, que la conciencia va recorriendo por este camino, es la historia exhaustiva de la cultura como formación de la conciencia misma, hasta llegar a la ciencia. (Hegel G. , 2010, pág. 149)

Marx toma de la fenomenología hegeliana esa experiencia histórica de la consciencia, dejando de lado ese camino necesario hacia la consciencia de lo absoluto; así, la consciencia burguesa como consciencia natural se corresponde con su respectivo referente ontológico, que es, en este caso, los diferentes movimientos del proceso de producción y de circulación. Esta articulación de los aspectos de la realidad es una de las características centrales que comparten Hegel y Marx, en cuanto se trata de describir y explicar los procesos de objetivación de la mercancía – que es el plano ontológico- y la manera cómo la consciencia los percibe -que es el plano epistemológico-, además de las variaciones internas de las dos fases.

Es decir, una descripción fenomenológica que muestra los modos de objetivarse de la mercancía y la consciencia que se toma de estos modos; pero, tomando en cuenta que dichas expresiones de la mercancía al mismo tiempo que se manifiestan ante la consciencia también ocultan su esencia. Esta dialéctica fenomenológica es la que está en juego en el fetichismo de la mercancía y que a través de las descripciones del fenómeno mercancía conduce a su explicación plena.

Entonces, sigamos paso a paso la fenomenología de la mercancía. Marx parte de esa dualidad de la mercancía, que le lleva a ser evidente y natural, y, al mismo tiempo, misteriosa:

A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas. (Marx, 1975, pág. 87)

Marx ejemplifica, en un lenguaje vívido, una mesa que se transmuta cuando se presenta como mercancía:

No obstante, la mesa sigue siendo madera, una cosa ordinaria, sensible. Pero no bien entra en escena como mercancía, se trasmuta en cosa sensorialmente suprasensible. No sólo se mantiene tiesa apoyando sus patas en el suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías y de su testa de palo brotan quimeras mucho más caprichosas que si, por libre determinación, se lanzara a bailar. (Marx, 1975, pág. 87)

Así que su carácter quimérico no proviene del valor del uso, porque al fin de cuentas solo son manifestaciones del trabajo humano social. Pero, este carácter misterioso no proviene de una fuente externa, sino que le es inherente a la propia mercancía: “¿De dónde brota, entonces, el carácter enigmático que distingue al producto del trabajo no bien asume la forma de mercancía? Obviamente, de esa forma misma”. (Marx, 1975, pág. 88)

La esencia que está detrás del fenómeno de la mercancía no es otra que su “carácter social” que se manifiesta ante la consciencia “como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores”. (Marx, 1975, pág. 88)

Aquí encontramos tres aspectos de esta dialéctica fenomenológica de la mercancía: el carácter social que se objetiva, la mediación de las relaciones sociales por medio de los objetos puestos precisamente por la producción de mercancías y, finalmente, que tanto la objetivación como la mediación por medio de las cosas se hace al “margen de los productores”, con independencia de ellos, que se presenta como ajeno.

Además, se debe tomar en cuenta, lo que es una cuestión crucial, que este proceso de objetivación le es “inherente” a la mercancía y, por eso, necesario; es decir, la objetivación del carácter social tiene que darse obligatoriamente. El quid pro quo sintetiza este proceso: las relaciones objetivas se colocan en vez de las relaciones sociales, aunque en el fondo son su expresión. (Marx, 1975, pág. 88)

A través de la comparación con los fenómenos religiosos Marx define lo que entiende por fetichismo; como en el mundo de lo sagrado, que es producido por esa proyección de valores humanos hacia la esfera de lo trascendente, la mercancía se presenta como “figura autónoma, dotada de vida propia”:

De ahí que para hallar una analogía pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil. (Marx, 1975, pág. 89)

Marx insiste en que este carácter fetichista nace en el mismo momento en que se produce la mercancía, como uno de sus atributos propios del que no puede prescindir. Es decir, dados las características de la forma valor no cabe otra alternativa en el capitalismo que su expresión fetichizada, en donde la mercancía se muestra como fundamentada en sí misma: “Ese carácter fetichista del mundo de las mercancías se origina, como el análisis precedente lo ha demostrado, en la peculiar índole social del trabajo que produce mercancías”. (Marx, 1975, pág. 89)

¿En dónde se origina este carácter fetichista inherente de la mercancía? ¿De dónde procede su inevitabilidad? Esto se debe a la separación que existe entre los productores, sobre todo cuando el capitalismo ya está plenamente desarrollado y la división del trabajo es prácticamente mundial. Son los productos que se intercambian sin que los productores se conozcan y sin que tengan el más mínimo contacto entre ellos.

Entonces, se intercambian objetos, cosas, productos, denominados mercancías; y es este intercambio el que se presenta ante la consciencia de la personas: “Como los productores no entran en contacto social hasta que intercambian los productos de su trabajo, los atributos específicamente sociales de esos trabajos privados no se manifiestan sino en el marco de dicho intercambio”. (Marx, 1975, pág. 89) En términos fenomenológicos, la mercancía en el proceso de circulación es el objeto inmediato de la consciencia.

El fenómeno denominado mercancía existe en la medida en que se expresa, se objetiva, adquiere consistencia como cosa real que es. La mercancía no puede evitar objetivarse en el intercambio, de hecho, el proceso de producción produce valores de uso que satisfacen necesidades y que tienen un modo de existencia objetivo. Esta objetivación inherente no desaparece en ningún caso y es doble, como objetividad del valor de uso -cosa útil- y como objetividad del valor -cosa de valor-; la una expresa el trabajo humano; la otra, las relaciones sociales subyacentes.

Es sólo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso, sensorialmente diversa. Tal escisión del producto laboral en cosa útil y cosa de valor ... (Marx, 1975, pág. 89)

Dado de esta manera el fenómeno de la mercancía, en su doble objetivación y en la inmediatez del intercambio, está listo para presentarse de este modo a la consciencia; esta capta en esta primera forma de consciencia la utilidad del objeto -valor de uso- y el hecho de que ha sido intercambiado por otro a través del dinero:

El cerebro de los productores privados refleja ese doble carácter social de sus trabajos privados solamente en las formas que se manifiestan en el movimiento práctico, en el intercambio de productos : el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, pues, sólo lo refleja bajo la forma de que el producto del trabajo tiene que ser útil, y precisamente serlo para otros; el carácter social de la igualdad entre los diversos trabajos, sólo bajo la forma del carácter de valor que es común a esas cosas materialmente diferentes, los productos del trabajo. (Marx, 1975, pág. 90)

La función del dinero...

Pero es precisamente esa forma acabada del mundo de las mercancías -la forma de dinero- la que vela de hecho, en vez de revelar, el carácter social de los trabajos privados, y por tanto las relaciones sociales entre los trabajadores individuales. (Marx, 1975, págs. 92-93)

Con esto tenemos una primera descripción del fenómeno mercancía. De una parte, aquello que se pone como objetivo en realidad y que se coloca ante la mirada de las personas sin que estas entiendan el misterio que las rodea: “El valor, en consecuencia, no lleva escrito en la frente lo que es. Por el contrario, transforma a todo producto del trabajo en un jeroglífico social”. (Marx, 1975, págs. 90-91)

De otra parte, el fenómeno mercancía oculta el fundamento social que le es subyacente y que constituye el valor; esto es, proceso de expresión del fenómeno, que es al mismo tiempo proceso de ocultamiento de su fundamento, que solo podrá develarse más adelante a través de la ciencia y que permitirá “descifrar el sentido del jeroglífico, desentrañar el misterio de su propio producto social, ya que la determinación de los objetos para el uso como valores es producto social suyo a igual título que el lenguaje”. (Marx, 1975, págs. 90-91)

Sin embargo, este doble proceso de mostración del fenómeno mercancía alcanza un nuevo nivel de expresión, porque la doble objetivación que lleva dentro de sí de manera escindida las relaciones sociales conduce a la supeditación de los productores a los productos, de las personas a las mercancías. La manifestación de las relaciones sociales como relaciones entre las cosas significa, en los hechos y por ende, para la consciencia, estar sometido a las cosas.

Su propio movimiento social posee para ellos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control se encuentran, en lugar de controlarlas. (Marx, 1975, pág. 91)

Hasta aquí tenemos la descripción de la manifestación doble de la mercancía y del modo como es percibida por la primera forma de la consciencia, como consciencia inmediata que capta las relaciones sociales como relaciones entre las cosas. La segunda forma de la consciencia corresponde la ciencia; esta es la que descubre lo que está detrás del carácter misterioso de la mercancía; es decir, explicita el fundamento de la mercancía que se encuentra en la forma valor.

 El descubrimiento científico ulterior de que los productos del trabajo, en la medida en que son valores, constituyen meras expresiones, con el carácter de cosas, del trabajo humano empleado en su producción...  (Marx, 1975, págs. 90-91)

Pero, la aparición de la consciencia científica también tiene requerimientos que se deben cumplir para poder darse y ejercer su función de develamiento de la verdad de la mercancía. Las exigencias para que la ciencia cumpla su función son las siguientes: tener un capitalismo ya desarrollado y actuar después de que los hechos se han dado.

Mientras no se tiene ya presente tanto la subsunción formal como la real, y la reproducción ampliada del capital, que penetra finalmente en todas las esferas de la vida, la ciencia no puede descubrir la esencia de los fenómenos:

Se requiere una producción de mercancías desarrollada de manera plena antes que brote, a partir de la experiencia misma, la comprensión científica... (Marx, 1975, pág. 92)

La ciencia viene luego de que los hechos están dados; primero lo real, luego la consciencia científica de lo real. En este caso, el fenómeno mercancía se presenta no solo ante las personas, sino ante la ciencia como algo simplemente dado, como una “forma natural”, es decir, como una objetivación naturalizada, como un dato inmediato que simplemente cabe analizar.

La reflexión en torno a las formas de la vida humana, y por consiguiente el análisis científico de las mismas, toma un camino opuesto al seguido por el desarrollo real. Comienza post festum [después de los acontecimientos] y, por ende, disponiendo ya de los resultados últimos del proceso de desarrollo. Las formas que ponen la impronta de mercancías a los productos del trabajo y por tanto están presupuestas a la circulación de mercancías, poseen ya la fijeza propia de formas naturales de la vida social, antes de que los hombres procuren dilucidar no el carácter histórico de esas formas -que, más bien, ya cuentan para ellos como algo inmutable- sino su contenido. (Marx, 1975, pág. 92)

La tarea de la ciencia consiste precisamente en cuestionar ese carácter aparentemente natural de la mercancía y del sometimiento de las personas a los movimientos de las cosas; así la ciencia se ocupa de develar el contenido que efectivamente está detrás de la doble objetividad de la mercancía y que es, como Marx insiste, el valor.

La dilucidación científica de la verdad de la mercancía tiene un límite muy claro. Para Marx, la ciencia permite comprender la función de la forma valor que sustenta la mercancía y descubrir que detrás de las relaciones entre las cosas se encuentra las relaciones sociales:

La determinación de las magnitudes de valor por el tiempo de trabajo, pues, es un misterio oculto bajo los movimientos manifiestos que afectan a los valores relativos de las mercancías. Su desciframiento borra la apariencia de que la determinación de las magnitudes de valor alcanzadas por los productos del trabajo es meramente fortuita, pero en modo alguno elimina su forma de cosa. (Marx, 1975, pág. 92)

Esta comprensión científica no hace desaparecer el hecho de que la expresión del valor en la mercancía se haga a través de la su forma de cosa. Esta afirmación significa que la sola comprensión científica no altera los hechos, que se mantienen en su estado de manera persistente; esto es, comprender que el fundamento de la mercancía es el valor no hace desaparecer ese hecho, que es el núcleo del capitalismo.

Pero, por otra parte, también se refiere a una cuestión igualmente profunda, que la necesidad de la objetivación tanto del valor de uso como del valor, sin la cual no pueden existir. Es decir, la fuerza de trabajo no tiene otra alternativa que objetivarse en un producto; la forma valor existe en la medida en que se objetiva. Así, que el problema del capitalismo no radica en la objetivación, que es necesaria, sino en que dicha objetivación vela las relaciones sociales, que son de explotación, que están detrás de este.

Ahora bien, la economía política clásica en cuanto ciencia también ha quedado presa de la naturalización de la mercancía, a pesar de haber descubierto muchos de los aspectos del fenómeno mercancía. Su limitación fundamental, que es al mismo tiempo su carácter de clase burgués, lleva a que deje de lado la cuestión central de la forma valor.

Ahora bien, es indudable que la economía política ha analizado, aunque de manera incompleta, el valor y la magnitud de valor y descubierto el contenido oculto en esas formas. Sólo que nunca llegó siquiera a plantear la pregunta de por qué ese contenido adopta dicha forma; de por qué, pues, el trabajo se representa en el valor, de a qué se debe que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la magnitud del valor alcanzada por el producto del trabajo. (Marx, 1975, págs. 97-98)

En la Nota 32, esta situación se explicita de tal manera que se vuelve evidente en donde estaba trabada la economía clásica y que no le permitía desentrañar el misterio de la mercancía:

Una de las fallas fundamentales de la economía política clásica es que nunca logró desentrañar, partiendo del análisis de la mercancía y más específicamente del valor de la misma, la forma del valor, la forma misma que hace de él un valor de cambio. (Marx, 1975, págs. 98, Nota 32)

Triunfa el proceso de naturalización que hace que la economía clásica no alcance a comprender todo el fenómeno y precisamente por ello se torna necesaria la crítica de la economía política, para llegar a la conformación de una economía clásica plenamente científica; esto es, que de cuenta tanto de las expresiones del fenómeno como de su fundamento:

... su pertenencia a una formación social donde el proceso de producción domina al hombre, en vez de dominar el hombre a ese proceso, la conciencia burguesa de esa economía las tiene por una necesidad natural tan manifiestamente evidente como el trabajo productivo mismo. (Marx, 1975, pág. 99)

En este contexto, Marx sin mencionar la palabra comunismo muestra lo que este nuevo modo de producción sería, como una alternativa al capitalismo. Aquí el eje está en el tiempo de trabajo socialmente necesario como medio de cálculo tanto para satisfacer las necesidades individuales como para planificar la nueva sociedad. Esto quiere decir que no se produce un retroceso solamente hacia el valor de uso, sino que la sociabilidad alcanzada sirve ahora de base para un mundo no capitalista, en donde las relaciones sean transparentes y por tanto la consciencia no esté velada, sino que se perciban las relaciones entre seres humanos como tales, detrás de las necesarias objetivaciones, en este caso del valor de uso y del trabajo socialmente necesario, una vez que haya desaparecido la forma valor.

A pesar de lo extenso de la cita, creo que es necesario mantener esta declaración comunista de Marx dentro de El Capital, como parte de su enfoque dialéctico, que es crítico, y que tiene aun sin nombrarlo una clara intención emancipatoria:

Imaginémonos finalmente, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas. fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de trabajo social. Todas las determinaciones del trabajo de Robinsón se reiteran aquí, sólo que de manera social, en vez de individual. Todos los productos de Robinsón constituían su producto exclusivamente personal y, por tanto, directamente objetos de uso para sí mismo. El producto todo de la asociación es un producto social. Una parte de éste presta servicios de nuevo como medios de producción. No deja de ser social. Pero los miembros de la asociación consumen otra parte en calidad de medios de subsistencia. Es necesario, pues, distribuirla entre los mismos. El tipo de esa distribución variará con el tipo particular del propio organismo social de producción y según el correspondiente nivel histórico de desarrollo de los productores. A los mismos efectos de mantener el paralelo con la producción de mercancías, supongamos que la participación de cada productor en los medios de subsistencia esté determinada por su tiempo de trabajo. Por consiguiente, el tiempo de trabajo desempeñaría un papel doble. Su distribución, socialmente planificada, regulará la proporción adecuada entre las varias funciones laborales y las diversas necesidades. Por otra parte, el tiempo de trabajo servirá a la vez como medida de la participación individual del productor en el trabajo común, y también, por ende, de la parte individualmente consumible del producto común. Las relaciones sociales de los hombres con sus trabajos y con los productos de éstos, siguen siendo aquí diáfanamente sencillas, tanto en lo que respecta a la producción como en lo que atañe a la distribución. (Marx, 1975, pág. 96)

Y añade más adelante:

El reflejo religioso del mundo real únicamente podrá desvanecerse cuando las circunstancias de la vida práctica, cotidiana, representen para los hombres, día a día, relaciones diáfanamente racionales, entre ellos y con la naturaleza. La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material de producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia, que son a su vez, ellas mismas, el producto natural de una prolongada y penosa historia evolutiva. (Marx, 1975, pág. 97)

Bibliografía

Hegel. (1966). Fenomenología del espíritu. México: FCE.

Hegel, G. (2010). La fenomenología del espíritu (Bilingüe ed.). (A. Gómez Ramos, Trans.) Madrid: Abada.

Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). (P. Scaron, Trans.) México: Siglo XXI.

 

 

jueves, 23 de enero de 2025

DIALÉCTICA DE LA DUALIDAD EN EL CAPITAL, CAPÍTULO III. EL DINERO O LA CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS, TOMO I, DE KARL MARX.

  


En este capítulo III del Tomo I de El capital Marx ya sólidamente aprovisionado con las formulaciones de los dos capítulos anteriores, en donde ha desarrollado una serie de conceptos, partiendo de una intuición categorial, muchas veces expresada en neologismos, deja atrás el esquema hegeliano que le sirvió de base, especialmente La Doctrina de la Esencia de La ciencia de la lógica (Hegel, 2011). 

En este momento, la dialéctica como epistemología se despliega para cubrir la dinámica del capital, en un momento clave que es el del dinero que expresa la circulación de las mercancías. Desde luego, este no es un estudio sobre la economía política de este capítulo, sino el modo de funcionamiento de la dialéctica a su interior. Es difícil hacerlo, porque las investigaciones entran directamente en los aspectos técnicos y debates de la economía política y la dialéctica funciona en un segundo plano, precisamente para garantizar su eficacia. 

La tarea consiste en develar la obviación de la dialéctica subyacente al texto; es decir, explicitarla, de tal manera que nos ayude a la comprensión de esa epistemología dialéctica que Marx despliega con mucha soltura y que estará remitiendo constantemente a los hallazgos de los capítulos anteriores. (Strathern, 2004)

No está demás decir que Marx, en ningún momento, regresa su mirada hacia los Grundrisse en los aspectos metodológicos señalados en estos. Lamentablemente, aun considerando la importancia de estas investigaciones preliminares, se termina por considerar que aquí se encuentra la dialéctica en su máxima expresión, como es el caso de Toni Negri, en Marx más allá de Marx, dejando de lado la principal obra de la madurez que es precisamente El capital. (Negri, 2001)

Para este análisis de la dialéctica marxista en su plena funcionamiento utilizo la traducción de El capital de Pedro Scaron para siglo XXI (Marx, El Capital, 1975), que será confrontada con la más reciente traducción al inglés realizada por Paul Reitter para la Princeton University (Marx, Capital, 2024), especialmente con la finalidad de mantener los neologismos utilizados por Marx que, como se verá, son importantes a la hora de la interpretación de la obra: y ocasionalmente comparada con la traducción italiana publicada por La Cittá del Sole (Marx, Opere Complete. Il capitale, 2011). En algunos segmentos especialmente difíciles se recurrirá a la segunda edición en alemán de 1872 publicada por el propio Marx y ahora editada por el Mega 2 (Marx, Das Kapital , 1872 (1987)). Una visión comprensiva basada en el Mega 2 del Volumen 1 de El capital puede encontrarse en Bellofiore y Taylor. (Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.), 2004)

En esta tarea de visibilizar le método dialéctico en su funcionamiento dentro de El capital, junto con sus perspectivas epistemológicas; es decir, mostrar de qué manera Marx se desplaza en este capítulo sobre el dinero y la circulación y de qué manera en esta reconstrucción de esta realidad, se presentan una serie de conceptos y de interrelaciones dialécticas, alejadas de cualquier esquematismo hegeliano o de sus obras anteriores. Aquí la exigencia de comprender el objeto de estudio, el dinero, se superpone a cualquier otra consideración. 

En cuanto medida de valor, el dinero es la forma de manifestación necesaria de la medida de valor inmanente a las mercancías: el tiempo de trabajo.  (Marx, El Capital, 1975, pág. 115)

Y más adelante: 

La magnitud del valor de la mercancía expresa, pues, una relación necesaria e inmanente al proceso de formación de la mercancía con el tiempo necesario de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 125)

Necesidad e inmanencia son dos términos que Marx los utilizará con frecuencia. Pero ¿qué se entiende por necesidad y qué por inmanencia? Marx no quiere introducir aspectos metafísicos en su análisis del dinero; por eso, aunque no pierdan toda su fuerza explicativa, aquí no hay una necesidad lógica y los atributos inmanentes si bien son esenciales, no son sustanciales. 

El razonamiento es otro muy distinto: dadas una serie de condiciones y fenómenos que se están operando en la realidad, se desprende necesariamente estas consecuencias. Aquí hay una necesidad real que se desprende las leyes rigen el capital. Esto es, las mercancías para su plena realización, que se da ya en campo de la circulación, para realizarse a través de la compra y la venta, tienen necesariamente que atravesar por el dinero. A su vez, este dinero contiene dentro de sí ese atributo esencial, inmanente, que le hace ser lo que es: expresión de la medida del tiempo de trabajo objetivado. 

Esta comprensión de los dos términos se puede generalizar para todos los ámbitos históricos, con la finalidad de encontrar en ellos esta dialéctica no vulgar ni esquemática, con este doble rostro que aparece en El capital: habrá necesidad histórica cuando están puestas las condiciones y dados los fenómenos, un proceso x tiene que atravesar obligatoriamente para desplegarse y realizarse. 

En cuanto a la inmanencia es indispensable separarla de cualquier consideración sustancialista; e indicar que se refiere a aquellas características y atributos que son esenciales para que una cosa sea lo que es; así, el trabajo humano objetivado y medido es lo que constituye el dinero. 

Veamos ahora la dialéctica en funcionamiento en los acápites centrales de este capítulo III. 2. Medio circulación: a). La metamorfosis de la mercancía y b). La circulación del dinero. 

Marx comienza por un señalamiento metodológico que lamentablemente no desarrolla y que, en gran medida, deja atrás las consideraciones sobre la dinámica de la contradicciones. Ya no se trata de la vieja imagen de la negación de la negación para su resolución, sino que poner en movimiento a esa realidad entrampada en contradicciones, crea la forma de su resolución provisional, aunque la contradicción permanezca: 

Vimos ya que el proceso en que se intercambian las mercancías implica relaciones contradictorias, recíprocamente excluyentes. El desarrollo de la mercancía no suprime esas contradicciones, mas engendra la forma en que pueden moverse. Es éste, en general, el método por el cual se resuelven las contradicciones reales. (Marx, El Capital, 1975, pág. 127)

Y hasta ahora esta es la historia del capitalismo: una y otra vez hundido en su crisis contradictorias, pero siempre inventado un recurso para salir adelante, por más que se sepa que la próxima crisis será más difícil de resolverse por este medio de lanzarlo hacia adelante. Así que la pregunta que tenemos que hacernos frente a las crisis del capitalismo que ahora atravesamos tienen versa sobre los movimientos que hace el capital para desarrollarse, postergando cada vez más su colapso. 

La primera clarificación que hace Marx es que en todo este proceso de metamorfosis de la mercancía lo que realmente importa es la forma y de qué manera esta cambia; porque aquí lo que se estudia en la forma social. 

Por consiguiente, hemos de examinar el proceso total desde el punto de vista de la forma, y por tanto sólo el cambio de forma o la metamorfosis de las mercancías a través del cual es mediado el metabolismo social. (Marx, El Capital, 1975, pág. 129)

Podemos extender esta consideración y decir que el materialismo histórico no es sino el estudio de las formas sociales y sus metamorfosis: estas formas no son el reverso de alguna materialidad, sino son productos de abstracciones reales, por medio de las que separamos los aspectos naturales o del valor de uso provisionalmente y nos quedamos exclusivamente con la forma valor. 

Si nos atenemos tan sólo a ese aspecto material, al intercambio de mercancía por oro, perderemos de vista precisamente lo que debiéramos observar, esto es, lo que acontece con la forma. (Marx, El Capital, 1975, pág. 127)

Precisamente con este término forma encontramos una serie importante de neologismos utilizados por Marx: forma valor, forma precio, forma mercancía, entre otras, en vez de forma de precio, forma de mercancía, etc., y tiene la finalidad de poner en primer lugar en el análisis esta carácter de forma del valor, antes que entrar a la cuestión de las maneras en que las que se puede expresar este valor o esta mercancía. La indagación de Marx es, ante todo, sobre estas formas y sus metamorfosis. 

En este momento, Marx se interroga por la metamorfosis de la mercancía, que se despliega en procesos opuestos. En este movimiento vemos surgir el fenómeno de la partición de la mercancía en dos momentos opuestos: la mercancía que se vende y la mercancía que se compra. Tenemos como consecuencia la mercancía desdoblada en mercancía y dinero. 

Dicho proceso suscita un desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero, una oposición externa en la que aquélla representa su opuesto  inmanente de valor de uso y valor. En esa oposición las mercancías se contraponen como valores de uso al dinero como valor de cambio. Por otra parte, ambos términos de la oposición son mercancías, y por tanto unidades de valor de uso y valor. (Marx, El Capital, 1975, pág. 128)

Marx no está utilizando la clásica contraposición dialéctica entre tesis, antítesis y síntesis, sino una dialéctica dual, por la cual una realidad se divide en dos términos opuestos, que existen en flujo interminable que va de la mercancía al dinero y del dinero a la mercancía, sin encontrar descanso. Existen en la medida en que se intercambian: 

Estas formas opuestas de las mercancías son las formas efectivas en que se mueve el proceso de su intercambio. (Marx, El Capital, 1975, pág. 128)

Por esto, el término opuesto es preferible al de antítesis. Hace rato que Marx se ha liberado de los esquemas rígidos hegelianos y da cuenta del movimiento real de la economía política que, en este caso, exige la utilización de una dialéctica dual, que solo encuentra como permanecer si se mueve, es decir, si se intercambia. 

La secuencia M-D-M en realidad está compuesta de dos metamorfosis, que implican la ruptura del proceso unitario en dos: venta y compra. Entonces, tenemos el primer polo de la dualidad que la transformación de la mercancía en dinero: 

M - D. Primera metamorfosis de la mercancía, o venta. Como lo he indicado en otro lugar, el salto que el valor mercantil da desde el cuerpo de la mercancía al del oro, es el salto mortale de la mercancía. Si fracasa, la que se verá chasqueada no será precisamente la mercancía sino su poseedor. (Marx, El Capital, 1975, pág. 129)

Una metamorfosis que, desde el inicio, se muestra como contingente, porque si bien es probable que se dé, nada garantiza la plena seguridad de intercambio, es decir, de que efectivamente la mercancía se venda. Podría suceder que no se venda. Aunque Marx no trata el tema de las crisis en este lugar, deja anunciado que este es una de sus causas. 

Lo cierto es que esta partición de la mercancía no implica que haya perdido sus atributos inmanentes, por el contrario, durante todo el proceso no deja de estar detrás, como aquello que está sufriendo esa serie de transformaciones, el trabajo humano homogéneo: 

Y. en realidad, el valor de cada vara individual de lienzo no es más que la concreción material de la misma cantidad, socialmente determinada, de trabajo humano homogéneo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 131)

Y en el otro extremo vemos cómo se produce la segunda transformación y el aparecimiento del segundo componente de la dualidad que es la compra: D-M. 

La primera metamorfosis de una mercancía, su transformación en dinero a partir de la forma mercantil es siempre, a la vez, una segunda metamorfosis, contrapuesta, de otra mercancía, su transformación inversa en mercancía a partir de la forma dineraria. (Marx, El Capital, 1975, pág. 134)

Se coloca en el centro del proceso económico al dinero, como la mercancía absolutamente enajenable: 

D - M. Metamorfosis segunda, o final, de la mercancía: compra. Por ser la figura enajenada de todas las demás mercancías o el producto de su enajenación general, el dinero es la mercancía absolutamente enajenable. Lee al revés todos los precios y de ese modo se refleja en todos los cuerpos de las mercancías, que son así el material que se sacrifica para que el dinero llegue a ser mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 134)

Estas dos metamorfosis de la mercancía conducen a la aparición de una dialéctica dual, mediante la cual un fenómeno dado, en este caso la mercancía, se parte en dos procesos opuestos que, sin embargo, dependen enteramente uno del otro para poder continuar existiendo; por eso, se les caracteriza como contrapuestos y complementarios, a lo que hay que añadir que se mantiene subyacente el trabajo humano objetivado. 

Ahora bien, si examinamos la metamorfosis global de una mercancía, por ejemplo, del lienzo, comprobaremos ante todo que se compone de dos movimientos contrapuestos y que se complementan recíprocamente, M - D y D - M. Estas dos mutaciones contrapuestas de la mercancía se llevan a cabo en dos procesos sociales opuestos a cargo del poseedor de mercancías, y se reflejan en dos papeles económicos asumidos por el mismo, también contrapuestos. (Marx, El Capital, 1975, pág. 135)

En la medida en que estamos tratando con formas sociales en sus metamorfosis, esta proceso de ruptura dual de la mercancía conduce al aparecimiento de personajes en la sociedad, que son el comprador y el vendedor: y que, desde luego, puede intercambiar sus roles cuando quieran; además del paso de los “productores privados independientes” a un “sistema de dependencia multilateral y propio de cosas”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 131)

Se coloca la base de una teoría de los sujetos sociales y luego, concretamente, de las clases sociales que se funda con precisión en estos movimientos transformacionales de la realidad. (Negri hace una preciosa dilucidación del surgimiento de los sujetos y subjetividades en los Grundrisse; lastimosamente, no llevó a cabo esta tarea con El capital, lo que hubiera arrojado resultados sorprendentes. Esta es una tarea que está por hacerse (Negri, 2001)). 

Este movimiento dual de la mercancía conforma un ciclo: “forma de la mercancía, despojamiento de la forma mercancía, retorno de la misma…”, que terminan por constituir la esfera de la circulación mercantil (Marx, El Capital, 1975, pág. 136). Pero, el surgimiento de esta esfera altera radicalmente el funcionamiento de la sociedad, que rompe el intercambio directo entre mercancía y mercancía.

A continuación, encontramos uno de los párrafos más densos, en el que se despliega la dialéctica tensándola al máximo para lograr una descripción adecuada del fenómeno de la circulación de las mercancías. Veámoslo en detalle: 

La circulación derriba las barreras temporales, locales e individuales opuestas al intercambio de productos, y lo hace precisamente porque escinde, en la oposición de venta y compra, la identidad directa existente aquí entre enajenar el producto del trabajo propio y adquirir el producto del trabajo ajeno. El hecho de que los procesos que se contraponen autónomamente configuren una unidad interna, significa asimismo que su unidad interna se mueve por antítesis externas . Si la autonomización externa de aspectos que en lo interno no son autónomos, y no lo son porque se complementan uno a otro, se prolonga hasta cierto punto, la unidad interna se abre paso violentamente, se impone por medio de una crisis. La antítesis inmanente a la mercancía -valor de uso y valor, trabajo privado que a la vez tiene que presentarse como trabajo directamente social, trabajo específico y concreto que al mismo tiempo cuenta únicamente como general y abstracto, personificación de la cosa y cosificación de las personas-, esa contradicción inmanente, adopta sus formas más evolucionadas de movimiento en las contraposiciones de la metamorfosis mercantil. Estas formas entrañan la posibilidad, pero únicamente la posibilidad, de las crisis. Para que dicha posibilidad se desarrolle, convirtiéndose en realidad, se requiere todo un conjunto de condiciones que aún no existen, en modo alguno, en el plano de la circulación simple de mercancías. (Marx, El Capital, 1975, págs. 138-139)

Uno de los efectos del capitalismo es el de revolucionar las sociedades; y, este caso, la aparición generalizada de venta y compra de las mercancías, destroza las dinámica locales y temporales, dando paso a la expansión sin límite del capital. Con la aparición de este fenómeno, el mundo entero cambia. 

Luego, tenemos la contradicción entre la unidad interna de los dos momentos que, aunque opuestos, son obligatoriamente complementarios, funcionando a través de ciclos que se suceden una y otra vez, y las contraposiciones externas, incluso rupturas del ciclo que impiden que se produzca la venta y la compra. Aquí, es la unidad interna la que finalmente se impone y disciplina a la esfera de la circulación, a través de crisis en la que “la unidad interna se abre paso violentamente”. 

Sin embargo, Marx insiste en que estas crisis aparecen aquí únicamente como posibles; su efectivización dependerá de muchos otros factores, de un “conjunto de condiciones que aún no existen…”. 

Finalmente, la tematización de lo que luego se desarrollará ampliamente en el capítulo sobre el fetichismo de la mercancía: “la personificación de la cosa y la cosificación de las personas”. Las cosas, en este caso las mercancías, adoptan rostros plenamente reconocibles como el de comprador y vendedor; mientras sus relaciones solo son posibles a través de las cosas que intercambian. Y, por supuesto, la posibilidad de análisis de los procesos de constitución de los sujetos sociales en las sociedades capitalistas, junto con las subjetividades correspondientes. 

En el acápite b) El curso del dinero, Marx introduce la variable tiempo que es fundamental en el proceso de circulación; es decir, la velocidad en la que se repiten los ciclos, además de las magnitudes de las mercancías y el dinero involucrados en estos. Es la manera cómo logran mantenerse o no en el tiempo lo que determina el éxito o no de la compra y venta de las mercancías. La circulación finalmente se mide por la velocidad del movimiento del dinero para atravesar las distintas fases: 

Las fases opuestas, complementarias entre sí, a través de las cuales discurre ese proceso, no pueden estar espacialmente yuxtapuestas, sino sucederse unas a otras en el tiempo. Las fracciones de tiempo constituyen la medida que se aplica a la duración del proceso, o, en otras palabras, el número de los recorridos de las mismas piezas dinerarias en un tiempo dado mide la velocidad del curso dinerario. (Marx, El Capital, 1975, pág. 146)

La resolución provisional de las oposiciones entre la unidad interna y las contraposiciones externas se da a través de la velocidad en la que se realicen los ciclos de compra-venta, poniendo en movimiento toda la economía capitalista; digamos que el capital depende enteramente de la velocidad de estos intercambios: 

Así como en el curso del dinero, en general, únicamente se manifiesta el proceso de circulación de las mercancías -vale decir, el ciclo de éstas a través de metamorfosis contrapuestas-, en la velocidad del curso del dinero se manifiesta la velocidad de su cambio de forma, la concatenación incesante de las series metamórficas, la premura del metabolismo, la velocidad con que las mercancías desaparecen de la esfera circulatoria y su sustitución, igualmente rápida, por otras mercancías. 

Aquí en el tiempo medido, calculado, cronometrado, está el núcleo de la cuestión, por la que pueden mantenerse estas tanto la contraposición como la complementariedad; solo existen en la medida en que se mueven. El éxito se mide por el incremento en la velocidad del intercambio; el estancamiento se produce cuando el ritmo se este movimiento se torna lento o se paraliza, triunfando la autonomía y el antagonismo de las fases: 

En la velocidad del curso dinerario, pues, se manifiesta la unidad fluida de las fases contrapuestas y complementarias: transformación de la figura de uso en figura de valor y reconversión de ésta en aquélla, o unidad de los dos procesos de la compra y la venta. A la inversa, en la reducción de la velocidad del curso dinerario se pone de manifiesto el hecho de que esos procesos se disocian, se vuelven autónomos y antagónicos, el hecho del estancamiento del cambio de formas, y, por consiguiente, del metabolismo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 147)

A partir de este despliegue de la epistemología dialéctica de Marx en el Capítulo III, El dinero o la circulación de las mercancías, de El capital, es posible discutir sus principales hallazgos, desprendiéndolos de la referencia directa a su objeto de estudio que es, en este caso, el dinero, a fin de delinear sus principales características y aquello que nos enseña de cara a una interpretación crítica de la realidad. 

Lo primero que se tiene que decir es que Marx no regresa a aquellas afirmaciones metodológicas de textos anteriores, especialmente de los Grundrisse (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971), que no sirven como punto de partida. Tampoco utiliza algún segmento de La ciencia de la lógica Hegel, tal como lo hizo en los dos primeros capítulos. Con los presupuestos colocados en su análisis de la mercancía, a través de la forma valor de uso y de la forma valor, tiene el terreno para explorar libremente la conformación de la esfera de la circulación y mostrar allí, sometiéndose a las exigencias del objeto de estudio, cuál es la dialéctica apropiada para su comprensión. 

Como punto de partida, establezcamos que se trata de una dialéctica de la dualidad, teniendo el cuidado de precisar que no se refiere a una dualidad cualquiera ya previamente dada, sino a un fenómeno unitario que se parte en dos de manera necesaria e inmanente. En este caso, el intercambio de la mercancía por mercancía que se desdobla en Mercancía – Dinero y Dinero – Mercancía. 

Como resultado tenemos dos fenómenos contrapuestos que, dada su unidad interna, son complementarios. Remarquemos: la complementariedad proviene de que son dos manifestaciones o expresiones de un mismo fenómeno, cuyo núcleo no es otro que el trabajo humano objetivado. Es decir, la venta existe en la medida en que se da la compra y viceversa. 

Este tipo de dualidad exige que sus polos se den bajo la forma de contraposición y complementariedad, a lo largo de su desarrollo. La tensión necesaria entre los dos polos, sin que se reduzca a alguna de ellos, es lo que garantiza su existencia y persistencia a través del tiempo. 

La unidad originaria sufre una doble metamorfosis: una primera transformación, que es el paso de M-M a M-D, y el hecho crucial de que este paso es por sí mismo contingente; nada garantiza que se dé; pero si no se realiza, el proceso fracasa. Una segunda transformación que va de M-M a D-M, que pone al dinero en primer plano, como motor de la economía. 

Una dualidad producto de metamorfosis o transformaciones que tiene que ser especificada para cada fenómeno de este tipo, bajo las preguntas: ¿qué serie de cambios llevaron al surgimiento de la dualidad?, ¿cuáles son las alteraciones que se producen en la sociedad debido a estos proceso? 

En este momento, es necesario introducir la perspectiva temporal, porque estos fenómenos no se dan de manera simultánea, sino en una sucesión. De aquí que, la dualidad adquirirá una temporalidad determinada, un modo de atravesar el tiempo y terminar por caracterizarlo, por ejemplo, como el tiempo de circulación: el incesante paso de M a D y de D a M.  

Dos características se presentan en cuanto al tiempo de la dialéctica dual: la aparición de ciclos que se forman en el ir y venir desde el un polo al otro, cambiando de sustancia en cada paso; la mercancía que se vuelve dinero; el dinero que se convierte en mercancía; el valor de uso vuelto valor; el valor regresando al valor de uso. Ciclos que pueden tener distinto tipo de extensiones, de corte y de largo duración, así como diferentes maneras de manifestarse. 

Y la posibilidad de la crisis de la dualidad, que se produce cuando alguno de los elementos de la dualidad tiende a desaparecer y traba al otro, porque es su complementario; en este caso, esa unidad de la que provienen se pone en primer plano y somete a los momentos, la mayoría de las veces destructivamente, para rehacerlos con otros contenidos; es decir, rehaciendo la esfera de la circulación con nuevas mercancías y dinero. 

Este fenómeno tomado en su conjunto, la dualidad entera en su procesualidad, es el gran productor de sujetos sociales: las personas emergen de la trama de las metamorfosis, que adquieren dimensiones personales definidas. Así, de pronto tenemos aquellas personas que denominamos vendedores y compradores; y, por lo tanto, las subjetivaciones correspondientes, como puede ser la adquisición de determinada ideología o el predominio del fetichismo de la ideología. Aquí, más que en cualquier otra parte, debería buscarse la hermenéutica del sujeto. 

A manera de síntesis, desde la perspectiva de la epistemología dialéctica, se puede establecer que los elementos fundamentales a tomarse en cuenta para el tratamiento de unidades que se parten en dos (o más partes), provocando la emergencia permanente de dualidades que no se resuelven en una tercer polo que las subsuma, son:

Cuadro 1. Dialéctica de la dualidad. 

Forma Análisis de las formas sociales, por sobre los contenidos materiales del tipo de que fueran. En este caso, en último término lo que se saca a la luz es la dialéctica del trabajo humano objetivado bajo el modo de producción capitalista.

Inmanencia Determinación del elemento inmanente que provee a la dualidad de su unidad subyacente; es decir, de una esencia que funciona como tal sin la necesidad de convertirla en una substancia.

Necesidad Se trata de una especificación del concepto de necesidad, porque no es una necesidad de tipo lógico, sino histórica; esto es, dada esta forma y estos atributos inmanentes, en estos contexto preciso, necesariamente se producen estos fenómenos. Dada la mercancía tal como se ha caracterizado, necesariamente el ciclo M-D-M se rompe en M-D y D-M, que están separados en el tiempo y el espacio.

Transformaciones Conjunto de metamorfosis que sufre la unidad y cada uno de los elementos de su partición, que caracterizan la esfera que como consecuencias se forma; en este caso, la esfera de la circulación de las mercancías. 


Oposiciones: contraposición y complementariedad Los elementos de la dualidad se contraponen, existen en la medida de sus diferencias; y son procesos distintos con sus propias características y dinámicas. Pero, se complementan, en el sentido de formar pares correlativos, en donde el uno implica la existencia del otro; además, el destino de cada uno depende directamente del destino del otro; su suerte está entrelazada como las partículas atómicas, sin importar cuán distantes se encuentren. 


Temporalidades y ciclos las transformaciones de la dualidad se dan en el tiempo, pero lo hacen de una manera concreta, a una velocidad determinada; además, ese tiempo se convierte en una temporalidad, como es la formación de ciclos.

Subjetivaciones La dialéctica de la dualidad es una potente máquina formadora de sujetos sociales, antes inexistentes y que pueblan los espacios sociales con su existencia. Su relación con las cosas, las mercancías, muestran esa doble dinámica: las cosas se ponen máscaras humanas; las personas no encuentran la manera de relacionarse directamente, sino mediados por las cosas.  




 

Bibliografía

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Hegel. (2011). La Ciencia de la Lógica (Vol. 2). (F. Duque, Trad.) Madrid: Abada Editores/ Uam Ediciones.

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Marx, K. (1971). Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política. México: Siglo XXI.

Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). (P. Scaron, Trad.) México: Siglo XXI.

Marx, K. (2011). Opere Complete. Il capitale. Napoli: La Cittá del Sole.

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Negri, A. (2001). Marx más allá de Marx. Madrid: Akal.

Strathern, M. (2004). Partial conections. Oxford: Altamira Press.