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viernes, 27 de junio de 2014

FORMA Y DIFERENCIA.



Si hemos dicho que la forma es todo aquello que introduce una distinción, ¿sería correcto establecer que esta distinción es diferencia? O, en otros términos, ¿cuál es la relación entre la teoría de la forma que aquí se propone y el diferencialismo posestructuralista?

A fin de responder estas preguntas me remito a las posiciones de Rodrigo Jokisch, quien interpreta la teoría de la forma de Spencer Brown, y sostiene que la forma introduce una distinción, y la reinterpreta desde la perspectiva del diferencialismo. (Jokisch, 2002) (Brown)

“…los conceptos centrales y dominantes de este escrito: la “diferencia” (distinción simétrica) y la “diferenciación” (distinción asimétrica).” (Jokisch, 2002, pág. 12)

Jokisch introduce una primer cambio que tendrá consecuencias significativas sobre el concepto de forma: la noción de diferencia se vuelve primordial por sobre la distinción; entonces es esta última la que desarrolla la diferencia, dejando de ser el punto de partida. 

La forma como diferencia nos lleva directamente a un enfoque posestructuralista, más allá de voluntad que se tenga de aislarle de estos conceptos. Y lo que es mucho más importante, queda atrapada en sus dilemas, que hacen su aparición casi inmediatamente en la reflexión de Jokisch. 

La relación entre unidad y diferencia se topa con un callejón sin salida, porque conduce a un regreso hacia el infinito: si la unidad es la unidad de la distinción entre unidad y desigualdad, entonces cada uno de estos elementos, tiene que remitir a otro proceso de distinción en donde hay una nueva unidad y una nueva distinción y así sin término. Si todo es diferencia, ¿cómo se produce la unidad? Y si todo es unidad, la diferencia se disuelve. El cuadro de Jokisch contiene este tipo de infinitud: 

Cuadro 1.
Unidad =
Unidad =
Unidad de la distinción de:
Unidad de la distinción de:
unidad y desigualdad
diferencia y diferenciación
(Jokisch, 2002, pág. 39)

Cuadro 2.
Unidad 2 =
Unidad 2=
Unidad de la distinción de:
Unidad de la distinción de:
unidad 3 y desigualdad 3
diferencia 3 y diferenciación 3



Al tratar de remediar esta situación, Jokisch introduce una distinción entre diferencia simétrica y diferencia asimétrica; esto es, entre aquello que ya está dado como forma y que por eso se distingue de otras formas –diferencia simétrica-, y la diferenciación –asimétrica- que lleva desde una forma a otra. Lyotard en El diferendo mostrará el camino sin salida de este tipo de razonamientos, porque estamos obligados a introducir en la diferencia simétrica los constantes procesos de diferenciación a los que está sometido, ya que nada permanece estático. A menos que se establezca que la diferencia simétrica es puramente fenoménica y la diferenciación es el sustrato que la sostiene. 

Así que la diferencia no puede provenir de la diferencia, del múltiple puro a la Badiou como el núcleo de todo lo existente, del devenir algo a la Deleuze que siempre es devenir otro; esto es, proceso de proliferación. La diferencia proviene de la in-diferencia, que sería mucho más correcto como: distinción e indistinción. 

Y esa in-distinción no es otra cosa sino ese nada primordial, agitada cuánticamente, de la que proviene el universo entero. De esa nada cuántica emergen las formas, como distinciones, en donde el tema de la unidad y la diferencia aún no se plantea. Hay un conjunto de formas que surgen de los mismos procesos de distinción y que, por lo tanto, son indistinguibles entre sí –como un electrón comparado con otro-; y hay otras formas que surgen de otro procesos de distinción y que adoptan otra forma. Por otra parte, solo manteniéndose en movimiento pueden conservar su distinción. Como he dicho, la diferencia es enteramente fenoménica mientras la diferenciación es la constante detrás de todos los procesos. 

Ciertamente que el mundo en que vivimos a diario nos encontramos con cosas relativamente estables, distintas unas de otras; a menos que escarbemos un poquito para que salgan a relucir los procesos de distinción. De tal manera que hace falta quedarse en este proceso de in-distinción/distinción como lo primordial y tomar a la diferencia como un subconjunto, bastante específico, de la distinción. 

Llamamos formas a los modos necesarios en que cualquier cosa llega a la existencia, a través del paso de la in-distinción a la distinción, de la nada cuántica al universo en su magnífica diversidad. Si bien es cierto que para cualquier efecto práctico nos enfrentamos a una forma ya dada que la transformamos, no es menos válido señalar que, de determinada manera para cada situación específica, in-diferenciamos –parcial y provisionalmente- la forma con la que trabajamos para convertirla en otra forma. 

En el transcurso de una forma a otra, sin importar en el sector del mundo en el que estemos trabajando –por ejemplo, arte o diseño-, no solo importan las operaciones resultantes de las disposiciones y de los dispositivos con los que estemos lidiando, que desembocarán en las nuevas formas, sino de qué manera se produce la in-distinción de la forma que sirve como punto de partida, porque implica que la reducimos a aquellos aspectos que queremos conservar, ignorando otros, sometiendo otros a una lógica distinta. 

Siempre cabe la pregunta: ¿qué formas entran en la in-distinción y de qué modos específicos lo hacen y qué formas resultan del trabajo sobre la in-distinción? Porque la forma es aquello que permite el paso de la in-distinción a la distinción y es, al mismo tiempo, el producto de dicho paso. 

Jokisch en esta deriva que le conduce a reducir la forma a diferencia, termina por espacializar la forma, de tal manera que esta no sería otra cosa que la expresión o resultado estructural de las distinciones básicas: “Comprendemos como forma el aspecto espacial-estructural de combinación de las distinciones básicas –diferencia asimétrica y diferencia simétrica. Forma, representa por lo tanto el “aspecto extemporal” de la combinación de dichas distinciones.” (Jokisch, 2002, pág. 51)

Si bien es cierto que usualmente adherimos el concepto de formas a las formas espaciales, este abarca un ámbito mucho más amplio, que va desde la forma de las que está poblado el universo –campos y partículas- hasta las formas ideales, virtuales, sociales, lingüísticas. Finalmente podemos decir que todo es forma, en cuanto todo es efecto del paso de la in-distinción a la distinción. 

Este transcurrir de la in-distinción a la distinción se lo hace, necesariamente, guiado por una Forma que produce formas. Se establece que la Forma –con mayúscula- es el principio generador y que las formas –con minúscula- son los resultados. 

Guiado por esa perspectiva espacial-estructural, Jokisch echa a la forma del plano temporal: la forma sería el aspecto extemporal del mundo, porque una vez que está dada, que está hecha, puesta allá fuera, escaparía de la dimensión temporal, se habría quedado fijada en el pasado. Quedaría para la distinción asimétrica el tiempo, en cuanto que atañe a lo que “está en vías de formarse”, de diferenciarse: 

“Por lo tanto, la forma siempre es –vista bajo el aspecto de la dimensión del tiempo- una forma “pasada” o “ya hecha”, de otra manera no podría ser forma. Si tratamos de observar el aspecto dinámico como un “suceso a formarse”, es decir algo que “está en vías de formarse, pero que todavía no se ha formado”, entonces podemos hablar de autorreferencia. La dinámica autorreferencial es una dinámica futurista ya que representa aquella dinámica operacional que “engendrará forma” y, por lo tanto, está ligada al futuro desde el punto de vista de la dimensión del tiempo.” (Jokisch, 2002, pág. 52)

Esta exterioridad de la distinción se vuelve tanto espacial como temporal; es un proceso que al darse, al producir una forma, desaparecería, transformándose en algo ilocalizable e incluso indecidible: “Las diferencias simétrica y asimétrica –o sea las distinciones básicas- no se pueden localizar en el espacio (¿dónde está una diferencia?), ni determinar temporalmente (¿cuándo tiene lugar?); ni tampoco son decidibles socialmente (se las debe presuponer para tomar decisiones)…” (Jokisch, 2002, pág. 56)

Por el contrario, aquí se sostiene, y me parece más cercano a las posiciones de Spencer Brown, que la Forma, como generador de distinciones y como producto de estas, producen el tiempo y la forma concreta que este adopta, en la naturaleza, en la sociedad, en la imaginación. El paso de la in-distinción a la distinción es la formación de un espacio-tiempo, de un mundo dado. O, si se prefiere, solo hay distinción en donde hay espacio y tiempo. En el momento en que estos desaparecen, estaríamos de regreso a la in-distinción. 

Jokisch con estos elementos coloca al mundo del lado de la indistinción, de la indiferencia, como algo que estuviera flotando en el vacío sin ser una concreción, sin estar determinado; y esto se debería a que en el mundo no hay información y por lo tanto, nada se puede conocer: 

“No hay información si no hay distinción. No obstante, si no hay información, tampoco hay nada que se pueda observar, sobre lo que se pueda hablar o escribir, ni siquiera la negación… las distinciones forman la materia primordial de la cual está compuesto nuestro mundo cognoscitivo.” (Jokisch, 2002, pág. 57)

Un mundo carente de información, en donde las cosas entran en este en el momento en que el trabajo de las distinciones comienza a obrar. Si bien estoy de acuerdo en la necesidad de la existencia de información para que pueda haber mundo, se ve difícil de aceptar este mundo carente de toda cualidad:

“Ahora bien, el “mundo” no representa ninguna distinción, el “mundo” no es ninguna información. El concepto de mundo aquí empleado, es el otro lado de toda distinción, es decir, el mundo es no-distinción, algo que puede tener lugar solamente sobre la base de una distinción adicional, con base en la distinción entre distinción y no-distinción. El concepto de mundo aquí empleado es una no-distinción. Si se quiere describir el estado, entonces se debe decir: el mundo es aquello que es; y al mismo tiempo no es aquello que no es. Las informaciones “entran” al mundo a través de las distinciones.” (Jokisch, 2002, pág. 60)

Por el contrario, habría de sostener que mundo es una Forma, en donde a través del juego de las distinciones se llena de formas, de modos de ser que siempre son específicos. El mundo es una Forma, un modo de darse y los hechos resultantes de ese darse, de ese ponerse en el mundo. Así es como sucede la Forma: “Ahora regresamos a la temática más estrecha de la forma de la forma y preguntamos ¿cómo sucede la forma?” (Jokisch, 2002, pág. 64)

Bibliografía

Brown, S. (s.f.). Laws of form.
Jokisch, R. (2002). Metodología de las distinciones. México: Juan Pablo/Unam.


domingo, 25 de mayo de 2014

LA FORMA COMO DISPOSICIÓN/DISPOSITIVO.

En la búsqueda de una clarificación del concepto de Forma se estableció que se podía definir como aquello que introduce una distinción y que inmediatamente, esta se indexaba. La Forma se convierte en una distinción indexada.

Por otra parte, rastreando el concepto de Forma en Guattari, al parecer no se encontraba una aproximación explícita que permitiera vincular las teorías de los flujos y los devenires que se aproximara a la noción introducida.

Sin embargo, una lectura más atenta probablemente logre mostrar que las cartografías desarrolladas por Guattari en realidad podían ser entendidas como análisis de la Forma, como aquellos procesos que explicitaban el paso de las distinciones a las indexaciones.

En un primer acercamiento se establece que la Forma es simultáneamente disposición y dispositivo. Para evitar cualquier privilegio de cualquiera de los dos términos debería decirse: disposición/dispositivo; o, en otros términos, las disposiciones conducen a dispositivos; y estos no son sino determinadas disposiciones.

Según Guattari, son precisamente esas disposiciones las que establecen los modos en que se darán las realidades específicas: “… Desde el ángulo de las encrucijadas de  Disposiciones que secretan, hasta un cierto punto, sus propias coordenadas de meta-modelización. Por cierto, una encrucijada puede imponer conexiones; pero no constituye una coerción fija…” (Guattari 39) Por eso, se puede llamar a esa meta-modelización la emergencia de un campo de formas; por ejemplo, la forma arte, la forma diseño, la forma dinero. Así desembocamos en los territorios existenciales y entre ellos, los modos de vida.

Agamben nos proporciona un concepto de dispositivo, más vinculado a los mecanismos de poder, que aquí se generaliza: “1) Es un conjunto heterogéneo, que incluye virtualmente cualquier cosa, lo lingüístico y lo no-lingüístico, al mismo título: discursos, instituciones, edificios, leyes, medidas de policía, proposiciones filosóficas, etc. El dispositivo en sí mismo es la red que se establece entre estos elementos. 2) El dispositivo siempre tiene una función estratégica concreta y siempre se inscribe en una relación de poder.” (Agamben)

Se tiene que resaltar el dispositivo como “conjunto heterogéneo” que constituye una red –un campo-, que establece tanto los elementos que le pertenecen como las reglas a las que están sometidos.

Es evidente que la metáfora de la máquina surja en estos contextos, tanto para referirse a las máquinas concretas como a las máquinas abstractas, insistiendo en que la Forma es una máquina –del tipo que sea- que “dispone las piezas” en una determinado arreglo y que establece los mecanismos de su funcionamiento y las reglas que la regulan: “2) un sentido tecnológico: “la manera en que se disponen las piezas de una máquina o de un mecanismo y, por extensión, el mecanismo mismo”. (Agamben) 

Agamben, Giorgio. ¿Qué es un dispositivo?
Guattari, Félix. Cartografías esquizoanalíticas. Buenos Aires: Manantial, 2000.


domingo, 8 de septiembre de 2013

CUATRO CATEGORÍAS DE LA FORMA

La forma es una noción que todos manejamos, su uso es de lo más frecuente en las circunstancias más diversas; se encuentra como elemento en un sinnúmero de teorías y se aplica a campos de lo más dispares.
Por esta misma razón, su conceptualización, su entendimiento pleno, se vuelve tan difícil. Es un fenómeno tan cercano y diario que nos envuelve y que nos deja poco espacio para tomar una adecuada distancia. Se podría decir que es como la luz que ilumina los objetos para que puedan ser vistos pero que no podemos mirarla directamente sin deslumbrarnos.
He dicho, en otro lugar, que es conveniente comenzar con una aproximación generalísima a la forma, que posibilite avanzar desde allí, sin cerrar caminos ni tomar decisiones apresuradas ni adherirse a algún paradigma que luego se demuestre limitado en la comprensión de un aspecto que abarca la realidad entera.
Entonces, digamos que forma es todo aquello que introduce una distinción. Ahora bien, se proponen las siguientes características de este proceso de generación de distinciones:
1.     1.  Doble historicidad de lo real.
Lo real es histórico, deviene siguiendo un determinado proceso y, además, las causas le son internas, inmanentes. No hay una exterioridad de lo real que se ubique por fuera de su historia. Dicha historicidad, sin embargo, se desdobla inmediatamente, en el mismo momento de su aparición.
Por una parte, tenemos la historia de las cosas, de los entes, de lo que existe. Por otra parte, nos encontramos con la historicidad de las formas con cuales las cosas devienen reales, que son reglas de conformación, que hacen que una cosa sea esta cosa y no otra, que nos permite distinguir una realidad de otra. En este sentido, la distinción depende directamente de la forma.
Esto posibilita que elementos dispersos de la realidad pertenezcan a una misma clase, conjunto, fenómeno. Por ejemplo, todos los electrones son iguales y están sometidos a las mismas leyes; los estados cumplen unas funciones similares y tienen características comunes; la gran variedad de seres vivos se clasifican en especies; los triángulos cumplen con los mismos axiomas.
2.     2.  El carácter ontológico de la forma.
La forma, en su generalidad como distinta de las formas concretas que existen en el mundo, está lejos de ser únicamente un artificio de la razón, en cualquier de sus modalidades: deductiva o inductiva. Podemos conocerla y aplicarla en cuanto es real: tiene un carácter ontológico.
Diríamos, entonces, que en el volcarse a la existencia las cosas lo hacen como tales –en su concreción, en su especificidad- y que esta emergencia tiene una co-ocurrencia, un correlato necesario que es la forma con la que aparecen.
Las cosas se vuelven cosas siguiendo unas reglas de conformación, adecuándose a una forma determinada o específica. Por eso, la forma no se reduce a las formas, sino que las sustenta, las fundamenta.
3.      3.  Formación y formas.
La existencia de una cosa como “esta cosa” ha sufrido un proceso de formación. La forma la regla de formación como el camino que sigue una cosa para formarse, para devenir real. La forma contiene a la formación.
O, si se prefiere, dada una forma podemos preguntarnos cómo llegó a ser. Como decía Whitehead, ser es llegar a ser (becoming). Lo que es una cosa es, tiene su equivalente en el proceso que le llevó a ser. La forma es, de esta manera, procesual. 
4.       4. .Transformación.
Siguiendo el rastro del último punto, hay que añadir que una vez dada una cosa, una vez concluido relativamente un proceso –por ejemplo, esta mesa que tengo frente a mí-, también se encuentra contenida en la forma los elementos, los principios, las reglas de su transformación.
Esto es, cabe constantemente la pregunta acerca de qué cambios sufrirá la realidad que tenemos delante de nosotros y la pregunta por los modos que seguirá en este proceso de transformación. La estabilidad de la cosas es provisional. Tarde o temprano se volverán otras. El universo entero terminará y quizás otro comience; o tal vez no.