La moda lleva a los extremos las
tendencias del diseño así como sus conflictos y contradicciones culturales, sociológicas,
de la mano de la estética. El giro estético del diseño se cumple plenamente en
la moda. Ya no se trata exclusivamente del mundo del fashion, sino que la misma
noción de moda se libera y se lanza a prácticamente todos los ámbitos de la
vida social y política.
“Sugiero… que la moda se refiere
a un sistema de innovación estilística, esto es, no solo a una particular
categoría de productos, (podemos, por ejemplo, hablar de moda en arquitectura,
diseño y hasta en el pensamiento académico. La otra manera de decirle es que la
moda es el cambio por el cambio: esto
define el movimiento constante en beneficio del cambio. La moda es la
obsolescencia construida en su interior no por razones de necesidad, (no porque
las cosas ya no se usen o sean reemplazadas por mejores cosas), sino
simplemente porque hay un deseo (no
de los individuos sino construido en el sistema) para que se mueve o cambie.
Esta característica de la moda (como si fuera un verbo) puede encontrarse en el
rango completo de actividades y formas culturales.” (Entwistle,
2009, pág. 8)
La moda se convierte en la
extensión lógica de una de las características centrales del sistema
capitalista: la dependencia de la velocidad de rotación de los bienes en el mercado, que acelera el
ciclo económico y que se vincula al nivel de ganancias que se pueden obtener.
Mientras más rápido se venden las mercancías, habrá más dinero que reingresa en
el sistema productivo o en el financiero.
El capital tiene un interés
primordial en fomentar la obsolescencia, para que los nuevos productos
reemplacen a los anteriores y entren en circulación en el mercado. Lo que
sucede con la moda es que toma la obsolescencia y la coloca en el centro de su
proceso, lo convierte en el eje en torno al cual gira su existencia entera,
tanto sus formas de producción como de distribución: diseño, pasarelas, modelos.
La moda solo tiene sentido dentro
de la lógica de lo efímero, de aquello que obligatoriamente dura un período
determinado: una estación y que al siguiente día de terminada esta, ha dejado
de estar a la moda, porque hay una nueva y, por lo tanto, sus precios, su
deseabilidad, cae en picada. Las rebajas y ofertas masivas tratan de vender lo
rápido posible estos remanentes para evitar pérdidas.
La rápida caducidad de la moda,
su existencia precaria en el tiempo, contagia al resto de los productos
sociales y de los fenómenos políticos: las noticias se mueren rápidamente por
más importantes que sean, los políticos caen en desgracia, los famosos brillan
apenas un instante.
De la mano de la obsolescencia
viene la estética. Hay un vínculo profundo entre estos dos aspectos que tiene
que sacarse a la luz, porque la estética posibilita la realización de la
obsolescencia: si se privilegia los aspectos estéticos sobre la función, sobre
el contenido de la prenda, sobre su usabilidad, la moda desprendida de este
anclaje férreo a la realidad, se libera y puede reemplazarse estacionalmente,
centrada fundamentalmente en las formas –colores, modelos, estilos, tendencias-
Veamos cómo se produce esta
fusión entre estética y moda, de qué manera la estética se convierte en un tipo
especial de mercancía, pero al fin de cuentas mercancía con todas sus
características y, además, de qué manera la estética se vuelca al exterior, se
transforma en elemento que determina el precio de la prenda y guía su proceso
de entrada en los mercados.
La estética de la moda coloca
sobre las prendas unos valores que son los que se vuelven deseables. Se crea
una nueva necesidad, la de estar a la moda, la de seguir su ritmo acelerado, la
de transitar de una estación a otra siguiendo las tendencias.
Esta lógica de la obsolescencia
que determina el tipo de mercado de la moda está lejos de ser perfecto. Más que
cualquier otro mercado, el de la moda está sujeto a estos elementos
imprevistos, en donde un estilo no es aceptado por los usuarios, una tendencia
falla, unas prendas no son tan deseadas como se esperaba y se quedan
acumuladas, incrementando el stock y provocando pérdidas.
Queremos decir que la estética al
ser depender tanto de convenciones, puede fracturarse con mucha facilidad,
provocando una crisis en ciertas áreas de una moda determinada:
“En otras palabras, los valores
de las mercancías a la moda siempre están disminuyendo pero no a causa de que
el producto se deteriore de una manera física (como la comida o las flores),
sino porque no están más a la moda
una vez que la estación ha terminado. Sin embargo, la temporalidad de la moda es una cosa muy ambigua; algunas
cosas mantienen su valor de moda más tiempo que otras, si las tendencias se
estabilizan más allá de un estación, como los jeans delgados que pueden ser
usados para varias estaciones…; otras cosas pierden su valor más rápidamente de
los esperado, como algunas tendencias en donde un color particular falla en ser
vendido en volumen.” 12
Se crean unos valores estéticos
que se introducen en las prendas, que se muestran como “ideales”, que se
convierten en aquello que debemos vestir y en signos de prestigio. (Bordieu)
“Sin embargo, la moda no es solo
acerca de cambiar de vestuario, es también acerca del cambio de ideales a ser diseñados y mostrados en
vestidos. En otras palabras, la moda es acerca de la estética, no simplemente
nuevos vestidos, sino vestidos que han sido promocionados y popularizados como atractivos, hermosos, con estilo o chic.
Por lo tanto, cuando se habla de vestidos a la moda, necesitamos tener en mente
no solo la producción de esas prendas, sino la producción de valores estéticos
en torno a tales prendas. Los vestidos son seleccionados por habilidad de verse bien en términos del gusto del
día.” (Entwistle, 2009, pág.
9)
La producción del vestuario ya no
se refiere a la prenda como tal, a su destino de usable para tal o cual
trabajo, ocasión, género. Se produce estética, así como se elabora objetos,
carteles; o, si se prefiere, se producen objetos en donde aquello que se valora
y se vende son sus componentes estéticos:
“En el modelaje y en la moda, la
apariencia y el estilo se vuelven primordiales como cualidades claves a ser
transadas y, más aún, estas están en constante flujo: modelos de moda y moda
van y vienen cada estación. En otras palabras, en el mercado estético, la
estético no es algo que se añade como una característica decorativa una vez que
un producto ya está hecho; la estética es
el producto y como tal, se coloca en el centro de la actividad de cálculo
económico en la práctica.” 10
Ahora bien, ¿cómo se produce la
estética?, ¿de qué manera entra en el producto para poder ser valorada y
vendida? Se desencadena una serie de acontecimientos sociológicos, de una
sociología de la estética, por medio de la cual un conjunto de actores con
roles relativamente bien definidos toman la tarea de definir aquello que se
considera el mejor estilo para una estación, los colores de moda, las
tendencias predominantes, las apropiaciones permitidas, lo que constituye
elegancia, gusto y, por lo tanto, lo que significa estar a la moda en un
momento dado.
“Blumer argumenta que la moda es
socialmente producida por relaciones institucionales, sociales y culturales
entre un número de actores claves en la industria; principalmente entre
diseñadores, compradores de moda y periodistas. Así, la moda llegan a nosotros como
el resultado de elecciones hechas por los diseñadores (que escogen qué prendas
deben mostrarse en sus colecciones) y por periodistas y compradores (quienes
seleccionan algunas prendas como el look
para una estación particular.” (Entwistle, 2009, pág. 9)
Esta sociología de la estética de
la moda, abarca los tres planos que definen la estética: desarrollan un tipo de
sensibilidad que se propone como aquella que todos debemos tener, un orden
imaginario que viene dado por la “idealidad” del estilo de la estación
correspondiente y el campo específico de la “belleza” que viene definido por
aquellos que estos actores claves establecen como “hermoso, buen gusto, chic,
fashion”:
“Bookers y compradores de moda y
otros que pertenecen al medio se mueven a través de las mismas redes y
desarrollan la misma sensibilidad estética y conocen lo que puede y lo que no,
ocurrir en la moda unos meses después.” (Entwistle, 2009, pág.
9)
La cualidad estética que es la
que se vende conduce a que el diseño de la moda se funda con la forma, porque
se produce esa “cualidad”, convertida ahora en mercancía: compro un estilo,
adquiero una sensibilidad que los otros me dicen que la que debo tener, me
apego a esos gustos públicos para poder estar a la moda. El díselo de la moda
se convierte en forma moda, ya no solo en la diversidad de formas que adquiere
unas prendas determinadas sino que se coloca como punto de partida que el
diseño de la moda es ante todo, forma, cualidad estética:
“Un mercado estético es aquel en
donde la cualidad estética –verse bien o con estilo- se ha mercantilizado; esto es, definido y
calculado en el mercado y vendida para producir una ganancia. Muchos productos
tienen estilo y esto es parte de lo que el producto vende. Sin embargo, estoy
interesada en el mercado en donde la cualidad estética es el núcleo de la
mercancía, antes que en donde la estética es importante en el proceso de vender
algo.” (Entwistle, 2009, pág. 10)
¿Cómo accedemos a esta estética?
Entwistle plantea que se desarrolla un tipo especial de conocimiento, que es el
que adquieren en primer lugar los operadores de este mercado de la moda y que
es un requisito para poder desenvolverse dentro de este: “Esto conduce
automáticamente a la consideración de qué formas de conocimiento se requiere
para entender y operar en el mercado.” (Entwistle, 2009, pág. 12)
Es un conocimiento sensorial,
algo que aprendemos con el cuerpo, que se mete dentro de este, que se vuelve
para de nuestra carne, de nuestra manera de sentir, de ser afectados y por
ende, de nuestra subjetividad: “Es parcialmente un conocimiento sensual, formado a través de encuentros
sensoriales con los objetos materiales en las experiencias en el mercado, y su corporalidad ya que este conocimiento se
muestra en el cuerpo.” (Entwistle, 2009, pág. 13)
Los actores estéticos que
inventan las tendencias estacionales han adquirido una mirada que les permite
saber qué es de buen gusto y qué no lo es, aunque no siempre se pueda
determinada con plena claridad cuáles son estos elementos. Hay un circularidad
y un aspecto fuertemente convencional que actúa en estos fenómenos: buen gusto
es lo que tienen los diseñadores de moda y son diseñadores de moda los que
tienen buen gusto. (Esta es una paráfrasis de la definición que hace Kuhn de
los paradigmas, con los cuales hay ciertamente un parentesco.)
“Estas metáforas encarnadas de ojo y gusto son apropiadas para describir el conocimiento en estos
mercados, que es en cierto modo acerca
del cuerpo. Se refieren implícitamente al sentido y a la sensibilidad
corporeizados necesariamente para calcular y operar en el mercado estético.” (Entwistle, 2009, pág.
13)
Aunque no vamos a tratar es tema,
el cuerpo, la corporeidad, la sensualidad, la sensibilidad, adquieren una nueva
dimensión que les viene de fuera. Diríamos que no se trata de la manera en que
la moda le va al cuerpo, sino del conjunto de transformaciones, alteraciones,
cambios, modificaciones de todo tipo –ejercicios, dietas, maquillajes- del
cuerpo para que quepa en la moda:
“El conocimiento no está
precisamente desencarnado, como una información dislocada, sino que siempre
está corporeizado y situado, y por este motivo, me refiero a la espacialidad del conocimiento tácito. Mi
argumento… es que el primer territorio
del espacio y del conocimiento es el mismo cuerpo…” (Entwistle, 2009, pág. 14)
Entwistle, J.
(2009). The aesthetics of economic fashion. Markets and values in clothing
and modelling. Oxford : Berg.
Lipovetsky, G.
(2000). El imperio de lo
efímero. Madrid: Anagrama.