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miércoles, 28 de agosto de 2013

EL MERCADO ESTÉTICO

La importancia de este segmento radica en que la estética de la moda no solo tiene que ver con su propio campo, sino que muchas de sus características terminan por trasladarse viralmente hacia los otros ámbitos del diseño. Además, la moda en cierta manera realiza plenamente la ilusión estética, al penetrar de lleno en el mercado, como aquello que se vende y no únicamente como aquello que contribuye a que un objeto se valorice.
La moda lleva a los extremos las tendencias del diseño así como sus conflictos y contradicciones culturales, sociológicas, de la mano de la estética. El giro estético del diseño se cumple plenamente en la moda. Ya no se trata exclusivamente del mundo del fashion, sino que la misma noción de moda se libera y se lanza a prácticamente todos los ámbitos de la vida social y política.
“Sugiero… que la moda se refiere a un sistema de innovación estilística, esto es, no solo a una particular categoría de productos, (podemos, por ejemplo, hablar de moda en arquitectura, diseño y hasta en el pensamiento académico. La otra manera de decirle es que la moda es el cambio por el cambio: esto define el movimiento constante en beneficio del cambio. La moda es la obsolescencia construida en su interior no por razones de necesidad, (no porque las cosas ya no se usen o sean reemplazadas por mejores cosas), sino simplemente porque hay un deseo (no de los individuos sino construido en el sistema) para que se mueve o cambie. Esta característica de la moda (como si fuera un verbo) puede encontrarse en el rango completo de actividades y formas culturales.” (Entwistle, 2009, pág. 8)
La moda se convierte en la extensión lógica de una de las características centrales del sistema capitalista: la dependencia de la velocidad de rotación  de los bienes en el mercado, que acelera el ciclo económico y que se vincula al nivel de ganancias que se pueden obtener. Mientras más rápido se venden las mercancías, habrá más dinero que reingresa en el sistema productivo o en el financiero.
El capital tiene un interés primordial en fomentar la obsolescencia, para que los nuevos productos reemplacen a los anteriores y entren en circulación en el mercado. Lo que sucede con la moda es que toma la obsolescencia y la coloca en el centro de su proceso, lo convierte en el eje en torno al cual gira su existencia entera, tanto sus formas de producción como de distribución: diseño,  pasarelas,  modelos.
La moda solo tiene sentido dentro de la lógica de lo efímero, de aquello que obligatoriamente dura un período determinado: una estación y que al siguiente día de terminada esta, ha dejado de estar a la moda, porque hay una nueva y, por lo tanto, sus precios, su deseabilidad, cae en picada. Las rebajas y ofertas masivas tratan de vender lo rápido posible estos remanentes para evitar pérdidas.
La rápida caducidad de la moda, su existencia precaria en el tiempo, contagia al resto de los productos sociales y de los fenómenos políticos: las noticias se mueren rápidamente por más importantes que sean, los políticos caen en desgracia, los famosos brillan apenas un instante.
De la mano de la obsolescencia viene la estética. Hay un vínculo profundo entre estos dos aspectos que tiene que sacarse a la luz, porque la estética posibilita la realización de la obsolescencia: si se privilegia los aspectos estéticos sobre la función, sobre el contenido de la prenda, sobre su usabilidad, la moda desprendida de este anclaje férreo a la realidad, se libera y puede reemplazarse estacionalmente, centrada fundamentalmente en las formas –colores, modelos, estilos, tendencias-
Veamos cómo se produce esta fusión entre estética y moda, de qué manera la estética se convierte en un tipo especial de mercancía, pero al fin de cuentas mercancía con todas sus características y, además, de qué manera la estética se vuelca al exterior, se transforma en elemento que determina el precio de la prenda y guía su proceso de entrada en los mercados.
La estética de la moda coloca sobre las prendas unos valores que son los que se vuelven deseables. Se crea una nueva necesidad, la de estar a la moda, la de seguir su ritmo acelerado, la de transitar de una estación a otra siguiendo las tendencias.
Esta lógica de la obsolescencia que determina el tipo de mercado de la moda está lejos de ser perfecto. Más que cualquier otro mercado, el de la moda está sujeto a estos elementos imprevistos, en donde un estilo no es aceptado por los usuarios, una tendencia falla, unas prendas no son tan deseadas como se esperaba y se quedan acumuladas, incrementando el stock y provocando pérdidas.
Queremos decir que la estética al ser depender tanto de convenciones, puede fracturarse con mucha facilidad, provocando una crisis en ciertas áreas de una moda determinada:
“En otras palabras, los valores de las mercancías a la moda siempre están disminuyendo pero no a causa de que el producto se deteriore de una manera física (como la comida o las flores), sino porque no están más a la moda una vez que la estación ha terminado. Sin embargo, la temporalidad  de la moda es una cosa muy ambigua; algunas cosas mantienen su valor de moda más tiempo que otras, si las tendencias se estabilizan más allá de un estación, como los jeans delgados que pueden ser usados para varias estaciones…; otras cosas pierden su valor más rápidamente de los esperado, como algunas tendencias en donde un color particular falla en ser vendido en volumen.” 12
Se crean unos valores estéticos que se introducen en las prendas, que se muestran como “ideales”, que se convierten en aquello que debemos vestir y en signos de prestigio. (Bordieu)
“Sin embargo, la moda no es solo acerca de cambiar de vestuario, es también acerca del cambio de ideales a ser diseñados y mostrados en vestidos. En otras palabras, la moda es acerca de la estética, no simplemente nuevos vestidos, sino vestidos que han sido promocionados y popularizados como atractivos, hermosos, con estilo o chic. Por lo tanto, cuando se habla de vestidos a la moda, necesitamos tener en mente no solo la producción de esas prendas, sino la producción de valores estéticos en torno a tales prendas. Los vestidos son seleccionados por habilidad de verse bien en términos del gusto del día.” (Entwistle, 2009, pág. 9)
La producción del vestuario ya no se refiere a la prenda como tal, a su destino de usable para tal o cual trabajo, ocasión, género. Se produce estética, así como se elabora objetos, carteles; o, si se prefiere, se producen objetos en donde aquello que se valora y se vende son sus componentes estéticos:
“En el modelaje y en la moda, la apariencia y el estilo se vuelven primordiales como cualidades claves a ser transadas y, más aún, estas están en constante flujo: modelos de moda y moda van y vienen cada estación. En otras palabras, en el mercado estético, la estético no es algo que se añade como una característica decorativa una vez que un producto ya está hecho; la estética es el producto y como tal, se coloca en el centro de la actividad de cálculo económico en la práctica.” 10
Ahora bien, ¿cómo se produce la estética?, ¿de qué manera entra en el producto para poder ser valorada y vendida? Se desencadena una serie de acontecimientos sociológicos, de una sociología de la estética, por medio de la cual un conjunto de actores con roles relativamente bien definidos toman la tarea de definir aquello que se considera el mejor estilo para una estación, los colores de moda, las tendencias predominantes, las apropiaciones permitidas, lo que constituye elegancia, gusto y, por lo tanto, lo que significa estar a la moda en un momento dado.
“Blumer argumenta que la moda es socialmente producida por relaciones institucionales, sociales y culturales entre un número de actores claves en la industria; principalmente entre diseñadores, compradores de moda y periodistas. Así, la moda llegan a nosotros como el resultado de elecciones hechas por los diseñadores (que escogen qué prendas deben mostrarse en sus colecciones) y por periodistas y compradores (quienes seleccionan algunas prendas como el look para una estación particular.” (Entwistle, 2009, pág. 9)
Esta sociología de la estética de la moda, abarca los tres planos que definen la estética: desarrollan un tipo de sensibilidad que se propone como aquella que todos debemos tener, un orden imaginario que viene dado por la “idealidad” del estilo de la estación correspondiente y el campo específico de la “belleza” que viene definido por aquellos que estos actores claves establecen como “hermoso, buen gusto, chic, fashion”:
“Bookers y compradores de moda y otros que pertenecen al medio se mueven a través de las mismas redes y desarrollan la misma sensibilidad estética y conocen lo que puede y lo que no, ocurrir en la moda unos meses después.” (Entwistle, 2009, pág. 9)
La cualidad estética que es la que se vende conduce a que el diseño de la moda se funda con la forma, porque se produce esa “cualidad”, convertida ahora en mercancía: compro un estilo, adquiero una sensibilidad que los otros me dicen que la que debo tener, me apego a esos gustos públicos para poder estar a la moda. El díselo de la moda se convierte en forma moda, ya no solo en la diversidad de formas que adquiere unas prendas determinadas sino que se coloca como punto de partida que el diseño de la moda es ante todo, forma, cualidad estética:
“Un mercado estético es aquel en donde la cualidad estética –verse bien o con estilo-  se ha mercantilizado; esto es, definido y calculado en el mercado y vendida para producir una ganancia. Muchos productos tienen estilo y esto es parte de lo que el producto vende. Sin embargo, estoy interesada en el mercado en donde la cualidad estética es el núcleo de la mercancía, antes que en donde la estética es importante en el proceso de vender algo.” (Entwistle, 2009, pág. 10)
¿Cómo accedemos a esta estética? Entwistle plantea que se desarrolla un tipo especial de conocimiento, que es el que adquieren en primer lugar los operadores de este mercado de la moda y que es un requisito para poder desenvolverse dentro de este: “Esto conduce automáticamente a la consideración de qué formas de conocimiento se requiere para entender y operar en el mercado.” (Entwistle, 2009, pág. 12)
Es un conocimiento sensorial, algo que aprendemos con el cuerpo, que se mete dentro de este, que se vuelve para de nuestra carne, de nuestra manera de sentir, de ser afectados y por ende, de nuestra subjetividad: “Es parcialmente un conocimiento sensual, formado a través de encuentros sensoriales con los objetos materiales en las experiencias en el mercado, y su corporalidad ya que este conocimiento se muestra en el cuerpo.” (Entwistle, 2009, pág. 13)
Los actores estéticos que inventan las tendencias estacionales han adquirido una mirada que les permite saber qué es de buen gusto y qué no lo es, aunque no siempre se pueda determinada con plena claridad cuáles son estos elementos. Hay un circularidad y un aspecto fuertemente convencional que actúa en estos fenómenos: buen gusto es lo que tienen los diseñadores de moda y son diseñadores de moda los que tienen buen gusto. (Esta es una paráfrasis de la definición que hace Kuhn de los paradigmas, con los cuales hay ciertamente un parentesco.)
“Estas metáforas encarnadas de ojo y gusto son apropiadas para describir el conocimiento en estos mercados, que es en cierto modo acerca del cuerpo. Se refieren implícitamente al sentido y a la sensibilidad corporeizados necesariamente para calcular y operar en el mercado estético.” (Entwistle, 2009, pág. 13)
Aunque no vamos a tratar es tema, el cuerpo, la corporeidad, la sensualidad, la sensibilidad, adquieren una nueva dimensión que les viene de fuera. Diríamos que no se trata de la manera en que la moda le va al cuerpo, sino del conjunto de transformaciones, alteraciones, cambios, modificaciones de todo tipo –ejercicios, dietas, maquillajes- del cuerpo para que quepa en la moda:
“El conocimiento no está precisamente desencarnado, como una información dislocada, sino que siempre está corporeizado y situado, y por este motivo, me refiero a la espacialidad del conocimiento tácito. Mi argumento… es que el primer territorio del espacio y del conocimiento es el mismo cuerpo…” (Entwistle, 2009, pág. 14)

Entwistle, J. (2009). The aesthetics of economic fashion. Markets and values in clothing and modelling. Oxford : Berg.
Lipovetsky, G. (2000). El imperio de lo efímero. Madrid: Anagrama.


sábado, 24 de agosto de 2013

EL GIRO ESTÉTICO DEL DISEÑO



Partimos de preguntarnos: ¿Qué es el diseño?  Esta es, de entrada, una pregunta harto problemática que, generalmente, es evadida, muchas veces por la vía de establecer un significado harto banal. No se trata, por lo tanto, de llegar a una especie de definición, sino de establecer las condiciones para su adecuada comprensión. Probablemente se requiera de un largo y minucioso recorrido que permita sacar a la luz la profundidad de su contenido, por el impacto que tiene en la sociedad actual.
Si bien estas reflexiones se colocan al inicio de libro, han sido elaboradas prácticamente al final de su escritura; solo así han ido apareciendo sus matices, deslices, su deriva histórica, las maraña de interrelaciones que lo conforma.
Por esta razón y porque se oculta detrás de la aparente inocuidad de una tecnología que se ocupa de la superficie de las cosas, conceptualizarlo es una de las tareas más arduas y que se deja rápidamente de lado. Queremos decir que encontramos muchas definiciones de lo que es el diseño como puerta de entrada a diversos textos; luego, se pasa rápidamente a las cuestiones técnicas que son las privilegiadas sobre cualquier otra consideración.
Hay un desbalance gigantesco entre todas las áreas que cubre el diseño, como práctica, profesión, producción y las reflexiones que, en cambio, apenas si existen y son, en la mayoría de casos, ignoradas por los sistemas académicos, por la lógica del mercado, por las experiencias que lo acompañan. Estas consideraciones teóricas deberían llevar a la comprensión de este extraño fenómeno.
En este lugar nos aproximaremos al diseño desde una perspectiva conceptual más bien amplia, que prefiera mostrar la dispersión, los equívocos, las dificultades de la reflexión sobre el diseño, antes que embarcarse con un solo paradigma, o que escoja un enfoque exclusivo. Una panorámica que sirva de puerta de entrada a todo lo que vendrá y que, paradójicamente, solo será adecuadamente entendido al final del texto.
Comencemos por los aspectos etimológicos. Diseño viene del italiano: designare; esto es, compuesto de de- y –signare; de en el sentido de aislar, separar y signare de signo. Por lo tanto, crear un campo separándolo de otro, con sus propias características y funcionamiento; y algo que tiene relación con el signo.
En esta cuestión del signo tenemos que introducir un matiz importante: hay aquí un doble plano que tiene que ver con crear un determinado signo y, como consecuencia, provocar la emergencia de nuevas significaciones. El diseño produce signos y significaciones, cuya relación siempre es parcial; ni los signos se agotan en las significaciones; ni estas se encuentran pegadas definitivamente a los signos que los originaron; de tal manera que unos y otros pueden vincularse con diferentes y significaciones, potencialmente.
Vayamos un poco más lejos e introduzcamos la temática de la signatura: no es un signo más, sino uno que marca la realidad, es radicalmente performático, altera la realidad en la que se introduce, en mayor o menor grado. El diseño es una signatura y es fácil ver cómo desde aquí evoluciona a la firma y a la marca.
Diseño también se emparenta con designio: proyecto teleológico que se nos impone de cualquier manera; por ejemplo, los llamados designios divinos. Todo diseño tiene el carácter de proyecto. Esto es harto conocido. Sin embargo, nosotros recuperamos ese gesto teológico del designio para expresar que el diseño es un designio tecnológico, que se nos impone un cierto determinismo técnico que le da forma a nuestras sociedades. (Flusser, 2002)
Sin embargo, entender a cabalidad el significado del diseño en nuestras sociedades exige que vayamos más allá de estas consideraciones etimológicas. Diremos que la lógica de la forma es lo que caracteriza al diseño. Veamos de qué manera.
Hallnäs establece, como punto de partida, el modo de comprensión hasta cierto punto estándar que se tiene acerca del diseño, a partir de la relación entre forma y expresión, como elementos indispensables:
“Forma y expresión son las nociones básicas en el diseño estético y en la educación en el diseño estético. Esto está de alguna manera profundamente enraizado en arquitectura, diseño de productos, diseño industrial, moda y así.” (Hallnäs)
El diseño no consistiría sino en tomar un material que está informe o que tiene una forma básica, y conferirla otra forma, con la cual se presenta en el mundo: “Una mirada común sobre el diseño es que sostiene que define y da forma al aparecimiento de las cosas materiales e inmateriales, o mejor, forma su expresión.” (Hallnäs)
Y de manera más específica:
“Cuando hablamos de dar formar a la apariencia actual de un producto, queremos decir todas las decisiones que definen este producto particular, su forma especial, su funcionamiento interno, su interfaz y así. Lo que llamamos forma a menudo se relaciona con la vieja distinción entre forma materia: forma, la manera en que las cosas materiales se construyen.” (Hallnäs)
El aparecer en el mundo, el mostrarse en la realidad de las cosas, atañe a todos sus aspectos, lo que incluye aquellos que están relacionados con su uso. Se diseña para un uso o usos específicos y por eso, la forma se convierte inmediatamente en la diversidad de las formas de las cosas que pueblan el mundo y que nos convierten en personas con cosas, que terminan por funcionar como interfaces.
La vida cotidiana en la que nos encontramos sumergidos hace su aparición en la plenitud de su concreción:
 “Cuando decimos que el diseño significa que forma la expresión de las cosas, simplemente significa que en el proceso de diseño decidimos la manera en que una cosa actualmente aparecerá en términos de color (la camisa azul), textura (la almohada suave), sonido (el motor silencioso), comportamiento (interfaz inteligente).” (Hallnäs)
Si bien esta relación entre forma y expresión puede ser evidente en el plano del diseño, sin embargo es insuficiente. Para aprehender a cabalidad la radicalidad del diseño que crea modos de vivir, que orienta la existencia hacia un lugar u otro, que es parte de las determinaciones tecnológicas del mundo en que vivimos, que contribuye de manera decisiva a la conformación de las subjetividades, es necesario ir mucho más lejos.
Siempre según Hallnäs, se trata de distinguir entre expresión y experiencia: la expresión es la base de la experiencia; o de otro modo, se experimenta aquello que se nos presenta. Sin embargo, parecería que la expresión se agota en la experiencia que tenemos de ella, que está hecha solo para ser presentada a nuestra mirada.
Además, el modo privilegiado de acceder a la expresión sería a través de la experiencia concreta de los usuarios de las cosas; si bien la expresión precede a la experiencia, esta sería la finalidad y el sentido de la expresión. La expresión tendría que indagar sobre los modos de experiencia a fin de diseñar. Muchas veces se le otorga este papel al mercado y de allí la importancia que se les da a los estudios de mercado como puntos de partida del diseño.
Con el fin de superar este punto de vista de sentido común que impide acceder a otros aspectos de lo más importantes del diseño, hay que suspender el juicio sobre la experiencia, dejarla momentáneamente aparte y permitir que emerjan aquellos aspectos de la expresión que no se reducen a la experiencia que tenemos de ellos: “Poner entre paréntesis la experiencia intenta enfocarse en la expresión, esto es la expresión es lo que despliega o muestra una cosa –y a la inversa la impresión es lo que vemos en la cosa.” (Hallnäs)
Una vez que hemos desprendido la expresión de la experiencia, vemos asomar detrás de esta a la forma en su nueva acepción:
“Forma es lo que define una cosa como tal, la manera en que el material construye la cosa. Expresión es lo que despliega una cosa como tal, lo que muestra la cosa. Por esto, las nociones de forma y expresión son nociones básicas para una fundación teorética de la práctica en diseño y en arte y por qué las teorías explícitas o implícitas del proceso de diseño descansan sobre la base de entender estas nociones.” (Hallnäs)
La forma es el fundamento de la expresión y, por lo tanto, se convierte en el fundamento de la experiencia. Así la forma no es solo darle una expresión particular a un determinado material, sino que le da forma a la experiencia: “En todo diseño, la estética tiene una naturaleza dual, abarca la expresividad de las cosas y sistemas que diseñamos y la expresividad de su uso. Diseñamos cosas, pero también, implícitamente, diseñamos actos de uso.” (Hallnäs)
Hemos llevado a la forma un nuevo nivel: posibilidad de toda experiencia y al mismo, creación de los parámetros de esa experiencia. Y es en este momento en donde se une diseño y estética:


                Forma -----------------------  expresión  ----------------------------- experiencia
                ---------------------------------------------------------------------------------------------
                                                               experiencia
La estética recubre todo el recorrido, que lleva desde la forma a las formas (expresión) y que orienta a la sensibilidad que hace su experiencia de las cosas y que con ellas construye un mundo y lo proyecta (imaginación), a más de proveerle de una base para el ejercicio del juicio del gusto (la aceptación o rechazo de la belleza.)
Por eso Hallnäs puede afirmar que: “Un curso básico de diseño interactivo, además de enseñar las leyes de la forma espacial y de la expresión visual, introduce la estética del acto de diseñar… Este involucra revisitar las nociones de forma y expresión para entenderlas desde una perspectiva algo diferente.” (Hallnäs)
Ahora puede comprenderse que el diseño se corresponda con la lógica de la forma; aquello que llamaremos de aquí en adelante: la forma diseño, que la distinguimos de la expresión: formas del diseño, modos específicos en los que las cosas adquieren una diversidad de formas. Insistamos en la distinción entre la forma diseño y las formas del diseño.
La forma es la lógica del diseño: aquello que establece las estructuras, los procesos, sus condiciones y restricciones, los modos de funcionamiento, los recorridos posibles, la amplitud de significados que tendrá el nuevo objeto, el delineamiento del campo de las experiencias:
“La noción general de forma concierne a la lógica que mantiene a las cosas unidas tal como ellas son en sí mismas. En el proceso de diseño, esto corresponde a la lógica inherente de las definiciones básicas del diseño, una lógica que también se refleja en la forma en que diseñamos. La forma es lo que determina el fundamento del trabajo del diseño. Es lo que refleja las elecciones básicas que proveen la fundamentación lógica tanto para los resultados como para el mismo proceso.” (Hallnäs)
Esta lógica de la forma –y por lo tanto, estética- es lo que llamamos diseño: “La lógica de diseñar la expresión es la estética básica como  fuerza conductora en el proceso del diseño.” (Hallnäs)
No es suficiente señalar que la diferencia entre arte y diseño está en la función; esto es, en la inutilidad del arte y la usabilidad de los objetos diseñados; sino que la lógica de la forma –estética- cumple un papel distinto, en su relación con la expresión y con la conformación de la experiencia extendida de los seres humanos en su cotidianidad, tal como lo vemos, por ejemplo, con los celulares o las computadoras:
“Esta es la diferencia básica entre la estética como filosofía del arte, como crítica y estudio empírico de la experiencia estética y la estética como fundamento del trabajo de diseño. En lo que sigue me referiré a esta última como diseño estético.” (Hallnäs)
Hallnäs avanza aún más y cree que a este fenómeno se le debe denominar diseño estético y que nosotros llamamos la forma diseño:
“Diseño estético, como lo entiendo aquí, concierne a la lógica del diseño de las expresiones… La relación entre forma y expresión introduce un axioma básico de la estética: la forma define la expresión. La manera en que lo material construye la cosa define lo que la cosa muestra. En el diseño, siempre hay una definición racional a la que nos referimos.” (Hallnäs)
La racionalidad del diseño, como acción orientada a fines, viene dada por la lógica del diseño, que nos permite discernir entre diferentes opciones, seleccionar algunas y ejecutarlas y todo con una relativa independencia inicial de la experiencia, que vendrá luego: “La lógica del diseño expresivo concierne a la razones por qué, detrás de un diseño introduce una racionalidad que se refiere a las decisiones detrás del diseño básico de cada uno. Dado eso, yo entiendo la lógica detrás del diseño de un determinado objeto.” (Hallnäs)
Una racionalidad que no solo tiene que ver con la toma de decisiones, adecuadamente sustentada en unos parámetros –que es lo que constituye el diseño y su enseñanza-, sino con el desarrollo e implementación de un sistema, en el sentido en el que se habla de sistema de la moda o sistema de los objetos:
“En el proceso de diseño, introducimos las definiciones de las nuevas cosas, de estos nuevos sistemas. En un sentido más general, la noción de forma se refiere fuertemente a la lógica de tales definiciones, esto es, a la manera en que el diseño define las nuevas cosas, el nuevo sistema. Queda claro que forma en este sentido no se refiere solo la forma geométrica de las cosas como cosas espaciales, esto es, no solo la apariencia visual y espacial de las cosas como objetos distantes. La forma, la forma concreta, la estructura general de algo forma la manera de hacer algo.” (Hallnäs)
Con todo esto, hemos entrado de lleno en el giro estético del diseño que, a nuestro entender, si bien se manifiesta de modo preponderante en la relación entre seres humanos y computadoras, se extiende a todos los campos del diseño:
“Nos referimos a este orientación de la investigación como el giro estético: una tendencia emergente en el diseño y en la literatura investigativa que reconoce la importancia de la estética y la necesidad de explorar de manera más creativa e innovativa la formas de la interacción humano-computador.” (Udsen y Jᴓrgensen, pág. 206)

Estos autores señalan la evolución del enfoque estético en las diferentes corrientes del diseño ciborg; esto es, como se ha dicho, de las relaciones que tenemos con estas máquinas:




1.Enfoque
    cultural
2.Enfoque
funcionalista
3.Enfoque
basado en la
experiencia
4.Enfoque tecno-
futurista
Tradiciones
académicas
Humanidades
Nuevos media
Tradicional
Interfaz
Humano-
computador
Diseño
interactivo
Filosofía
Tipo de
interfaces
Espacios no
Informacióna-
les
Espacios
Informaciona-
les
Objetos
Post-
óptimos
Entornos
Computacionales
ubicuos

Figura 1. Panorama de los cuatro enfoques estéticos

Modificado de: (Udsen y Jᴓrgensen, pág. 206)

Desde la nueva perspectiva, que nosotros extendemos al ámbito entero del diseño, se extraen las consecuencias de la separación entre expresión y experiencia; eso permite que el conjunto de productos del diseño no sean analizados solo desde la perspectiva de su utilidad o funcionamiento, sino de los procesos de producción de significados sociales y subjetivos:

“Johan Redström and Lars Hallnäs comparten la misma ambición cuando sugieren una radical transformación en la manera en que pensamos los objetos tecnológicos. En vez de verlos como herramientas para un uso específico, deberíamos pensarlos en términos de cómo darles una presencia significativa.” (Udsen y Jᴓrgensen, pág. 211)

El giro estético abre nuevas vías para la investigación, más allá de los aspectos específicos del diseño o de la lógica del mercado y permite la incorporación de las nuevas tecnologías y sus consecuencias: “La estética cubre una variedad de temas de investigación, que coloca una nueva agenda en el diseño interactivo e investigaciones que incluyen una renovada sensibilidad hacia categorías como interfaz, interacción y usuario.” (Udsen y Jᴓrgensen, pág. 212)

Solo así la amplitud y profundidad del fenómeno del diseño en nuestras sociedades adquiere su verdadera dimensión, porque escapa al reduccionismo tecnológico o puramente operatorio del diseño, como si solo se tratara de una especie de aprender a hacer con un cierto grado de creatividad y no, como es el caso, de la introducción en el mundo de una forma de vida:

“Lo que se necesita en el diseño no es la alabanza de la nueva tecnología, sino la orientación hacia  la producción crítica y creativa estético-técnica que une tanto la información moderna y la comunicación tecnológica con diseño, arte, cultura, sociedad y al mismo tiempo coloca la nuevas tecnologías mediadas en su contexto cotidiano de cambios en los estilos de vida.” Citado por Udsen y Jᴓrgersen. (Udsen y Jᴓrgensen, pág. 212)

La estética del diseño, el diseño estético, la forma diseño, se dan primero como fundamento de la experiencia estética que hacemos nosotros de los objetos diseñados: “El dominio de la estética digital está constituido en la interacción dinámica entre la interfaz estética y la experiencia estética del usuario.” (Udsen y Jᴓrgensen, pág. 213)


Flusser, V. (2002). Filosofía del diseño. Madrid: Síntesis.
Hallnäs, L. (s.f.). On the foundation of interaction design aesthetics: revisiting th notions of form and expression.
Udsen y Jᴓrgensen. (s.f.). The aesthetics turn: unravelling recent approaches to man-computer interaction.

lunes, 12 de agosto de 2013

LA IMAGEN COMO INTERFAZ

La llegada de la imagen a su fase transportabilidad plena se ha convertido en una de las principales interfaces entre el mundo y nosotros, especialmente con el arribo de artefactos como las tablets, los celulares inteligentes. La fusión de la imagen con objetos de pequeñas dimensiones, desancla a las imágenes de los grandes formatos –cine, televisión- y lo vuelve movible.
En cada momento del día, en cualquier situación, tenemos las imágenes a nuestra disposición. Con la Internet, la imagen se vuelve omnipresente: los ojos no dejan de mirar y los ojos de los otros no dejan de mirarnos, oscilando entre el desarrollo de nosotros y nuestras comunidades a través de nuevas potencialidades y subjetividades y, simultáneamente, en el extremo opuesto, la sociedad de la vigilancia está en todas partes. (Un mundo que Vigilar y castigar, de Foucault, ni siquiera imaginaba como posible. 1984 de Orwell es una premonición mucho más cercana.)
La imagen situada como mediador tecnológico –la imagen tecnológica- se coloca entre cada uno de nosotros y los otros. Se entiende, entonces, que en el lugar en donde mejor se presenta este fenómeno es en el mercado: las mercancías se venden por lo que son y por su imagen. Así que se tiene que añadir este nuevo elemento al fetichismo de la mercancía: el fetichismo de la imagen-mercancía, cuya expresión paradigmática es la marca.
La interfaz imagen transporta la información en los dos sentidos: nos permite aproximarnos a la realidad desde un particular punto de vista, porque la imagen es un recorte de la realidad y su desplazamiento tropológico, su desliz metonímico.
La imagen contiene una heurística: es ya desde el inicio una determinada interpretación de la realidad y además un instrumento para pensar la realidad. La imagen es una imagen-concepto, porque nos proporciona las categorías y los pensamientos visuales, con los que percibimos el mundo.
Pero, la interfaz imagen también lleva información desde el mundo hacia nosotros; este es su efecto más visible. De igual manera, aquí sigue en juego el orden de la repetición y el desplazamiento. Lo importante a resaltar en este segundo momento, es que cuando utilizamos la interfaz imagen construimos nuestra propia imaginación, elaboramos nuestras fantasías, levantamos el plano de lo imaginario:
“…un tema fundamental, que es que el psicoanálisis no hace una distinción estricta entre la fantasía como la facultad de producir imágenes y las imágenes que resultan de ella.” (Nusselder, 2013, pág. loc 668)
Como señala Nusselder: “La fantasía no está ni en el producto (objeto) ni en el acto de imaginar (sujeto). Es la conexión intrincada de sujeto y objeto del deseo. Es su interfaz, la superficie en donde sujeto y objeto se reúnen. Lacan expresa esto en su fórmula fantasía ◊ a, (que puede ser leída como: sujeto/ventana/objeto). La fantasía es como una ventana que conecta y separa interior y exterior.” (Nusselder, 2013, pág. 673)

La interfaz imagen está lejos de ser un cable tonto que solo traslada la información de un lugar a otro; tiene más bien el aspecto de un software que estructura los datos, presenta unos flujos, elabora unos recorridos que permiten y prohíben procesos. La interfaz imagen es un ritmo que vuelve típico a un proceso, que conduce a un resultado preciso. La imagen en su encuentro con el software se ha convertido en una máquina lógica, con la cual interpretamos y recorremos lo real, que nos lleva a habitar el mundo de una forma o de otra.
Queremos decir que hay que visualizar esta continuidad y contigüidad entre la imagen, lo imaginario, la imaginación y la fantasía, mediados por esta imagen-objeto que llevamos todo el tiempo en la mano, sobre nosotros, con nosotros, como son los celulares o las tablets.
Fenómenos como el Facebook son lugares en donde nos reflejamos ya no solo para nosotros mismos, como un espejo; sino como un espejo doble: en el uno me miro y en el otro, dejo que me miren. Aquel aspecto tan recurrente de que elaboramos una imagen para los otros, ahora se ha vuelto literalmente cierto.
Al narcisismo primario que nos constituye a todos hay que añadir este otro, que viene de la proliferación de nuestra imagen. O quizás sea más correcto decir que el narcisismo actual cambia el mito clásico: ya no se trata de Narciso mirando su imagen en al agua, sino del personaje que deja la imagen en el agua para que otros la miren, impidiendo que se borre, más aún se la lleva consigo para mostrarle al que pase y decirle “este es el efecto Narciso.”
Cualquier combate al narcisismo contemporáneo atraviesa por la batalla contra la imagen, que es lo que vendemos a los demás. La marca no sería otra cosa que el narcisismo de la mercancía. (Viveiros de Castro, 2009)Para una discusión más detallada del narcisismo actual se puede ver Eduardo Viveiros de Castro.
Hemos pasado de la época de la imagen del mundo a la época del mundo como imagen, por medio del efecto interfaz, como diría Galloway: “Una interfaz no es simplemente un objeto o punto limítrofe. Ellas son zonas de actividad. Una interfaz no es una cosa, sino más bien un proceso que tiene una efecto de alguna clase. Por este motivo, estoy hablando no tanto de unos particulares objetos interfaces (pantallas, teclados), sino del efecto interfaz.” (Galloway, Polity Press, pág. vii)
Bibliografía.
Galloway, A. (Polity Press). The interface effect. Cambridge: 2012.
Nusselder, A. (2013). The surface effect. London: Routledge.
Viveiros de Castro, E. (2009). Métaphysiques cannibales. Paris: PUF.