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domingo, 25 de marzo de 2012

EL ARTE COMO CONTINUIDAD DE LA POLÍTICA POR OTROS MEDIOS

Una ruptura esencial al capitalismo y a su sociedad es la que se da entre la razón pura y la razón práctica: de una parte, la necesidad de producir enunciados verdaderos, comprobables respecto de la realidad para apropiarse de esta y transformarla; de otra parte, el carácter ético de los enunciados cuya correspondencia con lo que efectivamente sucede se reduce a un deber ser.
La representación sirve tanto para dar cuenta del primer como del segundo plano: representación rigurosa de las cosas en la mente a través de la ciencia; sistema político "ideal" basado en la delegación de la voluntad general, en la elección de unos representantes.
Es este doble plano lo que entra en crisis en la posmodernidad: la tecnología supedita a la ciencia llevando a su término a la razón instrumental; la democracia burguesa –tal como la vemos ahora- no da más, porque ha incumplido con las promesas contenidas en su imaginario.
El privilegio de la performatividad proviene de esta crisis y se relaciona inicialmente con el discurso científico. (Lyotard, La Condición posmoderna). Por su parte, cada vez más los discurso políticos se distancian de las realidades sociales que pretenden representar; cada vez más la política es el reino del espectáculo y no de la veracidad de sus aseveraciones.
Es esta misma performatividad la que penetra en el arte posmoderno. Las figuraciones dejan de ser el vehículo de búsqueda del encuentro con lo real. Las vanguardias por su parte se devoran a sí mismas al sucederse unas a otras, por la imposibilidad de una idealidad que reemplace a la figuración, cuando esta no tiene reemplazo posible.
De este modo el arte posmoderno privilegia con fuerza la performatividad. Incluso en su actual vertiente canónica, este es uno de los aspectos que le conforma. La performatividad es la esencia del canon posmoderno.
Sin embargo, el momento de mayor éxito de la posmodernidad es igualmente el de su agotamiento, de su crisis: ausencia de criterios para el juicio estético allí en donde todo vale, estética de la banalidad confundida con la experiencia sin límite de la subjetividad, penetración sin resistencia en los mecanismos del mercado.
La performatividad nacida para resolver los problemas irresolubles de la representación –especialmente bajo la forma de figuración-, cree haber resuelto los problemas del arte en la conjunción entre la enunciación artística y la obra de arte, cuando el enunciado tiende a la asignificación y en la realidad concreta no siempre se ha producido una obra de arte.
La unión del concepto con la obra, a través de la mediación de la subjetividad del artista elevado nuevamente a demiurgo, en una continuidad sin ruptura, lleva a la desarticulación del concepto y a la banalidad de la obra de arte.
El arte como continuación de la política por otros medios deja irresuelta la escisión inherente a los seres humanos, entre lenguaje y acción, que han dejado de corresponderse.(Agamben, El Scaramento del lenguaje)
El arte posmoderno performativo finalmente no alcanza ni a decir ni a hacer. Oscila permanentemente entre el exceso de decir que no logra traspasarse al hacer; y un hacer que ha perdido el rastro de lo que se quería decir a través suyo. Ocasionalmente se rompe con el secuestro performativo que es lo único que permite que finalmente haya arte; esto es, que una cierta sensibilidad se ponga en obra con unos determinados significados abiertos a la interpretación.
Como pasa en muchos otros ámbitos, nadie se atreve a decir que el rey va desnudo. O, lo que es peor, se critica a la posmodernidad desde la imposible nostalgia de la modernidad.

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