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domingo, 22 de abril de 2012

EL MURO.Del facebook al housebook.


Si uno quisiera definir el estado de la especie humana, desde los negocios hasta la cultura, pasando por los diversos momentos de trabajo o personales, podría decirse que consiste en hacer clic.
Como cyborgs que somos, este leve gesto de la mano, en su instrumentalidad más sutil, nos une con nuestra prótesis, que ha llegado a ser lo más natural que tenemos. Así navegamos del espacio real al virtual y en ese viaje nos llevamos a nosotros mismos.
Nos hemos traslado –en gran medida- a vivir en la burbuja virtual, en la caverna platónica, en una casa de cristal que todos puedan ver. La vida privada se ha vuelto pública. Nuestro "housebook" ahora es siempre un facebook. Hemos dado el paso insensiblemente, sin nostalgia, sin melancolía. Un leve desliz por una pendiente inesperada que nos devuelve desde el extremo individualismo burgués, que era la meta, a una comunidad virtual.
¿Qué son ahora nuestras subjetividades? Habría que llevar más lejos la afirmación lacaniana de que no somos otra cosa que voces que hablan en nuestro interior y afirmar que no somos otra cosa que las voces que hablan en nuestro facebook. Allí estamos volcados. Ese es el espacio en donde nuestra subjetividad se narra y al hacerlo, existe.
¿Cómo es posible que no estés en el facebook? ¿En qué red social participas? ¿Por qué no te conectas? O la invitación frecuente: Déjate ver en el facebook. Y la frase: te vi, te espié en el facebook, en esta voyeurismo infinito que hemos creado.
Y al mismo tiempo, el tiempo devorador de todo hace su aparición. Persistimos en la red social, únicamente a fuerza de estar volcados constantemente en ella… para subir algo, para comentar, para criticar, para mirar. Si nos descuidamos por un instante, desaparecemos.
Somos precisamente efímeros, la exacta definición de efímero: existimos alrededor de lo que pasa en el día. Este es nuestro ser ahí, ahí en la red social.
Desde estas consideraciones, tomaremos una casa a punto de ser habitada –aún vacía-, en donde ya se siente la presencia de sus habitantes, en donde ya oímos cómo sus palabras rebotan contra las paredes.
Y queremos transformar sus muros en el muro del facebook. Tomaremos nuestra vida privada, aquella que llevamos a la red social, y las trasladaremos a las paredes de esta casa. Allí colocaremos lo innumerable: los mensajes incontables, las fotos que suceden unas a otras, las discusiones, las llamadas, aquellos que borramos del facebook –y de nuestras vidas-
Queremos percibir la magnitud del mundo virtual colocado en el mundo real. ¡Bienvenidos al desierto de lo real ocupado por su imagen repetida incesantemente!

 

 

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