Un aspecto
recurrente en la nueva dialéctica es la reflexión sobre las relaciones entre
Hegel y Marx; partiendo del acuerdo básico de una revalorización del primero,
se trata de mostrar de qué forma y en qué medida Marx lo utiliza para pensar el
capital.
Como una
introducción a este tema específico tomaré a Christopher Arthur, De la crítica de Hegel a la crítica del Capital,
incluido en: Robles Báez, Mario, (comp.), Dialéctica
y capital: elementos para reconstrucción de la crítica de la economía política,
México, UAM/CSH, 2005.
La tesis
central de Arthur es la siguiente:
“…el punto
de vista de Hegel hay que verlo como una absolutización filosófica del punto de
vista del capital, por un lado, y en virtud de la naturaleza del capital, por
el otro, ya que la forma de capital hay que entenderla como homóloga de la
´Idea´ de Hegel.”(229)
Se
introduce aquí un aspecto central que tiene que ver con aquello que podría
llamar la dialéctica de la forma, planteada en este momento como homóloga de Hegel,
aunque prefiero el otro enfoque que asoma a momentos; esto es, tratarla como análoga.
La novedad
central respecto de las viejas concepciones que giraban en torno a la confrontación
entre materialismo e idealismo, en donde lo que Marx habría hecho es poner de
pie la dialéctica, radica en que se toma a Hegel como teórico del capitalismo,
ciertamente de una forma metafísica y distorsionada.
De tal
manera que la dialéctica de la Idea de Hegel se corresponde simétricamente con
la dialéctica del capital, que se objetiva como la idea produciendo toda la
realidad –en Hegel- y la emergencia del conjunto de fenómenos de la producción,
circulación, etc. Tanto en Hegel como en Marx habría una dimensión estrictamente
ontológica, porque la idea es tan real como lo es la abstracción que da lugar a
la forma valor:
“Sostengo
que el punto clave acerca de la época burguesa es que la abstracción real está
presente en el intercambio de mercancías y que sobre esta base se desarrolla
una forma, a saber, el capital que (al igual que la Idea de Hegel) está
inmanentemente en los fenómenos y tiene efectividad en su objetivación en
ellos. Con este tenemos una lógica de la inversión y cosificación.”(233)
La conclusión
se desprende de manera inevitable porque el despliegue del espíritu absoluto
que se vuelve espíritu objetivo, se corresponde con la lógica del capital que
se reproduce una y otra vez de forma ampliada, describiendo una espiral sin límite:
“Ciertamente,
la caracterización que hace Marx de la idea hegeliana… es precisamente la
manera como quiero caracterizar el capital: el resultado del automovimiento de
la forma producida a partir de la actividad del intercambio, a saber, la
forma-valor, que a partir de sí misma se cristaliza a sí misma, se profundiza a sí
misma y se despliega a sí misma.”(232)
Las
abstracciones reales, que se dan efectivamente, separan el valor de uso del
valor de cambio, someten el valor de uso a la valorización del valor, dejan de
lado las características específicas de las mercancías:
“Lo que
sucede en el valor de cambio es una abstracción de dicha especificidad, y la
negación de esta diferencia del valor de uso.”(234)
A esto
Arthur le llama una “abstracción material”, aunque habría que ser más preciso y
denominarse: abstracción real, tal como lo hace en otros pasajes del texto.(234)
Es en este momento en donde el valor de cambio toma el mando y somete al valor
de uso, que queda supeditado a otra lógica que no es la suya, por eso los
valores de uso “devienen sujetos de la forma-valor.”(234)
Christopher
Arthur se centra, entonces, en lo que he llamado la dialéctica de la forma: “Hay
que conceder prioridad teórica al ´análisis de la forma´… “(235) Ahora es la
forma quién determina el proceso, porque se convierte en el principio activo de
la realidad. Las leyes y reglas de comportamiento de la economía política se
someten a la “determinación-por-formas”, en donde hay que insistir que existen
efectivamente y solo por eso pueden ser representadas en el conocimiento:
“La dialéctica del intercambio establece un
sistema determinado por formas
(form-determined) en el que las formas, en efecto, ´actúan por sí mismas, no
solo en el sentido de estar categorialmente concatenadas por nuestro proceso de
pensamiento…. De aquí que, a partir de un desarrollo sistemático, sea posible
demostrar la lógica de tal determinación-por-formas (form-determination).”(237)
Esta dialéctica
de la forma se despliega en formas en un juego permanente de identidades y
diferencias, marcadas por el predominio de la reducción a valor de cambio de
los valores de uso, o si se prefiere, por la constante eliminación de las diferencias,
porque solo de este modo –a través del equivalente general- las mercancías son
intercambiada unas por otras.
“La
forma-valor constituye en consecuencia una forma
de unidad social; en ella la mercancía queda determinada como valor, un
valor como tal, no como algo simplemente valioso para ti o para mí. La
forma-valor de la mercancía descansa en un desdoblamiento entre valor, en tanto
que identidad de las mercancías,
establecido sobre la premisa de un universal abstracto puesto mediante el
intercambio de equivalentes, y su particularidad duradera, diferenciándolas unas de otras en tanto valores de uso; además,
este desdoblamiento es una relación donde la forma, el abstracto universal,
domina la materia, los distintos valores de uso.”(235)
Llegamos a
una “esencia” común de todas las mercancías, que es su valor de cambio en donde
sus características particulares se vuelven indiferentes:
“Sin
embargo, si ha de ponerse una ´medida´ genuina, esta debe existir en una forma ´absolutamente indiferente´ a la manera
en que es medida, a todos los valores de cambio específicos. Debe ser
intercambiable per se. Eso significa
que existe una ´esencia´ común subyacente a la relación entre mercancías, un
valor en sí distinto a cualquier relación particular que pudiera establecerse
entre una mercancía y otras.”(239)
La inversión
se ha completado y esa esencia se ha convertido en fundamento, que es
ciertamente un enfoque plenamente hegeliano –uno de los capítulos de la Ciencia
de la Lógica se denomina precisamente: la esencia como fundamento-:
“Si las
mercancías ´diferentes´ son ´idénticas´ en tanto que valores de
cambio, esto requiere de un ´fundamento´
para darle significado.”(240)
Solo falta
finalmente que esa esencia como fundamento se vuelva real a través de adoptar
su forma primordial como dinero, que se convierte en un mediador indispensable,
completamente necesario, que surge de las entrañas mismas de la forma capital y
sin el cual esta no existiría:
“Cubre tres dominios sucesivos análogos con
aquellos de la lógica de Hegel…:
-
Intercambio de mercancías en su
inmediatez –el valor implícito de las mercancías,
-
la mediación del intercambio en dinero –la reflexión y la manifestación del
valor;
-
intercambio en su unidad consigo mismo
(la metamorfosis de la circulación) –el valor en y para sí como capital.”(238)