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sábado, 15 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9.3. ZIZEK: LA DIALÉCTICA NEGATIVA.


Fredric Jameson dice que este largo siglo XXI será el de la dialéctica negativa de Adorno. Y esto se cumple fielmente en la nueva dialéctica: si quisiéramos tanto encontrar el eje de sus propuestas así como de sus diferencias, estas radicarían en la manera cómo tratan a lo negativo. Este es el campo en donde las diferencias con la dialéctica anterior –tanto aquella dogmática como los otros aportes críticos- hacen manifiestas, porque cambia la definición que se hace de lo negativo y la función que cumple.
No es de extrañar que también en Zizek la dialéctica lo negativo ocupe un lugar central, que le lleva a proponer un concepto harto distinto de los anteriores, a partir de una reinterpretación de Hegel y de lo que retoma de Lacan.
Si se coloca en el núcleo del sistema dialéctico a la negación, estamos obligados a duplicarla, porque no puede haber simplemente la negación como punto de partida. Toda negación es negación de… Retomando a Henrich en Less than nothing:
“De acuerdo con esto, la negación autónoma solo puede ser negación de la negación. Esto significa que la negación es originalmente auto-referencial: para tener solo la negación, tenemos que tener la negación dos veces.” (302)
Desde el sentido común haría falta alguna positividad que pudiera ser negada. De hecho, Hegel “inicia con una aparente positividad que, en una inspección más cercana, inmediatamente revela en ella misma su propia negación.” (303)
No se trata, todavía, de una negación externa a algún hecho, como el surgimiento de lo opuesto: burguesía-proletariado; se trata, en el ejemplo, de que “la positividad capitalista” implica, en su interior, su propia negación; más aún, esta negación interna es la única que la posibilita ser ella misma, desarrollarse y expresarse plenamente. Este sería el caso de la función de las crisis en el capitalismo.
Los procesos de mediación que llevan a su superación son posteriores, en caso de que existan. Aquí positivo y negativo co-existen dentro del mismo objeto, o del mismo fenómeno como parte de su “esencia”.
“El error de los críticos es que se les escapa este punto: lejos de ser una anormalidad amenazante al movimiento dialéctico normal, esto –el rechazo de un momento a ser atrapado en un movimiento, su adherencia a su identidad particular- es precisamente lo que sucede como regla. Un momento gira hacia su opuesto precisamente por medio de su adhesión a lo que es, rechazando reconocer su verdad en su opuesto.” (304)
Un ejemplo paradigmático de esta dialéctica negativa se encuentra en la relación entre crimen y ley. El crimen pertenece a la esfera de la moral como su momento negativo; reconoce ese orden y lo niega de modo específico. Como tal no escapa a la lógica de la moral ni pretende superarlo por otro orden; simplemente lo altera para aprovecharse de él.
La doble negación de la que habla Zizek, consiste en que “la moralidad misma es esencialmente criminal”, en su constitución, porque se levanta sobre el reconocimiento de la desigualdad, la opresión de mujeres, la lógica de la ganancia, la disparidad entre clases sociales,  etc. La moral es la moral burguesa, que se aplica ante todo al pueblo. La ley es básicamente injusta, propone una igualdad abstracta para los desiguales que habitan la sociedad.
Ciertamente que el robo se opone a la propiedad, pero no para proponer otro orden; esto es, sin salirse de su esfera. La doble negación afirma que la propiedad misma es un robo, que únicamente se conforma expropiando a otros. Así Zizek llega  a una conclusión que invierte lo que normalmente pensamos: “… la oposición de crimen y ley es inherente al crimen, la ley es una subespecie del crimen…” (308)
O para el caso del capitalismo: “… es la misma libertad capitalista que, como libertad de comprar y vender en el mercado, es la verdadera forma de la no-libertad para aquellos que no tienen sino su fuerza de trabajo para vender…” (309)
La existencia de estos planos de lo negativo: la doble negación inherente a un fenómeno y la negación que proviene de su opuesto externo, redefine radicalmente la relación entre los pares contradictorios.
Aquí lo nuevo es “la radical asimetría entre los polos opuestos.”(312) Los nazis y los judíos no son opuestos que puedan resolver mediante un tercer polo externo; son radicalmente incompatibles, en donde no cabe mediación posible.
Por eso para Hegel, según Zizek,”la meta no es (re)establecer la simetría y el balance de dos principios opuestos, sino reconocer en un polo el síntoma de la falla del otro (y no viceversa): el fundamentalismo es un síntoma del liberalismo…” (313)
Las consecuencias políticas en este caso nos llevan en otra dirección de la que estamos solemos pensar, como si tuviéramos que elegir entre el liberalismo occidental y el fundamentalismo islámico: “… el modo de superar la tensión entre el individualismo secular y el fundamentalismo religioso no es encontrar un balance adecuado entre los dos, sino abolir y superar la fuente del problema, el antagonismo que está en el corazón del proyecto individualista capitalista.” (313)
Son estas consideraciones las que le dan el nombre al libro de Zizek: “…lo que está perdido aquí es propiamente la paradoja dialéctica de una Nada que es prioritaria sobre Algo y, más aún, de un extraño Algo que es menos que nada.” (314)

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