Fredric Jameson dice que este
largo siglo XXI será el de la dialéctica negativa de Adorno. Y esto se cumple
fielmente en la nueva dialéctica: si quisiéramos tanto encontrar el eje de sus
propuestas así como de sus diferencias, estas radicarían en la manera cómo
tratan a lo negativo. Este es el campo en donde las diferencias con la
dialéctica anterior –tanto aquella dogmática como los otros aportes críticos- hacen
manifiestas, porque cambia la definición que se hace de lo negativo y la
función que cumple.
No es de extrañar que también en
Zizek la dialéctica lo negativo ocupe un lugar central, que le lleva a proponer
un concepto harto distinto de los anteriores, a partir de una reinterpretación de
Hegel y de lo que retoma de Lacan.
Si se coloca en el núcleo del
sistema dialéctico a la negación, estamos obligados a duplicarla, porque no
puede haber simplemente la negación como punto de partida. Toda negación es negación
de… Retomando a Henrich en Less than nothing:
“De acuerdo con esto, la negación autónoma solo puede ser negación de la negación. Esto significa
que la negación es originalmente auto-referencial: para tener solo la negación,
tenemos que tener la negación dos veces.” (302)
Desde el sentido común haría
falta alguna positividad que pudiera ser negada. De hecho, Hegel “inicia con
una aparente positividad que, en una inspección más cercana, inmediatamente
revela en ella misma su propia negación.” (303)
No se trata, todavía, de una negación
externa a algún hecho, como el surgimiento de lo opuesto:
burguesía-proletariado; se trata, en el ejemplo, de que “la positividad
capitalista” implica, en su interior, su propia negación; más aún, esta negación
interna es la única que la posibilita ser ella misma, desarrollarse y
expresarse plenamente. Este sería el caso de la función de las crisis en el
capitalismo.
Los procesos de mediación que
llevan a su superación son posteriores, en caso de que existan. Aquí positivo y
negativo co-existen dentro del mismo objeto, o del mismo fenómeno como parte de
su “esencia”.
“El error de los críticos es que
se les escapa este punto: lejos de ser una anormalidad amenazante al movimiento
dialéctico normal, esto –el rechazo
de un momento a ser atrapado en un movimiento, su adherencia a su identidad
particular- es precisamente lo que sucede como regla. Un momento gira hacia su
opuesto precisamente por medio de su adhesión a lo que es, rechazando reconocer
su verdad en su opuesto.” (304)
Un ejemplo paradigmático de esta
dialéctica negativa se encuentra en la relación entre crimen y ley. El crimen
pertenece a la esfera de la moral como su momento negativo; reconoce ese orden
y lo niega de modo específico. Como tal no escapa a la lógica de la moral ni
pretende superarlo por otro orden; simplemente lo altera para aprovecharse de
él.
La doble negación de la que habla
Zizek, consiste en que “la moralidad misma es esencialmente criminal”, en su constitución,
porque se levanta sobre el reconocimiento de la desigualdad, la opresión de
mujeres, la lógica de la ganancia, la disparidad entre clases sociales, etc. La moral es la moral burguesa, que se
aplica ante todo al pueblo. La ley es básicamente injusta, propone una igualdad
abstracta para los desiguales que habitan la sociedad.
Ciertamente que el robo se opone
a la propiedad, pero no para proponer otro orden; esto es, sin salirse de su
esfera. La doble negación afirma que la propiedad misma es un robo, que
únicamente se conforma expropiando a otros. Así Zizek llega a una conclusión que invierte lo que
normalmente pensamos: “… la oposición de crimen y ley es inherente al crimen,
la ley es una subespecie del crimen…” (308)
O para el caso del capitalismo: “…
es la misma libertad capitalista que, como libertad de comprar y vender en el
mercado, es la verdadera forma de la no-libertad para aquellos que no tienen
sino su fuerza de trabajo para vender…” (309)
La existencia de estos planos de
lo negativo: la doble negación inherente a un fenómeno y la negación que
proviene de su opuesto externo, redefine radicalmente la relación entre los
pares contradictorios.
Aquí lo nuevo es “la radical
asimetría entre los polos opuestos.”(312) Los nazis y los judíos no son
opuestos que puedan resolver mediante un tercer polo externo; son radicalmente
incompatibles, en donde no cabe mediación posible.
Por eso para Hegel, según Zizek,”la
meta no es (re)establecer la simetría y el balance de dos principios opuestos,
sino reconocer en un polo el síntoma de la falla del otro (y no viceversa): el
fundamentalismo es un síntoma del liberalismo…” (313)
Las consecuencias políticas en
este caso nos llevan en otra dirección de la que estamos solemos pensar, como
si tuviéramos que elegir entre el liberalismo occidental y el fundamentalismo
islámico: “… el modo de superar la tensión entre el individualismo secular y el
fundamentalismo religioso no es encontrar un balance adecuado entre los dos,
sino abolir y superar la fuente del problema, el antagonismo que está en el
corazón del proyecto individualista capitalista.” (313)
Son estas consideraciones las que
le dan el nombre al libro de Zizek: “…lo que está perdido aquí es propiamente
la paradoja dialéctica de una Nada que es prioritaria sobre Algo y, más aún, de
un extraño Algo que es menos que
nada.” (314)