En una época en donde el tema de
la conciencia de clase casi ha desaparecido se torna indispensable volver a
esta reflexión, especialmente porque está conectada directamente con la
cuestión del partido político, que represente los intereses de la clase.
Después de la caída del Muro de
Berlín, la izquierda entró en una crisis profunda y esto es especialmente
cierto para el mundo andino. Una gran parte de los grupos se disolvió y
entraron en diversos proyectos democráticos,
claramente burgueses. Otra parte resiste aislada sin muchas perspectivas.
Ocasionalmente surgen reagrupamientos ubicados hacia la izquierda de los
gobiernos de turno, aunque su programa está lejos de ser anti-capitalista.
Además el discurso que se
presente como si fuera de izquierda y que incluso habla de revolución ha sido
ocupada por grupos populistas en unos casos y en otros socialdemócratas,
desarrollistas, neo-keynesianos. El espacio para construir una alternativa
anticapitalista es realmente estrecho, a pesar de la enorme crisis del
capitalismo tardío.
Por el momento, regreso al tema
de la conciencia de clase desde la perspectiva de la nueva dialéctica. De
inicio tiene que introducirse la perspectiva de los sujetos sociales, que se
definen por su capacidad de tomar el destino en sus propias manos:
“Razón con R mayúscula no hace
cosa alguna; su lucha no lucha; no produce ni acciones, ni argumentos, ni
explicaciones o justificaciones; la razón es ejercida por un sujeto material:
es este última quién razona, actúa…”( Christopher Arthur, The new dialectic and Marx´s Capital,
p.225)
Sin embargo, esos sujetos
materiales son tanto individuos como grupos sociales; de igual manera sus
racionalidades son diferentes. La racionalidad del sujeto puede medirse en
términos de eficacia respecto del sistema en que está inserto. El problema
surge cuando reconocemos que el sistema como tal es irracional y se confronta
como tal con los individuos:
“Considérese el comportamiento
contradictorio de algunas personas que carecen de propiedad, específicamente
sin medios de producción, en una sociedad basada en la propiedad privada… el
sistema que oprime a los trabajadores por medio de excluirlos sistemáticamente de la riqueza creada por el
trabajo no puede existir sin la continua explotación de los trabajadores. En
este sentido es una desventaja participar en tal sistema. Sin embargo tienen
que hacerlo día a día para sobrevivir. Si hay algo peor que ser explotado es no
ser explotado!”(229-230)
Esta perspectiva dual se abre y
se separa hasta convertirse en un obstáculo gigantesco a la hora de las luchas
y de los procesos de emancipación, porque el individuo se enfrenta directamente
al sistema de explotación y, por otro lado, únicamente la clase como un todo tiene la capacidad de
liberarse:
“El comportamiento de tales
trabajadores es capaz de evaluaciones alternativas. En términos de racionalidad
del sistema son bien pragmáticos, prefieren la mitad del ingreso antes que no
tener pan… Desde otro punto de vista cada trabajador es un esclavo asalariado,
un miembro de una clase de tales esclavos asalariados, que solo pueden ser
emancipados como clase por medio de la total reestructuración de la esclavitud
asalariada.”(230)
Chistopher Arthur se ve obligado
a retornar una y otra vez al concepto de totalidad: el sistema capitalista como
la totalidad explotadora de la cual hay que emanciparse y la clase como
totalidad que reúne el conjunto de intereses, perspectivas, experiencias
concretas que le dificultan acceder a dicha mirada total:
“Pero la elección entre la
esclavitud asalariada y la revolución requiere razonar a nivel de la totalidad
de la estructura institucional y su potencial re-totalización; el objeto con el
que la razón trabaja no es un nexo particular del sistema sino la totalidad del
mismo.”(230)
Es indispensable juntar en un
solo movimiento aquello que proviene de las experiencias individuales y
particulares de la clase –su lado más pragmático- con lo que se origina en la
clase total desde donde se generaría una teoría revolucionaria:
“…la cuestión real de la
constitución de un sujeto histórico capaz de intervenir práctica y teóricamente
en la sociedad…”(231)
La acción de la clase consistiría
precisamente en partir de esos intereses individuales para desembocar en la
revolución mundial adquiriendo una conciencia de clase del conjunto de capas
que la conforman:
“Para Marx el problema de la
génesis se resuelve por medio de la acción de la clase. La clase es
suficientemente particular para tener la necesidad de una unidad de intereses y
solidaridad en la acción, mientras es suficientemente poderosa para asumir una
misión universal y realizar a través
de la práctica revolucionaria.”(232)
Hasta aquí, con seguridad, el
discurso es harto conocido, así como el conflicto de interpretaciones y de
prácticas que provocó, cuya solución jamás pudo encontrarse. Es este momento en
donde Arthur introduce algunos elementos que son relativamente novedosos
respecto de los tradicionales enfoques de la conciencia de clase.
Cómo, entonces, toma forma la
conciencia de clase? Lo que avanza Arthur se remite a la conciencia de la
situación que ocupan los proletarios en el proceso productivo o, en general, en
los diferentes niveles de la estructura productiva. Sin embargo, esto sería
“insuficiente”:
“Pero solo la clase puede relacionarse con la
totalidad de la realidad de una manera prácticamente revolucionaria... Para una
conciencia de clase efectiva tome forma, no es suficiente que un grupo de gente
se encuentre en una situación social similar.”(233)
Porque de esa “situación similar”
se obtendría una conciencia reivindicativa que batalla por arrancar concesiones
y frenar al capitalismo, pero no desembocaría directamente en una conciencia y
práctica capaces de cambiar el sistema completamente. “Cambiar el sistema”
exigiría de una conciencia mucho más elevada y desarrollada que, por cierto, no
se ve con claridad en qué podría consistir:
“Una clara distinción tiene que
delinearse entre la actividad diseñada para proteger y avanzar en la posición
del trabajo en el sistema y la acción revolucionaria para cambiar el
sistema.”(235)
Se requieren dos tipos de
conciencia de clase –íntimamente relacionados-: una cercana de la inmediatez de
la experiencia obrera desde donde se desprende una primera aproximación a la
conciencia de la explotación específica a la que un individuo o capa proletaria
están sometidos.
La otra conciencia, la de la
totalidad del sistema de explotación y su emancipación universal, es por el
momento un postulado: “tiene que conformar” porque, de lo contrario, los
procesos de liberación no serán posibles, a menos que se quiera reeditar los
trágicos acontecimientos de la revolución en un solo país frente a la revolución
mundial:
“Marx cree que los intereses de clase del
proletariado conducen a la constitución de la clase misma sobre la base de
auto-trascender la práctica… Todo esto clarifica que la conciencia de clase en
el sentido pleno) del proletariado tiene que ser identificado de una manera más
bien remota. La inmediatez de la existencia de la clase, esto es la fuerza de
trabajo como mercancía, debe distinguirse de una forma de conciencia que sitúa
a la clase en la totalidad de la estructura de las relaciones sociales
subyacentes al intercambio de mercancías. Solo la última forma de conciencia
provee a la clase la posibilidad de una negación dialéctica del
capitalismo.”(235)
Entonces cómo transitar desde la
conciencia empírica de la clase hasta la conciencia de la totalidad de la
clase, hasta llegar a la conciencia imputada como diría Lukács? Quizás
siguiendo sin referirse directamente a Gramsci y al autonomismo italiano, se
produce la extensión de la noción de contradicción hasta el concepto de
oposición:
“Primero, que solo la clase definida por su
antagonismo estructural puede esperar que sea prácticamente efectiva en
relación con la suma de relaciones inter-humanas.”(236)
Antagonismo estructural que se
hace manifiesta en la lucha de clases:
“Segundo, también es cierto que
solo a través de la acción revolucionaria puede el proletariado constituirse él
mismo como una clase para sí misma.”(237)
De esta manera, nos desplazamos
desde los conflictos generados directamente por la explotación capitalista
hasta el conjunto de opresiones que este sistema genera, comenzando por las
formas diversas que adopta en la opresión concreta a la clase obrera:
“Este universal –el interés de clase como
distinto de los intereses particulares del trabajador- deben ser actualizados
teorética y prácticamente para una efectiva acción contra el capital. Pero qué
clase de universal es este? No puede ser conceptualizado abstractamente, esto
es tomándolo como una diferencia trascendente, sino concretamente como
incluyendo la diferencia, y respondiendo a la experiencia específica de los
diversos sectores de la clase, calificados y no calificados, hombres y
mujeres…”(238)
El panorama completo de los
antagonismos se hace visible y comprenden desde aquellos que surgen de la
explotación capitalista hasta los temas de la etnicidad y el género, incluyendo
tanto el proletariado como el ejército industrial de reserva, así como los
sectores oprimidos por el capital a través del Estado:
“Al lado de las usuales tensiones
de la etnicidad, sexo, calificación, etc., hay un problema estructural de
enorme tensión… como resultado de del problema de la división de la clase
trabajadora entre aquellos que están directa e inmediatamente en conflicto con
el capital y aquellos quienes solo lo están indirectamente, así a través de la
mediación del estado.”(238)
Lo central en este tipo de
consideraciones nos tiene que llevar a reflexionar sobre el tipo de partido
político revolucionario que se desprende de estos debates y que los dejamos a
nivel de preguntas:
-
¿partido proletario o partido popular?
-
¿partido obrero o partidos obreros?
-
¿partido anticapitalista o partido que se
constituya en el conjunto de antagonismos que este sistema genera?
-
¿qué tipo de programa deberían tener este tipo
de partidos?
-
¿cuál tiene que ser su forma o formas
organizativas?
-
¿cuál debería ser la relación entre partido
nacional y partido internacional?
Como se puede ver a través de
estas preguntas, el tema de los dos tipos de la conciencia de clase exige que
se responda a la pregunta: ¿quién o quiénes están en capacidad de representar
esa conciencia empírica y esa conciencia de clase total en el plano político?
Más aún, si ningún partido o movimiento están en capacidad de representarse los
intereses de la totalidad, ¿cómo se llega a dicha conciencia global que logre
echar abajo el sistema capitalista mundial?