LA DIFICULTAD DE SER ATEO.
Pareciera que es fácil ser ateo. Bastaría con
gritar con fuerza nuevamente “Dios ha muerto” y marcharse a otra cosa. Sin
embargo, Dios y la religión han demostrado tener una resistencia feroz a su
desaparición. Por el contrario, reaparecen en este momento en su peor versión,
aquella vinculada al ascenso de la ultraderecha; mientras las tentativas
radicales, incluso revolucionarias, yacen en el olvido o en la marginalidad,
como la teología de la liberación.
¿En dónde radica la dificultad? ¿Qué impide la
constitución de un ateísmo en toda su dimensión? No se trata solo de la
instrumentalización política de la religión y de la larga connivencia de esta
con el poder de turno. Es un fenómeno ubicado en las profundidades de las
formas simbólicas.
Hasta tenemos un obstáculo lingüístico: no hay
una palabra para nombrar a la esfera que no se defina negativamente, a-teo, sin
dios; o secular como opuesto a sagrado. La palabra profano es un poco
mejor, a pesar de que también enuncia a aquellos que se quedan fuera del
templo.
Si se echa de la existencia individual y social
a Dios y a la religión vuelven a entrar por cualquier resquicio. Son como el
polvo y el agua. Por esto, alcanzar el ateísmo es un largo proceso guiado por
una constante vigilancia ontológica, epistemológica y ética profanas. El gesto
teológico está allí al acecho como una hiena rondando a la presa. Avisa su
presencia y ataca en el momentos menos pensado. Un buena muestra es el giro
teológico de la filosofía contemporánea.
Digamos que logramos negar a Dios, ¿cuál es el
siguiente paso? ¿Realmente lo estamos negando? Como en el caso de Nietzsche, el
sujeto de su negación es la divinidad cristiana y el cristianismo. ¿Será
posible pasar de la negación de un dios a la de todos los dioses conocidos o
venideros?
Convengamos en que el panteón entero de la
humanidad ha quedado reducido a un hecho sociológico y cultural. Quizás este es
el momento más peligroso. Podríamos sentirnos triunfadores y dispuestos a
enfrentar una vida sin dioses. Inmediatamente sentimos que allí delante de
nosotros se ha formado un gran vacío. Dada la fuerza colmadora e invasiva del
fenómeno divino su ausencia crea la exigencia -ilusoria- de una necesidad que
tiene que satisfacerse.
Fácilmente caemos en la tentación de
dotarnos de otros dioses: la tecnología, el cosmos, una idea vaga de un
espíritu supremo que flota sobre el mundo; u otras cosas mucho más cotidianas
como el dinero o el poder. La gente adopta con facilidad una relación religiosa
con aquellas cosas en las que cree: la defensa de la naturaleza y de los
animales, el derecho a comer lo que a uno más le convenga. Estas son causas
justas; el problema radica cuando las juntamos a un gesto religioso que
sacraliza y dogmatiza estos ámbitos. Como se puede percibir, aún no somos
ateos.
Una dificultad tal vez mucho más profunda
proviene del hecho de estar sumergidos en la cultura judeocristiana. Sus
valores, ideas, formas de vivir y de pensar, la estructura de las sociedades,
los modos de hacer política tienen todos este trasfondo, que se manifiesta con
facilidad en los conceptos y en el lenguaje que usamos.
Pongamos dos ejemplos. La vida social e
individual está llena de desafíos éticos y morales. Allí muy a menudo juzgamos
los hechos con categorías como culpa y perdón, que son profundamente cristianos
y que suponen un proceso interminable, porque si se comete un error, si se ha
daño, si se lastima, tengo la opción de ser perdonado; y así, estoy listo para
cometer nuevamente un pecado. Un gesto ateo es reemplazar esta lógica del
pecado con el sentido de la responsabilidad a la cual la libertad nos desafía,
como diría Sartre.
En el ámbito político, aunque el término escatología
sea tan poco utilizado y conocido, funciona de manera habitual. El líder
político, especialmente en el caso de los populismos de izquierda o de derecha,
sienten y manifiestan que la nación, la patria, está a punto de perderse
y de fracasar definitivamente. Es preciso salvar al pueblo y se requiere de un mesías
que asuma la tarea. Ante esto, ser ateo significa practicar una política
enteramente profana.
UNA BREVE GUIA.
1. Nietzsche, Marx, Sartre.
Nietzsche, La gaya ciencia.
Marx y Engels, Religión.
Sartre, El ser y la nada
El diablo y el buen
dios.
2. Bibliografía complementaria.
Martin Michael, The Cambridge Companion to Atheism.
Meganck Erik, Religious Atheism.
Del Noce Augusto, The problema of Atheism.
Baggini, Julina, Atheism. A very short introduction.
Bullivant Stephen, The Cambridge History of Atheism.
3. Ateísmo contemporáneo.
Mukhopaday Anway, Atheism and the Goddess.
Hitchens Christopher, Dios no es bueno.
Dennet Daniel, Romper el hechizo.
Onfray Michael, Tratado de ateología.
Dawkins Richard, El espejismo de Dios.
Zizek Slavoj, Christian Atheism.
Rojas Carlos, El giro teológico de la filosofía contemporánea.
(Inédito).
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