Mirando los diversos trabajos sobre la forma que provienen de muchos campos del conocimiento y del arte se puede aseverar que hay una constante: la necesidad de repensar el formalismo, tanto para ir más allá de los límites estrechos de su comprensión como para mostrar el alcance efectivo de las formas.
Este es el primer paso que da Caroline Levine, Forms. Whole, Rhythm,
Hierarchy, Network[1], que inmediatamente pone en relación las
formas literarias con las formas sociales y estudia sus interrelaciones, el ir
y venir de las unas a las otras, de tal manera que se trata de ver de qué
manera las formas sociales se expresan en las formas literarias y viceversa: “Este
libro aboga por ampliar nuestra definición habitual de forma en los estudios
literarios para incluir patrones de experiencia sociopolítica como los de la
escuela Lowood. Ampliar nuestra definición de forma para incluir los arreglos
sociales tiene, como veremos, consecuencias metodológicas inmediatas”. (2)
La primera consecuencia que tiene es que el análisis formalista se
extiende desde el campo literario al campo social y permite, al menos
inicialmente, la superación de la dualidad que siempre nos atormenta, entre
forma y contenido: “La tradicionalmente preocupante brecha entre la forma del
texto literario y su contenido y contexto se disuelve. El análisis formalista
resulta tan valioso para comprender las instituciones sociopolíticas como para
leer la literatura. Las formas funcionan en todas partes”. (2-3)
Se torna indispensable una ampliación del sentido de la forma que
incluya la mera forma superficial, así como los niveles mucho más abstractos y
generales de esta, y que provienen, por ejemplo, del mundo de las ideas que son
formas en Platón o del Eidos husserliano que fundamenta la fenomenología. Habría
que decir que incluso cuando hablamos de las formas superficiales, como círculos,
cuadrados, poliedros, en estos encontramos ese doble plano: las cosas concretas
que tienen una determinada forma, así una hoja rectangular o una pelota esférica
o el dibujo de un cuadrado, pero que no agotan el campo de estas formas, de tal
manera que podemos definir lo que es un círculo o un cuadrado de manera
totalmente abstracta sin hacer referencia a alguna de sus concreciones.
Se adopta una noción ampliada de forma: “Forma, para nuestros propósitos,
significará todas las formas y configuraciones, todos los principios
ordenadores, todos los patrones de repetición y diferencia” (3), que son principios
abstractos que se vuelcan sobre lo situado: materia, política, estética.
Levine propone cinco modos de funcionamiento general de las formas:
1. 1. Restricciones
formales: las formas delimitan campos en donde se dejan espacios marcados por
dicha forma y otros que son excluidos. Dentro del campo marcado, la forma
impone unos modos de ser de las cosas que pertenecen a ese campo.
3. Las formas se solapan e intersecan o colapsan: hay una dialéctica de las forma que hacen que estas presenten distintos tipos de relaciones, en una dinámica que va desde su simple sumatoria hasta relaciones conflictivas, de oposición, destrucción, eliminación.
Todos estos elementos se sintetizan en lo que Levine denomina el affordance
de la forma: “Affordance es el término usado para describir los usos
potenciales o acciones latentes en los materiales y el diseño”. (6) Esto
significa que toda forma abre un campo de posibilidades en los que se
despliegan procesos y surgen estructuras y patrones: “Se abre un campo de
restricciones y posibilidades que se mueven en el espacio y el tiempo de tal
manera que “cada forma o patrón, social o literario, reclama un limitado rango
de potencialidades”. (6)
Así en el campo artístico se despliega una serie de formas que se
indexan de diversas maneras y que, además, no se cierran sobre si mismas, sino
que se abren hacia un desarrollo pleno, esto sería el caso, por ejemplo, del
cubismo o del surrealismo: “Más que preguntarse qué intentan hacer o qué formas
hacen, en vez de esto podemos preguntar cuáles son las potencialidades
latentes -aunque no siempre obvias- en los arreglos estéticos y sociales”. (6)
De tal manera que la vida de las formas atraviesa la sociedad incluidos
los aspectos políticos y simultáneamente el conjunto de las expresiones
artísticas; nuevamente se trataría de poner en contacto las formas artísticas con
las socio-políticas; así, como se ha estudiado, la relación entre las estructuras
del derecho y las novelas de Kafka, o la manera que las formas esclavistas
aparecen en el mundo de Faulkner despedazando las subjetividades blancas que no
alcanzan a formarse sobre el fondo subalterno afroamericano que lo rodea:
“Las formas literarias y las formaciones
sociales son igualmente reales en su capacidad de organizar materiales, e
igualmente irreales en su condición de restricciones artificiales y
contingentes. En lugar de tratar de revelar la realidad suprimida por las formas
literarias, podemos entender la vida sociopolítica como compuesta en sí misma
por una pluralidad de formas diferentes, desde la narrativa hasta el matrimonio
y desde la burocracia hasta el racismo”. (14)
Una de las potencialidades más importantes en el affordance de
las formas es el manejo del tiempo, de los procesos y sus estructuraciones que
crean “patrones temporales repetitivos que imponen restricciones a la vida
social” (49) y que Levine denomina ritmo. Estos ritmos muestran la
manera cómo las temporalidades funcionan en cada sociedad y época organizando
la vida entera.
Pero, contrariamente a las visiones puramente procesuales, los aspectos
dinámicos de la realidad colapsan en patrones, series, conjuntos,
articulaciones, planos de consistencia, persistencias, oscilaciones en el mismo
campo, estructuras; y este conjunto se cruza con las formas estéticas y
artísticas que lo expresan siguiendo sus propios estilos, géneros, uso de
tropos. Ritmos de los mundos, ritmos del arte, que bailan o guerrean, relación de
los tiempos estéticos con los tiempos sociales:
“Al leer los ritmos del mundo de manera
formalista, atentos a los principios de organización temporal que rigen las
organizaciones e instituciones sociales, encontramos un mundo social en el que
las estructuras temporales a menudo se frustran o compiten entre sí… Para
entender el poder político y social que ejercen las formas temporales -su
capacidad para regular y organizar nuestras vidas -necesitamos un tipo de
análisis capaz de revelar cómo los patrones temporales colisionan”. (51)
Levien puede concluir que se produce un colapso entre las distintas
formas de los diferentes campos: “Ritmo es por lo tanto la categoría que siempre
rechaza la distinción entre forma estética y otras formas de experiencia vivida”.
(53) y que, por esto, “Podemos usar nuestro entendimiento de las affordances
de los ritmos-repeticiones estéticos y de la diferencia, memoria y
anticipación -para entender los ritmos sociales”. (52-53)
[1] Levine, Caroline, Forms. Whole,
Rhythm, Hierarchy, Network, Princeton University Press, Oxford, 2015.
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