FORMA Y DISTINCIÓN
Una
interpretación ontológica de Las leyes de
la forma de George Spencer Brown
Carlos Rojas Reyes
La teoría de la
forma de Spencer-Brown pasa a las ciencias sociales por la vía de Niklas
Luhmann y que la convierte en el fundamento de una sociología basada en un
enfoque sistémico. A partir de esto se desarrolla ampliamente una teoría de los
sistemas sociales. Esta cuestión no se discutirá aquí. Se trata de preguntarse
si es posible una lectura de la forma que no se quede reducida a este enfoque;
de esta manera, mostrar que el texto Leyes
de la forma pueden sustentar un enfoque crítico y es aplicable a campos tan
diversos como el de la economía política o el arte.
Para lograr este
objetivo vamos a releer este libro y a medida que avancemos se señalarán los
desacuerdos, reinterpretaciones, cambios de matiz, precisiones, que permitirán
una lectura alternativa a la que se realiza desde la teoría de sistemas.
Digamos de
inicio que el libro de Spencer-Brown es estrictamente matemático y lógico; como
tal no hace referencia ni es inmediatamente trasladable a otros campos como el
del ser social sin que se introduzcan modificaciones importantes, considerando
que el paso del orden lógico al ontológico siempre es difícil y problemático,
un buen ejemplo de esto lo podemos ver en las dificultades insuperables de los
trabajos de Badiou. Esta lectura se aleja de las interpretaciones
lógico-matemáticas, sistémicas y míticas de Leyes
de la Forma.
Esta lectura de Leyes de la forma se centra en primer
lugar en dilucidar de la manera más cercana al texto el sentido que se
desprende de él, insistiendo en conservar al máximo la terminología que usa y
el sentido que le da Spencer Brown. Así se evitarán los equívocos que una
aproximación poco precisa pueda provocar. Me guiaré por el estudio que
considero el más riguroso, suficientemente contextualizado, que realizan
Schönwalder, Willie y Hölscher. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher,
2009)
Con este punto
de partida se presentan una serie de consideraciones propias destinadas a
realizar el paso desde la esfera matemática a la filosófica, específicamente a
la ontología. En este momento teniendo siempre como referencia las Leyes de la forma, se irá mucho más
lejos en la elaboración de una teoría general de la forma que, si bien se
asienta en sus postulados, los despliega adecuadamente a fin de que funcionen
como una ontología.
En ningún
momento se entrará en contradicción con las formulaciones de Spencer Brown y se
espera que los diferentes desarrollos propuestos tengan una continuidad con su
pensamiento y que más bien representen la elaboración de una perspectiva
diferente a las usuales, especialmente la de la teoría de los sistemas de
Luhmann, de la cual me distancio. Por el contrario, se indaga por la
posibilidad de una lectura desde la teoría crítica y con la capacidad de
aplicarse a ejemplos como el de la economía política y que se pueda echar
nuevas luces sobre la noción de forma en Marx.
De tal manera
que se provocará un desplazamiento respecto de las interpretaciones canónicas
que sirven como referentes casi obligatorios. Sin embargo, no significa dejar
de lado aquellas contribuciones de estos campos que se consideren útiles o
acertadas. Espero que se abra un nuevo campo de reflexiones y aplicaciones de
una teoría general de la forma que tiene su punto de partida en Spencer Brown,
aunque se alimenta de muchos otros referentes.
Spencer Brown
introduce desde el inicio las nociones de forma, distinción e indicación:
Tomamos como dada la idea de distinción y la idea de indicación, y
que no podemos hacer una indicación sin dibujar una distinción. Tomamos, por lo
tanto, la forma de la distinción como la forma.[1]
(Spencer Brown, 1972, pág. 1)
Estas tres
nociones, que sirven de postulados iniciales y que se consideran como dados,
están interrelacionados de tal manera que son siempre co-dados y co-producidos,
de tal manera que no puede existir el uno sin los otros. Las indicaciones
presuponen las distinciones y la forma es de manera inmediata forma de la
distinción.
El énfasis de
los análisis suele estar en las dos nociones: distinción e indicación; la forma
se presenta como derivada y secundaria; de hecho, en las teorías sistémicas hay
un privilegio de la distinción y la indicación que suele confundirse con
descripción. La forma queda relegada a elementos operativos, al cálculo que se
realiza utilizando determinadas formas. Sin embargo, como se puede leer en
Spencer Brown, el concepto de forma es central. El libro no se titula Leyes de
la distinción, sino Leyes de la forma.
Según
Schönwalder, Willie y Hölscher caben aquí dos interpretaciones: la dependencia
de la indicación respecto de la distinción y estos dos conceptos “…dos momentos
de un solo proceso que no se pueden separar, en la medida en que cada
indicación es siempre al mismo tiempo y 'en sí mismo' también una distinción:
como indicación se distingue de otra”, produciendo distinciones indicativas e
indicaciones distintivas. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009,
pág. 67)
Haría falta
añadir a esta consideración que los tres aspectos son momentos de un solo
proceso; lo que quiere decir que se dan simultáneamente; esto es, cuando se
introduce una distinción nos permite indicar aquello se distingue y que es una
forma. La distinción indica la forma de la distinción que tenemos delante de
nosotros.
Se insiste, y
este es un tema crucial, que no se puede identificar distinción y diferencia.
Esta teoría de la forma no es un diferencialismo, al estilo deleuziano. La
distinción precede a la diferencia y tiene también dos aspectos: el acto de
distinguir y de producir distinciones, y las diferencias que son resultados
arrojados por las distinciones. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher,
2009, pág. 68)
La distinción
permite escapar de los dilemas del diferencialismo que termina por llevar a una
disolución de todo lo real, tal como lo ha mostrado Lyotard en El diferendo. Todo fenómeno es diferente
de otro; pero, a su interior también se dan nuevos procesos de diferenciación y
en estos otra vez podemos establecer diferencias y así hasta el infinito. Ciertamente
hay diferencias, pero con igual fuerza se tiene que establecer que se dan
fenómenos iguales o similares, precisamente en la medida en que provienen de la
misma distinción introducida.
La indicación es
entendida como “…el sentido del signo… un significante apunta a un significado
o como un indicador de algo”. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher,
2009, pág. 68) Si bien este enfoque es válido, parece insuficiente para dar
cuenta de todo lo que contiene la indicación. Como se ha dicho, la indicación
proviene de la distinción. Se ha hecho una distinción y como producto de esta algo
aparece; este ente que se muestra sea del tipo que fuere, desde una cosa hasta
una idea, es aquello que ahora podemos indicar: “Miren, un árbol”, “Vean,
cuánta elegancia”.
Este proceso
contiene otros elementos que son fundamentales. Aquello que ha introducido la
distinción y que se indica es la forma. No se puede distinguir a menos que sea
una forma. De tal manera que tenemos la forma de la distinción, la forma
introducida y la indicación de esta forma. La distinción es una forma que hace
formas. La distinción se pone a sí misma como forma, aunque ella misma no es
otra cosa que forma.
Pero, la noción
de indicación no puede ser reducida a un componente semiótico, equiparándola
como al signo. La operación matemática “indicar” se convierte en un elemento semiótico
y luego comunicacional. Tampoco se reduce a una relación de los elementos
implicados, en donde todo se explica por la interrelación: “El resultado, la "idea de distinción", no debe
entenderse como una entidad mental, sino como una relación… Esto no debe
entenderse como una entidad abstracta, sino más bien como el proceso de generar
una estructura de relación”. (Schönwalder-Kuntze,
Willie, & Hölscher, 2009, pág. 69)
Tiene que ver
con un hecho existencial; esto es, se vuelve necesario acudir a la ontología.
Entender el “proceso puro de la distinción, sin atribuirle ciertas cualidades,
así como a lo que este proceso conduce: la “forma de la distinción”, exige no
referir de manera inmediata al plano social o individual. (Schönwalder-Kuntze,
Willie, & Hölscher, 2009, pág. 69)
El giro
ontológico consiste en considerar que todo lo que existe es producto de que se
ha introducido una distinción; esto incluye cualquier fenómeno
independientemente de las acciones humanas. Por ejemplo, lo que hace el campo
de Higgs es introducir una determinada distinción que permite que las
partículas adquieran una determinada masa. Las características de este campo
que actúa en el ámbito de todo el universo se corresponden con lo que podría
denominarse la forma del campo de Higgs. En este contexto, indicar significa que aparecen en la realidad estos elementos con
masa. Solamente a partir de esta realidad dada, la indicación se convierte en
un signo o en un indicador: la masa de las partículas indica que hay un campo
de Higgs.
Trasladándose al
plano de la ontología del ser social se debe conservar estas características:
la realidad social existe en la medida en que se introducen distinciones que
permiten la aparición de fenómenos que, a su vez, son indicados. Estas
distinciones siempre son formas de las distinciones. Las formas son el modo de
ser de las distinciones. Se visualiza un doble aspecto: ontológico y
epistemológico.
Spencer Brown a
partir de estos elementos define lo que es la distinción:
La distinción es continencia
perfecta.
Es decir, una distinción es dibujada por el arreglo de un límite que
separa lados, de tal manera que un punto de un lado no puede alcanzar el otro
lado sin cruzar el límite. Por ejemplo, en un espacio plano un círculo dibuja
una distinción.
Una vez que la distinción es dibujada, los espacios, estados, o
contenidos de cada lado de los límites, siendo distintos, pueden ser indicados.
(Spencer Brown, 1972, pág. 1)
Desde luego, el
término continencia no tiene que ver
con la noción de abstinencia, sino con el hecho de contener. Así que debería
interpretarse como: la distinción contiene perfectamente, aclarando que no es
un mero contenedor, porque ella misma ha creado aquello que contiene. Con esto
se llega a la siguiente precisión:
Por lo tanto, las posibles traducciones podrían decir: “…la distinción es continencia completa o
la distinción es coherencia completa. A
primera vista, la definición parece contradictoria: distinción es ... contexto,
ya que distinción significa algo que separa y, por el contrario, conexión
significa algo que conecta y une. Si usamos estas traducciones
preliminares, entonces la definición es: La separación es (su opuesto)
conexión”. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009, pág. 71)
De aquí emergen
los siguientes aspectos: todas las formas que se han introducido con la
distinción pertenecen a dicha distinción; esto puede parecer redundante, pero
es indispensable señalarlo. Las formas que se hacen a partir de una distinción
dependen enteramente de dicha distinción, se desprenden de la distinción que
las ha puesto allí.
En este sentido,
“…una conexión interna también forma un límite con el mundo exterior. A través
de una distinción algo queda fuera, se excluye en un sentido”. Es decir, se
distingue aquello que queda contenido en la distinción y aquella que queda
excluido de ella. De esta manera surge un nuevo aspecto que es la conexión de
los elementos internos de la distinción y la conexión con el exterior. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher,
2009, pág. 71)
Esta definición
de distinción nos ha llevado a la existencia de unas formas que quedan
incluidas dentro de la distinción que las ha producido y que se presentan
fenoménicamente como tales; de aquí el doble sentido de indicación: están allí
dadas las formas y por eso podemos mirarlas como indicadores:
Una vez que la distinción es dibujada, espacios, estados, o
contenidos de cada lado del límite, que son distintos, pueden ser indicados.
(Spencer Brown, 1972, pág. 1)
Spencer Brown
continúa:
No hay distinción sin motivo, y no puede haber motivo a menos que
los contenidos sean vistos como que difieren en valor. (Spencer Brown, 1972,
pág. 1)
Esta es una
afirmación particularmente difícil de entender. Motivo y motivación pareciera
que se refieren a procesos psicológicos o a razones para que algo se dé de una
manera específica. Volvamos a la consideración de que se trata de un texto
matemático. Aquí no cabe una interpretación subjetiva de lo que se está
diciendo.
Entonces, ¿cómo
entender motivo (motive)? La noción
de motivo tiene que ver en este contexto lógico con el hecho de que la
distinción se convierte en algún tipo de entidad, por ejemplo, una figura
determinada, con sus propias características y, por esto, se diferencian de
otras entidades, que aquí se enuncia como “diferir en valor”. Son estos motivos
los que se indican, los que se señalan: he ahí un objeto.
En este momento
entra en juego el lenguaje, porque únicamente cuando la distinción ha tomado
forma, la puedo llamar por un nombre que, precisamente, se identifica con el
valor que ha tomado en el proceso de diferenciación:
Si un contenido es de valor, el
nombre puede ser tomado para indicar este valor.
Así la llamada del nombre puede ser identificado con el valor del
contenido. (Spencer Brown, 1972, pág. 1)
Lo que implica
que el lenguaje se da cuando se ha producido una distinción y puede nombrar
aquellas formas que tanto han producido como han sido producidas por dicha
distinción. A su, como es evidente, hablar es indicar distinciones. Y, como
dirá más adelante, conocer significa conocer distinciones.
Spencer Brown
introduce su primer axioma:
Axioma 1. La ley de la llamada.
El valor de una llamada hecha de nuevo es el valor de la llamada…
Es decir, para cualquier nombre, re-llamar es llamar.
Este axioma es
fundamental, ya que permite la continuidad de una distinción que se sostiene
como la misma durante todo el proceso; además, muestra con claridad que la
acción de la distinción no se agota en su darse inmediato, sino que su acción
es continúa, de tal manera que sostiene el campo marcado con su persistencia.
Si se pide que se dibuje un círculo y luego se pide que se dibuje un círculo,
estamos ante la misma distinción, sin importar cuántas veces se lo haga; los
círculos introducidos son ocasiones o tokens de la distinción círculo. Por esto, re-llamar es llamar.
El resto del
Axioma 1 y el Axioma 2 se refieren a la ley del cruce. Aquí más que los
aspectos estrictamente lógico-matemáticos es indispensable analizar lo que
significa el cruce por sí mismo:
Igualmente, si el contenido es de valor, un motivo o una intención o
instrucción de cruzar el límite en el contenido puede ser tomado para indicar
este valor.
Así, también, cruzar el límite puede ser identificado con el valor
del contenido. (Spencer Brown, 1972, pág. 2)
El primer
aspecto que resaltar que se desprende de la noción de cruce consiste en que la introducción de la distinción separa dos
campos que se muestran como diferentes; este es un requisito indispensable. No
se puede llamar cruce a menos que se
esté abandonando la esfera de la distinción introducida y traspasemos a otra
esfera que, por el momento, está allí sin que sepamos qué distinción le
caracteriza. Solo conocemos que es diferente.
Los dos textos en los que se introducen dos tipos de referencias se
disponen en paralelo. Ambos tipos, la indicación mediante la mención de un
nombre y la indicación de la intención de cruzar la frontera, tienen el
requisito previo de que los contenidos diferenciados sean de valor. Esto,
a su vez, requiere toda la forma de distinción, y se supone que la posibilidad
de señalar requiere de todo el proceso de distinción. (Schönwalder-Kuntze,
Willie, & Hölscher, 2009, pág. 78)
Justamente el
cruce implica que una vez que introduce una distinción quedan conformados dos espacios:
el campo que se ha formado por el efecto de la distinción que se ha
introducido; y el campo que queda fuera y que no ha sido tocado por dicha
distinción. En todo caso, desde una perspectiva ontológica con sus
consecuencias epistemológicas, habrá que analizar en cada caso los procesos que
se producen y despliegan en el momento en el que se da un cruce; esto es, las
reglas de paso que nos permiten ir desde un campo marcado por la distinción
hacia un campo no marcado, y viceversa.
Digamos que el
tipo de distinción, que Spencer Brown lo denomina valor, establece las
modalidades del cruce, el conjunto de relaciones con el campo no marcado, las
reglas de paso que las condiciones para transitar de una esfera a otra, las
consecuencias del cruce. Significa que el cruce también está determinado por la
distinción; o, de otra manera, a cada distinción le corresponde un tipo de
cruce con sus correspondientes reglas.
Por tanto, el traspaso del límite se puede identificar con el valor
del contenido: porque la posibilidad de traspasar el límite deja clara la
limitación, lo que en definitiva hace diferente el contenido, es decir, el
contenido de valor. La intención de traspasar fronteras indica así la pura
diferencia entre los dos contenidos, es decir, que un contenido es diferente
del otro… (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009, pág. 80)
Si bien desde el
punto de vista lógico-matemático el límite es absoluto y separa dos espacios
totalmente diferentes, desde una mirada ontológica cabe preguntarse por las
características de este límite. Se puede introducir la hipótesis, no contenida
en la Spencer Brown, de que, si bien siempre hay un límite que la distinción
coloca para separarse del ámbito que queda marcado por esta, se puede conformar
zonas de indistinción en el espacio entre los dos campos, en donde se vuelve
difícil saber en qué lado estamos: si hemos abandonado el campo marcado por la
distinción o si no lo hemos hecho todavía, si hemos salido a ese exterior y ya
estamos fuera de la influencia de la distinción.
A continuación,
pasamos a la segunda parte de Las leyes
de la forma:
2.
Formas que se extraen de la forma. (Spencer Brown, 1972, pág. 3)
El contenido de este capítulo pone en
movimiento los hallazgos realizados en el primer capítulo y abre paso al
despliegue de los diferentes postulados y demostraciones de las leyes de la
forma:
En
la transición del primer capítulo 'La Forma' al segundo capítulo 'Formas
sacadas de la Forma', el modo de representación cambia. En el primer
capítulo se describen los procesos de formación y mantenimiento de una
distinción, en el segundo capítulo se realiza un proceso de construcción, que
construye los requisitos del primer capítulo, los determina y los implementa en
su propio lenguaje formal. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009,
pág. 87)
Antes de entrar en el análisis de la segunda parte ya
el título es por sí mismo bastante significativo: “Formas que se extraen de la
forma”: podemos decir que la forma, llevada por la distinción, tiene un
carácter productivo. Toda forma se despliega en un abanico de formas siguiendo
determinadas reglas. Más aún, desde una perspectiva ontológica, esta actividad
de la forma es necesaria; una forma que no produjera nuevas formas simplemente
desaparecería. Además, se debe tomar en cuenta que es una secuencia
prácticamente inacabada de forma, distinción, forma, y así sucesivamente. Cada
distinción introduce una forma, cada forma introduce una distinción.
El
título del segundo capítulo da una dirección para esto. La forma se
construye para luego extraer formas de esta forma: Formas sacadas de la forma.
Por un lado, la relación entre singular y plural en el encabezamiento es importante:
de la forma (una) son posibles (varias) formas. Por otro lado, la frase
'sacado' se refiere al proceso de tomar o retirar varios de uno.
(Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009, pág. 87)
El siguiente paso que da Spencer Brown es iniciar el
desarrollo del sistema matemático basado en las distinciones:
Construcción.
Dibuje
una distinción. (Draw a distinction). (Spencer Brown, 1972, pág. 3)
En este inicio
de las distinciones el draw se
refiere claramente a un tipo de actividad que es lo realmente importante. De
hecho, se podría traducir como, y desde la mirada ontológica sería más preciso,
“Haga una distinción”. Si bien se puede establecer que los grupos sociales y
los individuos somos los que introducimos las distinciones, esta construcción
debe ser tomada como un principio ontológico general, válido tanto para el
ámbito del ser social como de la naturaleza.
Como Spencer
Brown señala en las notas a este capítulo:
Reconsiderado la primera orden,
dibuje una
distinción,
notamos que igualmente bien podría
expresarse de las siguientes maneras;
deje que haya una
distinción
encuentre una
distinción
mire una distinción
describa una
distinción
defina una
distinción
o
permita que una
distinción sea dibujada,
de tal manera que aquí se alcanza un lugar más primitivo que las
formas activa y pasiva, tanto como un nombre de otros opuestos más periféricos,
que han sido condensados juntos, y casi cualquier forma de palabras podrán
sugerir más categorías de las que realmente existen. (Spencer Brown, 1972, pág.
84)
Aquí se hace
referencia al carácter primario de la distinción, que está en el origen de
todo.
De tal manera
que cualquier fenómeno lo que hace efectivamente es introducir una distinción;
y, concomitantemente, solo lo entenderemos si visualizamos a cabalidad la
distinción introducida y las formas originadas. Así, un campo físico del tipo
que sea introduce una distinción en el espacio-tiempo, como es el caso del
electromagnetismo o del campo de Higgs. El campo biológico, ¿qué es la vida
sino la proliferación de distinciones que permite la aparición de las distintas
especies?
Este “Haga una
distinción” puede ser entendido, a partir de lo que se ha dicho, como una
instrucción que, además de ser un principio ontológico, se convierte en un
generador de teorías y de conceptualizaciones:
Dibuje
una distinción: en el primer paso, la instrucción está formulada para hacer una
distinción. Según Spencer Brown, la forma matemática elemental no es la de
la descripción de una estructura teórica, sino la de las instrucciones para una
estructura teórica y su uso. Hacer teoría (y para Spencer Brown
especialmente teoría matemática) significa dar una serie de instrucciones que
crean la teoría. Lo importante aquí es la modalidad de la instrucción como
una solicitud de una acción, no tanto la secuencia exacta de las diversas
instrucciones, que pueden ser variadas. Aquí Spencer Brown incluso fomenta
la acción independiente animando al lector en las notas del segundo capítulo a
emprender sus propias caminatas a través del texto y encontrar sus propias
ilustraciones, estén de acuerdo con el texto o no. (Schönwalder-Kuntze, Willie,
& Hölscher, 2009, pág. 88)
La teoría de la
forma es primero la colocación de instrucciones generadoras de campos marcados,
la realización de acciones que siguen determinadas reglas, que es como debe
entenderse una instrucción; y una vez dadas estas acciones se procede a las
descripciones correspondientes. Toda teoría parte de hacer una distinción, de
seccionar la esfera indeterminada de lo real y marcar un campo; de allí su
carácter disciplinario y segmentado.
Spencer Brown
utiliza el término inyucción para
nombrar a las órdenes o comandos que hacen distinciones. (El español conserva
el verbo: inyungir, pero no el sustantivo: inyucción, en el sentido de
mandato). Y esto puede ser leído ontológicamente: “Aquí se trata de una
instrucción mediante el cual algo se crea” y que se coloca antes de cualquier
consideración activa o pasiva, porque vale para ambas ya les es previa: haga
una distinción o deje que se haga una distinción. (Schönwalder-Kuntze, Willie,
& Hölscher, 2009, págs. 88, nota 2)
Ahora bien, esta primera construcción Haga una distinción se dota de un
contenido:
Contenido.
Llámela
la primera distinción.
Llame al espacio en el que es dibujado, el espacio separado o
dividido por la distinción.
Llame a las partes del espacio formado (shaped) por la separación o
división, los lados de la distinción o, alternativamente, los espacios, estados
o contenidos distinguidos por la distinción. (Spencer Brown, 1972, pág. 3)
Como se puede
ver la cuestión del contenido no aparece desde el inicio de la distinción y de
la forma de la distinción, que sostienen sin necesidad de referirse todavía a
algún contenido. Esto evita la tan debatida y contrapuesta relación entre forma
y contenido. Se hace una distinción, una forma conforma el espacio marcado por
dicha distinción. Una vez dado este proceso cabe interrogarse por el contenido.
Consecuente con
este punto de partida, el contenido no es algo externo a la forma, sino que, al
hacer una distinción, esta es ya inmediatamente contenido. El contenido no es
otra cosa que la distinción específica que se ha introducido, la forma en su
aparición que crea un campo marcado. Se impide la contraposición irresoluble
entre forma y contenido. El contenido es la forma de la distinción introducida.
Por esto, el
contenido puede ser nombrado la primera distinción, insistiendo en que toda
distinción es forma. Una distinción que ya puede separar el espacio marcado por
la distinción, que le provee de contenido que es la propia distinción, de lo
que fuera, de ese exterior no marcado por la distinción.
Esta distinción
se llama espacio, estado o contenido que,
precisamente, han sido introducidos por la distinción; y, más aún, que están
sometidos continuamente al trabajo de la distinción, que permite separar los
“contenidos distinguidos por la distinción”. Así la distinción en
simultáneamente forma y contenido. Forma en cuanto es la distinción que marca
el espacio; contenido en cuanto es aquello que resulta de haber introducida una
distinción.
Luego Spencer
Brown introduce la noción de intención:
Intención.
Deje que sean
tomados cualquier marca, token, o signo, de cualquier manera, con o con
respecto a la distinción como una señal.
Llame al uso de cualquier señal su intención. (Spencer Brown, 1972,
pág. 3)
Como en el caso
del motivo, también aquí intención no se refiere a alguna
direccionalidad de una voluntad en el proceso de las distinciones. Spencer
Brown muestra que aquí hay dos aspectos que tienen que tomarse en
consideración: primero, la introducción de distinciones deja marcas que podemos
interpretarlas como señales de estas, por medio de las cuales decimos: allí hay una distinción. Se está
indicando una distinción a través de sus marcas.
Segundo, el uso
que se dé a esas marcas, por ejemplo, si sirven para una adecuada explicación
del espacio marcado, también forma parte de la intención. De otra manera, los
signos de la distinción nos indican la dirección de su uso; estas marcas
funcionan pragmáticamente, además de contener información acerca de la
distinción.
Ahora viene lo
que Spencer Brown denomina el primer canon:
Deje que la intención de la señal
se limite al uso permitido por ella.
Llame a esto la convención de la intención. En general, aquello que no está permitido, está
prohibido. (Spencer Brown, 1972, pág. 3)
Más allá del
significado estrictamente lógico-matemático de este primer canon, como una
metainstrucción que garantiza el rigor de su construcción en donde todos los
elementos son definidos explícitamente, se entiende que la intención es un
delimitador del campo que define aquello que puede darse en un campo marcado de
acuerdo con la distinción introducida; y, por consiguiente, el uso que puede
hacerse de esta intención.
Este es un
aspecto fundamental como determinación del espacio marcado por parte de la
distinción que la ha originado; en este espacio solo es posible que se den
aquellos fenómenos que se desprenden de la distinción. Si bien la introducción
de la distinción siempre es contingente, una vez dada la distinción,
desencadena una serie de eventos que deben considerarse como necesarios.
Ciertamente una necesidad derivada de un hecho contingente. Así aquello que no
puede desprenderse de la distinción no puede darse dentro del campo marcado por
dicha distinción.
Aunque hemos
utilizado la noción de espacio marcado es en este momento cuando Spencer Brown
introduce la noción de marca y la asocia con el conocimiento:
Deje que un estado distinguido por
una distinción sea marcado por una marca:
de distinción.
Deje que el estado sea conocido
por la marca.
Llame al estado el estado marcado.
(Spencer Brown, 1972, pág. 4)
Aquí encontramos
sintetizados los elementos que hemos encontrado en el recorrido realizado:
indicación, intención, marca, introducción de un lenguaje. Desde luego, se está
interpretando de una manera ontológica, en el sentido en que la marca que
introduce la distinción es real y se corresponde con la aparición de entes y
fenómenos. Todos los entes se han formado de esta manera, son producto de una
distinción que ha sido introducida.
Igualmente,
aunque ya se ha señalado la equivalencia entre distinción y forma, se la
formula de manera explícita:
Forma
Llame al espacio dividido por cualquier distinción, junto con el
contenido completo del espacio, la forma de la distinción.
Llame la forma de
la primera distinción la forma. (Spencer Brown, 1972, pág. 4)
De tal manera
que cuando se introduce una distinción se tiene el efecto del surgimiento de
una forma de la distinción. Distinguir es formar. O, no existe un proceso de
distinción que sea informe. Introducir una distinción es colocar una forma que
será aquella que marque el espacio. Se tiene que considerar que el espacio, el
tiempo, o cualquier otro fenómeno, no preexisten a la distinción, sino que
emergen con la distinción en el caso de que estemos en la primera distinción.
El conjunto de
características y atributos del espacio marcado depende de la forma que haya
sido introducida. La forma determina completamente el espacio que marca. A
partir de allí queda definido un espacio marcado y un exterior no marcado por
dicha distinción. Aquí ciertamente surge el concepto de diferencia, que es
primario sino derivado de la distinción:
El
nivel de forma (la primera distinción) significa el nivel en el que se han
ignorado todas las cualidades espaciales como el tamaño, la forma, la distancia
y todas las cualidades temporales como antes, después y todas las demás
cualidades como el color o el valor. Con la primera distinción, sólo debe
pensarse en la diferencia, la diferencia entre dos estados en un espacio
dividido por la distinción. No es una distinción específica ni original,
no hay un "qué" de una distinción, sino un "eso" vacío de
una distinción. Estos diferentes estados no se distinguen por sí mismos, sino a
través de la posibilidad de ser marcados. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher,
2009, pág. 93)
Es la distinción la que permite que se den dos
fenómenos: la diferencia entre el espacio marcado y lo que queda fuera; y el
conjunto de atributos comunes a todos los elementos que se originan a partir de
la distinción junto con sus relaciones. Por lo tanto, vía de escape del
diferencialismo. La teoría de la distinción incluye a la diferencia como uno de
sus productos; pero, también presupone la creación de procesos y entes iguales
o similares, incluso de estructuras relativamente estables.
Lo que sigue en el texto de Spencer Brown es la
construcción de la serie de postulados, axiomas, pruebas, de la teoría de la
distinción como un sistema matemático, al cual no me referiré. Retomo el
análisis en el capítulo 12, Reingreso a la forma, Re-entry into the form. Este
capítulo es el que más ha servido para desprender de él una visión sistémica,
especialmente aplicada a la biología y a la sociología.
Sin embargo, es posible otro tipo de lectura de las
leyes de la forma más allá del enfoque sistémico y esta es la hipótesis central
de esta aproximación ontológica. Empecemos por lo que enuncia el título del
capítulo: reingreso de la forma. ¿Qué significa tiene?, ¿está sosteniendo
únicamente la posibilidad de una autopoiesis y de fenómenos de autorregulación?,
¿qué implicaciones tiene que la forma reingrese, que la distinción se repita
una y otra vez?
El reingreso de la forma tiene los siguientes
significados:
1.
En la
medida en que la distinción, que introduce formas y que luego ellas mismas ponen
distinciones, es el modo de ser de todo lo que existe, la forma no se da de una
vez y por todas, como un origen que pusiera el mundo en movimiento, como algo
externo a este. Por el contrario, es necesario que la forma se reintroduzca una
y otra vez para que la realidad pueda persistir y para que el campo marcado por
la distinción se mantenga como tal. La distinción está actuando de manera
permanente en el campo marcado por ella.
2.
El
reingreso de la forma se refiere, además, a su capacidad de llamarse a sí
misma, de convocarse, de tener un comportamiento recursivo; de tal manera que,
y este es un término que no está en Spencer Brown, puede adquirir la dimensión
de una reproducción ampliada por medio de la cual el campo marcado se amplía,
introduciendo nuevas distinciones y formas. La forma que reingresa es por ella
misma formadora. Pero, esto no significa que este reingreso de la forma sea
autorregulador y que, por lo tanto, se comporte de manera sistémica creando una
esfera ordenada y cerrada sobre sí misma. En cada caso, en cada reingreso de la
forma hay que analizar de qué manera lo hace que, incluso, puede tener un
carácter destructivo o autodestructivo.
3.
El título
dice en inglés: “12. Re-entry
into the form”: Re-entrar a la forma. Entonces no se puede interpretar únicamente como el reingreso de la
forma, cuestión que está evidentemente en el desarrollo de este capítulo; sino
que hay que incluir en este caso el papel del observador o si se prefiere del
sujeto. ¿Qué significa este re-entrar a la forma? Como se verá inmediatamente
esto tiene que ver con el conocimiento de la forma, que incluye el papel de
dicho observador.
A partir de estas consideraciones se puede analizar el
desarrollo de este capítulo. Spencer Brown coloca en primer lugar el carácter
totalizante de la distinción: nada ni nadie puede escapar de la distinción y,
por ende, de la forma, aunque esta adquiera una pluralidad infinita de
manifestaciones:
La
concepción de la forma yace en el deseo de distinguir.
Dado
este deseo, no podemos escapar de la forma, aunque podamos verla de la manera
en que nos plazca… (Spencer Brown, 1972, pág. 69)
A partir de aquí entra a considerar el lugar del
sujeto en el campo marcado por las distinciones. Dado el carácter inmanente de
estas formulaciones, no hay algo que esté por fuera de las distinciones que lo englobe
todo. Específicamente hablando, más allá de esta consideración ontológica
particular, quiere decir que la distinción que crea un campo marcado también
puede contener como producto de dicha distinción el sujeto del conocimiento de
esa forma. O, el sujeto es la forma que adopta una determinada distinción.
Por este motivo puede el espacio marcado coincidir con
el observador que es interno al campo marcado por la distinción. Más aún, el
sujeto es parte de la expresión de la distinción en el campo marcado y se puede
realizar sobre él las indicaciones que se crean pertinentes: “He ahí un
observador”, “Estoy en la posición del observador”.
Un
observador, puesto que distingue el espacio que ocupa, también es una marca. (Spencer
Brown, 1972, pág. 76)
Vemos
ahora que la primera distinción, la marca, y el observador no solo son
intercambiables, sino, en la forma, idénticos. (Spencer Brown, 1972, pág. 76)
En los campos en donde la distinción crea ámbitos
sociales, las formas ponen sujetos y subjetividades como efectos de la
distinción que siempre será específica; es decir, este tipo de sujetos o estas
subjetividades. A su vez son los sujetos, colectivos e individuales, una de las
principales fuentes de las distinciones:
El
acto básico, original de distinción es un acto constitutivo que acompaña al
señalar y percibir el mundo. Entonces se podría decir que no hay acto puro de
construcción haciendo distinciones Hay alternativas, y que con él y a través de
él, junto con los actos concretos y significativos, surge la diversidad del
mundo y, por supuesto, también a través de las diferentes posibilidades o
formas de representación, es decir, lenguajes, signos, símbolos y expresiones
en el sentido más amplio utilizado para indicar los resultados de distinciones.
(Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009, pág. 199)
Según esto, conocer significa conocer las distinciones
y las formas de las distinciones que han permitido el surgimiento de campos
marcados; y, además, tener presente que el sujeto del conocimiento es él mismo
parte de los efectos que han producido las distinciones del campo marcado.
Nosotros,
como espectadores, somos, en primer lugar, siempre una distinción nosotros mismos
(en nuestra propia forma) y, en segundo lugar, somos indicios de una distinción
cuando nos vemos como signos de marcado: señalamos la distinción entre el
espectador y lo que nosotros consideramos distinguir como un observador del
observador. (Schönwalder-Kuntze, Willie, & Hölscher, 2009, pág. 204)
A esto se refiere Spencer Brown cuando elimina
cualquier referencia metafísica, en donde el problema no radica en la relación
entre ser y aparecer, sino en la comprensión de la distinción que es ella misma
una distinción:
Es
solo por medio de detener o arreglar el uso de estos principios a cierto nivel
que podemos manejar el universo en cualquier forma, y nuestro entendimiento de
tal universo no viene del descubrimiento de su apariencia presente, sino de recordar
lo que hicimos originalmente para lograrlo. (Spencer Brown, 1972, pág. 104)
Bibliografía
Baecker, D. (1999). Problems of form. Stanford : Stanford
University Press.
Baecker, D. (2015). Working the
form: Georg Spencer-Brown and Mark fo Distinction. The Future is Here, 42-47.
Kauffman, L. H. (n.d.). Laws of form. An exploration in Mathematics
and Foundations .
Roberts, D. (1992). The paradox of
form: Literature and self-reference. Poetics,
75-91.
Robertson. (n.d.). Some-thing from no-thing: G. Spencer-Brown´s
Laws for form. sería chévere
Schönwalder-Kuntze, T., Willie, K.,
& Hölscher. (2009). Georg Spencer
Brown. Heidelberg: Verlag.
Simner, J. (2021, enero 23). Georg Spencer-Brown and the foundations of
social theory.
Spencer Brown, G. (1972). Laws of form. New York: E.P. Dutton.
[1] Utilizo la traducción de Juan
Carlos Rojas, inédita, y coloco en las notas a pie de página el original
inglés. “We take as
given the idea of distinction and the idea of indication, and that we cannot
make an indication without
drawing a distinction. We take, therefore, the form of distinction for the
form”.
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