Lacan,
Jacques, El Seminario. La ética del psicoanálisis 7, Ed. Paidós, Buenos Aires,
1988, pp. 9-25.
Al fin de cuentas, ¿para qué sirve el
psicoanálisis?, ¿tiene algún sentido seguir practicándolo?, ¿tiene que decirnos
algo a nosotros y a nuestros contemporáneos? Desde esta perspectiva, Lacan
constata la persistencia del sentimiento de culpa, incluso por encima de la obligación
moral. Y esto conectado al deseo, que no ha podido ser liberado.
Pero, no se trata simplemente de escapar del
sentimiento de culpa; sino, que tenemos que entender el deseo como “una demanda
humana”. (16) En el núcleo de esta demanda se encuentra el sufrimiento y la
ignorancia, que es hacia donde se dirige el psicoanálisis.
Así, la ética del psicoanálisis se plantea tres
ideales: el primero tiene que ver con lo erótico y dentro de este campo, con la
necesidad de dilucidar: “¿Qué quiere una mujer? Más precisamente - ¿Qué es lo
que ella desea? - “(18) No estamos seguros de haber alcanzado una respuesta
satisfactoria.
El segundo ideal es el de la autenticidad, no
en el sentido de distinguir entre sujetos auténticos y otros que no lo serían;
sino, en la autenticidad del psicoanálisis, que tiene que ver con la batalla
por el desenmascaramiento de todo aquello que se encuentra sumido en las
sombras. El tercer ideal, es el de la no-dependencia; esto es, “una suerte de
profilaxis de la dependencia”. (19)
Estos tres ideales se sintetizan en “una
profundización de la noción de lo real”, que es hacia dónde estamos orientados
los seres humanos. (21) Un orden de lo real que se nos muestra como “terrible”
en el mundo actual, como si el tiempo estuviera retrocediendo, especialmente
con el ascenso del fascismo y la ultraderecha en todo el planeta.
Pero, lo real que no está separado del orden
simbólico, del plano “ficticio”. Ficticio no quiere decir que sea un engaño o
una mentira, sino que la “verdad tiene una estructura de ficción” (22) y esto
nos lleva a la manera en que el orden simbólico “traduce” la realidad para
presentársela al imaginario. La simbólico elabora su propia aprehensión de la
realidad. No es simplemente la realidad, sino la realidad vivida por mí o por
el Otro y convertida en lo real.
En este momento, volvemos a encontrarnos con el
deseo y con la comprensión de la “dimensión esencial del deseo, siempre deseo
en grado segundo, deseo del deseo”. (24) Desde este punto de partida, estamos
preparados para “aportar, ya no a tal o cual, sino a la cultura y a su malestar”.
(25)
Sin esta dimensión, el psicoanálisis se quedará
preso de “tal o cual” situación concreta, análisis específico y no tomará en
cuenta de que, a través del otro, está enfrentado con la ley, con el Nombre del
Padre, con el orden o desorden social.
El psicoanálisis no puede prescindir de la
ética y trabajar en los vínculos que unen un sujeto particular con la cultura,
en donde se relaciona la falta con la enfermedad, el plano ético con el psicoanalítico
y que este último, contribuya a devolver la capacidad moral a aquellos sujetos
que, por su morbidez, se encuentran trabados en su libertad.
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