Hemos dicho que la forma es todo
aquello que introduce una distinción, sin importar del tipo que sea esta: real,
virtual, lógica, ideal, social, entre tantas otras. Se trata ahora de proponer
un mecanismo de paso, un modo de transición, por medio del cual se produce la distinción.
Este elemento mediador que
permite la concreción de la forma y el aparecimiento de las formas, es el
esquematismo formal; o, si se prefiere, el entendimiento de la forma como
esquema.
¿Qué es, entonces un esquema?
Digamos que en la vida cotidiana o profesional estamos rodeados de esquemas de
todo tipo: desde los diagramas de flujo hasta los moldes, los patrones,
incluyendo los típicos manuales para construir o manejar algún aparato. También
están los llamados esquemas mentales con su respectivo software.
Para los fines aquí propuestos,
entendemos un esquema como un procedimiento que nos conduce hacia un cierto
resultado claramente establecido. Es la estructura y los recorridos específicos
en dicho estructura que se tienen que seguir.
Sin embargo, esta es solo una
parte del esquematismo formal. La otra, que es tan importante como la primera,
son las reglas. Los esquemas están acompañados de reglas, que nos indican las
posibilidades, las restricciones, las prohibiciones, las capacidades que están
frente a nosotros.
Las reglas se refieren al modo en
que el esquema debe ser interpretado y ejecutado, si se quiere obtener el
resultado previsto. Hay que insistir en su carácter de regla como contrapuesto
a la ley. Las reglas se siguen con diversos grados de flexibilidad, desde los
muy rígidos hasta los muy abiertos que permiten recorridos amplísimos.
Por lo general, las reglas del
diseño y más en el caso de la moda, están codificadas de tal manera que hay
procesos, pasos, secuencias, que se tienen que seguir; estructuras a las que
hay que someterse. Y al mismo tiempo la apertura de infinitas posibilidades
dentro de ese marco. Quizás incluso habría que señalar que es la existencia de las
reglas la que permite la proliferación de sus variantes, interpretaciones,
deslices, sesgos.
Las reglas del diseño –como esquemas
formales que son- no están hipocodificadas; esto es, no son tan laxas que den
lugar a interpretaciones sin límite –a semiosis ilimitadas- o a procesos
radicalmente desordenados. Tampoco están hipercodificadas, a tal extremo que
sea imposible cualquier variante.
Se coloca, si se quiere, entre
las reglas lógico-matemáticas que son completamente rigurosas en su determinación
de los procesos; y las reglas de la cocina en donde la capacidad de su variación
y alteración prácticamente no conoce límites.
Las reglas de un determinado
diseño, de una escuela, un estilo, una moda específica, pueden ser modificadas,
alteradas, cambiadas hasta volverse irreconocibles. Lo que no sucede es la desaparición
del régimen de reglas: si una de estas se quiebra o se altera para producir una
moda sustancialmente nueva, esta última al venir a la existencia estará
conformada por sus propias reglas.
El surgimiento de una moda se da
de manera concomitante con la emergencia de las regulaciones que la producen y
de las regulaciones a través de las cuales produce, permitiendo el surgimiento
de un estilo, la persistencia de una corriente por un cierto lapso, sin lo cual
la moda no existiría.