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domingo, 2 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 8: JAMESON, MUCHAS DIALÉCTICAS.


La dialéctica no se encuentra solo en el pensamiento marxista; está desperdigada en diferentes autores, tendencias, filósofos como Deleuze o Wittgenstein. Esta pluralidad le lleva a Jameson a afirmar que hay una pluralidad de dialécticas locales frente a una dialéctica general y sistemática. La primera gran consecuencia de esta pluralidad es que se renuncia a unificar el mundo en una totalidad, en una gran teoría del todo, gobernada por una sola lógica de un gran alcance. 
Una de esas lógicas locales que atraviesa prácticamente al conjunto de ciencias sociales y humanas es la de las oposiciones binarias, tan típicas del estructuralismo. Sin embargo, la dialéctica, aun reconociendo el papel de los opuestos, se niega a encasillarse en estos pares conflictivos.
 Por el contrario, se considera que hay una asimetría entre los pares: los esclavos no son lo opuesto de los amos, ni el proletariado de la burguesía. Se trata, más bien, de colocar entre esos polos, en medio de la lógica binaria, una “discontinuidad ontológica”, una ruptura del estructuralismo, de la visiones dualistas del mundo, que  tienden a volveré maniqueas. 
Si se piensa, por ejemplo, en la propuesta lacaniana que se inicia en ese dualismo paradigmático de lo imaginario, con el estadio del espejo, pero que únicamente significa el punto de partida, porque pronto exige la entrada del orden simbólico. Y cuando tenemos ese par de imaginario y simbólico, se tiene que incluir a lo real como un tercer elementos clave. Incluso se podría señalar un cuarto componente llamado sinthome. 
Por mi parte, puedo señalar la semiótica de Hjelmslev  que va más alá de la lógica binaria o de las tríadas y se asienta de ello en una cuatriparticiòn de su campo: forma de la expresión, forma del contenido, substancia de la expresión y substancia del contenido. 
Siguiendo con la crítica a la lógica binaria de los opuestos que terminarían por encontrar su síntesis en un tercer elemento que los superaría, Jameson discute la unión de los opuestos, un dogma tan querido por la dialéctica del marxismo vulgar.

No hay unidad de los opuestos, porque en cada uno de ellos hay elementos irreductibles respecto del otro, que rebasan la accesibilidad de los opuestos entre sí; esto es, claramente, una inconmensurabilidad, que impide que el otro sea asimilado:

“Todavía más este exceso o esta misma inasimilibilidad  constituye la dialéctica –entre lo dialectizable y lo no dialectizable-, que potencialmente renueva la dinámica de los procesos y abre la posibilidad, a su vez,  de un nueva agrandada dialéctica, el reloj de la temporalidad dialéctica una vez más comienza  a marchar.” (26)

Aquí se podría colocar el diálogo que lleva a cabo con Derrida y su utilización de la deconstrucción, en la medida en que esta saca a la luz los procesos que no son dialécticos ni dialectizables. Por eso, la deconstrucción se enfrenta con la dialéctica vulgar, con el marxismo congelado, para mostrar que ha dejado de ir hacia algún lugar y que ha perdido su capacidad analítica: 

“Uno de los resultados así devorados y desentrañados es por supuesto la misma dialéctica, detenida por mucho tiempo, y que llega a ser otra ideología por derecho propio, y todavía más objeto de deconstrucción.” (27)

La deconstrucción de convierte en un compañero de viaje de la dialéctica, porque le permite ubicar aquellos que se le escapan, que no tienen otro resultado que el mostrar la lógica de un funcionamiento repetitivo. Jameson termina por encontrar entre la deconstrucción y la dialéctica un parecido, un aire de familia como diría Wittgenstein.






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