Lacan,
Jacques, El Seminario. Los escritos técnicos de Freud, 1, Ed. Paidós, Buenos
Aires, 1981, pp. 127-130 y 209-216
La estructura psíquica está conformada por
imaginario, simbólico y real, que Lacan analiza siguiendo la segunda tópica de
Freud. Este orden imaginario, en donde se forma y habita el yo, se “constituye
por clivaje, por distinción respecto del mundo exterior” (127); esto es, hay
aspectos que se mantienen y otros que se desechan.
Este orden imaginario corresponde al estadio
del espejo: al verse reflejado por primera vez, “se concibe como distinto, otro
de lo que él es”, se duplica entre lo que es y su imagen; así, percibe su
cuerpo como una totalidad. A partir de aquí, se “estructura el conjunto de su
vida fantasmática”: fantasmas que no son sino las imágenes producidas por ese
clivaje de lo real. (128)
Aquí ya tenemos los dos elementos de la segunda
tópica: lo real y lo imaginario, que se unen por medio de un sujeto que está
situado. ¿En dónde está colocado este sujeto? En el orden simbólico, mientras
que el yo permanece en el plano imaginario. O si se prefiere, llamamos sujeto
cuando ese yo se ubica en lo simbólico y, por medio de este, pone en relación a
lo imaginario con lo real. Desde luego, “La situación del sujeto … está
caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico, en el mundo de
la palabra”. (130)
Pero, esta introducción de la mediación de lo
simbólico conduce a la distinción entre el yo ideal y el ideal del yo, porque
nuestra relación con el otro pertenece al ámbito de lo simbólico, de la ley que
nos regula. El yo ideal no es sino el yo imaginario, que se apropia de la
realidad segmentándola.
En cambio, el ideal del yo tiene que ver “el
juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta
relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la
estructuración imaginaria”. (214) De tal manera que el ideal del yo termina por
regular al yo ideal, en la medida en que dependemos de los otros para conformarnos
como nosotros mismos.
En este momento, Lacan introduce el tema del
deseo: desde mi posición imaginaria me pregunto por mi deseo, que no puede ser
respondido a menos que salgamos del plano imaginario y vayamos hasta lo
simbólico, porque el deseo solo puede resolverse a través del “intercambio
verbal entre seres humanos. Ese guía que dirige al sujeto es el ideal del yo”.
(215)
El ideal del yo es “el otro en tanto hablante,
el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica … o sea la palabra…”
(215) Lacan pone énfasis, desde el inicio de sus escritos, en lo que más
adelante llamará el inconsciente como lenguaje. Aquí hay un importante
desplazamiento respecto de Freud, porque el orden simbólico es enteramente
lenguaje y, como tal, lenguaje de los otros. Hay que recordar que todo lenguaje
es público, no hay lenguajes privados. (Wittgenstein) Decimos nuestros
fantasmas con las palabras de los otros, conformamos nuestro yo ideal con el
lenguaje que viene de fuera.
¿Qué otra cosa es la relación entre psicoanalista
y psicoanalizada sino una relación entre el yo ideal y el ideal del yo?
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