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lunes, 7 de octubre de 2019
EL TIEMPO TARDÍO EN EXÓTICA DE JUAN CAMPOVERDE
Artículo de análisis de la obra musical, exótica, de Juan Campoverde:
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martes, 3 de septiembre de 2019
FILOSOFÍA DE LA MÚSICA
CURSO DE FILOSOFÍA DE LA MÚSICA:
Nicolás Rojas
Carlos Rojas
Sílabo, texto, materiales bibliográficos y audios en:
https://mega.nz/#F!AptXTKaC!zCKzhHjxKRvdu7Aq7MmsQg
miércoles, 14 de agosto de 2019
ONTOLOGÍA AMAZÓNICA
Ontología amazónica.
https://mega.nz/#!8lUlwIxI!rAy8RoNfEoxIGdBra9N2pU9tHlew62Ltc_L-XbJW78g
lunes, 5 de agosto de 2019
ONTOLOGÍA MAYA Y AZTECA
ONTOLOGÍA MAYA Y AZTECA
Reflexión sobre las principales orientaciones de las ontología maya y azteca:
https://mega.nz/#!5g1QEYCY!toKQyyN-b-pu4jmjXEuAgxsIPlWiYgDW7lk6sazMFcY
sábado, 18 de mayo de 2019
LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS
Lacan,
Jacques, El Seminario. La ética del psicoanálisis 7, Ed. Paidós, Buenos Aires,
1988, pp. 9-25.
Al fin de cuentas, ¿para qué sirve el
psicoanálisis?, ¿tiene algún sentido seguir practicándolo?, ¿tiene que decirnos
algo a nosotros y a nuestros contemporáneos? Desde esta perspectiva, Lacan
constata la persistencia del sentimiento de culpa, incluso por encima de la obligación
moral. Y esto conectado al deseo, que no ha podido ser liberado.
Pero, no se trata simplemente de escapar del
sentimiento de culpa; sino, que tenemos que entender el deseo como “una demanda
humana”. (16) En el núcleo de esta demanda se encuentra el sufrimiento y la
ignorancia, que es hacia donde se dirige el psicoanálisis.
Así, la ética del psicoanálisis se plantea tres
ideales: el primero tiene que ver con lo erótico y dentro de este campo, con la
necesidad de dilucidar: “¿Qué quiere una mujer? Más precisamente - ¿Qué es lo
que ella desea? - “(18) No estamos seguros de haber alcanzado una respuesta
satisfactoria.
El segundo ideal es el de la autenticidad, no
en el sentido de distinguir entre sujetos auténticos y otros que no lo serían;
sino, en la autenticidad del psicoanálisis, que tiene que ver con la batalla
por el desenmascaramiento de todo aquello que se encuentra sumido en las
sombras. El tercer ideal, es el de la no-dependencia; esto es, “una suerte de
profilaxis de la dependencia”. (19)
Estos tres ideales se sintetizan en “una
profundización de la noción de lo real”, que es hacia dónde estamos orientados
los seres humanos. (21) Un orden de lo real que se nos muestra como “terrible”
en el mundo actual, como si el tiempo estuviera retrocediendo, especialmente
con el ascenso del fascismo y la ultraderecha en todo el planeta.
Pero, lo real que no está separado del orden
simbólico, del plano “ficticio”. Ficticio no quiere decir que sea un engaño o
una mentira, sino que la “verdad tiene una estructura de ficción” (22) y esto
nos lleva a la manera en que el orden simbólico “traduce” la realidad para
presentársela al imaginario. La simbólico elabora su propia aprehensión de la
realidad. No es simplemente la realidad, sino la realidad vivida por mí o por
el Otro y convertida en lo real.
En este momento, volvemos a encontrarnos con el
deseo y con la comprensión de la “dimensión esencial del deseo, siempre deseo
en grado segundo, deseo del deseo”. (24) Desde este punto de partida, estamos
preparados para “aportar, ya no a tal o cual, sino a la cultura y a su malestar”.
(25)
Sin esta dimensión, el psicoanálisis se quedará
preso de “tal o cual” situación concreta, análisis específico y no tomará en
cuenta de que, a través del otro, está enfrentado con la ley, con el Nombre del
Padre, con el orden o desorden social.
El psicoanálisis no puede prescindir de la
ética y trabajar en los vínculos que unen un sujeto particular con la cultura,
en donde se relaciona la falta con la enfermedad, el plano ético con el psicoanalítico
y que este último, contribuya a devolver la capacidad moral a aquellos sujetos
que, por su morbidez, se encuentran trabados en su libertad.
LO SIMBÓLICO Y EL LENGUAJE
El Seminario 3. La psicosis, Ed. Paidós, Buenos
Aires, 2000, pp. 50-63
Lacan vuelve a la vieja palabra: locura como
sinónimo de psicosis; la comprensión y tratamiento de esta, será uno de sus
principales aportes. Y en este contexto, el lenguaje juega un papel
fundamental: “Los detengo aquí un instante para que sientan hasta qué punto son
necesarias las categorías de la teoría lingüística…”, especialmente significado
y significante, metáfora y metonimia. (51)
Y comienza preguntándose por la significación,
que no puede reducirse a la cosa que le sirve como referente. La significación
remite constantemente a “otra significación: “El sistema del lenguaje,
cualquiera que sea el punto en el que le tomen, jamás culmina en un índice directamente
dirigido hacia un punto en la realidad, la realidad toda está cubierta de la
red del lenguaje”. (51) Las palabras llevan a otras palabras y estas se
insertan en un campo de significaciones amplísimo.
El delirio sería esa maquinaría que lleva de
una significación a otra, sin descanso, y que encuentra significados ocultos
que no puede descifrar; porque, efectivamente, se refiere a la dificultad que
tiene una persona de decir, de alcanzar una determinada significación. Y como
no puede llegar a su destino, comienza a circular en torno a una multiplicidad
de significantes existentes o inventados como neologismos.
Por esto, cuando nos enfrentamos a la locura es
indispensable poner atención al discurso y analizar de qué manera se están
entrecruzando significados y significantes en el delirio. Se trata, por lo
tanto, de quedarse frente al paciente “en el registro mismo en que el fenómeno
aparece, vale decir en el de la palabra”, (56) Confrontar con la palabra los
problemas de la palabra, entender el discurso, no en cuanto sus significaciones
superficiales, sino en la medida que muestran la dificultad del encuentro entre
unos significados que no alcanzan a decirse y unos significantes que vagan
delirantes.
Hay que tomar en cuenta que, desde la
perspectiva del lenguaje, “Hablar es, ante todo, hablar a otros”, que es una
cuestión clave. (57) E implica que los otros me hablan, que hago hablar
a los otros, en donde, además, cabe que sea verdad o mentira lo que digo y lo
que dicen.
La aparición del Otro, que me habla, pero que
está allí, fuera de mí, que lo “reconozco” pero “no lo conozco”, que se me
escapa en su alteridad radical. Lacan denomina A a este Otro Absoluto. Y como
se dirá mucho más adelante, termino por hablarme a mí mismo con las palabras de
este Otro. La lengua es hablada por otros, que forman esa red en donde existo y
hablo.
De esta manera, se ha establecido una relación
entre el Otro, que me habla, y el otro, con minúscula, que soy yo, que se
supone que conozco lo que me pasa, de qué estoy hablando y lo que significa. La
comunicación entre Otro y otro puede fallar, abrirse un hueco que impida que
nos comuniquemos. El otro, que soy yo, hará todo lo posible para rellenar este
agujero, aun a precio de delirar. Quedan, entonces, las preguntas
fundamentales:
“ … en primer término, ¿el sujeto les habla?;
en segundo, ¿de qué habla?”. (63)
martes, 7 de mayo de 2019
LA TÓPICA DE LO IMAGINARIO.
Lacan,
Jacques, El Seminario. Los escritos técnicos de Freud, 1, Ed. Paidós, Buenos
Aires, 1981, pp. 127-130 y 209-216
La estructura psíquica está conformada por
imaginario, simbólico y real, que Lacan analiza siguiendo la segunda tópica de
Freud. Este orden imaginario, en donde se forma y habita el yo, se “constituye
por clivaje, por distinción respecto del mundo exterior” (127); esto es, hay
aspectos que se mantienen y otros que se desechan.
Este orden imaginario corresponde al estadio
del espejo: al verse reflejado por primera vez, “se concibe como distinto, otro
de lo que él es”, se duplica entre lo que es y su imagen; así, percibe su
cuerpo como una totalidad. A partir de aquí, se “estructura el conjunto de su
vida fantasmática”: fantasmas que no son sino las imágenes producidas por ese
clivaje de lo real. (128)
Aquí ya tenemos los dos elementos de la segunda
tópica: lo real y lo imaginario, que se unen por medio de un sujeto que está
situado. ¿En dónde está colocado este sujeto? En el orden simbólico, mientras
que el yo permanece en el plano imaginario. O si se prefiere, llamamos sujeto
cuando ese yo se ubica en lo simbólico y, por medio de este, pone en relación a
lo imaginario con lo real. Desde luego, “La situación del sujeto … está
caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico, en el mundo de
la palabra”. (130)
Pero, esta introducción de la mediación de lo
simbólico conduce a la distinción entre el yo ideal y el ideal del yo, porque
nuestra relación con el otro pertenece al ámbito de lo simbólico, de la ley que
nos regula. El yo ideal no es sino el yo imaginario, que se apropia de la
realidad segmentándola.
En cambio, el ideal del yo tiene que ver “el
juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta
relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la
estructuración imaginaria”. (214) De tal manera que el ideal del yo termina por
regular al yo ideal, en la medida en que dependemos de los otros para conformarnos
como nosotros mismos.
En este momento, Lacan introduce el tema del
deseo: desde mi posición imaginaria me pregunto por mi deseo, que no puede ser
respondido a menos que salgamos del plano imaginario y vayamos hasta lo
simbólico, porque el deseo solo puede resolverse a través del “intercambio
verbal entre seres humanos. Ese guía que dirige al sujeto es el ideal del yo”.
(215)
El ideal del yo es “el otro en tanto hablante,
el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica … o sea la palabra…”
(215) Lacan pone énfasis, desde el inicio de sus escritos, en lo que más
adelante llamará el inconsciente como lenguaje. Aquí hay un importante
desplazamiento respecto de Freud, porque el orden simbólico es enteramente
lenguaje y, como tal, lenguaje de los otros. Hay que recordar que todo lenguaje
es público, no hay lenguajes privados. (Wittgenstein) Decimos nuestros
fantasmas con las palabras de los otros, conformamos nuestro yo ideal con el
lenguaje que viene de fuera.
¿Qué otra cosa es la relación entre psicoanalista
y psicoanalizada sino una relación entre el yo ideal y el ideal del yo?
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