:
Nicolás
Rojas Cajamarca
Citamos
los numerales de la edición de la BAC: De trinitate, incluido en: Fernández,
Clemente, Los filósofos medievales. Selección de textos I, BAC, Madrid, 1979,
pp. 399-444.
En
la lectura que haremos a continuación de fragmentos del “Tratado sobre la Santísima
Trinidad” de San Agustín; sin desviarnos, en primera instancia, de su
pensamiento buscamos dilucidar su significado, pero a continuación, aunque sea
una tarea difícil, trataremos de realizar una lectura secular que busca
entender cómo se puede traducir este pensamiento agustiniano en la época
contemporánea. Para que esta ardua tarea nos sea posible hemos decidido
enfocarnos en tres aspectos que nos parecen cruciales en el texto de la
Trinidad, la insuficiencia del lenguaje humano, la triada mente, noticia y
amor, y la certeza cuando pronunciamos “Se que vivo” como fundamento de lo que
es harto conocido luego con Descartes “la duda metódica”.
1.
El primer
momento que trataremos es la insuficiencia del lenguaje humano, San Agustín al
tratar de dilucidar la naturaleza perfectísima de la trinidad comienza a
debatirse sobre si es posible con palabras (humanas) expresar la esencia de
Dios. Hay que notar que en San Agustín esencia y sustancia son lo mismo tal
como observamos en 643 “Mas como en nuestra habla corriente se toma en el mismo
sentido la palabra esencia y la de sustancia” por lo tanto, Dios es sustancia o
esencia de igual manera en este contexto. A continuación, en 643, dice Dios es
“una esencia o sustancia y tres personas”. Manteniendo la idea de que Padre,
Hijo y Espíritu Santo son una misma sustancia, pero aquí encontramos una enorme
dificultad porque cómo es posible que una misma sustancia sea tres personas a
la vez, en este debate agustiniano no profundizaremos porque no es menester de
este ensayo, en cambio, sí mencionaremos que al tratar de resolver esta
cuestión hará hallazgos importantes en cuanto a la filosofía del lenguaje.
En
643 menciona “al tratar de estas cuestiones, los cuales no encontraron en su
léxico palabras más apropiadas para expresar lo que ellos sin palabras
entendían.” Con lo cual comprendemos que el lenguaje en sí es insuficiente para
expresar estas sustancias que además se entienden, pero tal entendimiento está
dado por la iluminación divina y no por nuestra propia capacidad de abordar
tales cuestiones. Tal como se muestra en el último párrafo “Sin embargo, cuando
se nos pregunta qué son estos tres [Padre, Hijo y Espíritu Santo], tenemos que
reconocer la indigencia extremada de nuestro lenguaje.” Reafirma la posición de
que nuestro lenguaje no puede dar cuenta de la divinidad, es demasiado pobre,
no alcanza para expresarla, aquí se presenta la separación entre filosofía y
teología, porque si la razón y el lenguaje no son suficientes para dar cuenta
del Ser divino entonces el único camino que nos queda es la fe.
Para
nuestra indagación entonces lo importante es separar esta matriz teológica que
no nos brinda respuestas, por ello la siguiente frase es crucial para realizar
una lectura secular, “Decimos tres personas para no guardar silencio, no para
decir lo que es la Trinidad.” Aquí un hito clave, a pesar de que el lenguaje
carezca de la capacidad debe avanzar, no puede quedarse inmóvil frente a la
empresa imposible que se le presenta, debe intentar forzar su capacidad a toda
costa para aproximarse, aunque sea milimétricamente, a la idea de la Trinidad.
Esto no solo sucede en este espacio sino siempre que nos refiramos a estas
sustancias inalcanzables como el Bien, el Amor, la Justicia, etcétera; debemos
caminar hacia ellas así no tengamos completamente claro qué son o que sepamos
que son inalcanzables, en el mundo “terrenal” no existe el Amor, el Bien y la
Justicia como tal existen expresiones particulares de cada una de ellas; este
tipo específico de bien, de amor o de justicia que deben marchar hacia ese
horizonte a pesar de que a cada paso él se aleja, quedar estáticos no es una
opción. Tal como menciona en la “Ciudad de Dios” ninguna ciudad humana se
parece a la ciudad divina todas las ciudades deben tender hacia este modelo aun
a sabiendas que es imposible de lograr. También se puede
encontrar esta idea en Derrida.
2.
La triada
mente, noticia, amor es una expresión de cómo a pesar de no poder expresar la
Trinidad el lenguaje humano, este si se expresa en todas las creaciones de Dios.
Primero menciona que al igual que la Trinidad estas tres no pueden estar
separadas, sino que, necesariamente, están ligadas la una a la otra. Esta reflexión se observa claramente en 651.7
“¿Hemos entonces de razonar, cuando se trata de estas tres realidades:
mente, conocimiento y amor, como se razona de una bebida compuesta de vino,
agua y miel, bebida en la que cada uno de sus componentes se extiende por toda
la masa y, sin embargo, son tres, pues la parte más diminuta de esta poción
contiene estos tres elementos, y no superpuestos cual si fuera agua y aceite,
sino mezclados, y los tres son sustancias, y todo el líquido aquel una
sustancia compuesta de tres? Pero el vino, el agua y la miel no son de una
misma naturaleza, aunque de su mezcolanza resulte una sustancia potable.”
En
este espacio las tres son necesarias. La mente y la noticia porque cuando la
mente se quiere conocer a sí misma necesita noticia de ella y, por lo tanto,
cuando hablamos de cognoscible 648.4 “hay también dos realidades, la mente y su
noticia y en esta curiosidad por conocerse ha de amarse necesariamente, porque
no se ama el hecho de conocerse se ama el amor y este solo puede provenir de
esa sustancia primigenia que es Dios” De manera inversa en 647.3 dice “La mente
no puede amarse si no se conoce; porque ¿cómo ama lo que ignora?” de aquí se
deduce que mente, noticia y amor son inseparables. Aún así en relación cada una
se mantiene por sí misma, es decir son sustancia en sí, porque 653 8 “la mente
puede amar otras cosas fuera de sí con el mismo amor con que se ama a sí misma.
Y, del mismo modo, la mente no se conoce solamente a sí misma, sino otras
muchas cosas. Luego el amor y el conocimiento no radican en la mente como en un
sujeto, sino que son, al par igual de la mente, sustancia”. Desde aquí podemos
dar el paso secular, si retiramos a Dios de la ecuación, encontramos
reflexiones harto interesantes para el mundo contemporáneo y que tienen
vigencia justamente por haber sido olvidadas.
Una de ellas se refiere a la relación necesaria
entre amor y conocimiento, esta relación nos lleva de lleno a un plano ético
del conocimiento es imposible entonces separar el Bien (porque Dios es Bien y
Amor inseparablemente) del Conocimiento, entonces uno no debe amar una
expresión específica del conocimiento, sino que es necesario amarlo por sí
mismo esto nos lleva a querer el Bien con el cual este conocimiento está
intrínsecamente relacionado. De esta forma, todo conocimiento, incluido el
científico, debe tender hacia el Bien, sin pasar por alto, como sucede
comúnmente hoy en día, los aspectos éticos de los avances en nombre de un hacer
científico que cada vez más está orientado a resultados de eficiencia y
eficacia dentro de un marco de explotación capitalista, en cambio debemos
plantearlo desde la idea de generación de bien para la humanidad. A esto hay
que agregar de manera fundamental que, para aproximarnos al Bien es siempre
necesaria la acción de la voluntad como se muestra en 645:
“Cuando, por ejemplo, oigo hablar de un alma buena, oigo dos palabras, y
por estas palabras entiendo dos cosas: el alma y su bondad. Nada hizo el alma
para ser alma, pues carecía de existencia para poder actuar en su ser; más para
que el alma sea buena es necesaria la acción positiva de la voluntad. Y esto no
porque el alma no sea algo bueno; de otra manera, ¿cómo podría decirse con toda
certeza que es mejor que el cuerpo?; pero aún no es buena el alma si le falta
la acción de la voluntad para hacerse mejor.”
Por lo cual, la acción científica del conocer
parte de la volición y, de la misma manera, ese hacer científico debe estar
guiado por la voluntad hacia el bien. Todo esto no puede ser separado, el
conocimiento está necesariamente relacionado con el deseo de conocer, tal deseo
viene de la voluntad de conocer mostrado en 667 “Y se la puede llamar ya
voluntad, porque todo el que busca quiere encontrar; y si se busca lo que
pertenece a la noticia, el que busca quiere conocer.” Pero además la noticia se
crea en este acto de búsqueda por parte de la mente que concibe el conocer de
tal forma lo plantea San Agustín 667 “al parto de la mente precede una cierta
apetencia, en virtud de la cual, al buscar y encontrar lo que conocer
anhelamos, damos a luz un hijo, que es la noticia; y, por consiguiente, el
deseo, causa de la concepción y nacimiento de la noticia, no se puede llamar
con propiedad parto e hijo” este deseo que engendra la noticia a su vez “se
convierte en amor al objeto conocido y sostiene y abraza a su prole” tal amor
no puede sino llevar a la necesidad del bien en el conocimiento.
Otro aspecto que consideramos relevante es el
vuelco hacia el pragmatismo extremo del conocimiento que no se detiene a pensar
en la necesidad de amar la noticia o el conocimiento por sí mismos. Nuevamente,
dentro del marco capitalista que exige resultados óptimos en el menor tiempo
posible, también se ha instaurado la idea de que el conocimiento debe ser
necesariamente práctico esto en detrimento del conocimiento por sí mismo, es
decir, si no es aplicable entonces no sirve, pero claramente aplicable
significa que pueda funcionar dentro de un espacio de generación de plusvalía.
En cambio, tomando las ideas de San Agustín hemos observado que las sustancias
como la noticia, la mente y el amor deben sostenerse por sí mismas y a la vez estar
relacionadas entre sí, esto nos lleva a mostrar que la necesidad del conocer
proveniente del deseo al conocer lo ignorado engendra la noticia y este dar a
luz transforma el deseo del objeto conocido en amor que a la vez no puede
existir sin su relación con el Bien, por lo tanto, la noticia debe ser amada
por sí misma y no en el acto de la aplicación.
3.
Finalmente, la relación previamente explicada entre mente, noticia y amor nos
lleva al planteamiento siguiente ¿es posible que la mente no se conozca en
absoluto? Y entonces ¿cómo es que la mente fundamenta el
deseo de conocerse si no tiene ningún atisbo de su propio ser? Observaremos
como la respuesta a tales preguntas surge de la reflexión que genera la
inspiración para la duda metódica cartesiana.
669 “Mas ¿dónde
conoció su saber, si no se conoce? Sabe, sí, que conoce otras cosas y ella se
ignora, y de ahí el conocer qué es conocer. Pero ¿cómo sabe que sabe algo, si
se ignora a sí misma? No conoce una mente que conoce, sino a sí misma. Luego se
conoce. Además, cuando se busca para conocerse, conoce su búsqueda. Luego ya se
conoce.
En esta disquisición
San Agustín muestra que la mente en el hecho de su búsqueda de conocimiento
necesariamente debe saber que algo es lo que conoce, por ende, aunque sea de manera
ínfima se conoce; también cuando se pregunta por su propio conocimiento se
busca a sí misma y por ello se conoce. Por lo tanto, dice “Es (...) imposible
un desconocimiento absoluto del yo, porque, si sabe que no sabe, se conoce, y
si ignora que se ignora, no se busca para conocerse. Por el mero hecho de
buscarse, ¿no prueba ya que es para sí más conocida que ignorada? Al buscar
para conocerse, sabe que se busca y se ignora.” En cualquiera de los casos se
tiene por lo menos un mínimo de conocimiento de la propia mente. Ahora este
conocimiento no se puede dar a través de los sentidos sino de la propia
presencia de la mente frente a sí misma como objeto conocido y cognoscente,
674 16. (nada hay a
la mente más presente que ella misma); así es como piensa que ella vive,
comprende y ama. Esto lo conoce en sí misma y no se imagina lo que percibe,
como lo corpóreo y tangible, por los sentidos, cual si estuviera en los
aledaños de sí misma. Si logra despojarse de todos estos fantasmas y no cree
que ella sea alguna de estas cosas, lo que de ella misma quede, esto sólo es
ella.
665 18 “Y así la
mente, cuando se conoce, ella sola es padre de su noticia y es a la vez la que
conoce y lo que conoce. Era cognoscible antes de conocerse, pero no existía en
ella su noticia antes de autoconocerse. Cuando se conoce, engendra su noticia
igual a sí misma; entonces su conocimiento iguala a su ser, y su noticia no
pertenece a otra sustancia; y esto no sólo porque conoce, sino porque se conoce
a sí misma”
Así la mente no puede
depender de elementos externos que le conformen, además al buscar el objeto del
cual se conforman las respuestas pueden distar 670.13 “No todas las mentes
creyeron ser aire, pues unas se tenían por fuego, otras por cerebro, otras por
otros cuerpos y algunas por otra cosa” aún así, continúa San Agustín, a pesar
de las diferencias de concepción hay elementos innegables que subsisten de
manera común 670.13 “todas conocieron que existían, vivían y entendían; más el
entender lo referían al objeto de su conocimiento; el existir y el vivir, a sí
mismas. Comprender sin vivir y vivir sin existir no es posible”. Entonces, lo
único cierto es que tiene la capacidad de saber de sí misma e
independientemente de su conformación existe, esto se fortalece en 674.16 con
“El precepto de conocerse a sí misma tiende a darle certeza de que no es
ninguna de aquellas realidades de las que ella no tiene certeza. Sólo debe
tener certeza de su existencia, pues es lo único que sabe con certeza.” Aquí
podemos observar claramente un proto argumento que posteriormente pasará a
Descartes. San Agustín a diferencia del filósofo francés no queda prisionero de
la duda, en cambio avanza sobre su reflexión y además, muestra que esta certeza
de ninguna manera puede ser absoluta y no puede fundamentar un conocimiento
absoluto.
En
esta certeza de existencia reconoce que la duda es un elemento fundamental que
lo puede guiar al ligarlo a los elementos fundamentales que aseveran su ser,
donde a pesar de que se dude de los elementos conformadores e incluso estar
errado no se puede negar ninguno de ellos.
672 ¿quién duda que
vive, recuerda, entiende, quiere, piensa, conoce y juzga?; puesto que, si duda,
vive; si duda, recuerda su duda; si duda, entiende que duda; si duda, quiere
estar cierto; si duda, piensa; si duda, sabe que no sabe; si duda, juzga que no
conviene asentir temerariamente. Y aunque dude de todas las demás cosas, de
éstas jamás debe dudar; porque, si no existiesen, sería imposible la duda.
Retomando
el argumento sobre los sentidos a pesar de que estos fallen y nos lleven al
error ninguna de las capacidades presentadas en 672 desaparece esto lleva a la
aseveración más importante que se presenta en 708 “jamás yerra o miente el que
dice: «Sé que vivo». Opónganse mil ejemplos de visiones falaces al que dice:
«Sé que vivo»; nunca vacilará, pues el que yerra vive.” Esta máxima no admite
duda alguna, los sentidos pueden traicionar, la imaginación, el razonamiento
pero incluso al no tener la razón no podemos negar la existencia de una mente (en
relación con la noticia y el amor) que se mira y se conoce a sí misma
(cognoscible, cognoscente y amada). Aquí presente ya en el siglo VII una matriz
que afectará profundamente al pensamiento moderno, con distintas respuestas por
supuesto pero de innegable potencia reflexiva y de la cual Descartes es un
deudor directo.