¿De dónde proviene la insistencia de la metafísica? ¿Por qué una vez expulsada regresa por todos los medios posibles? ¿Qué hay detrás de esa necia permanencia? ¿Por qué se habla y escribe tanto de metafísica, aunque sea bajo la forma de su superación o desaparición? ¿Por qué es un tema recurrente: abolición y surgimiento de nuevas manifestaciones metafísicas?
Debe corresponde a alguna cuestión real que
impide que desaparezca y que vuelve como un reflujo: parece que se aleja,
solamente para regresar con mayor fuerza. Con seguridad hay situaciones
irresueltas que de manera subterránea exigen respuestas y a las que nos enfrentamos
tratando de reducirlas o controlarlas.
Quizás debamos volver sobre la disquisición
kantiana que separa la razón pura teórica de la práctica y que expulsa del ámbito
de la razón pura a los objetos de la metafísica: dios, alma, mundo. No se trata
en este momento de debatir sobre dichos objetos, sino acerca de lo que implica
excluirlos de la razón y someterles únicamente a imperativos que provienen de
la práctica, a exigencias de la moral pura.
Entonces, habría que recolocar los objetos de
la metafísica bajo la razón pura y romper la barrera que impide el acceso a la
cosa en sí, para mostrar la transición fluida entre esta y los fenómenos. Un
sistema kantiano que empezara por caracterizar a esa cosa en sí; esto es, que
se propusiera como una metafísica antes de ser una teoría del conocimiento.
Iluminados de este modo los objetos de la
metafísica no tendrían que regresar por la vía de la práctica, de la ética y de
la moral, sino que estarían adecuadamente fundamentados por la razón. Tampoco
se tendría división salvaje, ahora naturalizada, entre teoría y práctica, pensamiento
y experiencia, razón y afecto.
Bajo diversas modalidades, con distintos
matices, la separación entre la esfera de la cosa en sí y la experiencia
práctica, fenoménica, se repite sin cesar en el pensamiento contemporáneo, en la
posmodernidad y el posestructuralismo; es decir, entre una esfera que se vive como
fundamento, aunque no sea accesible por parte de la razón, y una esfera caracterizada
por su insuficiencia ontológica radical en donde habitan los entes, entre ellos
los seres humanos.
En este sentido, Heidegger no deja de ser la
radicalización del pensamiento kantiano invertido, en donde el entendimiento se
ha olvidado de la cosa en sí y vaga sin encontrar un asidero para la producción
de la verdad.
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