Estas reflexiones equivalen a indagaciones
teológicas especulativas y prácticas por derecho propio, de modo que atenderlas
cambia los términos del juego de la ciencia y la religión. En lugar de
preguntarse qué tipo de Dios un descubrimiento científico dado todavía da espacio para que un teísta crea, los estudiosos de los estudios
religiosos pueden cambiar las mesas críticas para preguntar qué tipo de dioses
y monstruos están produciendo tales teorías científicas,
y qué tipo de valores éticos y formaciones sociales reflejan y refuerzan. Y
abrumadoramente, las ciencias naturales y sociales están produciendo
actualmente una gran cantidad de lo que provisionalmente he llamado panteologías.
A pesar de su autoidentificación constantemente secular, estas ciencias están
generando relatos rigurosos, asombrados e incluso reverenciales de la creación,
el sustento y la transformación, procesos que son totalmente inmanentes para el
universo mismo.
La onto-teología está lejos de ser un
movimiento que se da únicamente en el paso de la posmodernidad a las teologías,
mostrando que en su interior ya las contienen, aunque sea embrionariamente.
Este giro onto-teológico también se genera en la producción científica y
teológica. Rubenstein hace referencia precisamente a la secularización
incompleta del conocimiento racional que en su comprensión de la naturaleza y
de la sociedad termina por abrir paso a nociones trascendentes.
La ciencia misma termina por cuestionar sus
límites, por ignorar hasta dónde debe llegar y tiende constantemente puentes
hacia los ámbitos religiosos; por ejemplo, las verdades que deberían ser
siempre provisionales, falsables, objeto de crítica permanente, fácilmente se
vuelven dogmáticas y se exige que se tenga acerca de ellos no una aceptación racional,
sino una fe o una creencia.
Una ciencia que se pone en riesgo y que
difícilmente puede soportar los embates de las corrientes que la combaten a
nombre de cualquier otro dogma, porque están enfrentando creencia contra
creencia y a un dogma se le combate con otro. El irracionalismo penetra en
todos los ámbitos de la existencia y del saber, como se ha podido ver en esta
época y que tiene consecuencias trágicas para las sociedades.
La negativa a tratar rigurosa y explícitamente
los fundamentos metafísicos conduce a la proliferación de las onto-teologías de
todo tipo, a la emergencia de panteologías como señala Rubenstein. Si la modernidad
siempre fue un proceso de secularización insuficiente, tanto en el plano
político como cognoscitivo, la posmodernidad constituye un retroceso de la secularización
del mundo y la proliferación de creencias sin mayor fundamento que, como se ha
dicho, tienden a volverse dogmas.
Así deja de ser una tesis válida que la ciencia
y la tecnología conduzcan necesariamente a un mundo más secular; por el
contrario, no solo conviven con las religiones, sino que las alimentan de
muchas maneras, empezando por los innumerables procesos de fetichización con
los nos topamos a cada paso. Y no se trata de dejar de lado la metafísica; por
el contrario, esta tendría que mostrar, a través de sus ontologías regionales,
qué ciencia y qué tecnologías podrían llevarnos a una secularización efectiva
del mundo.
De lo contrario, malas metafísicas animarán subterráneamente
los campos del saber convirtiéndolos en formas de religión, por el predominio
de la actitud dogmática en ambos campos. Cuestión en la que las universidades
tienen una gran responsabilidad. El conocimiento que se produce en las
universidades nunca ha estado tan alejado de una apertura hacia las opiniones múltiples
y cada corriente termina por adoptar una actitud dogmática, con sus pastores,
iglesias, profetas.
Rubenstein, M.-J. (2018). Pantheologies.
Gods, Worlds, Monsters. New York: Columbia University Press.
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