La imposibilidad de la clausura de la metafísica en Derrida.
En el texto de Derrida Cómo no hablar
Recurriendo al neoplatonismo nos lleva a la manera cómo no se debería
hablar del ser y a la definición de ese espacio sobre al cual nada se
puede decir, además de llevar hasta sus últimas consecuencias el pensamiento de
Heidegger:
“El es
gibt que se traduciría así anuncia o recuerda todavía demasiado la
dispensación de Dios, del hombre o incluso la del ser de la que hablan ciertos
textos de Heidegger (es gibt Sein).
Khora no es ni siquiera eso, él es del dar antes de toda subjetividad. No da
lugar como se daría algo, sea lo que sea, no crea ni produce nada, ni siquiera
un acontecimiento en cuanto que tiene lugar. Ni da orden ni hace promesas”.
La ruptura del ser con el ente tiene que ser absoluta y mostrar su
trascendencia completa, incluido el distanciamiento respecto del lenguaje, por
lo que no se lo puede formular como una teología negativa. Todas las esferas
del mundo son dejadas de lado sin excepción alguna para establecer el ser como
“ahumano y ateológico”:
Platón lo dice, pues, a su manera, hay que
evitar hablar de khora como de «algo» que es o que no es, que estaría presente
o ausente, inteligible, sensible o las dos cosas a la vez, activo o pasivo, el
Bien (epekeina tes ousias) o el Mal, Dios o el hombre, lo viviente o lo no-viviente. Todo esquema
teomórfico o antropomórfico debería así evitarse. Si la khora recibe todo, no
es a la manera de un medio o de un continente, ni siquiera de un receptáculo,
pues el receptáculo sigue siendo una figura inscrita en ella. No es una
extensión inteligible, en el sentido cartesiano, un sujeto receptivo en el
sentido kantiano del intuitus derivativus, ni un espacio sensible puro como forma de la receptividad.
Radicalmente ahumana y ateológica ni siquiera puede decirse que dé lugar o que
hay la khora.
El ser que desemboca en la formulación de Derrida en el paso del ¿cómo
hablar? Al ¿cómo no hablar? Pero ¿cómo salir de la aporía? ¿Cómo
hablar de aquello acerca de lo que no se puede hablar? Y más aún, tener la
responsabilidad de hacerlo. Derrida hace una formulación que tiene
implicaciones muy grandes: el paso del hablar al no hablar se transforma en
dejar de hablar del ser y comenzar a hablarle al ser: “No es una
cuestión de nombre propio, sino más bien de apelación, una manera de dirigirse.
Proseró: me dirijo, le dirijo la palabra a alguien, y a veces: adoro la
divinidad; prosrema, la palabra dirigida a alguien; prosresis, el ' saludo con
que se llama”.
Esta es la guía para dejar de hablar del ser, dejar de hacer metafísica
según Derrida, y rastrear las huellas que ha quedado esta otra forma de hablar
en el lenguaje: esa huella de la huella que había sido formulada antes en De
la gramatología se vuelve huella del hablarle al ser, en esos tropos que
han escapado de la retórica, en cierto tipo de metáforas o de rebasamiento de
la metáfora.
Pero, se pregunta Derrida, ¿no es esto harto conocido en la teología
negativa? Iniciando su diálogo con Dionisio rechaza cualquier interpretación
cristiana de su discurso:
No se trata aquí de teología negativa, no
hay ahí referencia ni a un acontecimiento ni a un don ni a una orden, ni a una
promesa, incluso si, como acabo de subrayar, la ausencia de promesa o de orden,
el carácter desértico, radicalmente ahumano y ateológico de este «lugar» nos
obliga a hablar, a referimos a él de una cierta y única forma, como a aquello
completamente otro que ni siquiera sería trascendente, absolutamente alejado,
ni por otra parte inmanente o próximo.
Es decir, no se trataría de un fenómeno religioso; sin embargo, eso acerca
de lo que no se puede hablar tiene que inventarse en “su alteridad misma, en el
momento de dirigirse a él”, aunque no sepamos efectivamente ni siquiera que es.
Separándolo del hecho religioso Derrida cree encontrar en la oración
aquella forma de hablar a aquello que solo puede ser formulado apofáticamente,
porque la oración sería “…un momento esencial, ajusta la ascesis discursiva, el
paso por el desierto del discurso, la aparente vacuidad referencial…”
Este otro en cuanto otro, respecto del cual solo podemos hablarle y no
hablar de él, produce como su consecuencia evidente la propuesta de la ruptura
total con todas las tradiciones, tanto griega como cristiana, y la aparición de
ese espacio del pensamiento que es “completamente otro”:
Me limito a subrayar ese movimiento hacia
un lugar completamente otro como lugar del ser o lugar de lo completamente
otro: en y más allá de una tradición platónica o neoplatónica. Pero también en
y más allá de una tradición cristiana respecto a la que Heidegger no ha dejado
de pretender, aun estando inmersa en ella, como en la griega, y sea o no esto
denegación, que en ningún caso podría acoger una filosofía.
Pero ¿no ha regresado Derrida al punto de partida y ha refundado una
metafísica basada en la trascendencia absoluta de un entendimiento del ser que
se ha convertido en lo completamente otro? ¿Es posible lo absolutamente otro?
Derrida, J. (1971).
De la gramatología (Primera ed.). México: Siglo XXI.
Derrida, J. (1997).
Cómo no hablar. Denegaciones. In J. Derrida, Cómo no hablar y otros textos
(pp. 13-58). Barcelona:
Proyecto a.
Excelente. Me pregunto si no habrá que hacer (no) hablar a Derrida con Levinas... Quiero decir, precisamente en esa dirección de lo infinito de lo absolutamente otro del rostro, y a partir de ahí considerar ese rostro ya no como humano (lo ahumano) o divino (lo ateológico) sino, como sugiere Haraway, como chtónico, tentacular, multiespecie... Y ahí desbordamos un hablar (del Ser) como lenguaje hacia un (no)hablar ultrahumano.
ResponderEliminarMe parece que más allá de las cuestiones que se pueden discutir sería fundamental dilucidar la metafísica que está detrás del estar siendo y del sentir pensar y a partir de allí encontrar la imagen y los conceptos para entender al otro, yo diría quizás hacia una nueva concepción de lo humano antes que su superación, por ejemplo, una humanidad que incluya también a la naturaleza, tal como plantea el pensamiento amazónico
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