Proclo.
Hay un momento crucial en la historia que tiene
que ver con el surgimiento de lo que llamamos Occidente. Desde esta perspectiva,
el neoplatonismo juega un papel fundamental al desarrollar los presupuestos de
Platón y Plotino, entrecruzándolos con la mirada aristotélica. Inmediatamente
esta tradición se fundirá, aunque no completamente, con la emergencia del cristianismo
que se convierte en religión del poder, en este caso, de Bizancio.
Los grandes temas metafísicos que están
presentes hasta ahora y que nos atraviesan se configuran en ese momento. Me
referiré a uno que es particularmente importante: el tema de lo uno y lo
múltiple. Retomaré la formulación que realiza Proclo a través de la
reconstrucción contemporánea de Terezis y Tempelis.
La cuestión se expresa de una manera frontal: la
exigencia de la existencia de la unidad y la constatación de una realidad que
es múltiple: “Hay en medio la suprema realidad ontológica; esto es, el Uno o el
Bien, y la multitud de sus sustanciaciones tangibles”. (4) Como se puede ver, una
cuestión que simplemente permanece irresuelta hasta nuestros días.
Proclo trata de resolver esta cuestión sin
sacrificar ni la transcendencia de la Uno ni la existencia inmanente de lo
múltiple; quizás no es complicado aprehender cada uno por separado; lo
realmente difícil está es saber cómo lo múltiple proviene de lo Uno o de qué
manera lo Uno “emana” hacia lo real.
Dos conceptos serán centrales en este contexto:
hénadas y formas. Si lo Uno es eterno, infinito, necesario y, por lo
tanto, no puede sufrir cambios, cómo es posible que sea el productor de una
realidad que es múltiple, contingente, finita; y más aún, ¿de qué manera la
multiplicidad puede participar de lo Uno de lo cual proviene?, ¿de qué modo el
Uno habita necesariamente en cada realidad específica sin perder sus
características metafísicas?
Así las hénadas son la manera en que se
manifiesta lo Uno sin perder su trascendencia absoluta, mientras que las formas
actúan a nivel de lo más concreto, permitiendo las diversas modalidades de la
existencia y definiendo los diversos grados de participación jerárquica de lo
múltiple en lo Uno. Indudablemente se tiene que recurrir a una teoría de las
mediaciones, methexis, colocados entre el Uno y lo múltiple:
Es decir, entre el mundo de la
generación, el movimiento y la destrucción y el mundo del reposo, de lo
imperecedero y la armonía eterna, entre el Hence y el Thence;
términos básicos para la construcción de la metafísica occidental. (19)
No se trata de reconstruir la larga
argumentación que desarrolla Proclo para superar las aporías de la Uno y lo
múltiple a través de las mediaciones, sino de constatar la irresolución, y quizás
la irresolubilidad, de este gran problema metafísica planteado en estos términos
y que, además, se niega a aceptar una tesis dualista.
Entonces dejar constancia de que las hénadas corresponden
al movimiento interno de la Uno, que muestra una dinámica inherente sin que se
rompe su unidad y su trascendencia y que, al mismo tiempo, produce y se muestra
en todo lo real. En cambio, las formas acompañan a lo múltiple sustentando sus
diferentes: las cosas son distintas porque tienen una forma.
Lo fundamental es señalar con toda claridad que
el debate metafísico que se inaugura en el neoplatonismo sigue plenamente
vigente:
La metafísica de la trascendencia,
sin ser alterada en ningún aspecto, postula los términos de la metafísica de la
inmanencia. Sin embargo, como se recalca permanentemente, la unidad se
conserva, en bifurcaciones específicas, en la totalidad de las condiciones
ontológicas, independientemente del nivel al que pertenecen. (34)
Regreso al punto de partida, reconocimiento de
la irresolución a través de la afirmación de los términos, en donde
correctamente no se puede prescindir ni de la unidad ni la multiplicidad. Debate
que remite a la relación entre lo trascendente y lo inmanente.
Al parecer diversas metafísicas, que no se presentan
como tales, en la filosofía contemporánea han tomado partido por la multiplicidad:
los flujos moleculares deleuzianos con sus devenires interminables y lo
múltiple puro como origen de toda la realidad en Badiou, son buenos ejemplos de
metafísicas procesuales tan dependientes de las elaboraciones de Whitehead.
Pero, la elección de lo múltiple no puede
resolver adecuadamente los temas de la unidad; por ejemplo, ¿cómo pensar el
mundo como totalidad? ¿De qué manera el diferencialismo puede evitar devorarse
a sí mismo y abrirse a explicar las igualdades y similitudes? ¿Cómo explicar no
solo los devenires y flujos, sino las persistencias, las constantes, por ejemplo,
las leyes generales del universo? ¿Cómo evitar disolver la realidad en una
partición infinita que solo puede desembocar en la nada?
Tampoco la contraposición en trascendente e
inmanente ha sido resuelta; por el contrario, el neoplatonismo sigue vigente en
varios pensadores contemporáneos: Derrida postula una filosofía enteramente
inmanente, sin embargo, coloca lo trascendente como una exterioridad absoluta
de la cual nada se puede predicar y sobre la cual ni siquiera cabe una teología
negativa, negándose a cualquier gesto apofático. Marion postula la existencia
de una esfera de lo absolutamente trascendente que incluso escapa al ser.
En ambos casos, aquello que ha sido expulsado y
colocado en un más allá indecible e inalcanzable, regresa en toda su dimensión
a través de diversos tipos de experiencia; en el caso de Derrida se muestra
como la Justicia sin la cual no existiría el derecho o como la Amistad que
jamás será realmente alcanzada. En cuanto a Mario, es la experiencia de la fe
como una interrelación personal la que permite dar ese salto desde lo inmanente
a lo trascendente.
Terezis, C., &
Tempelis, E. (2017). Proclus
on the transition from metaphysical being to natural becoming. New Jersey: Gorgias Press.
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