Carlos Rojas Reyes
Marzo del 2025
La transformación del dinero en capital ha sido bastante estudiada; este es el caso de los estudios de Fred Moseley (Moseley, 2016), que resalta la centralidad del dinero; Samezo Kuruma, Marx´s Theory of the Genesis of Money, que es un estudio clásico sobre el tema; o este enfoque matemático del tema del dinero, Dong-Min Rieu, A Mathematical Approach to Marxian Value Theory, (Rieu, 2022). Para una visión amplia del primer tomo de El capital, que incluye varios estudios sobre el tema del dinero, remito a Bellofiore y Taylor, The Constitution of Capital. Essays on Volume I of Marx´s Capital (Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.), 2004).
Sin embargo, lo que interesa en este análisis es la dialéctica subyacente al análisis que realiza Marx sobre el dinero, cuestión que, desde luego, no se explicita en el texto (Marx, El Capital, 1975), por esto, no se abordan los largos debates de la transformación.
Si en el capítulo I de El Capital la noción de forma juega un papel central, en este capítulo IV que analiza la transformación del dinero en capital, regresa este concepto con igual fuerza. En este caso, Marx ya no seguirá el esquema hegeliano de La ciencia de la lógica, en la parte dedicada a la Doctrina de la Esencia que le sirve de guía, sino que mostrará la dinámica que adquiere el cambio de forma y los efectos que produce en la economía política.
Aquí el punto de partida es el dinero, ya que con la aparición de este también comienza el capital; o, si se prefiere, se forma el capital como producto final de la circulación de las mercancías:
Si hacemos caso omiso del contenido material de la circulación mercantil, si prescindimos del intercambio de los diversos valores de uso, limitándonos a examinar las formas económicas que ese proceso genera, encontraremos que su producto último es el dinero. Ese producto último de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 179)
En el proceso que se ha descrito para las mercancías, a fin de poder realizarse plenamente tienen que moverse a través del ciclo M-D-M, en donde el dinero funciona como equivalente general, permitiendo que las mercancías se intercambien. Sin embargo, si extendemos este ciclo y lo miramos desde otro momento, vemos que aparece la secuencia D-M-D.
La forma directa de la circulación mercantil es M - D - M, conversión de mercancía en dinero y reconversión de éste en aquélla, vender para comprar. Paralelamente a esta forma nos encontramos, empero, con una segunda, específicamente distinta de ella: la forma D - M - D, conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. (Marx, El Capital, 1975, pág. 180)
Este aparentemente simple cambio de perspectiva o de posición de los términos tiene consecuencias enormes que conducen a la aparición del capital, por el simple hecho de este cambio de forma. Como Marx insiste con la máxima fuerza posible: transformación, devenir y determinación, que conducen a la primera manifestación del capital, a su emergencia en la sociedad por primera vez.
El dinero que en su movimiento se ajusta a ese último tipo de circulación, se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 180)
Pero ¿qué distingue a estos dos ciclos que, en sus fundamentos, son iguales? ¿Por qué este cambio de la secuencia produce efectos tan notables? Al trasponer el esquema, colocando al inicio al dinero se altera el comienzo y fin del mismo proceso: se pasa de la venta para comprar de la circulación mercantil simple a la compra para vender de la dialéctica del dinero.
En la última frase de la siguiente cita se encuentra la explicación clave de esta transformación que conduce al surgimiento del capital. Dada la inversión del ciclo, es el dinero el que media la circulación de la mercancía; es decir, que ya no es la mercancía la que impone su determinación, sino que es el dinero el que hace la intermediación.
Lo que distingue de antemano, no obstante, a los dos ciclos M - D - M y D - M - D, es la secuencia inversa de las mismas fases contrapuestas de la circulación. La circulación mercantil simple comienza con la venta y termina en la compra; la circulación del dinero como capital principia en la compra y finaliza en la venta. Allí es la mercancía la que constituye tanto el punto de partida como el término del movimiento; aquí, el dinero. En la primera forma es el dinero el que media el proceso global, en la inversa, la mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 181)
Se trata nada menos que del paso del consumo como meta del proceso económico a la valorización del valor como objetivo final; es decir, de la superposición del valor de cambio sobre el valor de uso. El dinero se transforma en capital en el momento en que se pone a si mismo como la meta de todo el proceso, porque su objetivo ya no es la satisfacción de las necesidades, sino la de su propia circulación y, como sucederá más adelante, su reproducción ampliada. Se puede decir que esta dinámica del dinero, ya convertido en capital, subsume el conjunto de la vida económica y social al haberse convertido en el gran mediador.
El ciclo M - D - M parte de un extremo constituido por una mercancía y concluye en el extremo configurado por otra, la cual egresa de la circulación y cae en la órbita del consumo. Por ende, el consumo, la satisfacción de necesidades o, en una palabra, el valor de uso es su objetivo final. El ciclo D - M - D, en cambio, parte del extremo constituido por el dinero y retorna finalmente a ese mismo extremo. Su motivo impulsor y su objetivo determinante es, por tanto, el valor de cambio mismo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 183)
En este capítulo, Marx profundiza la dialéctica de la forma que ya era central en el capítulo I. La forma vuelve a funcionar como fundamento del proceso, aunque en este caso no se parte entre esencia y fundamento, sino que ya está constituida como tal, en cuanto dinero. El paso de M-D-M a D-M-D no solo es la inversión del esquema, sino su cambio de forma y, por lo tanto, la transformación del fundamento que da lugar a la emergencia del capital.
La forma está lejos de ser una mera forma, o simplemente estar contrapuesta a un contenido específico del cual sería su expresión o manifestación. Si adoptamos una perspectiva clásica, diríamos que la forma se ha convertido en causa formal y eficiente a la vez, porque sirve tanto de modelo como de productor de esa nueva realidad llamada capital. (De hecho, se aproxima más a una concepción neoplatónica de la forma que lee a Aristóteles desde la perspectiva platónica, sin renunciar a ninguna de las dos; por el contrario, la funde en una sola).
Por esto, la forma dinero, colocado como inicio y meta del proceso D ... D, adquiere una dimensión crucial en el proceso económico y que Marx coloca con toda la fuerza expresiva: “se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital.” (Marx, El Capital, 1975, pág. 180) Y esto tiene como resultado que los fenómenos tocados por el dinero también queden transformados, cambiados y determinados por el capital. Estos tres verbos que se aplican a la transformación del dinero, también lo hacen al conjunto de la realidad capitalista.
El segundo momento de esta dialéctica se encuentra en el hecho de que, una vez dado este devenir capital, el dinero subsume todo el resto del proceso que viene luego, tanto desde la perspectiva sistemática como histórica. El dinero en cuanto capital hace que todo lo demás sea mirado y sometido a su devenir y a su determinación.
Además, en el momento en que el dinero se abstrae del consumo, se separa del valor de uso y se coloca como la finalidad de todo el proceso, ya se encuentra libre para reproducirse indefinida y ampliadamente, hasta ocupar el planeta y todas las áreas de producción enteramente: “La circulación del dinero como capital es, por el contrario, un fin en sí, pues la valorización del valor existe únicamente en el marco de este movimiento renovado sin cesar”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 184)
Si generalizamos esta dialéctica de la transformación del dinero en capital, surge la pregunta sobre las consecuencias que tienen los cambios de forma, cuando esta se convierte en el fundamento de un determinado fenómeno y todo lo que sucede al interior de este se encuentra mediado por dicha forma. Aquí la forma funciona como esencia y fundamento del campo abierto a su mediación. Todo lo que pasa dentro de ese campo se convierte en momento o indexación de la forma que lo preside.
En un tercer momento de esta dialéctica del dinero es indispensable remarcar que la forma dinero, en el movimiento de su devenir, ya que es por su propia determinación capital (...ist schon seiner Bestimmung nach Kapital). se parte en dos, de tal manera que es el fundamento que se pone a sí mismo, por su propia determinación, como contenido del proceso económico, cuya verdad se encuentra en el valor que se valoriza.
La forma ya no es la simple expresión o manifestación externa de un contenido; sino que ahora, en cuanto fundamento puesto por D-M-D, despliega el contenido del valor a todos los ámbitos de la realidad. Se puede decir que la dialéctica marxista es plenamente una dialéctica de la forma; así el materialismo histórico debe entenderse como la historia del surgimiento y desarrollo de las formas o formaciones sociales.
Pero, la valorización del valor es la verdadera esencia del dinero, aquello que subyace detrás de este, y que solo se puede cumplir en la medida en que incorpore el plusvalor, el trabajo no pagado, que se incrementa en cada ciclo que realiza. Así, el capital no es otra cosa que la incesante valorización del valor, o la incorporación y apropiación del plusvalor.
A dicho incremento o al excedente por encima del valor originario; lo denomino yo plusvalor (surplus value). El valor adelantado originariamente no sólo, pues, se conserva en la circulación, sino que en ella modifica su magnitud de valor, adiciona un plusvalor o se valoriza. Y este movimiento lo transforma en capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 184)
Marx introduce en este momento una reflexión al parecer sorprendente. El capital, en su forma dineraria, se convierte en sujeto. ¿Qué significado tiene esta denominación que, en este segmento, se repite varias veces? ¿Qué quiere decir que el dinero es sujeto? Dos clarificaciones servirán para develar este sentido y este giro terminológico.
El primer sentido que se le da al dinero como sujeto está determinado por su capacidad de colocarse como un fin en sí mismo y, por lo tanto, conducir automáticamente su reproducción incesante:
El valor pasa constantemente de una forma a la otra, sin perderse en ese movimiento, convirtiéndose así en un sujeto automático. Si fijamos las formas particulares de manifestación adoptadas alternativamente en su ciclo vital por el valor que se valoriza llegaremos a las siguientes afirmaciones: el capital es dinero, el capital es mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)
Este capital-sujeto lleva este proceso mucho más lejos, porque es capaz de mantenerse a sí mismo como la finalidad, dejando de lado las particularidades de las mercancías y del valor de uso; así, se valoriza constantemente apropiándose del plusvalor: “Pero, en realidad, el valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)
A esta capacidad del sujeto automático, dinero transformado en capital, de autovalorizarse es la razón por la cual se le denomina sujeto, porque se trata de su dinámica interna, propia, esencial, que le permite originar este movimiento desde sí mismo: “El movimiento en el que agrega plusvalor es, en efecto, su propio movimiento, y su valorización, por tanto, autovalorización. Ha obtenido la cualidad oculta de agregar valor porque es valor. Pare crías vivientes, o, cuando menos, pone huevos de oro”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)
El segundo sentido que Marx le da a su entendimiento del capital como sujeto es la creación, en medio de este proceso de valorización, de la encarnación de esta transformación del dinero en capital. Cuando se cumple este cambio, entonces estamos ante la aparición del capitalista como clase:
En su condición de vehículo consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista. Su persona, o, más precisamente, su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de esa circulación -la valorización del valor- es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que la creciente apropiación de la riqueza abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona él como capitalista, o sea como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)
De este modo, tenemos la emergencia de la primera clase que es la de los capitalistas, como una concreción de ese sujeto abstracto y automático que no cesa de reproducirse a sí mismo. El dinero en cuanto capital se encarna en el capitalista que, como es evidente, no tiene otra finalidad que “... el movimiento infatigable de la obtención de ganancias”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)
Finalmente, Marx insiste en el papel determinante que cumple este sujeto automático, ahora dominante, que se coloca al inicio del proceso y que, al mismo tiempo, se pone como la finalidad de este. Principio y fin que articula el conjunto de los fenómenos económicos y que penetra en los distintos ámbitos de la sociedad, sin que quede lugar a salvo.
Esta dialéctica de la forma, en la transformación del dinero en capital, muestra un lado más profundo que el descrito en la circulación de las mercancías, que se personificaban en vendedor y comprador. Se presenta un sujeto dominante, como sujeto automático y como encarnación del dinero, que es el capitalista.
El proceso de transformación ha conducido a la aparición de la primera clase social, el capitalista, cuya única finalidad es incrementar la ganancia hasta el máximo posible. En términos epistemo-metodológicos quiere decir que es preciso descubrir en estos fenómenos la constitución de los sujetos sociales, como un producto necesario que se desprende de sus automatismos; además, de la necesidad de describir con precisión el modo de su surgimiento, en este caso como sujetos dominantes de la totalidad del fenómeno en cuestión.
Si damos un paso adelante, encontraremos que de manera permanente en la dialéctica marxista se hace presente la pregunta por los sujetos que se conforman como encarnaciones de las relaciones sociales específicas. En el caso de la valorización del valor, que subsume al dinero y le obliga a expresarlo constantemente, no solo se constituyen los sujetos sociales, los capitalistas, sino que lo hacen como clase social, porque se ubican en el centro del proceso de reproducción del capital, a partir de apropiarse del plusvalor.
Un pensamiento efectivamente dialéctico no puede evadir la pregunta por los sujetos implicados en un proceso social y la función que ocupan; y, con igual fuerza, descubrir los sujetos que se constituyen a la luz de dichos fenómenos. Es decir, un doble movimiento: de qué manera los sujetos existentes se transforman, por ejemplo, en comprador y vendedor; y de qué modo, el devenir del proceso social se tiene que entender como formador de sujetos sociales antes inexistentes, que será el caso de las clases sociales.
La descripción realizada hasta aquí está incompleta. Marx ha dicho que la verdad del dinero no es otra que la valorización del valor; para que esta se cumpla es necesaria la apropiación del plusvalor, como trabajo no pagado. Pero ¿quién genera ese trabajo no pagado? ¿De qué manera como consecuencia de la apropiación del plusvalor se constituyen otros sujetos? ¿Y cuál es la relación entre los sujetos que quedan conformados de este modo?
Metodológicamente no solo importa el hecho de que el capital requiera necesariamente de la compra de la fuerza de trabajo, que es la única capaz de generar valor, sino que es vital el modo en el que este nuevo sujeto social se constituye; esto es, el trabajador como opuesto al capitalista.
Marx describe el triple requerimiento que tiene que cumplir el trabajador a fin de que cumpla con las exigencias del capital:
En primer lugar, el capitalista se dirige al mercado y encuentra allí una mercancía que se ajusta a las características que está pidiendo; así, convierte a la fuerza de trabajo en una mercancía y de esta manera se apropia de una mercancía que es fuente de valor y que, por eso mismo, le permitirá valorizarse constantemente:
Y para extraer valor del consumo de una mercancía, nuestro poseedor de dinero tendría que ser tan afortunado como para descubrir dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo valor de uso poseyera la peculiar propiedad de ser fuente de valor; cuyo consumo efectivo mismo, pues, fuera objetivación de trabajo, y por tanto creación de valor. Y el poseedor de dinero encuentra en el mercado esa mercancía específica: la capacidad de trabajo o fuerza de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 203)
En segundo lugar, como el caso de la producción de cualquier otra mercancía, la medida está dada por el tiempo de trabajo socialmente necesario: “El valor de la fuerza de trabajo, al igual que el de toda otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y por tanto también para la reproducción, de ese artículo específico. En la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma representa únicamente una cantidad determinada de trabajo medio”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 211)
En tercer lugar, el trabajador que se comprará como mercancía tiene que ser libre. Pero, esta es una libertad harto paradójica, porque se refiere a que no tiene otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo ha sido desprovista de todo lo demás y no le queda otro recurso que vender su fuerza de trabajo como una mercancía más:
Para la transformación del dinero en capital el poseedor de dinero, pues, tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en el doble sentido de que por una parte dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, y de que, por otra parte, carece de otras mercancías para vender, está exento y desprovisto, desembarazado de todas las cosas necesarias para la puesta en actividad de su fuerza de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 205)
Con todo esto se desemboca en la existencia polarizada de las dos clases que se contraponen: el capitalista y el trabajador que finalmente queda sometido a ser mero instrumento de la valorización del valor. (Scaron traduce Arbeit por obrero, aunque el término se refiere al trabajador en general, por eso lo modificamos en la cita):
El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su trabajador; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan. (Marx, El Capital, 1975, pág. 214)
Las siguientes lecciones de dialéctica se desprenden de este capítulo de la transformación del dinero en capital:
1. El papel central de la forma, en cuanto forma social, como es el caso del dinero que se transforma en capital y que subsume no solo al resto de los fenómenos económicos, sino a la sociedad entera. Por esto, en cualquier análisis que contenga una perspectiva dialéctica se incluye un debate sobre las formas y formaciones sociales de una época.
2. Dilucidar cuáles son las formas que ocupan un lugar dominante en una formación social dada y a partir de las cuales el campo subsumido organiza su forma de vida; como es el caso del dinero que se convierte en el articulador de toda la realidad social.
3. Los fenómenos sociales son máquinas productoras de sujetos sociales y subjetivaciones. Estos sujetos se desprenden de esas realidades porque están contenidos en ellos de manera inmanente y necesaria: el que encarna el dinero se torna capitalista; y aquel que vende libremente su fuerza de trabajo es un trabajador.
4. El modo en el que se produce el surgimiento de sujetos sociales es fundamental, ya que define las características y atributos de cada sujeto en los procesos de los que provienen; en este caso, la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía, su cálculo se hace en términos de tiempo de trabajo socialmente necesario y el trabajador tiene que ser libre.
Al contrario de lo que sostiene Foucault, los rostros de los seres humanos se borran únicamente para ser reemplazados por otros. El capital inscribe en la arena al trabajador sin el cual no puede existir. (Foucault, 1968)
Bibliografía.
Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.). (2004). The constitution of capital. Essays on volumen I of Marx´s Capital. London: Palgrave.
Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Buenos Aires: Siglo XXI.
Kuruma, S. (2018). Marx’s Theory of the Genesis of Money. Leiden: Brill.
Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). (P. Scaron, Trad.) México: Siglo XXI.
Marx, K. (2024). Capital (Vol. I). (P. Reitter, Trad.) Princeton: Princeton University Press.
Moseley, F. (2016). Money and totality : a macro-monetary interpretation of Marx's logic in Capital and the end of the 'transformation problem'. Leiden: Brill.
Rieu, d.-M. (2022). A mathematical Approach to Marxian Value Theory. Time, Money and Labour Productivity. Cham: Palgrave.