La lectura de
Carolyn Dean, A cultura of Stone. Inka
perspectives on rock, nos lleva directamente al centro del problema epistemológico,
porque nos coloca ante un dilema, si bien es cierto que ella opta por uno de
los extremos.
Para Dean la
cultura de la piedra de los incas no cabe dentro de los parámetros del arte,
porque este concepto es demasiado ambiguo y en todo caso sufre de una distorsión
colonialista. Ver las piedras incas como arte sería someterlas a una mirada extraña
que las distorsionaría profundamente.
Por otra lado, en
el extremo opuesto del dilema, no ver las piedras incas como arte significaría
que en la cultura inca no habría después de todo arte. Y esto desde luego es insostenible.
Esta posición igualmente sería colonialista, porque estaría sosteniendo que
solo Occidente es capaz de arte.
La posibilidad de
construir una estética caníbal que permita resolver el dilema retoma el
esencialismo estratégico planteado por Spivak, que nos lleva al tratamiento de
uno de los extremos del conflicto.
Este esencialismo
estratégico nos permitirá tratar al arte como un universal –aunque sea siempre
de manera provisional-, de tal manera que se sostiene que todas las culturas
sin excepción son capaces y tienen arte. Escapamos, de este modo, a esa visión occidental
de que solo hay arte como tal, en sentido estricto, en las culturas modernas.
Una vez que
afirmamos esto caemos en la cuenta de que estamos atrapados por la lógica del
arte occidental y su estética, que se convierten en los parámetros de juicio
sobre todo el resto de la producción de belleza, para todos los demás pueblos.
Este esencialismo
estratégico tiene que combinarse con el doble vínculo, también proveniente de
Spivak, que nos lleva a un adecuado tratamiento de este peculiar universal
llamado arte. Inmediatamente tenemos que decir: si bien es cierto que hay arte
en todas las culturas, este difiere en cada una de ellas.
La diferencia
constitutiva que se instala en el corazón del arte atañe al menos a dos
aspectos: primero, se postula una relación horizontal entre el arte de las
diferentes culturales, de tal modo de que ninguno funcione de manera modélica o
paradigmática respecto del otro.
Segundo, se exige
–y esto es clave para la configuración de una estética caníbal- que la noción de arte y las
consideraciones estéticas se redefinan radicalmente, para crear el espacio
necesario y se logre una comprensión aceptable del arte de los otros, como
diría Ticio Escobar.
La posición de
César Paternosto es compatible con el primer lado del dilema: el arte inka es
compatible con lo que llamamos arte abstracto. O si se quiere: es tan arte
abstracto como cualquier otro. Desde el punto de vista de Carolyn Dean, las
piedras inkas pertenecen a su entramado simbólico y no caen dentro de la
categoría de arte.
Se trata entonces
de moverse desde estos dos extremos y de no instalarse en ninguna de ellos.
Ciertamente las abstracciones inkas con tan válidas como cualquier otra; y al
mismo tiempo, tenemos que capturar aquellos que le es específico.
Una vez hecho
esto hay que regresar sobre el arte abstracto y sobre sus conceptualizaciones
para cambiarlas a la luz de los hallazgos que arrojen las piedras abstractas
inkásicas. Digamos que la noción de arte abstracto se encuentra incompleta y
distorsionada, a menos que incorporemos en ella las abstracciones y sus formas
provenientes del arte de los otros.
Bibliografía.
Dean Carolyn, A cultura of Stone.
Inka perspectives on rock, Duke University Press, Durham, 2010.
Escobar Ticio, La belleza de los
otros, Arte indígena en el Paraguay, Ediciones del Museo del Barro y RP
Ediciones, 1993.
Pasztory Esther,
Thinking
with things. Towards a New Vision of Art, University of Texas Press,
Austin, 2005.
Paternosto César, Abstracción: el paradigma
amerindio, IVAM, Bruselas,
2001.
Spivak Gayatri, An aesthetic education
in the era of globalization, Harvard University Press, Cambridge, MA., 2012.