El libro de Spivak, Una educación estética en la era de la globalización
Su traducción al español ha tardado una década.
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lunes, 4 de junio de 2018
sábado, 5 de mayo de 2018
SENSIBLE A LA FORMA. UNA APROXIMACIÓN A LITERATURA DESDE LA TEORÍA GENERAL DE LA FORMA.
Acercarse a la comprensión de la
obra literaria desde la teoría general de la forma asoma como una tarea ardua,
especialmente por la larga confrontación entre los enfoques historicistas o
sociológicos, centrados en el contenido frente a las perspectivas formales, que
parecerían desdeñar el contenido.
Entonces, se trata de encontrar
un punto de vista que empezando en la forma pueda mostrar con suficiencia la
dinámica del contenido, rompiendo su contraposición, aunque manteniendo su
diferencia.
Partamos de dos postulados que se
muestran como indispensables en este camino: la literatura –y el arte- son ante
todo forma; de no ser así, se disolverían en cualquier otra cosa: documento
sociológico, antropológico, político, etc., perdiendo así su especificidad;
pero, con igual fuerza, resaltar que la forma literaria –como cualquier otra-
es ella misma un producto histórico.
¿Cómo mostrar esta confluencia,
que también es doble vínculo, entre estos dos momentos histórico-sociales: el
contenido de la obra y su forma? Dos historicidades generadas con una relativa
asimetría, con ritmos y momentos diferentes, con sus propias lógicas, procesos,
estructuras, dinámicas, pero igualmente esenciales al hecho literario que, se
tiene que insistir, se coloca del lado de la forma.
Por esto, en las palabras de
Spivak, se requiere de una mirada hacia la literatura que tenga una “sensibilidad
retórica”, que amplío para convertirla en una sensibilidad a la forma; sin
esto, el hecho literario tenderá a desaparecer devorado por cualquier otro
fenómeno que, seguramente, tiene su propia importancia: “De hecho, para “dar
cuenta, desde una teoría materialista de cómo surgen las ideas sociales”, es
posible movilizar los recursos de una lectura retóricamente sensible de la literatura”.
(Spivak, 2017, pág. 393)
Esto implica no solo mirar a los
aspectos formales de una obra o reducir la obra a aspectos técnicos retóricos, lingüísticos,
sino sacar a la luz otro contenido y muchas veces otro tratamiento del
contenido, que es el contenido de la forma. Y desde aquí indagar la relación
entre estos dos planos del contenido: el contenido como tal y el contenido de
la forma.
Spivak lee Lucy de Jamaica Kincaid con esta sensibilidad para la retórica, con
esta apertura hacia la forma literaria, que se opone a una simple lectura
contenidista: “Leo Lucy, prestándolo
atención en tanto acontecimiento paratáctico que se resiste a la “lectura
preferida”, la lectura en blanco y negro, la lectura del relato como
predicamento de la situación del migrante en términos de raza-clase-género”. (Spivak,
2017, pág. 393)
No se trata de negar que Lucy tiene este contenido, sino de
acudir al elemento retórico paratáctico, que será el único que permita acceder
a la manera específica y singular de tratamiento de estos temas en Kincaid, que
la hacen esta obra y no cualquier otra, esta obra literaria y no un mero
documento socio-político.
Más aún, únicamente se puede
acceder al componente ético que cuestiona el sistema como tal: “Termino
insistiendo en restaurar las prácticas de la lectura retórica porque creo, de
una manera irracional, utópica, impráctica, que tal lectura puede constituir un
motor ético que socava el campo ideológico”. (Spivak, 2017, pág. 394)
Significa que la adopción de una
lectura sensible a la forma no es una elección que complemente la lectura del
contenido, sino que, en caso de no darse, el significado más propio de la obra
se nos escaparía, aquel que es transportado por la forma, que se convierte en
el contenido de la forma.
Y en línea de Spivak es crucial,
porque de este modo nos podemos imaginar a ese otro imposible en cuanto otro,
nos podemos figurar al otro cerrando la brecha –nunca del todo- que nos separa
de él: “Por ello, la situación ética sólo puede ser figurada en la experiencia
ética de lo imposible. Y la literatura, como un juego de figuras nos puede dar
acceso imaginario a la experiencia”. (Spivak, 2017, pág. 394)
La sensibilidad a la forma abre
el acceso a ese otro plano, aquel que pone la tarea fundamental de la
literatura, que es su contribución a que podamos imaginar al otro en cuanto
otro, que habitemos esa imposibilidad, aproximándonos a la “experiencia el otro”,
aunque sea de manera imaginaria, esto es, literaria.
Porque lo que define el campo de
la literario es el lenguaje, “el fenómeno de que lo que sucede en la literatura
como literatura es la peculiaridad de
su lenguaje”, que transporte su propio contenido, que redefine el contenido
explícito que se nos presenta en la superficie del texto y que desplaza la
literatura para que pueda encontrarse con otra epistemología o, si se quiere,
con la epistemología del otro. (Spivak, 2017, pág. 396)
Y la singularidad lingüística que
atraviesa la obra de Kincaid es la parataxis, como estrategia de yuxtaposición,
que impide que Lucy sea leída “únicamente
por su tema –un relato sobre una institutriz migrante y, por lo tanto, una
instancia de algunas ideas heredadas de la hibridez y la diáspora”. (Spivak,
2017, pág. 396)
No se trata de oponer dos
contenidos, sino de indagar en cómo la parataxis redefine el contenido
explícito de la obra, lo conduce a otra interpretación, desplazando su
significado hacia otra esfera; por esto, la propia parataxis se vuelve
contenido. Así, se descubre “el poder del lenguaje de retener su propio poder
de establecer conexiones” que, de otro modo, desaparecerían o quedarán
subsumidas en el “argumento de la obra”. (Spivak, 2017, pág. 397)
La parataxis no es simplemente un
recurso retórico que Kincaid decide utilizar, como habría podido hacerlo con
cualquier otro; no se trata de un recurso artificial que podría ser reemplazado
por otro, sino que se “convierte en la descripción formal, una homología de lo
que describe el lenguaje”. (Spivak, 2017, pág. 397) La parataxis se
vuelve contenido; o mejor, el contenido, la historia una migrante, se cuenta de
manera paratáctica y esto la transforma radicalmente.
Desde la perspectiva lingüística los
“fragmentos de la narrativa se interrelacionan para formar una cadena de
significados que se asemeja a una oración desplegada como un mapa físico. En esta
novela, las oraciones y, al parecer, la narrativa, son arregladas
paratácticamente”. (Spivak, 2017, pág. 397)
La parataxis cambia la manera en
que Lucy experimenta el mundo, porque
en vez de vivir las cosas enteramente conectadas, en sus secuencias causales,
existe sin darse del todo, sin poder entrar en real contacto con las otras
personas, con sus experiencias: “En la siguiente sección pasamos a otras partes
del cuerpo. Si rastreamos la prosa conforme va sucediendo, es como si el sujeto
fuera incapaz de entras a personas completas”. (Spivak, 2017, pág. 399)
La misma memoria de Lucy sucede paratácticamente: “Las manos
de Paul, moviéndose dentro de la pecera, también se veían extrañas; la carne
parecería haberse convertido en huso, como si hubiera sido introducida en una
solución que le había disuelto toda la vida. Entonces recordé lo siguiente”. (Spivak,
2017, pág. 399)
La elección retórica de la
parataxis desplaza la temática de la migración mirada desde la perspectiva de
raza, clase y género, porque Lucy –y con
ella Kincaid- se colocan frente a la diáspora: “Para ella, “diáspora” o “migración”
son una manera de usar la parataxis, una instancia para romper una conexión
como una solución –en lugar de fuente- de un problema”. (Spivak, 2017, pág. 403)
La conclusión de Spivak resume lo
que ha producido la parataxis como contenido en la trama de la novela: “Pero
reducir la novela a tan sólo la trama secundaria de raza y clase es pasar por
alto que el sujeto aquí descarta toda museificación de las culturas de origen,
y además el poder desplazador de la parataxis”. (Spivak, 2017, pág. 493)
Se introduce, de esta manera, el
doble vínculo de la migración, en donde se falla en establecer la conexión con
la metrópoli –“fracaso de la conexión”- y, al mismo tiempo – “doble vínculo
poscolonial”- no tiene otra alternativa que negociar estas “alianzas en la
nueva metrópolis”. Solo que “el texto de Kincaid lleva a cabo, como literatura”. (Spivak, 2017, pág. 406)
Porque la literatura tiene su “esencia”
en la “singularidad del lenguaje es lo único que sucede y persiste”; esto es,
pertenece por entero al campo de la forma, recordando que esta, es también “esencialmente”
un producto histórico como cualquier otro; de tal manera, que se trata de
comprender la resolución o irresolución de esos dos momentos históricos que
entran a conformar cualquier obra literaria: el de la forma y el del contenido,
en donde el contenido de la forma y su expresión –el conjunto de estrategias
retóricas utilizadas- alteran, modifican, desplazan, anulan, redefinen,
resignifican el significado del contenido colocado allí sobre la superficie del
texto. (Spivak, 2017, pág. 409)
En la interpretación de un texto
literario hay que “enaltecer la organización del texto, o mejor dicho, quizás,
su “formalización”. Y en este caso, esta formalización transporta elementos que
llevan a Lucy más allá de los temas
del racismo, que postulan la posibilidad simplemente de escribir como una
mujer, sin necesidad de estar marcada: “No se trata de ignorar la especificidad
negra al afirmar una universalidad que trasciende la historia para el arte
importante. Más bien se trata de cuestionar por qué la especificidad blanca
queda sin marcarse como “blanca”, mientras que la especificidad negra no puede
elegir serlo, quedarse sin marcar”. (Spivak, 2017, pág. 410)
Y este es el problema de fondo:
desdeñar las cuestiones formales, ignorar la construcción paratáctica de Lucy, volvería invisible esta cuestión
central que pone signos de interrogación sobre el tema del racismo y del género,
ante el reclamo de Kincaid de narrar la historia de una mujer o, más aún, de un
ser humano, porque ella también tiene derecho a “quedarse sin marcar”.
Un derecho fundamental que se
saca a la luz: ¿acaso la mujer negra, migrante, viviendo en la metrópoli, no
puede hablar simplemente como ser humano?, ¿está obligada necesariamente a
referirse a ella misma como una mujer negra o puede elegir no hacerlo? Lucy expresa el “anhelo de una humanidad
sin marcar y sin negar la especificidad negra; un acceso al estatus de los
sujetos que pueden amar…” (Spivak, 2017, pág. 410)
La resistencia a ser marcada,
tanto para Lucy como para Kincaid, se
expresa en la retórica paratáctica, en la negación de ser marcada; quizás esto
no sea posible en el mundo que vivimos, en la época de la globalización, pero
justamente la literatura está allí para permitir que nos imaginemos un mundo: “La
modernidad sin marcar es la enunciación sincrónica que conlleva un “estar-en-el-tiempo
sin marcar”… Uno podría ser el sujeto del amar en lugar de, en el mejor de los
casos, un objeto de benevolencia. En anhelo de Lucy indica lo que tal vez podría
ser un libro imposible, pero tal vez no”. (Spivak, 2017, pág. 411)
Para Spivak no queda otra
alternativa que “leer estos textos en la singularidad de su lenguajeo. De otra
manera, a decir verdad, no me resulta de interés”. (Spivak, 2017, pág. 412) Así, en cada autor,
cabría la pregunta desde la sensibilidad a la forma, sobre la retórica que usa –
el plano de la expresión-, y aquella que esta significa, el contenido de la
forma: la hipotaxis en Beloved de
Tony Morrison, Hemingway “ferozmente paratáctico”, la hipotaxis de Faulkner. (Spivak,
2017, pág. 412)
Lo que quiere decir que en cada
caso, como una singularidad, la obra literaria se deja penetrar por una forma,
que se vuelve ella misma contenido y que establece, de modo específico para
cada obra, unas relaciones, unas negaciones, unas oposiciones con el contenido,
con el argumento, con lo que obra dice aparentemente. Una forma que narra por
ella misma, que hace parte fundamental de la narración contenida en la obra.
De esto se trata una sensibilidad
a la forma, una comprensión de la literatura como lenguaje y la conformación de
un lenguaje en su singularidad irrepetible, que permite imaginar lo imposible,
habitar la multiplicidad de dobles vínculos que nos impone el capitalismo tardío.
Spivak, G. (2017). Una educación estética en la era
de la globalización . México: Siglo XXI.
domingo, 19 de enero de 2014
EL SILENCIO DE LAS MASAS
Si hay un tema recurrente en
Baudrillard, es el de las masas, de las mayorías silenciosas, que se colocan al
otro lado, en lo radicalmente diferente, de los fenómenos que está
describiendo. Se podría decir que todo lo que ha escrito tiene como trasfondo
–espacio subterráneo inaccesible- a esa gente anodina que vaga por cualquier
lugar: “Todo el montón confuso de lo
social gira en torno a ese referente -esponjoso, a esa realidad opaca y
translúcida a la vez, a esa nada: las masas.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 109)
Silencio de las masas que se
produce por la crisis de los diferentes modos de representación: intelectual,
política, social, cultural, artística, subjetiva, que se han mostrado
ineficaces para hablar en nombre de masas, en su intento de conducirlas a una
finalidad, en nombre de cualquier proyecto teleológico. Por lo tanto, cierre
del proyecto moderno, que no ya podrá ser concluido ni pensado como un proyecto
inacabado.(Habermas)
De igual manera, el proyecto
socialista fracasó. Los países llamados socialistas abandonaron el proyecto de
construcción de comunismo e iniciaron un regreso brutal al capitalismo.
Clausura de la perspectiva de emancipación, de los proyectos liberadores, que
levanta una enorme barrera, colocada allí para impedirnos avanzar hacia un mundo
mejor.
¿De qué otra manera se puede
entender la pasividad general, salvo breves y limitadas excepciones-, de las masas
frente a la crisis económica que arrasa con aquello que quedaba del estado de
bienestar, en donde salir de esta crisis significa, en primer lugar, que los
ricos se hagan más ricos, mientras el desempleo, la pobreza, la violencia se
extiende por todas las sociedades?
Desaparición de los modos de
representación, ahora reemplazados por estrategias hiperpolíticas que se
combinan perfectamente con la despolitización masiva. Masas que acuden a votar
porque están obligadas a hacerlo; de lo contrario, iría una minoría.
Especialmente aquí en América Latina, en donde la gran consigna no se dirige a
la transformación social o al cambio, sino que se centra en ese par consuma/obedezca.
A veces pareciera que esas
oleadas de consumismo que arrasan con las masas no tiene que ver con la
obediencia social; sin embargo, están estrechamente relacionadas. El precio que
se paga por consumir es el de la obediencia; o, si se prefiere, consentimos
cualquier actitud de los gobiernos, incluso el autoritarismo, siempre y cuando
garantice el consumo y que este se amplíe cada vez más. En el momento en que se
retire el consumo, la obediencia se debilitará.
Escisión entre masas y grandes
narraciones que provocan la desaparición de los proyectos históricos y hacen
que las masas se refugien en ese silencio, en donde la Razón moderna y
posmoderna –en sus diversas variantes- han dejado de tener sentido.
“Todos los grandes esquemas de la razón sufrieron la misma suerte. No
describieron su trayectoria, no siguieron el hilo de su historia más que sobre
la delgada cresta de la capa social detentadora del sentido (y en particular
del sentido social), pero por lo esencial no penetraron en las masas más que al
precio de un desvío, de una distorsión radical. Así sucedió con la Razón
histórica, con la Razón política, con la Razón cultural, con la Razón
revolucionaria –así sucedió con la Razón misma de lo social…” (J.
Baudrillard, Cultura y simulacro 114-115)
De allí que el poder se encuentra
feliz con esta indiferencia de las masas, inmóviles frente a la crisis, votando
en muchos casos por sus peores verdugos; y, al mismo tiempo, una paranoia
omnipresente, un miedo visceral a esas masas, porque su silencio no se puede
entender, manejar, maniobrar. Por el contrario, cualquier momento, por algún
motivo aparentemente insignificante, pueden decidir sacudirse el gobierno que
tienen encima, acabar con todo, aun sabiendo que no hay reemplazo ideal,
solución a los problemas.
“Eso le conforta en su ilusión de ser el poder y le aparta del hecho mucho más peligroso de
que esa indiferencia de las masas es su verdadera, su única práctica, que no hay
otra ideal que imaginar, que no hay nada que deplorar, sino que está todo por
analizar ahí, en ese hecho bruto de retorsión colectiva y de rechazo de la
participación en los ideales -por otra parte luminosos- que les son
propuestas.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 121)
Las votaciones, las consultas
populares, dan la impresión de una masa pegada indisolublemente a sus líderes,
dispuestas a apoyarlo y a sostenerlo cuántas veces sea necesario. Sin embargo,
este es mucho más aparente que real. El poder cree que es el discurso, el
proyecto “revolucionario”, la ideología, el carisma del líder, lo que le
sostiene. El poder sospecha ineludiblemente que las masas están allí por
indiferencia, porque ese presente les parece momentáneamente bien. De ninguna
manera, quiere decir que esos discursos han penetrado en la masa, o que se han hecho carne y sangre en la gente.
Por eso, desde el poder y desde
la academia el instrumento privilegiado para hacer hablar a las masas acude al
sondeo, a la estadística, a las encuestas, que inventan lo que quieren medir,
las reglas de correspondencia de los datos extraídos con el imaginario de la
campaña electoral de turno:
“El único referente que funciona todavía, es el de la mayoría silenciosa.
Todos los sistemas actuales funcionan sobre esa entidad nebulosa, sobre esa
sustancia flotante cuya existencia ya no es social, sino estadística, y cuyo
único modo de aparición es el del sondeo. Simulación en el horizonte de lo
social, o más bien en el horizonte donde lo social desapareció.” (J.
Baudrillard, Cultura y simulacro 121)
Si la comprensión de la dinámica de las
masas, de su estructura, de sus leyes, no está a nuestro alcance, entonces la
lógica de lo social se traslada a lo operacional, que es el gran paradigma
contemporáneo. Desde la mecánica cuántica que funciona con una perfección insospechada
aunque no se sepa por qué lo hace hasta la sociedad dirigida por una manada de
tecnócratas, los instrumentos técnicos de medición y planificación reemplazan a
las teorías económicas, a las pedagogías, a los análisis sociológicos.
Instrumentos performaticos, que por su
propio mecanismo nos parecen mágicos: producen lo que enuncian, crean lo que
miden, le dan forma al mundo dentro de sus variables e indicadores. Allí hay un
gran simulacro con pretensiones de realidad, que de hecho la sustituye. Reemplazo
atroz que hunde más aún a la masa en su silencio. Como decía Lyotard el
performance está primero aquí, como la forma privilegiada del poder y desde
aquí se traslada a las otras esferas de la existencia social, como es el caso
del arte. Nos han encarcelado a todos en una gran máquina de simulación social
en reemplazo de la representación, de la democracia, de la emancipación:
“Eso quiere decir que ha dejado de haber una representación posible de
ella. Las masas, ya no son un referente porque ya no son del orden de la
representación. No se expresan, se las sondea. No se reflejan, se las somete a test. El referéndum (y
los media son un referéndum perpetuo de preguntas/respuestas dirigidas
ha sustituido al referente
político. Ahora bien, sondeos, tests, referéndum, media, son dispositivos que
no responden ya a una dimensión representativa, sino simulativa. Ya no apuntan
a un referente sino a un modelo. La revolución aquí es total 'respecto a los
dispositivos.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 127-128)
Esa masa tiene la característica de un materia oscura, de una energía
oscura, que no la podemos ver ni medir, ni siquiera comprender de dónde viene
exactamente o cómo se comporta. Sabemos de su existencia por los efectos que
produce en los otros, en los que están allá afuera, en el resto del universo
social. Materia oscura que está constituida por la mayoría inexpresiva, tratada
como minoría social.
Masa oscura expandiendo el universo de lo social, de la comunicación, de
la política, alejando todo de todo, aislando cada fenómeno, disolviéndolos,
acabando con la multiplicidad de sentidos que vagan sin saber de qué son
significados. Y sin embargo, energía oscura que cuando se tope con lo social
transparente y visible, producirá la más grande implosión del conjunto de
sistemas. Quizás podríamos decir que han reinventado el momento anarquista y
nihilista de las revoluciones por venir y que no sabemos qué forma tendrán.
(Bensaid)
Es, por decirlo así, una forma extraña de subalternidad –en el sentido
de Spivak- (Spivak) :
las masas no pueden hablar y no quieren hablar, porque no quieren mostrar lo
que realmente son ante el poder, ante el gobierno de turno, en las innumerables
producciones intelectuales que se escriben sobre ella. Desde luego, tampoco
existen los canales, los medios, las posibilidades reales para que ella hable.
Han sido sometidas al silencio del voto y de las encuestas.
Se habrá provocado la idea
equivocada de unas masas flotando en el espacio vacío, incognoscible e
ignorantes de ellas mismas, de la fuerza de su energía oscura. Oculta una
secreta esperanza, un discurso encubridor, una pretensión de estar en el otro
lado, de la posibilidad absurda de sentarse a contemplar a esas masas que halan
las galaxias sociales en una u otra dirección.
Distorsión que es preciso
corregir: cuando abandonamos la política, lo social, la representación
ilusoria, cuando dejamos el mundo aparente del sentido, de las significaciones,
de los fundamentalismos delirantes, volvemos a la masa, regresamos a ser lo
único que nos está permitido: masa.
“…es el sentido el que es sólo un accidente ambiguo y sin
prolongamiento, un efecto debido a la convergencia ideal de un espacio perspectivo
en un momento dado (la Historia, el Poder, etc.), pero que en el fondo no
concernió más que a una fracción mínima y a una película superficial de
nuestras sociedades. Y
eso es cierto de los individuos
también: no somos más que episódicamente conductores de sentido, en lo esencial
hacemos masa en profundidad, viviendo la mayor parte del tiempo en un modo pánico
o aleatorio, más acá o más allá del sentido.” (J. Baudrillard, Cultura y simulacro 118-119)
Baudrillard,
Jean. Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós, 1978.
Spivak, Gayatri Chakravorty. An aesthetic
education in the era of globalization. Cambridge, MA.: Harvard University
Press, 2012.
miércoles, 13 de febrero de 2013
EDUCACIÓN ESTÉTICA
Desde el mismo momento en que se
menciona “la educación estética”, esta colapsa en la educación artística,
porque tanto la educación como el arte dependen de un mismo régimen, que los
coloca como ámbitos separados que deberían entrar en un particular tipo de
relación. Se tendría que elaborar algún tipo de didáctica que aproxime a los
espectadores al hecho artístico –y por ende estético-
Se trata, en este caso, de ir más
allá, de desbordar este paradigma y de colocarnos de entrada en otro lugar. La
educación estética como educación artística ha estallado doblemente: primero,
porque el hecho educativo como tal está cuestionado –Freire, Lewis- y porque la
estética ha escapado de la esfera artística.
Como Michaud señala, la belleza
ya no es la meta que la obra de arte tiene que alcanzar. La belleza la
encontramos en el diseño, en la moda, en la tecnología y tiene que ver más como
las estrategias de la publicidad antes que con los artistas.
Aunque merece una detenida
discusión, creo que hay dar un paso atrás del gesto moderno y quedarse en el
balbuceo kantiano; esto es, la estética tiene que ver con la sensibilidad.
Ciertamente, se produce un desliz que inaugura la modernidad, que lleva
directamente a entender la estética como referida a la belleza y por lo tanto,
al arte. De allí en adelante se tratará de ver cómo los distintos regímenes
estéticos –en este sentido reducido- la interpretan y lo transforman sin
salirse de su matriz.
La posmodernidad altera
radicalmente esta relación, en la medida en que aísla el gesto estético del
momento artístico; más aún, la dirección que toma es la opuesta: la negación de
la belleza como tarea misma del arte y el privilegio de la acción sobre la
poética.
Desplazo el punto de partida
hacia Spivak: la educación estética es la educación de la sensibilidad y de la
imaginación, que es la única que podría aproximarnos al subalterno, aunque
nunca lo alcancemos porque es un “objeto” imposible.
Digamos que la estética tiene que
ver con la sensibilidad y con la imaginación, porque las dos no pueden ir
separadas, se implican mutuamente. No hay sensibilidad sin el orden imaginario;
y el orden imaginario tiene que ver directamente con la sensibilidad.
Pero, ¿qué es la sensibilidad? La
respuesta no es ni simple ni fácil, porque si bien se puede afirmar que es
aquello que penetra por los sentidos, este es solo su inicio y no agota el
fenómeno de lo sensible. Precisamente es en este momento en donde entra a jugar
su papel la imaginación.
El otro gran campo que hay que incluir
en este primer acercamiento es la política. Ranciére habla de políticas
estéticas y de la educación estética, que conduce a un espectador emancipado.
La educación de la sensibilidad y de la imaginación, tanto para Ranciére como
para Spivak, son directamente una cuestión política.
Los términos sobre los cuales hay
que reflexionar son: estética, educación, sensibilidad, imaginación, política.
Cada uno nos llevará a determinadas consecuencias que se relacionan con los
temas de la emancipación, del otro en su sentido más radical, del oprimido, del
obrero.
Quizás se hace necesario una
ampliación de la noción de régimen de la sensibilidad, de tal manera que
incluya todos estos componentes. (Otro concepto candidato podría ser: campo
estético.)
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