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viernes, 17 de mayo de 2024

PACHAKUTI Y LA TEORÍA DEL CAOS.

 

Una nota.

Carlos Rojas Reyes

En el entrecruzamiento de filosofía occidental y la andina se pregunta por la interrelación entre la teoría del caos y la concepción del tiempo para las inkas. Cabe decir que los usos inevitables de los conceptos occidentales, con los cuales pensamos, tienden a ser ocultados, por ejemplo, las interpretaciones cristianas que se filtran en las aproximaciones actuales a la chakana. Por esto, es preferible una explicitación de las relaciones que evite malentendidos.

¿Existe en el pensamiento inka elementos que sean compatibles con la lógica y dinámica de la teoría del caos?

El Efecto Mariposa fue la razón. En el caso de las pequeñas piezas meteorológicas, y para un pronosticador global, las pequeñas sucesos pueden significar tormentas eléctricas y ventiscas, cualquier predicción se deteriora rápidamente. Los errores y las incertidumbres se multiplican, cayendo en cascada a través de una cadena de características turbulentas, desde remolinos de polvo y borrascas hasta remolinos del tamaño de un continente que solo los satélites pueden ver. (Gleick, 2008, pág. 25)

El clima es uno de los mejores casos para mostrar el comportamiento de un evento. Pero ¿hay algo en el mundo andino que se acerque a este tipo de comportamiento? Al parecer la noción de tiempo, pacha, se aproximaría en los modos de suceder o devenir a un desencadenamiento caótico.

A nivel de los macroeventos está claro que el Pachakuti es el gran evento caótico, que se produce inevitablemente en un momento dado de la historia de cada civilización y cultura. Cada época de este Pachakutik termina de manera catastrófica, con la destrucción de todo lo existente, para dar lugar a la emergencia de otro mundo distinto, que no es la repetición de lo mismo -como en Grecia, con su tiempo circular-, sino la emergencia de algo nuevo.

Pero, este no es el único evento caótico en el mundo andino. Si algo diferencia a esta cultura de la occidental es la idea de la precariedad de la continuidad del tiempo y del espacio, y por ende de la cultura. Un tiempo que siempre es frágil y que puede quebrarse en cualquier momento, tanto en la vida de la sociedad como en la individual.

No solo al final de los tiempos asoma el caos, Pachakuti, sino que este acecha en todos los acontecimientos de la existencia, desde el simple mantenimiento de los cultivos hasta lo que suceda con los gobernantes locales e imperiales.

Uno de los orígenes de la posibilidad constante del caos, y el estallido catastrófico, lo encontramos en la dualidad entre estabilidad y movimiento, entre piedra y textil para decirlo en términos estéticos, que atraviesa la vida de estos pueblos.

Como dice Salomón, Pacha, el mundo como un arreglo dado de tiempo, espacio y materia, no es supratemporal. Claramente admite cambio, hasta cataclismo. Hay tiempo en donde pacha “quiere llegar al final” y el manuscrito nos dice cómo esto puede suceder” (Salomon & Urioste, The Huarochiri Manuscript, 1991).

Y que se manifiesta en la oscilación constante entre aquello que permanece y aquello que cambia:

“En términos amplios, entonces, el mundo del Huarochiri opone las cualidades de una tranquila centralidad -profundidad, solidez, sequedad, estabilidad, potencialidad fecundidad, feminidad- a aquellas de un incansable movimiento fuera de órbita -pesadez, fluidez, humedad, movimiento potencial de inseminación, virilidad”. (Salomon & Urioste, The Huarochiri Manuscript, 1991)

Es este paso en donde se encuentra el peligro o, si prefiere, el transcurrir de la estabilidad al “incansable movimiento” puede actuar como un atractor extraño que provoca que esa realidad se vuelva caótica, que los equilibrios se pierdan, las dualidades choquen, las complementariedades estallen. Es el triunfo del caos y luego la enorme dificultad de retomar el delicado equilibrio que caracteriza a las temporalidades andinas ancestrales.

Por lo tanto, inmanencia y contingencia radicales de pacha, en donde los dioses, las humanidades sucesivas, los acontecimientos, están sometidos a este interminable juego de estabilidad y movimiento, orden y caos, formación y destrucción; y. en donde, no cabe la posibilidad de su resolución, de su superación en un momento superior, al estilo del espíritu hegeliano. Hay una especie de doble vínculo ontológico que va desde el polo de la estabilidad al extremo de la fluidez y de regreso; del orden al caos, de la unión a la dispersión y de regreso.

Ansiedad de estabilidad, necesidad de control del tiempo y de garantizar el orden que también se puede encontrar en la arquitectura inka, en esa “cultura de la piedra”, construida para durar siglos, más allá de los eventos catastróficos, naturales y sociales.

Por otra parte, su cerámica y sus textiles expresarían el lado dinámico de su ontología. Esas piedras “abstractas” enuncian, a su manera, el grado de elaboración conceptual de sus creencias. (Dean, 2010) (Rojas, 2017) Tampoco se trata del eterno retorno de lo mismo, a la Nietzsche, porque aquello que viene luego es una realidad diferente, una nueva humanidad con sus nuevos dioses, un orden antes inexistente que, a su vez, se sostiene precariamente.

El aparecimiento del caos es inevitable. Solo es posible contenerlo provisionalmente, atenuarlo por una temporada; tarde o temprano se presentará. Sin embargo, esta manera de concebir el devenir no da lugar a una visión fatalista del mundo. No existe la noción de destino inevitable que se nos impone sin más.

Por el contrario, ya que el tiempo es frágil y puede quebrarse en cualquier momento, imprevisible e inesperadamente, las acciones humanas son fundamentales para postergar lo más posible la catástrofe: ofrendas a los dioses, diálogo continuo con los ancestros, observación astronómica para predecir en lo posible el clima, control de sequias e inundaciones, acumulación de reservas de alimentos para los tiempos malos, alianzas con otros grupos étnicos para postergar la guerra que también terminará por darse.

Se debe recordar lo extremadamente frágil que es la supervivencia en estos entornos, debido especialmente al fenómeno del Niño, con esos ciclos de sequía e inundaciones que devastaban la costa peruana y ecuatoriana, y que arrasaron con muchas culturas que no supieron adaptarse a ellas. El Niño actuaba con el gran atractor extraño de estas culturas sumiéndolas en el caos, para luego dar paso a la emergencia de otras culturas.

Bibliografía

Dean, C. (2010). A cultura of stone. Durham: Duke University Press.

Gleick, J. (2008). Chaos. Making a New Science. New York: Open Road.

Rojas, C. (2017). Estéticas caníbales. Máquinas formales abstractas (Vol. 2). Cuenca: Universidad de Cuenca .

Salomon, F., & Urioste, G. (. (1991). The Huarochiri Manuscript. Austin: University of Texas Press.