Density de Leo Okagawa, estrenada el 10 de
mayo del 2024 en Dissipatio. El álbum, se puede
escuchar en Bandcamp: https://protocell.bandcamp.com/album/density.
La comprensión
de la música suele llevarnos en una doble dirección: primero, mostrar de qué
manera impacta en los sentidos y la sensibilidad, provocando la emergencia de
unos determinados afectos; es decir, la música vinculada de manera especial a
la emoción. Segundo, establecer los paralelismos y las contigüidades entre la
música, tomando en cuenta ritmos y arritmias, con la manera en la que pase el
tiempo subjetivo o el flujo de la consciencia, a lo que se puede añadir las
temporalidades sociales en las que estamos inmersos. Estos dos aspectos pueden
ser complementarios, aunque los análisis suelen privilegiar uno y otro enfoque.
Sin invalidar
estas perspectivas es posible abrirse a una nueva consideración mucho menos
explorada, pero que resulta tan importante como las otras dos, porque en vez de
reducir el fenómeno de la música a afecto y temporalidad, o incluso a la
temporalidades afectivas de los sujetos, se pregunta por la relación de la música
con el pensamiento y la razón.
¿Qué tendría que
ver la música que huye de la representación y parece quedarse en el plano de la
sensibilidad con la racionalidad y la argumentación? ¿Tal vez podría referirse
al uso simbólico de la música por las corrientes ideológicas y políticas, como
es el caso de parte de la obra de Wagner por el fascismo?
Antes que dar
una respuesta general a estos interrogantes, que será cuestión de otra nota, tomo
la última obra de Leo Okagawa, Density, y es a través de esta que
intentaré aproximarme a una respuesta sobre la relación entre música y razón.
Para esto, el acercamiento no será tanto la búsqueda de estructuras metafóricas
del pensamiento en Density, como introducir una hipótesis de trabajo:
¿en qué medida o de qué forma los modos del pensamiento actual, con su crisis y
callejones sin salida, siguen patrones similares a los de Density?
Al oír Density
decimos: Así pensamos.
Al escuchar
atentamente esta obra tengo la impresión de seguir el flujo de los
pensamientos, las trabas, incongruencias, irracionalidades, de la razón globalizada,
de la intromisión de la sinrazón por todas partes, del despedazamiento de la
racionalidad en los más diversos ámbitos y de la desesperada lucha por su
recuperación. A este fenómeno de la obra y de la razón le denomino: exasperación.
En los tracks Apoptosis
y Counting Clockwises estamos ante un ruido probablemente de interferencia
o de un aparato electrónico que se ha quedado vibrando sin control y
repitiéndose incansablemente, con pequeños cortes en donde asoman otros ruidos
que hacen aún más áspero el sonido. A veces una onda plana interrumpe la
interferencia, como si fuera el ruido de una máquina trabada.
No hay
posibilidad alguna de que una melodía o un ritmo aparezcan. Aquí reina el ruido
casual, aleatorio. Sin embargo, a pesar de esta negación del registro melódico,
la interferencia tiene un patrón que se forma a fuerza de repetirse sin cesar.
Rueda unos segundos, se corta bruscamente y otra vez invade los oídos hasta el
cansancio.
Probablemente sea
en Saturación en donde mejor encontremos las características del pensar.
Ruido grave del arrastrarse de alguna cosa sobre el suelo áspero, golpes insistentes
que bajan de tono. Imperceptiblemente un ruido plano de fondo comienza a crecer
y a superponerse sobre la primera interferencia, hasta hacerla desaparecer casi
por completo. Esta vibración grave de un motor potente puesta en marcha y
dejado a su voluntad satura el espectro sonoro y, curiosamente, aparece muy
levente una corriente de agua que nadie sabe de dónde vino. Luego, el ruido de
fondo desaparece y solamente queda el ruido cansino marcado por golpeteos
incesantes. Y así, el ruido de fondo se descompone en raspados agresivos que
alteran la repetición que sigue sonando en primer plano.
Volvamos al
leitmotiv: Así pensamos.
La racionalidad
intentando comprender el mundo y descubriendo que le escapa. No puede
aprehenderlo y a medida que trata una y otra vez de captar la esencia de las cosas,
la estructura de los fenómenos, las series causales, se torna redundante, se choca
con una pared que le impide avanzar.
La racionalidad
armónica de causas y efectos se estrella, se torna ruido y aquello que debería
convertirse en sentido, en apertura hacia el significado del mundo, ahora es
interferencia de sus propias ondas, de los argumentos devorando a los
argumentos, de las razones partiéndose hasta quedar irreconocibles.
Así pensamos,
con esta aspereza que muestra el roce de los pensamientos
en la superficie rugosa de la realidad, dando como resultado una razón herida,
unas ideas sangrantes. Desesperación, ira, impulsos destructivos: exasperación.
Y como si no
fuera suficiente que la razón se encuentre trabada sin poder avanzar, hace su
aparición del ruido del fondo que termina por anularla y desvanecerla, aunque a
momento logra volver y recuperar al menos el ritmo repetitivo de los intentos
de decir con claridad lo real.
Este ruido de
fondo es el equivalente de la irracionalidad que, ante el fracaso de la razón,
emerge desde dentro, tomando posesión de la racionalidad, quebrándole los
huesos, reventándolo los ojos, hasta verla caminar a tientas golpeándose en las
paredes y emitiendo enunciados incoherentes. La razón incapaz de armonía se ha
convertido en ruido. Ante esto, aquellos que intentamos pensar y dar cuenta de
las explicaciones del mundo, quedamos sumidos en la exasperación.