Las transformaciones introducidas por Joseph Beuys en el campo del arte, radicalizando el gesto de Duchamp, exigen de la propuesta de Descola un mayor desarrollo y que intenta resolverlo a partir del núcleo de su teoría antropológica: la relación entre naturaleza y cultura. Descola avanza sobre la obra de Beuys partiendo de las interpretaciones que provenían de él mismo y que giraban en torno a la experiencia chamánica, conduciéndola a una figuración animista.
La mitología personal de Beuys es más detallada, más enredada y también
más oscura que la de Pollock, quizás por diseño. Porque sus declaraciones sobre
el chamanismo, las sociedades primitivas, el animismo confunden las pistas
interpretativas y sumergen a los comentaristas en un atormentado macizo de
símbolos que se aferran a la mente en sus asperezas sin revelar mucho de lo que
está en juego en lo que muestra. Atribuyámosle, sin embargo, la experiencia
fundacional, real o ficticia, de la que hizo un leitmotiv: movilizado en la
Luftwaffe durante la guerra, fue derribado sobre Crimea, acogido por nómadas
tártaros que lo trajeron de vuelta a dándole de comer miel, untándolo con grasa
y envolviéndolo en mantas de fieltro. (571)
Sin embargo, no
quedaba claro en qué sentido su obra era animista; esto es, ¿de qué manera
Beuys reconstruye la relación entre naturaleza y cultura fuera de los marcos
naturalistas occidentales?
Es en una de sus obras más comentadas, I Like America and America
Likes Me, donde mejor despliega Joseph Beuys su método de extensión de un
imaginario en el que el espectador es invitado a participar por su libertad
inferencial, apenas estimulado por unas cuantas pistas enigmáticas… La acción
tuvo lugar en mayo de 1974 durante cinco días entre su casa de Düsseldorf y la
galería René Block de Manhattan. Transportado desde Alemania en camilla,
envuelto en una manta de fieltro, Beuys fue trasladado en avión y ambulancia a
una gran jaula construida para la ocasión donde compartiría la vida de un
coyote salvaje recién capturado durante tres días. Juega con el animal, le da
su bastón para que mastique, deja que triture la manta en que se envuelve y
comparte su existencia en la paja con evidente complicidad. Beuys luego regresa
a Düsseldorf como había venido. (573-574)
Beuys estaría poniendo en obra la
contraposición de miradas: mientras en Occidente se resalta la separación entre
el coyote que debe ser cazado y eliminado, en la América indígena es un animal
sagrado que suele estar en sus mitologías, como animal “que triunfa sobre sus
adversarios”.
El animismo de I Like America and America Likes se
produciría en el paso ontológico que lleva desde el hombre al animal: después
de tres días la interrelación es tan intensa en esa jaula que los personajes y
sus mundos tienden a confundirse en el escenario construido. Descola concluye
diciendo que Beuys ha devenido animal, siguiendo la terminología deleuziana:
Con esta convivencia lúdica con
el animal, Beuys parece haber querido abolir la frontera entre naturaleza y
cultura que los colonos impusieron a los pueblos y paisajes americanos,
restaurar la posibilidad de una interacción entre dos agentes sensibles,
incluso confundir las huellas por cuestionando la identidad ontológica de los
protagonistas, de los que no sabemos bien después de tres días cuál es el
animal cuya interioridad humana trasluce, cuál es el humano cuyo comportamiento
indica un devenir-animal. (573-574)
Si bien es cierto que en esta obra de Beuys
hay un cuestionamiento a la modernidad en su relación instrumental con la
naturaleza, el núcleo del animismo no se ve con claridad. Falta la conformación
de esos dos espacios ontológicos separados y diferentes, pero accesibles a
través de una serie de rituales y procedimientos chamánicos.
Antes que eso I
Like America and America Likes toma un segmento de la vida de los nativos
americanos y lo traslada al museo, en donde se intenta reproducir ante la
mirada de un público al cual este tipo de experiencia le es totalmente extraño.
Este viaje desde la realidad indígena al museo de la mano del artista no se lo
hace a través de un ritual, aunque la propuesta sea altamente dramática. El
escenario más bien se dirige a reproducir lo más fielmente posible una forma de
vida en un contexto opuesto.
Fácilmente viene
a la mente el término de mímesis, en este caso, incluso de una hipermímesis que
intenta reproducir un segmento de la vida indígena y mostrar allí cómo se da la
relación entre naturaleza y cultura, entre el coyote y Beuys. Una mímesis que
más bien remitiría a una reinvención del realismo del siglo XIX que es, a su
vez, una variante del naturalismo moderno y que, siguiendo al mismo Descola, se
aproxima a un simulacro, en realidad, a un cuasi-simulacro: en la jaula por
tres días están encerrados el coyote y Beuys, pero las condiciones, el entorno,
el grupo social que lo contempla, son diferentes.
Dos elementos
más no pueden ser dejados de lado si queremos entender este tipo de propuestas:
en primer lugar, la lógica de producción de la obra que se convierte en un
aspecto fundamental. Esto es, el conjunto de procedimientos y técnicas
implicadas en las acciones artísticas, que en este caso tienen un marcado
carácter teatral.
En segundo lugar,
el elevado grado de convencionalidad implicado en estos modos de figuración y
de mímesis. Siguiendo a George Dickie, El circulo del arte, es una obra
de arte porque entra en el circuito del arte: museo, críticos, artista. Más
aún, prolongando ferozmente la modernidad, a pesar de la apariencia posmoderna
de estas propuestas, el sujeto artista vuelve a colocarse en el centro.
¿Qué convierte
en obra de arte a I Like America and America Likes? ¿Seguiría siendo una
obra de arte si hubiera sido traslada la experiencia a un museo antropológico
por un antropólogo? ¿Tendría una valoración estética si un navajo hubiera
logrado llevar por si solo la experiencia y mostrarla fuera de su contexto?
Ciertamente, no.
Aunque no de
manera exclusiva, pero si como elemento definitorio, sin Beuys no hay esta obra
de arte, porque él como artista es el que realiza el pasaje de hecho social -la
relación entre el coyote y la tribu- en obra de arte. Es su subjetividad la que
se convierte en el fundamento ontológico de la obra. O, de otro modo, se vuelve
obra de arte porque ha sido hecha por un artista; y el artista es tal porque
hace obras de arte, en la pura circularidad de la convencionalidad.
De hecho, muchas
obras actuales que siguen el rastro de Beuys eliminan la experiencia, la puesta
en escena, la elaboración minuciosa del simulacro, y terminan en formas de
realismo vulgar muy próximas a la banalidad, en donde el traslado sin más de
elementos de la realidad social impide que sean obras de arte.