La palabra formativo
en el contexto arqueológico remite a la constitución de los primeros grupos
humanos estables en un territorio, que desarrollan la agricultura así como una
cultura. Junto con esto, encontramos que dicha palabra remite con igual fuerza
a la invención de la Forma ancestral.
En esta fase se estructura una estética, con
sus regímenes de la sensibilidad, integrados por sensaciones –un régimen
corporal completo-, sensibilidades y un imaginario, del que se desprende su
arte. Ciertamente que la mirada arqueológica tiende a supeditar este hallazgo a
una visión evolucionista de las formas que desembocarían, por ejemplo, en el
mundo incásico o que solo serían comprensibles desde las categorías del arte
occidental. Palabras como formativo o
precolombino tienen detrás una carga
ideológica, que impide verlas en todo su valor y esplendor.
La forma ancestral que emerge en el período
formativo lo hace, para cada cultura, a través de una indexación; esto es,
siempre hay determinadas formas, siguiendo reglas estéticas precisas, que
sirven de tanto para proveer unidad como para permitir su proliferación y
diferenciación. La limitada información sobre su modo de vida y sus
concepciones hace difícil encontrar la lógica de estos regímenes de
sensibilidad, más aún cuando algunas generalizaciones encubren el hecho
artístico.
Así, hay un excesivo peso de los factores
religiosos, cosmogónicos, como si estos pueblos solo hubieran tenido una vida
sagrada. Los aspectos sociales tienden a ser devorados por este único enfoque,
como si todo lo que producían inevitablemente caía exclusivamente dentro de
esta esfera.
Por el contrario, la primera afirmación acerca
de estas reglas estéticas es que habitan en el doble vínculo entre el modo
religioso y la invención del mundo social propio. La vida de estos grupos
humanos se expresa en su estética una y otra vez, mezclándose con lo religioso
pero, al mismo tiempo, rebasando esta esfera.
La propuesta inicial –y como todo en este
campo, provisional-, afirma que estamos ante una ESTÉTICA DEL GESTO, que junto
con aquellos elementos que le hacen pertenecer a una cultura u otra, tenemos un
movimiento de individualización, de expresión de la vida cotidiana, de
colocación de un signo de interrogación sobre el hieratismo y la introducción
de una ironía. Estética del gesto que se acompaña a menudo por un gesto
irónico. Sus obras se ríen de nosotros desde el trasfondo de los tiempos,
quizás en la medida en que se reían de ellos mismos.
Un gesto que introduce en la figura, en la
representación o en la abstracción, un movimiento adicional, un componente
extra, que podría parecer inmotivado, innecesario, pero que está allí para
romper la linealidad del orden simbólico. En su arte siempre hay algo más, un
excedente, una demasía, un rebasar los límites.
Sin embargo, el gesto está contenido en la
ELEGANCIA ANCESTRAL, que es más que adorno, mucho más que decoración, que se
muestra en los tocados, en la pintura corporal, en el delineado de las figuras.
No sería difícil imaginarse a estas figuras en
un desfile de modas, en donde en vez de esa forma de caminar maquinal y
demasiado aprendida, las modelos hacen gesto y guiños a los espectadores que, a
su vez, son ellos también una expresión de elegancia.
En una apretada síntesis diríamos: estética del
gesto, la ironía y la elegancia.
ELEGANCIA. CULTURA CHORRERA.
ESTÉTICA DEL GESTO. CULTURA VALDIVIA.
IRONÍA. CULTURA LA TOLITA.