Uno de los ejes para la comprensión adecuada de la forma, y de la construcción de una teoría general de la forma, radica en la forma valor tal como fue propuesta por Marx en El Capital[1], porque muestra de qué manera la forma valor sustenta el edificio entero del capitalismo y, al mismo tiempo, permite entender la forma en su dimensión ontológica.
Partiendo de La Ciencia de la lógica de Hegel, específicamente de
lo que se denomina las determinaciones de reflexión, Marx pone en el
centro de su análisis la noción de forma como fundamento. La forma valor surge
históricamente cuando se llega al “trabajo abstractamente humano” (57), que
separa el valor de uso del cambio, que deja de lado las características
concretas de la mercancía y se concentra únicamente en su intercambiabilidad en
base del trabajo abstracto.
El valor es desde
el inicio la forma de valor, sin la cual no podría ser el origen del proceso de
producción capitalista. El trabajo abstracto alcanza a convertirse mercancía
concreta exclusivamente a través de la forma de valor, que es su mediación
necesaria. Por eso, en uno de los subtítulos, se los presenta como
equivalentes: La forma de valor o el
valor de cambio. (58)
Max insiste y
quiere dejar bien sentado que el fundamento del valor –su esencia en términos
hegelianos- no es otra que el trabajo, que es el que crea tanto el valor de uso
como el valor de cambio: “…las mercancías solo poseen objetividad como valores
en la medida en que son expresiones de la misma unidad social, del trabajo
humano…” (58) Se puede extender
esta afirmación a la forma, en cuanto esta solo posee objetividad en la medida en que expresa el trabajo humano.
La forma valor –y
las demás formas que aparecerán a continuación en el análisis de la mercancía
que hace Marx-, son productos históricos. Aquello que deviene real, lo hace
fundamentándose en una forma, en este caso la forma valor; y como consecuencia
de ser algo fundamentado, tiene una forma. La historia produce formas. Aquello
que se da efectivamente sigue las determinaciones de la forma correspondiente.
No hay, entonces,
un modo lógico y un modo histórico. Únicamente existe un modo histórico que
produce estas formas, que siguen patrones lógicos. Esta es una lógica
estrictamente histórica.
En este momento, la
dialéctica de la forma de valor no sigue un esquema predeterminado por el
sistema categorial, como en el caso de Hegel. Por el contrario, se trata de
analizar cómo se despliegue el valor como forma valor, no tanto como mercancía
específica. En términos hegelianos, el conjunto de condiciones que tienen que
darse antes de que la mercancía efectivamente exista; esto es, su fundamento
formal. La historicidad implicada aquí es la historicidad de la forma.
Tenemos el
movimiento en su conjunto de la forma valor: forma simple, forma total, forma
universal y forma dinero. A su vez, cada una de estas formas se despliega en su
interior –como determinación de reflexión-, para dar paso al siguiente nivel,
que no está regido por la máquina dialéctica del concepto sino de la
historicidad de la forma. Esto es, tal como se da la forma y no como dialéctica
del concepto. En su parte más evidente, se produce la ruptura del típico
esquema tripartito de la dialéctica hegeliana.
La forma siempre
implica una relación, porque esta es parte constitutiva del valor de cambio. El
valor es relación: algo vale respecto de algo, no tiene valor aisladamente: “La
más simple relación de valor es,
obviamente, la que existe entre una mercancía y otra mercancía determinada de especie diferente, sea cual fuere. La relación de valor entre dos mercancías…”
(59) Esta es la forma simple de valor.
Ahora bien, en la
relación una mercancía tiene una forma relativa a otra mercancía, mientras la
segunda se convierte en forma de equivalente: “La forma relativa de valor y la
forma de equivalente son aspectos interconectados e inseparables, que condición
de manera recíproca, pero constituyen a la vez extremos excluyente o contrapuestos…” (60)
¿Cómo se establece
la relación y la equivalencia entre cosas que diferentes? Marx encuentra en el
valor es unidad de medida que permite que mercancías distintas sean
conmensurables. Es la forma valor la que cumple esta función: “En esta
relación, la chaqueta cuenta como forma de existencia del valor, como cosa que
es valor, pues solo en cuanto tal es ella lo mismo que el lienzo.” (61) La
forma es el “alma del valor.” (63) En este momento ya se puede calcular el
valor cuantitativo de la forma relativa de valor.
La forma de
equivalente en la que se expresa la forma simple de valor, como fundamento,
provoca este doble fenómeno: el valor de uso se convierte en su contrario, el
valor de cambio al “hacer de la corteza natural de otra mercancía su propia forma de valor.” (70)
En segundo lugar,
el trabajo concreto se transforma en trabajo abstracto: “…el trabajo concreto
se convierte en la forma en que se manifiesta su contrario, el trabajo abstractamente humano.” (72)
Reconstruyamos la
dialéctica de la forma que se encuentra en este segmento del primer capítulo de
El Capital: se ha producido una
escisión entre valor de uso y valor; este es el fundamento –o en términos
hegelianos, esta es la esencia que se pone como fundamento- Entonces la
inquietud intrínseca del valor se despliega internamente –sus determinaciones
de reflexión- y se vuelve forma de valor –o forma valor-
El valor como forma
de valor es relación y equivalencia. El valor ha devenido principio de conmensurabilidad
y, por lo tanto, de medida entre cosas diferentes. Al interior de la esfera del
valor, se ha dado una ruptura de la forma valor, entre fenómenos contrapuestos:
mercancías que se relacionan con o se expresan en; y unas mercancías que actúan
como equivalentes. Es la misma forma valor desdoblada en opuestos.
Entonces, la forma
de equivalente, – la forma equivalente del valor- para resaltar que no nos
hemos salido de la esfera del valor, se vuelve fundamento de una doble manera:
la forma valor utiliza el valor de uso de otra mercancía para que haya equivalencia
y el trabajo concreto ha quedado supeditado al trabajo abstracto. Así estamos
en las entrañas del capitalismo.
Como en el caso de
Hegel, esa escisión, ese desdoblamiento en opuestos, plantea el regreso a la
unidad. Contrariamente a Hegel, dicha unidad, en Marx, mantiene la tensión
entre los opuestos, que atravesará, de aquí en adelante, el conjunto de
fenómenos capitalistas como su verdad más profunda. Por eso, tomada la forma
simple de valor en su conjunto “manifiesta la antítesis, contenida en ella,
entre valor de uso y el valor.” (75)
Estamos listos para
dar el siguiente paso en el despliegue de la forma valor. La forma simple del
valor se ha quedado en el plano de lo singular: esta mercancía respecto de esta
otra. La forma valor exige, desde dentro, su apertura completa, que le coloque
como forma total.
El trabajo
abstracto como principio de conmensurabilidad “se ve presentado ahora expresamente como trabajo equivalente a cualquier otro trabajo humano”
(77); y por eso, cualquier mercancía puede equivaler a cualquier otra. Hemos
pasado del reino de lo singular al de lo particular.
Marx pasa,
rápidamente, a la forma universal de valor. No se detiene en esta lógica de
singular y particular, sino en mostrar sus limitaciones. El mundo de lo
particular “carece, así, de una forma unitaria
de manifestación.” Y esto señala con claridad que la forma desplegada o total
de valor exige que se dé un paso más, un desarrollo adicional para superar esta
deficiencia. (79)
La forma valor
sufre una última modificación: “Las
mercancías representan ahora su valor 1) de manera simple, porque lo
representan en una sola mercancía y 2) de manera unitaria, porque lo
representan en la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a todas
y, por consiguiente, universal.” (80)
Ahora la forma
valor, como forma universal de valor, se pone a sí misma plenamente como
fundamento: “Tan solo esta forma, pues, relaciona efectivamente las mercancías
entre sí en cuanto valores, o hace que aparezcan recíprocamente como valores de
cambio.” (81)
Marx ha llegado
finalmente al dinero, como del equivalente general, ya universalizado,
socialmente aceptado como aquella mercancía que cumple para todos y para todas
las mercancías esta función de principio de conmensurabilidad unitario.
E igualmente la
“esencia” del capital se manifiesta en toda su dimensión, ya desplegada
enteramente: “La forma universal de valor, la cual presenta a los productos del
trabajo humano indiferenciado, deja ver en su propia estructura que es la
expresión social del mundo de las mercancías.” (82)
Digamos que la
forma valor ha atravesado por la dialéctica de lo singular, particular y universal
y se ha convertido en dinero. En este la “esencia”, la contraposición entre
valor de uso y valor se expresa a cabalidad, que esos opuestos que siempre
están allí, irreconciliables.
¿Qué interesa
resaltar aquí como consecuencia de este análisis de la forma valor tal como la
encontramos en Marx?
En primer lugar, el
carácter ontológico de la forma: la forma valor es una forma real,
efectivamente existente, producida históricamente como consecuencia de la
separación del valor de uso y del valor, a través de la emergencia del trabajo
socialmente necesario, que es trabajo abstracto.
En segundo lugar,
esta forma valor, precisamente por su constitución como forma, atraviesa todo
el edificio económico del capitalismo a través de la subsunción formal y real.
Pero, no se queda allí, sino que la forma valor penetra en todas las esferas de
la vida tiñéndolas con la lógica capitalista. A estas alturas del desarrollo del
capitalismo no hay esfera de la vida social o individual que no esté sometida a
la lógica de la forma valor de manera directa o indirecta.
En tercer lugar, la
forma valor funciona como fundamento de las relaciones económicas; pero, va más
allá y también actúa como modelo del conjunto de relaciones sociales, en donde
también se producen una serie de escisiones, de rupturas, que separan las formas
de estas relaciones con sus contenidos y significados específicos. En este
sentido el capital es el gran modelizador de la vida entera de nuestras
sociedades.