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jueves, 28 de noviembre de 2013

¿QUÉ SON LAS ESTÉTICAS CANÍBALES?



1.       El multinaturalismo y sus implicaciones.
En sentido estricto el pensamiento caníbal toma su punto de partida del multinaturalismo perspectivista, que es su nombre más apropiado. Una clara comprensión de este punto nos permitirá tanto sacar a la luz sus elementos claves así como desprender de ellos las implicaciones para el desarrollo de unas estéticas caníbales.
Viveiros de Castro parte de señalar la inversión radical que significa el multinaturalismo respecto del paradigma predominante en Occidente, que sostiene que hay una sola naturaleza y una multiciplidad de espíritus (o almas) que precisamente perciben ese mundo de distintas maneras.
El perspectivismo desde la mirada Occidental está directamente relacionado con  el relativismo, en donde hay una sola realidad objetiva y lo que cambia son los puntos de vista de los diversos sujetos, que se apropian de un modo o de otro de la naturaleza o de la realidad que está allí afuera, independiente del sujeto.
Mientras que el multinaturalismo perspectivista pan-amazónico se asienta sobre la concepción de que todas las almas o espíritus perciben de modo análogo o similar y tienen frente a sí múltiples naturalezas. Aquí el perspectivismo deja de ser epistemológico y relativista, para convertirse en ontológico.
La condición común a los hombres y a los animales no es la animalidad, sino la humanidad. La gran división mítica muestra no tanto la cultura alejándose de la naturaleza como a la naturaleza alejándose de la cultura.” (Viveiros de Castro 50)
La cuestión no es solo la reconstrucción de esta contraposición desde una mirada externa o neutral, sino en qué medida el multinaturalismo perspectivista altera radicalmente nuestro modo de pensar, la manera de aproximarnos a la estética, la “apropiación” de otros estéticas como las ancestrales, tanto en el arte como el diseño y que llevarían a modificar de fondo el modo cómo comprendemos tanto el arte como el diseño.
El multinaturalismo no solo afirma esa diversidad de la naturaleza, esa variabilidad, las innumerables formas de existencia que encontramos a cada paso, sino que va más mucho más allá, porque es también es un perspectivismo. Mas, ¿qué significa esto sobre todo si tenemos en cuenta que hemos dicho que este perspectivismo tiene un carácter ontológico?
Este entendimiento agente –como prefería llamarle sobre alma o espíritu-, si bien se caracteriza por la unidad, no se apropia de la naturaleza de la misma manera. Los cuerpos –de cualquier tipo que sean- son tales en la medida en que devoran un segmento de lo real a su modo; y este modo hace que sean lo que son.
Perspectiva ontológica significa devenir real adoptando una forma de existencia; esto es, entrando en una particular negociación con el ámbito en donde inicia sus existencia, el tipo de indexación que le corresponde y sin el cual simplemente no podría existir. Quizás podría utilizarse el término de Whitehead de prehensión y aprehensión.
Cada cosa prehende el mundo a su manera; esto es un hecho real, efectivo y no tiene relación con algún aspecto cognoscitivo. Este aspecto vendrá después y la perspectiva epistemológica tendrá que derivarse de la perspectiva ontológica.
Ahora bien, esta prehensión de las cosas sobre las otras cosas, es lo que hace que el universo sea como es, que tengamos esta realidad y no otra, con todas sus variantes o posibilidades. La prehensión es, por lo tanto, constitutiva de lo real, es la forma en que el mundo viene a la existencia, desde las partículas atómicas hasta los seres humanos. Y esto es lo que sería el multinaturalismo perspectivista.
Lo que se está sosteniendo aquí –más allá de la formulación de Viveiros de Castro- es que la teoría pan-amazónica se ajustaría mejor a la realidad que el paradigma occidental que sostiene que hay una sola naturaleza y una multiplicidad de intelectos.
Esto tiene consecuencias gigantescas para el humanismo tal como lo conocemos, porque significa su inversión radical. El concepto de humanidad se extiende por lo menos a todo la esfera de lo viviente, porque  “Lo que el perspectivismo afirma, en definitiva, no es tanto la idea de los animales son “en el fondo” parecidos a los humanos, sino la idea de que, en cuanto humanos, “en el fondo” son otra cosa, son diferentes de ellos mismos.” (Viveiros de Castro 50)
No se trata de que haya una humanidad, tal como sostiene el humanismo occidental, sino que hay una diversidad de humanidades: la humanidad jaguar, la humanidad bosque, la humanidad kichwa y es a su interior en donde se produce la diferenciación entre lo humano y lo no-humano:
“Ni animismo –que afirmaría una semejanza sustancial o analógica entre animales y humanos, ni totemismo- que afirmaría una semejanza formal u homológica entre diferencias intrahumanas y diferencias intra-animales- el perspectivismo afirma una diferencia intensiva que lleva la diferencia humano/no-humano al interior de cada existente. (Viveiros de Castro 51)
Estos conjuntos humanos cuestionan a la humanidad definida en términos abstractos, en un universalismo abstracto y formal, tal como Marx ya lo había criticado en sus escritos iniciales. Así, “La humanidad de fondo hace problemática la humanidad de forma, o de figura.” (Viveiros de Castro 52)
Lo que el perspectivismo amazónico sostiene es que lo que separa a esas humanidades es que son incompatibles, que cada una se apropia del mundo a su manera y al hacerlo, permite la emergencia de un determinado mundo, de una realidad específica antes inexistente: “Hay que tomar toda las precauciones para mantener las perspectivas separadas entre ellas, porque son incompatibles.” (Viveiros de Castro 53)
Y más adelante: “Basta considerar lo que dicen los etnógrafos para percibir que lo que ocurre es exactamente lo contrario: todos los seres ven (“representan”) el mundo de la misma manera: lo que cambia es el mundo que ven.” (Viveiros de Castro 53)
Por otra parte, el carácter de sujeto lejos de quedar reducido a un entelequia cartesiana, narcisista, que solo se define a partir de sí misma, coloca en el centro de su definición la modalidad de agente, la capacidad de tomar segmentos de la realidad y conferirles otra forma, que desemboca en una nueva forma de vida:  
“El relativismo cultural, o multicuturalismo, supone una diversidad de representaciones subjetivas y parciales, incidentes sobre una naturaleza externa, una y total, indiferente a la representación. Los amerindios proponen lo contrario: por un lado, una unidad representativa puramente pronominal: es humano todo el que ocupe la posición de sujeto cosmológico: todo existente puede ser pensado como pensante (existe, luego piensa), es decir como “activado” o “agentado” por un punto de vista; por otro lado, una diversidad radical real u objetivo. El perspectivismo es un multinaturalismo, porque es una perspectiva no una representación.” (Viveiros de Castro 55)
Aunque el peso de la historia y el uso de las palabras nos lleven en una dirección cognoscitiva, hay que insistir en que el término “perspectiva” –como se ha resaltado varias veces- es en primer lugar ontológico y no representacional. No se trata de preguntarse como el jaguar se representa el bosque, sino cómo interviene sobre realidad alterándola, introduciendo otros componentes, otros recorridos, cambiando el modo de vida de otras especies. Y esto es igualmente válido para los diferentes grupos sociales: “Una perspectiva no es una representación, porque las representaciones son propiedades del espíritu, mientras que el punto de vista está en el cuerpo... la diferencia entonces debe ser dada por la especificidad de los cuerpos.” (Viveiros de Castro 55)
En esta redefinición de la humanidad que conduce a las humanidades en el marco del multinaturalismo perspectivista, el cuerpo también cambia de lugar, porque es el que permite la “individuación”, la particularización, de todo lo existente. Ese entendimiento agente colectivo se convierte en esta especie, en este grupo, en esta etnia, en esta especie, exclusivamente por el cuerpo:
“Lo que aquí llamamos “cuerpo”, entonces, no es una fisiología distintiva o una anatomía característica; es un conjunto de maneras y de modos de ser que constituyen el habitus, un ethos, un ethograma… el perspectivismo es un manierismo corporal.” (Viveiros de Castro 55)
Son los cuerpos los que hacen la diferencia –literalmente-, mientras que los entendimientos comprenden el mundo de modo análogo, similar: “Así la posesión de almas similares implica la posesión de conceptos análogos por parte de todos los existentes.” (Viveiros de Castro 56) Entonces en vez de tener una proliferación de epistemologías volcándose sobre paradigmas excluyentes en su comprensión del mundo, lo que cambiaría son las realidades que percibimos, que se nos presenta como epistemologías distintas aunque no lo son.
“En otras palabras, el perspectivismo supone una epistemología constante y ontologías variables: las mismas representaciones, otros objetos; sentido único, referencias múltiples.” (Viveiros de Castro 57)
Porque la naturaleza implica diversidad, variación, constante emergencia de lo nuevo, de lo distinto, que se agrupa en grandes conjuntos marcados por la multiplicidad que, por otra parte, se corresponde de mejor manera con la imagen que la física contemporánea arroja del mundo: “…la bella diferencia cultural. O por el contrario, tomar la multiplicidad en la cultura, la cultura en cuanto multiplicidad.” (Viveiros de Castro 58)

jueves, 17 de octubre de 2013

LA INMANENCIA DEL ENEMIGO



La necesidad de precisar los conceptos de las estéticas caníbales nos llevan de regreso a las reflexiones de Eduardo Viveiros de Castro, ciertamente enmarcadas en el ámbito antropológico que tomamos como punto de partida y de dónde tomamos aquellos aspectos que nos parecen relevantes para reflexionar sobre la esfera estética.  (Viveiros de Castro, A inconstancia da alma selvagem.)
Resaltemos su punto de partida crucial: se trata de analizar la economía de la alteridad; diríamos: la economía política de la alteridad. Los debates sobre las relaciones entre las culturas giran en torno al modo en que se trata al Otro, a la manera en que se constituye la otredad, que puede ir desde la formación de híbridos y mestizajes hasta las tesis del exotismo total, de la otredad absoluta sin posibilidad de diálogo con otras posiciones, pasando por una gama amplia de propuestas: interculturalidad, multiculturalidad, transculturalidad, transmoderno, poscolonial, postoccidental y otros.
Aunque Viveiros de Castro no discute directamente el conjunto de estas teorías, sus tesis, así como las de la antropología simétrica, llevan el debate sobre la alteridad en dirección distinta o, en todo caso, colocan elementos novedosos para su análisis, que se desprenden de su reconstrucción etnográfica y etnológica de la Amazonía.
En ese tratamiento del otro se da “…una economía de la alteridad en donde se asigna al concepto de “enemigo” un valor cardinal.” (267) El otro es un enemigo y esta característica atañe incluso a los dioses, que no escapan a esta determinación: “Feroces más espléndidos, peligrosos pero deseados por los humanos, homófagos mas provistos de una supercultura shamánica, enemigos más aliados, los MaÏ están marcados por una ambivalencia fundamental. Ellos son al mismo tiempo el “ideal del Ego” araweté o arquetipo del Otro. Los araweté se miran a ellos mismos con los ojos de los dioses, al mismo tiempo que miran a los ojos de los dioses desde el punto de vista humano, terrenal, terrestre y mortal.”(271-272)
La relación con el otro como enemigo es inmanente: el enemigo penetra en el alma misma del matador, permitiéndole que él y su cultura se constituyan como tales y, simultáneamente, alterándolo radicalmente, cuestionando su propia existencia:
“Después de haber matado, o simplemente herido, un enemigo en una escaramuza, un hombre “muere” (umanun). Cuando vuelve a la aldea, él cae en una especie de estupor, permaneciendo inmóvil o seminconsciente por varios días, durante los cuales no come.” (272)
Enemigo y matador se entrelazan de un modo profundo, ya inseparable: “El enemigo se dice que está enfurecido con su matador, más al mismo se encuentra indisolublemente ligado a él.”(273) Ese hecho violento ha terminado por convertirse en una identidad: “Puede verse aquí una nítida progresión de las relaciones entre la víctima y su matador. Ellas van desde la alteridad mortífera a la identidad fusional…” (273)
El trabajo simbólico del enemigo es todavía mucho más poderoso, por el efecto mismo de la inmanencia, de la interioridad del enemigo en el matador, porque la entrada de la perspectiva –ontológica y epistemológica- del enemigo en la cultura del matador, altera el orden simbólico del matador. Ahora se dice con palabras del enemigo aquello que el matador quiere expresar: “Vistos por su lado bueno –su lado muerto-, los enemigos son aquellos que traen nuevas palabras al grupo, al menos que vienen a dar un sentido más puro a las palabras de la tribu.” (275)
Así que el matador habla dos veces: discurso del enemigo y discurso propio, plenamente entrelazados, que muestra la transferencia del orden simbólico del enemigo hacia el matador: “Una especie de ecolalia enunciativa o un proceso de reverberación: un enemigo muerto cita a su víctima araweté… y enseguida cita a su propia matador… todo esto por la boca de este último, que cita globalmente lo que su víctima tiene que decir.”(277)
Este proceso lejos de quedarse en el matador, como individuo, ha sido desde el inicio un fenómeno colectivo, un acontecimiento que atañe a todo el grupo, porque ahora es la comunidad la que identificándose con  el matador, absorbe el discurso del otro, esto es, del enemigo:
“Una reverberación entre matador y su víctima está en el origen de la situación paradójica de la danza guerrera, situación de la mayor cohesión social y de máxima efervescencia colectiva en la sociedad araweté, cuando una comunidad masculina se reúne en torno del matador para, identificándose con este, repetir las palabras enunciadas por otros.”(278)
La inmanencia del enemigo ha ido tan lejos que el espíritu del enemigo habitará permanentemente dentro del espíritu del matador, a tal extremo que el matador se ha vuelto otro, se ha convertido precisamente en el enemigo: “Este proceso como se puede imaginar, tiene su precio. Una fusión entre el matador y su enemigo presupone un devenir otro del primero: el espíritu de la víctima jamás le abandona.” (279)
Y desde este haberse convertido en Otro, puede regresar los ojos hacia sí mismo. Mirarse con los ojos de los otros, termina por ser la mejor y la única perspectiva para verse a uno mismo: “Esta capacidad de verse como Otro –punto de vista que es, tal vez, el ángulo ideal de visión de sí mismo- me parece la clave del pensamiento tupi-guaraní.” (281)
Esta absorción del enemigo se expresa en la incorporación global del enemigo –que en este caso es víctima-: “…El incremento del capital ontológico del matador al final del proceso, se expresa en una relación de anexión de ciertos atributos metonímicos de la víctima: alma, nombres, cantos, trofeos.” (284)