La dialéctica de Roy Bhaskar
tiene una profundidad conceptual y técnica solo comparable con los sistemas
construidos por Hegel, Whitehead o Badiou. En este sentido, se le puede llamar
con todo derecho: la gran lógica. (Bhaskar Roy, Dialectic.
The pulse of freedom, Routledge,
London, 2008)
Difícilmente ese gigantesco
esfuerzo sistemático es reducible a una síntesis por precisa que sea esta. He
preferido seleccionar una puerta de entrada a su dialéctica que nos muestre la orientación
de su propuesta: la lógica de la ausencia.
Si el trabajo de lo negativo es
lo que define a las dialécticas de nuestro tiempo, el caso de Roy Bhaskar es
ejemplificador. El origen de toda negación se encuentra en la ausencia como
correlato indispensable de la presencia:
“Negación real es primero y más
simplemente considerada como la presencia en una región del espacio más o menos
determinada… de una ausencia en un nivel específico o contexto de ser de alguna
entidad, cosa, poder, evento, aspecto, relación, etc., más o menos determinada.”
(35)
Si se quiere liberar a la
dialéctica e instaurar una dialéctica de la liberación es preciso introducir la
ausencia tanto “epistemológica como ontológicamente” (36); esto es la prioridad
de la ausencia en todo sentido:
“Mi intención es mantener en esta
sección que (1) que podemos referirnos al no-ser, (2) que el no-ser existe, y
que (3) no solo debe concederse que el no-ser tiene prioridad ontológica sobre
el ser en el grado-cero del ser, (3) sino que, más aún, no-ser tiene una
prioridad ontológica sobre el ser. En suma, la negatividad gana.” (36)
Contra las ontologías de la
presencia, hay que colocar a la negación, entendida como proceso de ausentarse,
que está detrás de todo proceso de cambio, de transformación, de pluralización de
las realidades y de nuestra comprensión de ellas.(38)
La consecuencia primera y
fundamental es la crítica no solo a la ontología de la presencia, como he
dicho, sino a la insolencia del presente, de lo dado. Si la ausencia es el
núcleo ontológico de lo real, entonces esta tiene que ser entendida como
cambio, como alteración. Cambio y ausencia van de la mano, no puede existir la
una sin la otra.
De este modo se abre la realidad
a su radical contingencia; lo que es bien pudiera haber sido de otro modo; o
bien podrá ser de otra manera. Y este principio arrastra tras de sí, al orden
epistemológico: también tenemos que dejar que penetre la lógica de la ausencia
en el conocimiento, para provocar en este una transformación.