En las últimas décadas hemos visto florecer las teologías de todo tipo. Se habla del giro teológico de la filosofía contemporánea. Los teólogos se han dedicado a leer a los autores posmodernos, deconstruccionistas, deleuzianos, a los popes del posthumanismo y del Antropoceno y encontraron en ellos las bases para repensar lo trascendental.
Esta breve lectura toma el camino inverso. Lee una teología para
desprender de ella argumentaciones aplicables al mundo, a la esfera de lo
inmanente. Devuelve a la teología a su lugar: la realidad. Se aleja de los
movimientos seculares que no son sino el reverso de lo sagrado y conservan su
olor. Permanecemos en lo profano, habitamos la plaza, los espacios públicos y
nos negamos a entrar en las iglesias.
Sin embargo, cabe reconocer que ciertas teologías hacen una crítica
radical de la posmodernidad y la deconstrucción, mostrando desde fuera el
callejón sin salida en el que se encuentran entrampadas; y este es su valor más
allá del discurso religioso. En este caso se ha elegido el texto de Ward
Blanton, Clayton Crockett, Jeffrey W. Robbins y Noëlle Vahanian, Un
Manifiesto insurreccional (Columbia University Press, Nueva York, 2016). (Más
abajo se adjunta el Prólogo y el Prefacio de este libro).
Una teología insurreccional a la que le someterá a una lectura desde la
perspectiva del arte; así que, a pesar de lo esquemático que pueda parecer,
haremos el esfuerzo de sustituir teología por arte, ciertamente en los lugares
en donde sea posible. El texto se aleja de cualquier interpretación
transcendentalista y se vuelca sobre lo Real, distanciándose de los procesos
imaginarios que sirven al poder de turno.
Ejecutamos este procedimiento de busca y reemplazo, y tenemos:
“Lo que encontramos aquí es un arte contra la soberanía, un arte que celebra el mundo material de forma no reductiva, un arte en movimiento que cruza fronteras, asume riesgos, habla contra las fuerzas de
la muerte y se pone a prueba. En definitiva, encontramos en estas páginas un arte en juego
que rechaza el statu quo,
nos confronta con el estado
actual y descubre nuevos horizontes”.
Apelamos a un arte que debería entrar en una fase insurreccional que
rompa con “el dominio hegemónico del posmodernismo despolitizado”, sostenidos
por “los académicos (que) están totalmente inscritos en la matriz académica
neoliberal”. También hace falta añadir: galeristas, curadores, directores de
museos, críticos, etc., todos atrapados en las redes posmodernas y plenamente
acostumbrados a ellas.
Arte insurreccional que debe “leerse, por tanto, como una verdadera
ruptura de la peligrosa alineación apolítica entre la apatía de la
posmodernidad y el secuestro de la academia neoliberal…”. Por tanto, un arte
que salga de la prisión, que rompa los barrotes y escape hacia adelante, que se
permita a sí mismo hablar, pensar, representar, imaginar de otra manera más
allá del canon posmoderno.
Un arte que no se disuelve en mala sociología y pésima ecología, que
reconozca que, a pesar de los discursos repetidos, sigue siendo arte y de hecho
no se lo confunde con la intervención política ni la puede reemplazar. Un arte
que no está allí para encubrir la mala consciencia de críticos y artistas, sino
para decir la realidad con sus propios medios y recursos.
Un arte que no se resuelva en el gesto sublime y perverso, porque nunca
se realiza plenamente, de la obra que permanece en la mente del artista sin que
efectivamente se vuelque sobre la realidad, sin adquirir la forma plena de obra
de arte.
Por esto es hora de elaborar colectivamente nuestro propio Manifiesto
Insurreccional.
Un manifiesto insurreccional
Cuatro
nuevos evangelios para una política radical
Ward Blanton, Clayton Crockett, Jeffrey W. Robbins y Noëlle Vahanian
Columbia University Press - Nueva York - 2016
PRÓLOGO
Peter Rollins
En el
siglo II, el asceta de los primeros cristianos Tatiano se propuso fusionar los cuatro relatos evangélicos en un
solo conjunto coherente. Para cuando terminó, había elaborado un texto que fusionaba
Mateo, Marcos, Lucas y Juan en
un solo volumen.
Los evangelios se convirtieron en un
Evangelio. Los cuatro se convirtieron en uno.
Aunque su obra terminada, el Diatessaron, fue popular en algunos círculos, no obtuvo el apoyo que cabría esperar. De hecho,
se utilizó sobre todo como complemento de su material fuente, y en el siglo V había caído casi por completo en desuso.
Teniendo en cuenta nuestro amor por
las perspectivas únicas, es bastante sorprendente
que las cuatro se impusieran a la única, después de que las cuatro se impusieran
a su vez a muchas más. Desde la perspectiva
actual, el proyecto de Tatiano parece expresar
sucintamente el último sueño de los apologistas religiosos, tomando las narrativas
conflictivas y desordenadas y fusionándolas
en un todo unificado y atómico.
Sin embargo, siempre
ha habido otra tradición en la teología, marcada por la pasión por lo Real, un deseo
por lo imposible que se atestigua/produce mediante narrativas conflictivas. En oposición
a la demanda de un objeto claramente definido que se cree que es el destino de nuestra
preocupación ulterior, esta teología subversiva e insurreccional pone en marcha el deseo evocando una emoción por lo que no se puede
captar.
Una teología de este tipo no busca el
descanso en lo que se puede imaginar o simbolizar, sino que permanece inquieta,
agitada en una dialéctica del deseo que permanece abierta tanto
al futuro como a la reimaginación del pasado.
Una teología asumida por lo Real nos
enseña a desconfiar de las pretensiones imaginarias
que prometen plenitud y armonía y nos expone a las diversas formas
en que nos vemos arrastrados a crear/servir poderes soberanos.
Este libro reúne a cuatro de estos teóricos
de lo Real, cuatro escritores inspirados por lo imposible. Y qué mejor manera de
presentar su trabajo que en cuatro reflexiones separadas.
Cuatro testimonios. Cuatro evangelios.
Cada uno de ellos está interrelacionado
y entrelazado con los demás, pero cada uno carece de una relación definitiva con
su vecino. Cada capítulo es desafiante, confuso y esclarecedor
a partes iguales.
Más que un simple credo, el lector es invitado a participar en una colección
multidisciplinar de ideas que reflejan un proyecto dinámico y experimental.
Un proyecto en marcha.
En lugar
de dogmas claramente definidos, encontramos en estos cuatro ensayos coordenadas
compartidas, coordenadas que podrían ayudar a acudirnos de las viejas ortodoxias
y despertarnos
a la crisis en la que nos encontramos.
Lo que
encontramos aquí es una teología contra la soberanía,
una teología que celebra el mundo material de forma no reductiva, una teología en movimiento que cruza fronteras, asume riesgos, habla contra las fuerzas de
la muerte y se pone a prueba.
En definitiva,
encontramos en estas páginas una
teología en juego que rechaza el statu quo, nos confronta con
el estado actual y nos descubre
nuevos horizontes.
Incluso para los lectores experimentados en teoría crítica,
este texto es exigente. Los escritores no temen cruzar las fronteras disciplinarias,
exigiendo que nos adentremos en aguas que podrían ser desconocidas para nosotros.
En un momento poético, en el siguiente
filosófico, luego científico; los lectores se encontrarán desequilibrados más de
una vez en este viaje entre la tierra y el cielo, los mortales y los dioses.
Pero esto es lo que hace que la obra sea tan rica, cinética
y fértil. Si luchamos con ella, es posible que
descubramos que nos pone patas arriba, al revés y al derecho, aunque no necesariamente
en ese orden.
No es ningún secreto que la
disparidad de trabajos realizados en nombre
de la teología radical se resintió un
poco después de su momento de esplendor
en torno a la década de 1960. Después de menos
de una década, a muchos les pareció que este movimiento se había marchitado
y muerto. Pero los rumores de su desaparición
han sido muy exagerados y, tras un periodo de relativa latencia,
ha regresado con una vitalidad y una urgencia renovadas, como
atestigua este potente y explosivo manifiesto.
PREFACIO
Creston Davis
Al principio,
el vacío cargado positivamente del universo dio origen a la insurrección. Pronto
la Tierra se rebeló contra el Cielo y los mortales se sobrepusieron a los dioses, y el mundo comenzó
a manifestarse a través de un insurreccionalismo,
un despliegue infinito de la Buena Nueva. Este libro es la culminación de una fidelidad
al acontecimiento de la insurrección que comenzó
en un taxi de Filadelfia en el que 2005 discutíamos la necesidad de establecer una
serie de libros que finalmente rompiera con el dominio hegemónico del "postmodernismo"
despolitizado. Este "género" posmoderno
de pensamiento hacía imposible la capacidad de nombrar las verdades. Nuestra teoría
era que no se decía nada significativo, no sólo en la teoría crítica, sino también
en la filosofía continental, la religión y otros temas, porque, efectivamente, los académicos estaban totalmente
inscritos en la matriz académica neoliberal.
Este libro, estos "evangelios" deben leerse, por tanto,
como una verdadera ruptura de la peligrosa alineación apolítica
entre la apatía del posmodernismo hacia
la verdad y el secuestro de la academia neoliberal en Norteamérica. La esencia de
este libro es que los autores muestran cómo la historia no está determinada por un acontecimiento singular mercantilizado
(es decir, la Resurrección), que difiere interminablemente su significado que nunca
llega, sino más bien a través de la inmanencia materialista que nunca se asienta
mientras se agita en los pliegues de una lucha materialista configurada por el destino
de una revuelta cargada cósmicamente.
Pero hay que tener cuidado aquí, ya
que lo que parece ofrecer este libro es fundamentalmente
engañoso porque, aunque confronta ingeniosamente posiciones,
pensadores y textos básicos de la "muerte
de Dios" estadounidense
Si la tradición teológica con todos
sus presupuestos, lo que acaba revelando es una verdad desmentida.
Que aunque Dios haya muerto, los argumentos, la estructura simbólica y demás de
esta tradición siguen asumiendo una postura perversa de que, a pesar de todo, Dios
sigue rondando el discurso. Este libro
rompe por fin con esta onto-teología fetichista de una vez por todas, no cayendo
en la trampa de parafrasear mal a sus interlocutores para luego disfrazarlo con
la jerga y sacar conclusiones rebuscadas. "La negación de la propia jerga", como dice Slavoj Žižek, "es hoy parte de la jerga estándar,
de modo que, cuando uno lee frases como 'Lo
que diré ahora no es
una frase vacía', puede estar seguro de que lo que seguirá ES una frase vacía".1 Esto hace que me resulte difícil señalar que no
es un gesto vacío cuando afirmamos que este texto replantea completamente la teología: una teología del vacío
cargada cósmicamente.
Pero esta "ruptura" de nuevo
no debe leerse como la tesis del "fin de la ideología" en la que una
historia dialéctica materialista es desechada victoriosamente a los basureros de
la historia sólo para volver de las cenizas. Lo
que hace este libro es un ejemplo perfecto de la estrategia de Hegel de la Aufhebung en la que lo que
se niega (las teologías clásicas y de la muerte de Dios) se subsume en su propia
negación a través de sí mismo revelando la verdad de un momento insurreccional
onto-lógico desprovisto de tiempo.
Así pues, lo que ocurre aquí es que
un resurgimiento totalmente nuevo del poder es aportado desde un punto de partida
totalmente diferente, un punto que engulle todos los puntos perfeccionándolos negativamente. Y esto es el εὐαγγέλιον (Evangelio, buena nueva, etc.) porque
rechaza por completo un discurso muerto (la ontoteología tradicional)
que hará cualquier cosa para mantenerse vivo
mucho después de que su objeto "Dios"
haya muerto. Esto se hace de las siguientes cuatro maneras: primero, el pensamiento
como fuerza insurreccional no piensa en
lo Real (en términos lacanianos) sino desde
lo Real tal y como lo elaboran Slavoj Žižek y François Laruelle. En segundo
lugar, una afirmación dionisíaca de un materialismo no reductivo en la estela de
la obra de Catherine Malabou, más allá
de la obsesión derrideana por la totalidad, por un lado, y la postergación infinita
de la significación, por otro. En tercer
lugar, hay aquí un compromiso genuino con una política abierta de izquierdas que
se resiste a caer en la trampa dogmática de la certeza
cerrada a una externalidad porosa. Este compromiso no debe
ser malinterpretado como una recapitulación de una ideología ecologista políticamente
correcta, sino que debe ser visto como
un ataque frontal a los efectos catastróficos del neoliberalismo y del capitalismo
corporativo. En cuarto y último lugar, lo
que precisamente mantiene a estos pensadores fuera de la trampa de la cárcel cerrada
de estar en casa consigo mismo es el
método dialéctico hegeliano de apertura mental experimental
comprometida con un proceso de desarrollo siempre bajo evaluación constante,
sin asumir una autosatisfacción masturbatoria tan endémica en la teoría actual.
Es aquí, también, donde cualquier noción de resurrección es suplantada
al pensar el mundo no desde el punto de vista reductivo
del uno, sino desde una diferencia no repetible:
el mundo como liberado de la resurrección
y las exigencias que la teoría insurreccional nos da hoy.