Carlos
Rojas Reyes
Diseño
gráfico: P.Z./Canva.
La relación entre imagen y palabra se
extiende a lo largo de los siglos. Épocas, corrientes, estilos, modos de vida
que privilegian la una o la otra. Disputas interminables entre la iconodulia y
la iconoclasia, porque al final de cuentas los iconoclastas terminaban por
privilegiar la palabra revelada junto con la prohibición de representar lo
divino a través de ídolos. De hecho, gran parte de la posmodernidad ha sido
iconoclasta en el sentido de desvalorizar la imagen y dar preeminencia al
concepto, muchas veces vacío contenido, e incluso con rasgos calvinistas.
Sin embargo, nos alejaremos
momentáneamente de estos debates indispensables para tratarlos a partir de un
caso, en el que veremos cómo se da la relación entre imagen y palabra, y
específicamente entre imagen y escritura. Una relación que contiene a más de
sus referentes directos, una clara alusión al eidos y al logos,
ya que en último término se trata de esto. Si se quisiera nombrar con propiedad
este enfoque podría denominarse: Eidoslogos. Eidos como pensamiento e imagen, y
logos como razón y palabra. El cristianismo como religión de la palabra señala
con igual insistencia, desde el inicio, que somos hechos a imagen de
Dios, pero que esta hechura ha sido llevada a cabo por la Palabra. Esta
dualidad persistente acompañará a la civilización occidental hasta nuestros
días.
Veamos en el ejercicio realizado por
la diseñadora P.Z., utilizando Canva, la serie de relaciones que se dan
entre palabra e imagen, sobre un texto fuertemente experimental como es Huelladegüella
de Liz Quiroga. No se trata meramente de ilustrar el texto con una
imágenes; o, si se prefiere, la conversión del texto en imagen es estrictamente
hablando un proceso de Ilustración; esto es, de apertura hacia un mundo de las luces
y del conocimiento, a más de la construcción de un doppelgänger
estético.
Empecemos por un fragmento de la obra
de Liz Quiroga:
te deseso
mucho te cepillo el xexo del otro xenofília el amor siempre es recíporco te
deseso me decesas en dónde fallamos ¿en Valencia? yo te reciproco tú me
reciprocas yo te tú me pulsióname aquí ¡quanta nece.si.dad nescio fallócrata!
procrastíname ¡déjame para más tardecito! desovíllame desóvame, amárguese que
no es foco, álvvvvvvaro todavía duermes laureal despierta Imogen tenemos un
im.pase, ¿análisis interminhado? noto noda notu noya en mi espalda tu imogen
subliamada, en mi espada tu imagen recortada calibre colt 45, deseo subprime te
recuerpo te vengo de improviso te llego de sorpresa
De este texto con claras referencias freudianas, que difícilmente podría trasladarse a una sola imagen, se extrae dos palabras nucleares que sintetizan su contenido: pulsióname y fallócrata. Se produce una primera segmentación con sus consecuencias: ruptura de la linealidad del texto y, por tanto, de su secuencia, aislamiento de determinados significados. De este modo, están listos para trasladarse al plano estático de la imagen y a la percepción intuitiva de esta y de sus contenidos.
La imagen resultante no trata de
erigirse ella misma como autónoma; por el contrario, depende claramente del
texto: sin embargo, su tarea, en este caso, es permitir de manera inmediata la
percepción de los términos colocados en un determinado contexto. Más que evadir
el concepto, la imagen la desplaza para aclararla y para encontrar en ella las
posibilidades de la concreción de su significado.
El Pulsióname Fallócrata remite
en el texto a la matriz freudiana de las pulsiones, pero aquí convertidas en la
posibilidad de una acción externa. Alguien desde fuera introduce una pulsión y
esto, desde luego, ya suena mucho más a Lacan que a Freud. Luego se nombra a
aquel que me pulsiona, que no es otro que un falócrata patriarcal,
aunque el significante se desplaza para permitir la aparición de la principal
característica del falócrata, y de cualquier sujeto masculino: siempre
falla. Falo y falla se fusionan en una sola palabra.
A su vez la imagen permite de un vistazo
encontrarnos con estos significados, antes de ponernos a reflexionar de manera
analítica en ellos. Pero, la imagen está lejos de quedarse en el traslado
pasivo de los contenidos experimentales del texto. Por el contrario, elige un mundo
en el que esta frase tiene lugar y, desde luego, sentido.
La imagen neogótica conduce al
desplazamiento y ampliación del significado originario de Pulsióname
Fallócrata. Rápidamente podría aparecer una serie de colapsos de las nuevas
posibilidades de significación traídas por esta forma de expresión gráfica:
quizás se trata de una portada de disco, un título de una canción, el nombre de
un grupo punk, y así por el estilo. Ha entrado en otro campo semántico, llevado
de la mano de la tipografía proveedora de un ritmo sugerente que rompe la rigidez
de la escritura.
Se produce de manera simultánea la
ampliación del significado y su corrimiento metonímico hacia una determinada esfera
de la cultura contemporánea, como es el metal y el punk, rodeados por la
estética neogótica que le acompaña. Siguiendo a Wittgenstein se diría que la
imagen encuentra el lugar de enunciación de la frase Pulsióname Fallócrata; es
decir, nos permite imaginar en que contextos esta frase pudo decirse. Con
facilidad se forma en nuestra mente la figura de un cantante de rock pesado
aullando en la noche llena de ruido y de furia: Pulsióname Fallócrata… Pulsióname
Fallócrata… Pulsióname Fallócrata.
La imagen no solo está enredada en el
juego de volver presente lo implícito de las palabras. Inventa, por desplazamiento,
nuevos significados. Conduce y realiza el texto que, después de la imagen, ya
no se interpretará en la soledad de la palabra. Por supuesto, la conexión
realizada es parcial; tanto la palabra como la imagen son capaces de viajar a
otras esferas y de juntarse con otros modos de expresión.
Se ha producido la fusión de mostrar y
decir. La imagen que no cesa de decir; la palabra que no deja de mostrarse. Un
fenómeno tan profundamente cotidiano en los espacios digitales y en la
publicidad generalmente vueltos invisibles precisamente por la eficacia de su
funcionamiento.
En esta segundo ejemplo, Figura 2, la
imagen aun con una mayor economía de elementos logra desentrañar a cabalidad el
significado de la frase: Asimisma ensimismada. Se ha producido como el
caso anterior las correspondientes segmentaciones y selecciones textuales para
trasladarlas al espacio gráfico.
El texto de Liz Quiroga dice:
loop circuanular moebius que se llama a sí misma asimisma
ensimismada lalengua elhabla reflexión pura desinencia sin rizoma
hojas sueltas al viento ojos sueltos al viento bla bla bla
Y la imagen responde de la siguiente manera,
permitiendo la emergencia de este doppelganger:
El trabajo de la imagen sobre el texto
produce un drástico desplazamiento de sentido. La frase de partida está
colocada en un eje sintagmático y paradigmático referido a la lengua como un
fenómeno autocontenido, cerrado en sí mismo y finalmente con una estructura
circular. Cada palabra se define por el conjunto de otras palabras y no hay
posibilidad de escapar del ámbito lingüístico.
La imagen de la Figura 2 no habla del lenguaje
y de su enclaustramiento. Utiliza este significado inicial con la finalidad de
introducir una mirada femenina dada por la elección de la tipografía, fluida,
móvil, nada precisa de la palabra asimisma. Un gesto profundamente
reforzado por la aguja y el hilo apelando a una persona que cose ella misma y
que termina con esto ensimismada. La redundancia del proceso de volverse
hacia dentro ocluyendo los ventanales viene dada por el término: misma o por la
mismidad tan llamativa en la imagen.
En este ejemplo, no se trata de un
ejercicio puramente ilustrativo, sino del forzamiento de la estrategia metonímica.
Cambio radical del referente, desplazamiento de la lengua a lo femenino o,
quizás, descubrir en la lengua su género. Se podría sintetizar como la
lengua de lo femenino, también ensimismada, asimismo cosida, siempre
autorreferencial. Nótese que el español admite asimismo, pero no asimisma.