El arte inca ha
sido llamado abstracto y algunos casos hasta cubista. Se habla de piedras
abstractas. (César Paternosto) Aceptemos provisionalmente, dada su
inevitabilidad, que tenemos que pensar desde las categorías del arte
Occidental, porque no existe otra terminología que permita enunciar a cabalidad
lo qué es el arte inca.
Estas abstracciones
incas comprendidas desde la matriz del arte abstracto occidental, sirve de
instrumento descriptivo, interpretativo, creativo, que tiene como finalidad un
entendimiento, al parecer, mucho más profundo de lo que sería la estética
incásica.
Sin embargo, creo
es necesario dar un paso atrás o bien detenerse un momento a pensar en el
movimiento conceptual que se oculta detrás de este ejercicio, en la maquinaria
teórica utilizada, con todas las consecuencias que tiene. Por ejemplo, decimos
que hay “arte” inca en el mismo sentido que decimos que hay impresionismo,
expresionismo o arte renacentista. No decirlo implicaría una suerte de mirada
imperialista del arte occidental que solo se considera a sí mismo como arte en
sentido estricto, propiamente dicho, separado de otras esferas.
El uso de la
palabra arte nos servirá para pensar “contra” ese telón de fondo, contra ese
horizonte de sentido, porque ese es nuestro lugar de enunciación inicial. Las
figuras que van a emerger en el análisis que se propondrá, lo harán contra ese
fondo.
Retomamos el
concepto de abstracción de la estética occidental que nombra al arte inca e,
inmediatamente, introduzcamos una primera pregunta que nos sirva de hilo de
conductor, de guía para el recorrido que tenemos que realizar, que es la
comprensión de esta forma de arte de esta cultura en particular.
El significado de
la palabra “abstraer” quiere decir: separar, escindir. Y específicamente tomar
fenómenos concretos, ubicar aquello que es común, esencial, formal y, entonces,
quedarnos con lo abstracto. El movimiento de surgimiento de la “abstracción” se
desplaza desde lo concreto hacia aquellos elementos que son comunes a esa
variedad o multiplicidad de cosas. Digamos que vamos desde lo concreto a lo
abstracto, aunque después podamos realizar el movimiento contrario.
El arte abstracto
se opone a la figuración. Más aún, las abstracciones surgen de eliminar los
elementos figurativos y de quedarse únicamente con las formas (puras); con
estas, cada artista que opta por la abstracción, construye su propia estética,
sus obras específicas en cuanto al color, composición, recorridos visuales o
cualquier otro elemento. Quiero decir que a partir de este elemento común: la
negación de lo figurativo, surge lo abstracto que, a su vez, se despliegue en
diferentes manifestaciones, como puede ser el expresionismo abstracto o las
abstracciones geométricas.
No deja de latir en
cada cuadro abstracto aquello que ha dejado de lado, lo que ha perdido, lo que
se niega a mirar, a colocar ante nuestros ojos; y que nos insiste en que
aprendamos a mirar la forma como tal.
En el caso del arte
inca como estilo abstracto, ¿se estará diciendo lo mismo? ¿Este abstracto
también se construye a partir de la dualidad abstracto-figurativo? ¿Cuál sería
el significado de esta dualidad en el mundo incásico?
Es en este momento
en donde propongo que realicemos un desplazamiento importante en la metodología
que utilizamos tradicionalmente. En vez de intentar pensar qué tipo de
abstracción es la incásica desde las categorías de la estética occidental,
podemos preguntarnos por el modo en que se conceptualiza la abstracción en el
mundo y en la lengua quichua. ¿Se abstrae en quichua desde la misma manera que
nosotros lo hacemos en castellano? ¿Abstraer significa separar? ¿Lo abstracto
en el mundo andino es aquello que escapa de la figuración?
No se trata de
encontrar el modo en que se traduce del español al quichua el término:
abstracción; sino de encontrar cómo se dan las abstracciones en la cultura
quichua. En este momento, únicamente quiero colocar el ejemplo lingüístico.
En la propuesta del
lingüista Angel Polibio Chalán, quichua de Saraguro[1],
el proceso de abstracción en la lengua quichua sería: yuyai-pi-lla;
literalmente: idea-en-solamente, (solamente en idea). Hay que insistir que no
se trata de un proceso de separación, de aquello que es idea extraída de la
realidad concreta.
La búsqueda de la
perfección de las piedras abstractas incásicas correspondería a este
yuyai-pi-lla, en la medida en que expresarían “aquello que es solamente en idea”.
¿Cómo entender este proceso que no remite a la negación de la figuración?
Dos consideraciones
que nos aproximarían al significado del arte abstracto inca: en primer lugar,
estaría remitiendo a una idealidad, “aquello que es ideal” y desde esta
perspectiva, esa búsqueda de la perfección abstracta de las piedras incas,
estaría conectada a la infatigable persecución de la sociedad ideal. La piedra
abstracta no sería otra cosa que el ayllu en su momento estético.
En segundo lugar,
este yuyai-pi-lla no deja de tener relación con el orden concreto de las cosas,
inclusive con la figuración, pero de un modo distinto de la dualidad occidental
mencionada. Yuyai-pi-lla como fundamento de lo real; este modelo de realidad,
el ayllu, que permite la formación y la constitución de estos ayllus concretos,
de esta sociedad que no es perfecta pero que quiere pensarse como si lo fuera,
desde el máximo de su idealidad, desde el equilibrio permanente.
Las piedras
abstractas serían la forma a partir de la cual serían posibles todas las demás
formas, desde los espacios arquitectónicos hasta los textiles. Forma en su
máxima abstracción como posibilidad y fundamento de lo figurativo. Solo puede
darse la figuración contra este fondo permanente de la forma abstracta.
Si se quiere
conservar para el arte inca la denominación de arte abstracto, entonces hay que
dar un paso más. La noción estética de abstracción como opuesto a figurativo,
como lo no figurativo, tiene que ampliarse y pensarse de manera diferente.
Habría que decir que
hay, al menos, dos grandes tendencias del arte abstracto: el modo occidental
que huye de la figuración y un modo inca en donde lo abstracto está en el
origen de las formas, de la figuración. (Desde luego, el estudio del arte de
otros pueblos arrojará sin lugar a dudas otras formas de abstracción. Por
ejemplo, cabría preguntarse acerca del tipo de abstracción de la estética
Shipibo-Conibo.)
Lo mejor sería
encontrar un nombre consensuado para el arte inca, en quichua, que exprese su
estética a cabalidad, desde su propia perspectiva, como elemento inmanente a la
cultura incásica. ¿Podría denominarse al arte inca como Yuyai-pi-lla? Este es
un debate abierto.