Quedar atrapado en el lenguaje
quiere decir que se ingresa a un campo conformado por una cadena significantes,
porque un significante “toma su valor y su sentido, a partir de su relación con
otro significante dentro de un sistema de oposiciones significantes…” (Lacan,
2014, pág. 21)
La implicación que tiene para
cada uno de nosotros es enorme, porque para ser sujetos tenemos que volvernos
discurso. Un discurso que no se sostiene solo, que no puede ser solipsista,
sino que implica desde el inicio “el hecho de que este está relacionado con
otros sujetos hablantes”. La captura del sujeto en el lenguaje introduce
violentamente la figura del Otro, porque no hay lenguajes privados sino siempre
públicos. (Lacan, 2014, pág. 22)
De hecho, el discurso del Otro es
previo a mi propio discurso; cada uno entra a formar parte de ese campo
discursivo en el cual hace mucho tiempo que otros llevan hablando, en donde el
cruce de significantes se torna cada vez más intrincado. Por esto, “lo que
articula la cadena del discurso como algo que existe más allá del sujeto le
impone a este su forma, quiéralo o no”. (Lacan, 2014, pág. 23)
El deseo se expresa dentro de
esta cadena significante del discurso del Otro. Así que lo primero que se nos hace
presente no es “mi deseo”, sino el deseo del Otro: “¿Qué quieres? Se plantea al
Otro la pregunta acerca de lo que quiere.
Y entonces, nos encontramos con
esta afirmación brutal, dicha sin querer, de paso, antes de ir a otro tema,
pero que sacude los cimientos de lo que creemos ser, de la manera cómo
entendemos la conformación de nuestra subjetividad:
“…el
deseo como algo que en primer lugar es el deseo del Otro”. (Lacan, 2014, pág. 24)
No se trata de que yo enuncie mi
deseo y se lo plantee al otro, o se le demande al otro; eso vendrá después. El
primer acceso a mi deseo es en realidad el encuentro con el deseo del Otro; la
frase completa dice:
“Se la plantea
desde el lugar donde el sujeto tiene su primer encuentro con el deseo, el deseo
como algo que en primer lugar es el deseo del Otro”. (Lacan, 2014, pág. 24)
Para la Lacan, “la experiencia
del deseo del Otro es esencial”, porque solo el Otro puede colocar frente a mí,
esos significantes articulados con los que yo podré decir mi deseo, más aún
tener un deseo, que en realidad son una sola cosa. Aunque aquí no se desarrolla
hay que señalar que este proceso “deviene inconsciente”. (Lacan, 2014, pág. 24)
Mi experiencia del Otro es, desde
el inicio, el descubrir un Otro deseante, en donde el deseo se articula, se
dice, habla. Esto hace que no haya un acceso a “mi deseo” sino a través del
habla del Otro, a quien pregunto qué desea. Una brecha constitutiva se instala
en mi interior, en mi inconsciente, que es esta no coincidencia con mi propio
deseo, que no puede sino estar mediado por el deseo del Otro dentro del sistema
de significantes.
La experiencia que pueda yo tener
acerca de mi propio deseo, “es al principio aprehendida como la del deseo del
Otro, y en el interior de la misma el sujeto ha de situar su propio deseo. Este
no puede situarse fuera de ese espacio”. (Lacan, 2014, pág. 26)
Cualquier deseo que yo pueda
tener, por más personal, íntimo, particular, que me imagine que es, en realidad
atraviesa por el deseo del Otro. Esta no es una característica más de mi
subjetividad, sino que establece mi ser, mi calidad de ser humano, mi
existencia entera. Yo soy en la medida en que mi experiencia del deseo es un
viaje a través del deseo del Otro para regresar hasta mí mismo.