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lunes, 14 de abril de 2014

REPRESENTACIÓN VIRTUAL. 1. KANT.

La comprensión de los problemas de la representación transitan desde la posmodernidad a la “época ciborg”, nos llevan directamente al corazón de la representación virtual, que escapa a la lógica de la disolución de las narraciones, de los discursos, de la abolición de los sujetos, para reintroducir todos estos ámbitos con mucha más fuerza, aunque desplazándolos radicalmente.
Estaríamos ante un cambio tan profundo aquel separa la modernidad de la aparición de la ciencia contemporánea, que marca la crisis -¿definitiva?- de las representaciones posmodernas para dar paso a las representaciones ciborg. Esta sería una nueva gran discontinuidad en la historia de los saberes y los discursos.
Mostraré algunas de las líneas de fractura de los modos de representación previos, a fin de permitir la emergencia de nuevas tematizaciones y horizontes de sentido antes no existentes y que ahora se colocan ante nosotros en un nivel tal evidencia, que parecería que no requieren de una reflexión que los sustente.
Evidencia que proviene de la veloz integración de las nuevas tecnologías en prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana, en la constitución de los sujetos y las subjetividades, en la formación de nuevas subalternidades, que hacen que la distinción entre artificial y natural se haya perdido. Nada hay tan natural como lo artificial en el mundo de hoy. Por el contrario, la naturaleza es la que tiene que ser defendida, la que debe conquistar un espacio propio, frente a la maquinósfera en la que estamos sumergidos. (Desde luego, esto no significa un regreso romántico a la naturaleza, sino la necesidad de establecer con claridad el doble vínculo entre natural y artificial.)
Dos autores servirán para realizar el recorrido propuesto: Kant y Husserl, paradigmáticos a la hora de definir distintos modos de representación, que se ubicaron cada uno en el sitio de una gran discontinuidad.
En el caso de Kant, diríamos que aquello que se tiene que re-conceptualizar es la forma de la sensibilidad externa e interna; esto es, el espacio y el tiempo. Primero, mantener el presupuesto de que son formas, Y luego, mostrar la ruptura de esa forma en dos segmentos, que no están presentes en la Crítica de la Razón Pura.
Al inicio el espacio-tiempo exterior a la sensibilidad, pero que le da forma inicial, que determina el régimen de la sensibilidad que la hará posible. Y después, la forma de sensibilidad en el sentido kantiano clásico.
El esquema kantiano tendría que modificarse, incluso terminológicamente: habría una forma de la sensibilidad externa al sujeto y otra forma de la sensibilidad interna al sujeto, en un proceso de constante negociación. Cada una estaría constituida por su propio espacio-tiempo. Un espacio-tiempo exterior al sujeto, que existe allá afuera, dado de antemano en el universo, con sus propias leyes y que luego atrapado en un determinado régimen de la sensibilidad –que depende enteramente de la lógica social y económica-. Un espacio-tiempo interior al sujeto, que se forma en ese régimen pero que estructura su propio modo de indexación, su particular manera de existir.
Hasta aquí solo la mitad de la cuestión, porque habría que añadir el papel de la imaginación –y del orden imaginario- en la transacción entre las formas de la sensibilidad. Y un aspecto crucial, sin el cual no estaríamos en la gran discontinuidad ciborg-: ese espacio de la representación es primordial aunque no exclusivamente, virtual.

En términos de Nusselder, lo que vincula los ámbitos de la sensibilidad externa e interna es una interface, entendida como máquina automática –hardware y software- y como orden simbólico social y subjetivo. Aquí es donde se producen el conjunto de representaciones virtuales. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA.3. BADIOU, KANT, HUSSERL

Una vez que hemos llegado a este momento, podemos confrontar estos planteamientos con otros que se han hecho sobre la noción de trascendental. Sin embargo, no se trata tanto de una comparación o de mostrar las influencias, desplazamientos, oposiciones que se hayan dado en la construcción de lo trascendental, sino de proponer redefiniciones de otras reflexiones a la luz de los hallazgos realizados.
Una de las cuestiones sobresalientes de la metafísica caníbal –y de la estética caníbal- que es en este momento extremadamente útil, se refiere no solo a los debates con el pensamiento occidental sino a la posibilidad de alterarlo, aclararlo, mostrar su lógica interna, obligarlo a que se desplace a otros campos de significación.
Por esto, la pregunta que se hace a continuación tiene que ver con los cambios que introduciríamos en el concepto kantiano y husserliano de trascendental a la luz de las reflexiones de Badiou. Sin esto, el movimiento dialéctico estaría incompleto. Esto es lo que aporta la perspectiva caníbal.

Hagamos a continuación el ejercicio mencionado:

1. Kant:

Cuando encontramos en Kant el término estética trascendental nos remite a las condiciones de posibilidad del conocimiento. Las cosas se nos puedan dar como fenómenos únicamente en cuanto hayan estos elementos a priori, independientes de toda experiencia y que al mismo tiempo la conforman, que son el espacio y el tiempo.
Por lo tanto, lo trascendental pertenece a la esfera del conocimiento. Desde la perspectiva de Badiou habría que decir que lo trascendental tiene un carácter ontológico: los mundos y los objetos que se muestren en este, se dan como trascendentales; esto es, siguiendo una lógica, un conjunto de operaciones que tiene un orden estructural y que pueden desembocar en leyes.
La cuestión no es negar la existencia de esos trascendentales al estilo kantiano que aparecen en el proceso del conocimiento, sino mostrar que su origen y fundamento se encuentra en el plano ontológico.
Existe el plano trascendental únicamente cómo una separación de esa lógica, de esas operaciones, que se pretenden autónomas y que dependen de la realidad. Desde luego, el conocimiento se vuelca tanto sobre las características específicas de los fenómenos como sobre la lógica del mostrarse de estos.
Igual se tendría que decir acerca del esquema trascendental que en su formulación se encuentra más cerca de Badiou. Esas categorías del más y el menos, que son las primera y más elementales, provienen del plano ontológico y corresponden al modo de darse de las cosas en los mundos y de los propios mundos.
Llevando más allá los términos kantianos se afirmaría que es en los mundos en donde existen estos esquemas trascendentales, que no son sino la lógica que siguen para ser mundos y para ser objetos pertenecientes a esos mundos.

2. Husserl.

Aunque Badiou se refiere con asiduidad a Kant y casi nunca a Husserl, estos planteamientos acerca de lo trascendental, en mi opinión, tienen más cercanía con el segundo. Y esto se debe especialmente a que Husserl no muestra lo trascendental como algo dado, perteneciente a la esfera del conocimiento, sino porque se detiene largamente en el proceso de constitución de esta esfera.
La esfera de lo trascendental, que ha sido encontrada a través de la epojé, deja de lado los diversos contenidos empíricos para quedarse con su núcleo que, al final de cuentas no puede ser sino real, se aleja de la subjetividad empírica, del psicologismo y se centra en el ego puro.
Si transformamos los planteamientos de Husserl y lo corregimos a la luz de Badiou, la fenomenología sería el proceso por el cual separamos los mundos y los objetos que pertenecen a ellos de la lógica que siguen en ese proceso de mostrarse.
La epojé sería precisamente ese proceso de separación que nos permitiría extraer la serie de operaciones del darse de lo real y mostrar su estructuración pura; esto es, separada de lo real y sin embargo, insistiendo en que es inmanente a los mundos. Su separación es un procedimiento cognoscitivo sin correspondencia real, porque en esta siempre hallaremos los mundos y la lógica de estos mundos completamente unidos.
Los mundos siguen una lógica para poder ser reales; y la lógica existe únicamente en cuanto es la lógica del darse de esos mundos. Esto se concreta en unos mundos ordenados estructuralmente y que llegan a tener una estructura legaliforme.
El ego trascendental es aquel que lleva a cabo el procedimiento de separación –epojé- de los mundos y de su lógica.