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miércoles, 22 de enero de 2014

EL DESIERTO DE LO REAL


Habría como aproximarse a los simulacros, en su fase del desierto de lo real –nombre que tomo de Zizek (Zizek) porque enuncia bien esta parte del pensamiento de Baudrillard-, con una película y un libro: Prometeo de Ridley Scott y 3001 La odisea final de Arthur C. Clark. (Scott) (Clarke) 
Me interesa resaltar en Prometeo la escena en donde la expedición despierta al “creador” en busca de respuestas y desde luego, de los secretos de la vida eterna, de aquel sueño utópico de escapar de la muerte. Se espera que el alienígena tenga las respuestas a los grandes interrogantes de la humanidad. 
La sorpresa que se llevan es simplemente brutal. El “creador” se levanta y comienza a matarlos, sin explicaciones, sin discursos. Más aún, ahora comprendemos que los “aliens” han sido creados como arma de destrucción masiva de la especie humana. 
Aquí impera el sinsentido en su plena dimensión. La pregunta de por qué nos quieren eliminar a toda la humanidad se queda flotando en el aire. Aquellos que pensábamos que nos darían respuestas, quieren hacernos desaparecer del universo definitivamente. ¿Qué habremos hecho para merecernos tal destino? ¿O se trata simplemente de la violencia gratuita de los alienígenas contra nosotros, tal como nosotros mismos la aplicamos sobre nuestros congéneres? 
Prometeo nos deja un sabor amargo en la boca, aunque las últimas escenas tengan un final abierto, más estrategia de la industria del cine para anunciar la secuela que otra cosa, Prometeo 2. Esa mirada aniquiladora del “creador”, esa constatación de la inminencia de nuestra desaparición absoluta, esa percepción de que el mal no necesita justificación, deshace nuestras convicciones, nos pone de cara a lo que realmente somos, porque queda abierta la interpretación: a lo mejor nos merecemos ese final. 
La última novela de la saga de Odisea del espacio 2001 (Clarke, 2001, Una Odisea Espacial), de Arthur C. Clarke, también nos trae sorpresas de una magnitud similar a Prometeo. La primera novela, y sobre todo la película (Kubrick), nos llevan a un universo que no entendíamos pero que estaba lleno de promesas maravillosas. El monolito como la promesa de los “dioses” creadores, que dieron origen a la vida, a la inteligencia y que esperamos que nos conduzca a un futuro esplendoroso. 
3001 La odisea final  investiga qué está causando una serie de alteraciones del planeta que están poniendo en riesgo la vida entera y con ello, la desaparición de la especie humana. Desde luego, acuden al monolito porque si allí estuvo la fuente de la vida, probablemente las respuestas a nuestros problemas desesperados, también los hallaremos allí. El descubrimiento que realizan es abrumador: el monolito solo es un objeto tecnológico dejado por alguna especie superior que seguramente ya habrá desaparecido, hace muchos miles de años, dañado por el tiempo, funcionando ahora de manera destructiva. 
La humanidad no encontrará aquello que busca, ni las respuestas a sus interrogantes fundamentales, peor aún el sentido de su existencia, apelando a algo o alguien exterior a ella, trascendente, que nos permita liberarnos de nosotros mismos. Lo que está fuera se nos presenta como destructivo y sinsentido, tanto en 3001 como en Prometeo. 
Las grandes metáforas de 2001 Odisea del espacio y de Alien (Scott) no funcionan más. Las narraciones utópicas de una humanidad heroica luchando contra los otros, los extraños, siempre violentos y sobreviviendo a pesar de todo, la especie humana conducida por extraterrestres o dioses benévolos, se muestra como una ilusión ahora insostenible. Vivimos en la época del monolito dañado, del objeto tecnológico convertido en amenaza; estamos en una era en donde impera la destrucción sinsentido, inexplicable, injustificable, de aquellos que consideramos como enemigos, o simplemente de aquellos que piensan de un modo diferente. 
Nos vemos obligados a volver la mirada sobre nosotros mismos. Las amenazas y  las promesas provienen de nosotros mismos y las perspectivas son altamente preocupantes. La destrucción de la especie humana será obra de la especie humana. El único sentido que le demos a la existencia de la especie provendrá de la misma especie. Por ahora, el sentido vaga sinsentido por el mundo. 
Una última inversión de una metáfora tan paradigmática que encontramos en 2001 Odisea del espacio: en una de las escenas mejor logradas de la película, cuando se descubre que la computadora les está matando, se procede a desconectarla. Oímos cómo Hal 9000 suplica, pide perdón, ofrece disculpas, promete no volver a hacerlo; a medida que se desconectan los módulos de memoria, Hal retrocede hacia su pasado, hasta que su voz finalmente se apaga. El hombre ha triunfado sobre la máquina. 
La hipótesis de Baudrillard le daría la vuelta a la escena: imaginémonos a una máquina miniaturizada entrando en el nuestro cerebro y desconectando una a una nuestras neuronas, para que no seamos capaces de hacer daño a otros ni a nosotros mismos. Y vayamos más lejos, la lenta producción del ciborg que empezamos a ser, provocaría en nosotros este apagado de nuestra inteligencia, la desaparición de nuestra memoria. 

2001 Odisea espacial. Dir. Stanley Kubrick. Int. Keir Dullea. 1968.
Alien. Dir. Ridley Scott. Int. Sigourney Weaver. 1979.
Clarke, Arthur C. 2001, Una Odisea Espacial. Barcelona: Plaza & Janés Editores, 1998.
—. 3001 Odisea final. Buenos Aires: Emecé, 1997.
Prometeo. Dir. Ridley Scott. Int. Noomi Rapace. 2012.
Zizek, Slavoj. Bienvenidos al desierto de lo real. Madrid: Akal, 2005.



sábado, 15 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9.3. ZIZEK: LA DIALÉCTICA NEGATIVA.


Fredric Jameson dice que este largo siglo XXI será el de la dialéctica negativa de Adorno. Y esto se cumple fielmente en la nueva dialéctica: si quisiéramos tanto encontrar el eje de sus propuestas así como de sus diferencias, estas radicarían en la manera cómo tratan a lo negativo. Este es el campo en donde las diferencias con la dialéctica anterior –tanto aquella dogmática como los otros aportes críticos- hacen manifiestas, porque cambia la definición que se hace de lo negativo y la función que cumple.
No es de extrañar que también en Zizek la dialéctica lo negativo ocupe un lugar central, que le lleva a proponer un concepto harto distinto de los anteriores, a partir de una reinterpretación de Hegel y de lo que retoma de Lacan.
Si se coloca en el núcleo del sistema dialéctico a la negación, estamos obligados a duplicarla, porque no puede haber simplemente la negación como punto de partida. Toda negación es negación de… Retomando a Henrich en Less than nothing:
“De acuerdo con esto, la negación autónoma solo puede ser negación de la negación. Esto significa que la negación es originalmente auto-referencial: para tener solo la negación, tenemos que tener la negación dos veces.” (302)
Desde el sentido común haría falta alguna positividad que pudiera ser negada. De hecho, Hegel “inicia con una aparente positividad que, en una inspección más cercana, inmediatamente revela en ella misma su propia negación.” (303)
No se trata, todavía, de una negación externa a algún hecho, como el surgimiento de lo opuesto: burguesía-proletariado; se trata, en el ejemplo, de que “la positividad capitalista” implica, en su interior, su propia negación; más aún, esta negación interna es la única que la posibilita ser ella misma, desarrollarse y expresarse plenamente. Este sería el caso de la función de las crisis en el capitalismo.
Los procesos de mediación que llevan a su superación son posteriores, en caso de que existan. Aquí positivo y negativo co-existen dentro del mismo objeto, o del mismo fenómeno como parte de su “esencia”.
“El error de los críticos es que se les escapa este punto: lejos de ser una anormalidad amenazante al movimiento dialéctico normal, esto –el rechazo de un momento a ser atrapado en un movimiento, su adherencia a su identidad particular- es precisamente lo que sucede como regla. Un momento gira hacia su opuesto precisamente por medio de su adhesión a lo que es, rechazando reconocer su verdad en su opuesto.” (304)
Un ejemplo paradigmático de esta dialéctica negativa se encuentra en la relación entre crimen y ley. El crimen pertenece a la esfera de la moral como su momento negativo; reconoce ese orden y lo niega de modo específico. Como tal no escapa a la lógica de la moral ni pretende superarlo por otro orden; simplemente lo altera para aprovecharse de él.
La doble negación de la que habla Zizek, consiste en que “la moralidad misma es esencialmente criminal”, en su constitución, porque se levanta sobre el reconocimiento de la desigualdad, la opresión de mujeres, la lógica de la ganancia, la disparidad entre clases sociales,  etc. La moral es la moral burguesa, que se aplica ante todo al pueblo. La ley es básicamente injusta, propone una igualdad abstracta para los desiguales que habitan la sociedad.
Ciertamente que el robo se opone a la propiedad, pero no para proponer otro orden; esto es, sin salirse de su esfera. La doble negación afirma que la propiedad misma es un robo, que únicamente se conforma expropiando a otros. Así Zizek llega  a una conclusión que invierte lo que normalmente pensamos: “… la oposición de crimen y ley es inherente al crimen, la ley es una subespecie del crimen…” (308)
O para el caso del capitalismo: “… es la misma libertad capitalista que, como libertad de comprar y vender en el mercado, es la verdadera forma de la no-libertad para aquellos que no tienen sino su fuerza de trabajo para vender…” (309)
La existencia de estos planos de lo negativo: la doble negación inherente a un fenómeno y la negación que proviene de su opuesto externo, redefine radicalmente la relación entre los pares contradictorios.
Aquí lo nuevo es “la radical asimetría entre los polos opuestos.”(312) Los nazis y los judíos no son opuestos que puedan resolver mediante un tercer polo externo; son radicalmente incompatibles, en donde no cabe mediación posible.
Por eso para Hegel, según Zizek,”la meta no es (re)establecer la simetría y el balance de dos principios opuestos, sino reconocer en un polo el síntoma de la falla del otro (y no viceversa): el fundamentalismo es un síntoma del liberalismo…” (313)
Las consecuencias políticas en este caso nos llevan en otra dirección de la que estamos solemos pensar, como si tuviéramos que elegir entre el liberalismo occidental y el fundamentalismo islámico: “… el modo de superar la tensión entre el individualismo secular y el fundamentalismo religioso no es encontrar un balance adecuado entre los dos, sino abolir y superar la fuente del problema, el antagonismo que está en el corazón del proyecto individualista capitalista.” (313)
Son estas consideraciones las que le dan el nombre al libro de Zizek: “…lo que está perdido aquí es propiamente la paradoja dialéctica de una Nada que es prioritaria sobre Algo y, más aún, de un extraño Algo que es menos que nada.” (314)

martes, 4 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9.2. : ZIZEK: SUPERACIÓN Y REPETICIÓN.


Lacan repite a Hegel, pero lo hace con una mínima diferencia: “Este nos lleva de regreso a la relación entre repetición y la diferencia mínima: la diferencia mínima es la que emerge en la pura repetición.” (Vol. 1, 494)
Nos interesa tanto el modo cómo Lacan repite a Hegel y el modo en que allí se produce esa pequeña diferencia. Y esta se enuncia ante todo por la imposibilidad de Hegel de pensar la diferencia como tal, fuera del marco identitario de lo actual.
La diferencia está lejos de implicar el surgimiento de lo nuevo. Bien cabe la posibilidad de que el cambio introducido tenga como finalidad la de que todo igual, como pasa en la política: “Ciertas cosas deben cambiar para que todo quede igual.” Por el contrario solo cuando se presenta esa mínima diferencia, casi imperceptible, diremos que las cosas efectivamente cambian.
Lo que separa Hegel de Marx. Según Zizek, se ubica en la distinción entre superación y repetición: “…lo que el pensamiento post-hegeliano nos trajo es la noción de una repetición mecánica no acumulativa.” (Vol. 1, 497) Una máquina que es no es otra cosa que el espíritu penetrando en la vida, lo artificial en lo natural.
La máquina del inconsciente que penetra en la conciencia, la sinrazón que penetra en la razón, la falta de conocimiento en el conocimiento: “…Freud descubre razón en el corazón de la sinrazón.” (Vol. 1, 498) Desde luego, también en Hegel al inicio la conciencia no se da cuenta de que es conciencia, atraviesa por un período de inconciencia de cual tiene que recuperarse.
Sin embargo, “el inconsciente hegeliano es formal; es la forma de enunciación invisible en el contenido enunciado… El inconsciente hegeliano es el inconsciente de la auto-conciencia, su propia y necesaria no-transparencia, la necesaria orientación de su forma… en el contenido que confronta. El inconsciente es la forma universal de un contenido particular…” (Vol. 1, 498)
El inconsciente hegeliano es el momento de olvido de sí misma de la conciencia, que existe de modo provisional hasta que la marcha histórica y sistemática de la propia conciencia le lleve a encontrarse plenamente consigo misma y ese inconsciente desaparezca. Así, la conciencia desgraciada del cristianismo es una conciencia escindida en dos, que no se da cuenta que al fin de cuentas es una sola.
Mientras tanto que desde la perspectiva del inconsciente freudiano tenemos una “negación que falla”, que no está destinado a ser superado, un inconsciente que jamás podrá ser reducido a conciencia sin más y que, sin embargo, es lo que dicha conciencia, lo que hace posible que haya conciencia.
La imposibilidad de esta resolución de la repetición en superación tiene profundas consecuencias epistemológicas. Por ejemplo, en el campo dela política que “no puede ser totalizado, ´no hay relaciones de clase´, no hay meta-lenguaje en el cual se pueda describir ´objetivamente´ la totalidad del campo social, cada una de esas descripciones es parcial.” (Vol. 1, 502-503)
 Si regresamos la mirada a Lukács, diríamos que la conciencia de clase siempre es virtual, siempre es una conciencia imputada: aquella que la clase obrera y las clases subalternas deberían tener en un momento dado. Ningún partido político, ningún líder, ningún sector social, está en capacidad de representarse la totalidad del campo político, o, lo que es igual, de actualizar completamente esa conciencia virtual.
Habrá una permanente disputa por saber qué partido se aproxima más a la conciencia imputada tanto desde el punto de vista programático como de su acción. Se produce, entonces, la negación radical del partido único. Un conjunto de organizaciones políticas compite por la conciencia imputada, por el modo en que el capitalismo y la emancipación deben ser representadas en un momento dado de la historia. 

lunes, 3 de septiembre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9.1. : ZIZEK: LA DIALECTICA DEL DESEO.


Cuando Lacan introduce lo real en la economía psíquica emerge el objeto a. Desde la perspectiva dialéctica, “Lo que la paradoja indica es que, en el objeto a, forma y contenido coinciden: el objeto a es el resto indivisible que escapa a la forma simbólica, y, simultáneamente, es una pura forma, un distorsión puramente formal… del contenido.” (Vol. 2, 20-21) 
Esta negación de la negación no es la disolución de la negación en alguna suerte de positividad, de superación, porque efectivamente produce un excedente, un resto, que es el objeto a, “el objeto-causa del deseo: el pasaje del espécimen corpóreo (objeto parcial: seno, heces…) a una función puramente lógica.” (Vol. 2, 21) 
Este sorprendente juego del deseo que nos constituye como sujetos que nos hace ir una y otra vez tras el objeto del deseo y cuando lo alcanzamos, se nos escapa. No queda otra alternativa sino la interminable lógica de la repetición: “…estamos condenados a repetir el procedimeitno; sin embargo, este objeto a es puramente formal, es la curvatura del espacio de conducción, por lo tanto ´el camino más corto´ para alcanzar el objeto a no es el directamente el objetivo sino rodearlo, dando vueltas en torno a él.” (Vol. 2, 21) 
La negación del orden simbólico, porque estamos impedidos de agotar el objeto a, ni siquiera racionalmente, rompe “el balance del orden simbólico” introduciendo una “inconsistencia”: “en resumen, la segunda negación, sin embargo, requiere de un cambio de perspectiva en la podamos asir este elemento intrusivo sobrante de lo Real, que es él mismo elemento que garantiza una mínima consistencia del inconsistente gran Otro.” (Vol. 2, 22) 
Esta dialéctica de la economía psíquica –imaginario, simbólico y real- la encontramos con esa forma no solo en este ámbito; así, según Zizek, si nos trasladamos a la lógica de la lucha de clases encontramos que esta introduce el antagonismo en la sociedad y, al mismo tiempo, sostiene todo el aparato social que se fundamenta en la existencia de las clases sociales.

Si volvemos  a las relaciones entre forma y contenido luego de estos análisis, nos topamos con el modelo deleuziano que hace una generalización lingüística de este proceso: “… las dos series (o el significado y el significante) siempre contiene una entidad paradójica que está doblemente inscrita (esto es simultáneamente exceso y falta): un exceso de significante sobre el significado (el significante vacío sin un significado) y la falta de un significado (el punto de sinsentido del campo del Sentido).” (Vo. 2, 24) 
Los fenómenos que se comportan dialécticamente tienen esta característica de que sus elementos aunque sean pares antagónicos, crean un punto de exceso, de rebasamiento, de algo que no es reducible al otro extremo; y, simultáneamente, la necesidad de comprender que este punto de inconsistencia es el que sostiene la consistencia del sistema. Caben dentro de esto, como he señalado, la lucha de clases y podemos añadir: la guerra, las confrontaciones políticas, el crimen y la ley, el poder constituyente y el poder constituido, la biopolítica y la nuda vida. 
“Desde esta perspectiva, la paradoja consiste en el hecho de que dos series nunca se solapan: siempre encontramos una entidad que es simultáneamente (respecto de su estructura) un vacío, espacio no ocupado y (respecto de los elementos) un objeto elusivo moviéndose velozmente, un ocupante sin espacio.” (Vol. 2, 24) 
Hay que insistir, una y otra vez, que no se trata solo de la no coincidencia o del exceso, sino que el exceso se corresponde con una falta, y la falta con un exceso: “…el espacio vacío en la estructura es estrictamente correlativo con el elemento errante que carece de espacio.” (Vol. 2., 25) 
En cada uno de ellos, en el elemento y en el espacio, existe algo que se resiste a ser absorbido, incorporado, reducido al otro, como si la lógica de la inconmensurabilidad de los paradigmas se hubiera trasladado al plano ontológico. Los paradigmas son inconmensurables porque las realidades lo son. Desde luego se trata, para evitar recaídas metafísicas, de una inconmensurabilidad parcial: hay algo que no se deja reducir… 
Aunque en el caso de la relación entre concepto y realidad, la falta, la no coincidencia no estaría en la realidad sino en el pensamiento. Prefiero, contra Zizek, sostener que se esa no coincidencia es tanto real como ideal. La realidad se “resiste” a  ser dicha completamente por lo real; lo real no agota el trabajo del orden imaginario.

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA: 9: ZIZEK: DIALÉCTICA DE FORMA Y CONTENIDO


Zizek en su última obra, Less tan nothing: Hegel y la sombra del materialismo dialéctico, traza en dos voluminosos tomos, un vasto panorama de temas dialécticos que giran en torno a Hegel, Marx y Lacan y que desde allí se abren a un sinnúmero de debates contemporáneos de lo más variados. De alguna manera, esta obra también significa un punto de llegada y de síntesis –parcial, como  tiene que ser cualquier síntesis- 
Selecciona una serie de temáticas que se suceden a lo largo de su obra, especialmente dirigidas a mostrar el rostro que tiene la dialéctica en la actualidad y desde la particular mirada de Zizek. Comienzo por la dialéctica de la forma y el contenido, en donde se plantea una lectura de Hegel que quiere escapar de “la matriz subjetivista del sujeto apropiándose de todo contenido substancial (internalizando a través de la mediación nocional, superadora e idealizante.”(Vol. 1., 315) 
Con el fin de explicar esta posición no subjetivista de Hegel –y en general de la dialéctica-, Zizek recurre al psicoanálisis, en donde se puede encontrar la dialéctica de la forma y el contenido: Esto nos impulsa a delinear la distinción entre el contenido reprimido y la forma de la represión, en donde la forma permanece operativa hasta después de que el contenido ya no está reprimido.” (Vol.1. 315) 
Aquí hace su aparición la dialéctica porque se produce “un salto entre forma y contenido”, que permite que la forma adquiera una vida propia, que le lleva más allá del contenido reprimido inicial: “Solo se alcanza el nivel propio del análisis dialéctico de la forma cuando concebimos un cierto procedimiento formal no como expresando un cierto aspecto del contenido (narrativo), sino como marcando o señalando que la parte del contenido que es excluida de la línea narrativa explícita…” (Vol. 1. P. 316) 
Más allá de los aspectos técnicos y de detalle que siguen a este análisis que hace Zizek, lo fundamental radica en que la forma no se agota en la expresión de unos ciertos contenidos, sino que los rebasa. Solo así esa forma estará en la capacidad de expresar otros contenidos diferentes, y en este caso, reprimidos. 
Siguiendo a Hegel se establece que los contenidos de la forma están rotos en dos, porque a más de los explícitos, se encuentran los que han sido reprimidos. Y es esta exclusión “que establece la forma misma es la represión primordial.” (Vol. 1. 317) 
La coincidencia imperfecta y parcial entre forma y contenida posibilita entender la distinción entre placer y goce, en la medida en que hay un contenido que va más allá de cualquier forma:

”…lo que  está más allá del principio del placer es el goce mismos, que se conduce como tal. La paradoja básica del goce es que es tanto imposible e inevitable: nunca es plenamente alcanzada, siempre perdido, pero, simultáneamente, nunca podemos deshacernos de este – cada renunciamiento del goce genera un goce en la renunciación, cada obstáculo del deseo genera un deseo de un obstáculo, y así.” (Vol. 1., 318)

La dialéctica de la forma y el contenido es la de su no coincidencia completa; por una parte, la forma no expresa simplemente un cierto contenido, sino que tiene espacio y tiempo para otros contenidos; por otra parte, hay unos contenidos que quedan atrapados en una forma determinada y otros que escapan a dicha forma, en la medida en que van más allá del principio del placer para encontrarse con el goce. 
Cualquier análisis de la forma tendrá que preguntarse por su propio significado más allá de un contenido dado, o como diría Hjelmslev, por la forma de la expresión que rebasa la substancia de la expresión. 
Toda comprensión de un contenido nos lleva un paso adelante, excedentario, respecto de la forma, en cuanto es un contenido que rebasa una forma determinada y que, por esa misma razón, es capaz de encontrar otra forma para expresarse. (Más adelante llamaré a este enfoque: dialéctica de las conexiones parciales, siguiendo a Marilyn Strathern, en Conexiones Parciales.)

(Zizek, Slavoj, Less tan nothing: Hegel y la sombra del materialismo dialéctico, Verso, London, 2012.)