Estar siendo.
Matías Ahumada, reconstruyendo Kusch, retoma con fuerza la noción de estar
siendo utilizando una terminología deleuziana que, a cada paso, es rebasada.
Se trata de repensar las dos velocidades distintas del ser y del estar: “El estar-siendo kuscheano es como un cruce
ontopolítico, un mestizaje herético que se juega entre la velocidad exterior
del ser como maquinaria occidental y la velocidad interior del estar como
animal terrícola.” El estar siendo cuestiona la existencia de un “principio-ser”
y se entrega de lleno a la multiplicidad.
El estar siendo reformula el núcleo clásico de la
metafísica que es la relación entre ser y ente. Ya no se trata de privilegiar
el ser frente al ente. Tampoco de dar por concluida la metafísica entendida
como olvido del ser o como caída en la onto-teo-teleo-logía. No es el ser el
que ha sido olvidado, sino los entes, por una serie de abstracciones que no permiten
la plena visibilización del ente, sino que oscurecen su acceso a ellos.
Primacía del estar sobre el ser, que no elimina los
objetos de la metafísica, sino que los pone en la perspectiva del ente. Así
Ahumada habla de procesos de ontificación como nuevo centro de la metafísica.
Pensar el ser se transforma en dilucidar los modos de emergencia de los entes,
la conformación de los diversos modos de ser. Estar siendo pueblo sería una de
sus determinaciones, en donde la pregunta clave no está en el ser sino en la
manera en el que se da la ontificación de un segmento de la sociedad como
pueblo.
La inversión del privilegio ser y ente, ahora
presentada como estar siendo, corrige radicalmente el alejamiento brutal de la
realidad de los entes tal como se encuentra en Heidegger y abre la posibilidad
de una metafísica orientada hacia la ontificación. Tampoco es el devenir de
flujos abstractos deleuzianos. Por el contrario, se dan exigencia de
especificación de estos procesos de ontificación, por ejemplo, en el
surgimiento de la estancia como modo específico de un estar siendo “andino,
popular, arrabalero”.
El estar siendo esconde mucho más de lo que podemos
apreciar en un primer acercamiento. La ontificación, o la formación de los
entes, adopta esta expresión que es al mismo tiempo muy cercana y lejana. Se estructura
en la conjunción de un verbo en infinitivo junto a un gerundio; y que daría
lugar a interrogarnos sobre la manera en que estamos siendo, por
ejemplo, ¿cómo estamos siendo pueblo?, ¿de qué manera estamos siendo oprimidos?
Hay al menos dos aspectos que salen a la luz en el
estar siendo: el hecho de que el estar implica siempre un proceso continuo, no
terminado, no terminable, la persistencia de un fenómeno que no deja de suceder;
y, por otra parte, que aquella determinación que está señalando el siendo
pertenece de manera inherente, ontológica, a ese estar. En la estancia estamos
siendo pueblo.
El estar siendo reclama los derechos específicos de
los entes respecto del ser. O, de otra manera, el ser es siempre el ser de los
entes. La diferencia ontológica no se dirige a entender qué sea el ser en vez
de la nada, sino el modo de ser de los entes en sus procesos de ontificación y
nominación.