¿Qué es un cuadro?
En el Seminario, clase 11, Lacan
se pregunta: ¿qué es un cuadro? El punto
de partida es la relación entre la mirada y el sujeto, porque un sujeto se da
en la medida en que entra dentro de ese espacio de la mirada –campo escópico:
“para empezar, es preciso que insista en lo siguiente –en el campo escópico la
mirada está afuera, es decir, soy cuadro”. (Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario
11, 1964, pág. 85)
Solo por la mirada del otro, que viene
junto con la luz, el sujeto se instituye, comienza a existir como tal, en la
medida en que es foto-grafiado: imagen produce una signatura en el mundo, a la
que llamamos sujeto.
En el cuadro, como en el sujeto,
no se trata de la representación. Ciertamente esta se hace presente siempre: de
alguna manera representan el mundo, lo repiten a su modo y hablan acerca de él,
porque “en presencia de la representación estoy seguro de mí mismo, en tanto
estoy seguro de que, en suma, sé un rato largo”. (Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis. Seminario 11, 1964, pág. 86)
Pero, la representación se
quiebra, se fractura, se escinde, se divide entre lo real y la representación;
y más aún, “entre su ser y su semblante”, entre su ser y la manera cómo se
muestra a los demás, empujado por el deseo que le lleva más allá de la
representación, por debajo de esta, penetrándola por todos lados.
De tal manera que mientras en la
superficie del cuadro está la representación, lo que está detrás, lo que lo
soporta, lo que le confiere algún sentido, es el deseo; solo este permite que
“no quede enteramente atrapado en la captura imaginaria”, en la mera
reproducción de la realidad por más desplazada o metonímica que sea esta: “A
nivel perceptivo, es la manifestación de una relación que ha de ser inscrita en
una función más esencial, a saber, que en su relación con el deseo la realidad
solo aparece como marginal”. (Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario
11, 1964, pág. 87)
Y se trata de encontrar en el
cuadro, ese juego de fuerzas que se le escapa, que provienen del deseo y que se
están allí, en una primera mirada como ausencia. Doble plano que se articula a
través de una doble mirada: aquella de las cosas que me miran y mi propia
mirada que responde: “En el campo escópico, todo se articula entre dos términos
que funcionan, de manera antinómica-del lado de las cosas está la mirada, es
decir, las cosas me miran, y no obstante, las veo”. (Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis. Seminario 11, 1964, pág. 88)
Cuando vemos una pintura, esta
nos mira, nos obliga a dejar atrás nuestra mirada sobre ella y estamos exigidos
a entrar en el campo de ese otro modo de ver que me interroga, que me
cuestiona, que me dice que no se trata de mi representación del mundo y tampoco
de la representación contenida en el cuadro, sino de otra cosa que aparece allí
como pincelada, luz, color, movimiento.
Esta estrategia de fascinación
que ejerce sobre nosotros el cuadro, proviene de ese deseo que contiene y con
el que pretende darme sosiego, placer, incomodidad, disgusto. Esto es, que
negocia permanentemente con mi deseo, introduciendo otro deseo; más aún, el
cuadro no es otra cosa que “el deseo del Otro –diré que se trata de una especie
de deseo del Otro, en cuyo extremo
está el dar-a-ver”.
Lacan, J. (1964). Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis. Seminario 11.
Lacan, J. (2014). El
deseo y su interpretación. Seminario 6. Buenos Aires: Paidós .