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jueves, 17 de diciembre de 2020

LAS FORMAS DE LOS AFECTOS. ENSAYOS SOBRE LA FORMA 1.

Este es el nombre intrigante del libro Eugenie Brinkema, The forms of affects[1], y de aquí tomó la denominación que utilizaré para definir la propuesta de una teoría de la forma, que demanda precisiones en cuanto a qué entender por forma, cómo diferenciarla de las diversas corrientes formalistas, qué tomar de ellas, en qué medida exige que, como punto de partida, se deje en suspenso la separación, la dualidad, la escisión entre forma y contenido.

Y esta denominación lleva el título de formalismo radical que es, ante todo, un determinado posicionamiento dentro del campo del formalismo y que, llevado hasta sus últimas consecuencias, esperamos que sea capaz de expresar el modo de ser del mundo que lo subyace. ¿Qué significa adoptar el formalismo radical? ¿Qué consecuencias tiene? ¿Cuáles son las primeras lecciones que vemos aparecer? ¿Puede servirnos de guía de viaje a través de las innumerables teorías, de los debates dispersos, de las áreas del conocimiento que adoptan una perspectiva formal?

Como una presencia que salta desde la oscuridad y nos sorprende Brinkema nos restriega en la cara esta primera y fundamental afirmación: los afectos son formas; y, a pesar de que parezca igual es totalmente diferente, no quiere decir que los afectos adoptan unas formas, que una vez dados se manifiestan en la realidad con una gran capacidad de metamorfosis. Es preciso detenerse, no dejar pasar tan rápido esto de que los afectos son formas, antes de tomar unos contenidos, son formas. Incluso sería preferible escribir forma-afecto, o la forma afecto. Solo a partir de este momento, de este fundamento, los afectos efectivamente se convierten en determinadas formas.

Se ha instalado como corriente hegemónica la idea de que los afectos son aquellos que escapan a la razón, que solo pueden sentirse y vivirse, que no son objetos de teorización; y que, además, están ligados a los cuerpos que son por ellos mismos verdaderos y a los que tenemos que acudir en este momento de crisis tan profunda de la racionalidad occidental. Desde luego, en torno a esta idea central se tejen una multitud de variaciones sobre el mismo tema:

Este concepto de “afecto” que es totalmente sentimiento-sin-forma, que no-es-estructura así ha llegado a ser un término general para cualquier resistencia a la sistematicidad, una promesa de recuperar contingencia, sorpresa, juego, placer y posibilidad. (30)

Afecto es seria flujo permanente que no se concreta en estructuras, regularidades, reglas, leyes, sino que vaga siempre en espacios amorfos produciendo una riqueza interior en la nos refugiamos huyendo de nuestros pensamientos. En este momento Brinkema salta al escenario y nos dice que algo no funciona en estas aseveraciones, que hay aquí un malestar que oculta otro malestar igualmente profundo:

La cosa es: El afecto no es el lugar en donde una resistencia inmediata y automáticamente se da fuera del lenguaje. El giro hacia el afecto de las humanidades no oblitera el problema de la forma y la representación. El afecto no es en donde la lectura no se requiere más. (xiv)

El giro afectivo de las humanidades convierte en urgente la discusión sobre forma y representación, exige un riguroso debate conceptual que lastimosamente choca con prejuicios fuertemente establecidos y que se suelen asociar con posiciones críticas. Solo el análisis formalista nos permitirá acceder a los afectos, insiste Brinkema, y de este modo evitar la teología negativa, la ontología negativa, de los afectos en las humanidades, porque se conciben como el origen de todo que no puede ser entendido. Al tratarse de cuerpos y afectos solo cabría hacer silencio y dejar que esa corporalidad invadida por flujos pasionales hable por sí sola. Llegamos a una teoría de los zombis afectuosos. ¿Acaso el zombi no es la encarnación del sujeto puramente sensorial, instintivo, mostrado en su completa negatividad de su pulsión de muerte que es, al mismo tiempo, una pulsión erótica? ¿No será por este motivo que nos fascinan este tipo de películas?

El primer paso que dar: romper con la hipótesis expresiva de los afectos. Segundo paso: descentrar el afecto respecto del espectador. Luego, caer directamente en la forma-afecto. Más aún, repensar, redefinir, alterar los enfoques formalistas y acceder a un formalismo radical. He aquí el programa y el desafío, que asumimos a cabalidad como una consigna que hacemos nuestra: “No neo-formalismo sino formalismo radical”. (37)

Brinkema conduce el asalto a la crítica del cine como lugar en el que veremos aparecer, luego de derribadas las murallas, la forma-afecto. Y las armas de este asalto son “…la metodología de la lectura orientada a las formas y la lectura de los afectos como teniendo formas como intervención teorética”. (37)

Escapamos tanto de la interioridad subjetiva y de su expresión y desembocamos en el territorio de las estructuras afectivas, que son formas y que, a su vez, “…trabajan a través de medios formales, que consisten en sus dimensiones formales (como líneas, luz, color, ritmo y otros) de las estructuras apasionadas”. (37)

En la ferviente convicción de Brinkema hay una pasión formal de y en las estructuras; un pathos formal atraviesa toda la línea de montaje, cinematográfico o teatral. Estas estructuras apasionadas introducen una distinción en el mundo y llevan en su interior un cúmulo de significaciones que, ahora sí, el espectador tiene que descifrar. La ruptura del código que cada espectador realiza es posible únicamente si descifra las formas. El afecto ha dejado de ser puro flujo irracional que no puede pensarse sino solo vivirse. Digamos utilizando a Schopenhauer que aquí los afectos desencadenan una voluntad de pensar. Y, por su supuesto, no hay voluntad de pensar que no sea simultáneamente afecto.

“Así el afecto deja de ser mero escalofrío, cosquilleo, capacidad bruta de responder a los destellos de luz, ruidos fuertes, sorpresas sorprendentes”. (37)

Se podría decir que tenemos que utilizar el método de la lectura orientada hacia la forma que nos muestra que estas formas que vemos, tocamos, sentimos, se desprenden de una forma primera, que viene dada por la elección del montaje que hagamos, un montaje que ya es pasión, que contiene dentro de sí los afectos, al mismo tiempo que abre la puerta de las significaciones. Se pone en escena la forma de los afectos.

El formalismo radical une aquello que la modernidad separó y que la posmodernidad llevó a su escisión total: la forma y el contenido:

Si el afecto como área conceptual de investigación consiste en tener el potencial radical de abrirse a las avenidas éticas, políticas y estéticas para su indagación teorética, entonces, muy simplemente, tenemos que hacer algo mejor que documentar los estremecimientos de la piel. (38)

El formalismo radical no se queda en las meras formas, como color, luz, escenarios, actuaciones, construcción de personajes, performances o lo que fuere, sino que se inicia en la forma de la estructura o mejor en la pasión formal de la estructura. Regresemos nuestra mirada hacia la forma, comprendamos que, a pesar de los innumerables estudios, teorías, debates, análisis, “…todavía no le hemos preguntado lo suficiente a la forma”. (40)

Interroguemos a la forma y saquemos a la luz aquello de lo que es capaz, especialmente los afectos que puede desencadenar. Más aún, afectos que desaparecerían en caso de perder la forma o se transformarían cuando adopten una forma diferente. Estructuras que producen afectos, afectos que se convierten en un deseo de pensar.

Pensemos, nos dice Brinkema, en los montajes que se estructuran a través de recurrencias, de elementos formales que se llaman a sí mismo, que vuelven sobre ellos mismos como uroboros. Lo que vuelve es “…la forma del retorno o recurrencia- que puede afirmarse sin recurrir a la especificidad de los contenidos…” y que puede afirmarse como tal en la medida en que es “fundamentalmente una forma” (246); de lo contrario sería una redundancia insoportable aquella que repetiría el contenido una y otra vez. Aquí, por el contrario, hay una estructura recurrente y en cada ciclo los contenidos pueden desplazarse suave o bruscamente, pero siempre atrapados en el bucle.

Forma que nos enfrenta al gozo, a su búsqueda y la imposibilidad de su encuentro, siguiendo a Lacan, que nos orienta en el camino de una lectura e interpretación orientada hacia la forma: “… el afecto regresa en este libro como pura noción de felicidad afectiva a través de presenciar y afirmar la lectura orientada hacia el formalismo como tal -esto es la más pura forma del gozo es la repetición formal”. (249)

En compañía de Brinkema ¿a dónde hemos llegado? ¿En qué consiste el formalismo radical? ¿Qué hemos ganado de esta unión entre forma y afecto? ¿Vuelve el alma al cuerpo zombi, a ese zombi afectuoso que nos persigue para convertirnos en uno de ellos? Y un espíritu que es forma. Habría que imaginar una película en la que los zombis pueden encontrar su alma perdida en un lugar escondido. Ellos vagan sin descanso queriendo encontrar el lugar en donde se les devolvería su categoría de seres humanos. Hurgan por todas partes, interrogan a los “sanos” y al hacerlo los vuelven muertos vivientes.

¿De qué no se dan cuenta? ¿Por qué no pueden descubrir en dónde están los espíritus esperándolos? Como el caso de la Carta Robada sus almas están allí a su alcance, ante sus ojos, pero ellos buscan en lugares secretos. Los espíritus son formas estructuradas, montajes en el sentido de Eisenstein, que provocan la emergencia de afectos que, nuevamente, nos empujan, nos exigen, nos demandan que pensemos y que están allí a la vista. Así se forman unidades compactas de afectos-pensamientos, afectos-lenguajes, afectos-representaciones. No existen afectos vagando en cuerpos que habrían perdido su capacidad de decir.

El formalismo radical muestra que los formalismos y neo-formalismo no toman suficientemente en serie a la forma, porque terminan por reducirla a los fenómenos o a las apariencias, se quedan en el nivel de la composición, el color, las texturas, los materiales, pero el cuadro es mucho más que eso: es una forma plástica que recrea enteramente unos afectos-pensamientos.

Formas que son estructuras que desencadenan procesos; o lo que es igual, procesos que oscilan en el mismo campo y que por su repetición y recurrencia crean patrones de comportamiento, modalidades de ser. Solo de esta manera se puede explicar la existencia de las diferencias y la persistencia de las igualdades y similitudes.

Con Brinkema damos este paso adelante respecto de los formalismos sin caer en enfoque que privilegian únicamente el contenido, que terminan acercándose al realismo y al naturalismo. Formalismo que rehúye su reducción a meras formas, a simples figuraciones, a representaciones bidimensionales del espacio tridimensional.

La forma radical vendría a ser el origen y el fundamento de lo existente que se parte inmediatamente en estas formas específicas con la potencialidad de los afectos que llevan dentro y que luego se despliegan en un gigantesco abanico de contenidos, mensajes, mímesis y especialmente hipermímesis de lo real como es el caso de los mundos virtuales.

Finalmente quisiera que conservemos en la mente uno de los hallazgos centrales de Brinkema: es preciso utilizar una metodología orientada hacia las formas, hacia su descubrimiento; detectar las modalidades en las que se presenta, las articulaciones a las que da lugar, las secuencias que se desprenden de ellas, los recorridos recurrentes y recursivos, los montajes a la Eisenstein y las líneas de montaje específicas.



[1] Eugenie Brinkema, The forms of affects, Duke University Press, Durham, 2014.